ENCUENTRO
Alberto Weigle
Las sesiones con niños, sobre todo con los más pequeños, son
especialmente aptas para agudizar cierto tipo de inquietudes porque su
"setting" es mucho más escueto que con adultos; allí no vale la
invocación a las reglas' "fundamentales"
de la asociación libre y la atención
flotante aunque esos fenómenos estén presentes; no valen los dispuestos
lugares "diván y sillón"; no contamos con ninguna referencia sobre
cómo van las cosas de fuera; no hay anécdotas, ni relatos de la historia
personal o familiar y mucho menos evaluaciones, balances u otros juicios de
valor que gustan de hacer los adultos. Contamos apenas con un contexto de datos
provenientes de los familiares que siempre nos parecen insuficientes y, más que
nada, contamos con el ENCUENTRO con
el niño, fenómeno que aparece destacado justamente por la carencia del contexto
que se da en el adulto.
Hago estas salvedades para condicionar al lector del
material que sigue[1]
en el sentido de que privilegie no tanto la trama de la escena, su guión o su
anécdota sino la articulación particular de los actores en su intercomunicación
de múltiple engarce.
“Estamos trabajando
con Pablo (de 4 años) desde hace seis meses con una frecuencia actual de tres
veces semanales. Es el menor de tres hijos 2 varones [el mayor de 15 años y el
mediano de 13).
Si bien el motivo de consulta es un
desafortunado accidente ocurrido en la familia, me entero más adelante, que ya
antes se había pensado en consultar por otras dificultades del niño.
Haré un breve relato
de la primera entrevista para señalar algo del contexto en el que se ha estado
desarrollando la vida de Pablo y, por lo tanto, del contexto en que se inscribe
la sesión que detallaré luego.
Concurren el padre y
una tía materna soltera que vive con la familia desde su llegada del interior.
Yo ya había sido prevenida telefónicamente por la tía que la consulta se debía
a la muerte de la madre de Pablo por lo cual, retomando lo dicho en la llamada,
me relata que ella y los padres de Pablo habían decidido hacer una visita familiar
para lo cual viajaron al interior por el día. Al regreso, ocurre el accidente
en el cual fallece de inmediato Ia madre de Pablo. Los niños habían quedado con
la empleada y se enteran de lo ocurrido al día siguiente.
Esta tía tiene un rol
importante en la vida de la familia, pero fundamentalmente en la de Pablo.
Llega a estudiar a Montevideo a los pocos alias de nacido éste y se encarga de
criarlo ya que, por un problema en el parto, la madre no puede hacerlo por un tiempo
prolongado. El relato, cargado de angustia por momentos, deja traslucir
sentimientos de ambivalencia hacia Pablo. Dice la tía que se ha constituido en
un niño molesto para la familia: "llora,
está agresivo, no lo tolera nadie" y “yo soy la única que lo aguanto un poco más... a veces no quiere que me
separe de él, sobre todo de noche… me siento atada”
Las intervenciones del
padre se limitan a apoyar el relato de la tía. De vez en cuando uno me hace
preguntas concretas acerca de cómo debería proceder frente a determinadas
conductas del hijo o cómo responder a alguna de las preguntas que hace. Me
aclara que no sabe el modo de tratarlo ya que él, por motivos de trabajo, no
está mucho en casa.
Y ahora, la sesión que corresponde al segundo mes de análisis:
Entra y me dice: Yo no soy Pablo. Me muestra Ia tortuga
que había traído -es una tortuga “ninja”- y dice: Es un juego, yo soy el padre y él es mi hijo o hija. Luego toma; la
plasticina, le da piñas como con bronca y después clava a la tortuga de cabeza
en la plasticina ¿Ta’ que era una pizza?
no, mejor una torta... jayudamel me grita.
A.: Te ayudo.
Pablo: Era una cuna. Vamos a poner al bebé. Ta que
vos habías tenido un bebé.
Me muestra la tortuga.
Se pone a preparar "café" con bombas (tizas). Está un buen rato dando
vueltas con el tema del café cuando, al agacharse para buscar algo, encuentra
en el piso una leoncita y me dice:
Mirá quién estaba acá... la leoncita...
La levanta con cuidado en la palma de su mano
y la coloca al lado del bebé—tortuga. Esta leoncita representa desde hace
varias sesiones una mamá buena a la que tenemos que cuidar y a la que tratamos
con ternura. Nunca participa activamente en Ios juegos sino que se queda en un
costado "mirando " lo que hacemos.
Pablo: Tengo que llevar al bebé al castillo para que Io curen.
A.: ¿Qué tiene?
Pablo: Algo en la espalda... bombas, Me grita: ¡Vení a tomar un
café! Él se toma el suyo y escupe sobre la mesa, que está llena de juguetes
haciendo un ruido similar a una arcada. Ta que acá era el arsenal de las bombas y
hay que mojarlas para que no exploten. Tira agua y al caer ésta al piso
dice: La mesa hace pichi, hay que darle
una patada o una piña para que no haga más.
A.: ¡Ay, ay! Alguien está vomitando y tirando pichí y caca sobre la
mesa.
Pablo: ;;Mirá el avión!!
mientras lo hunde en el agua, ;Que se
jodan! ...¿qué escribiste?
A.: Que estábamos jugando a tomar café
Pablo: ¡Ah, bueno! Ahora escribí a Pablo le gusta la cocoa con café. Mientras, sigue imitando los vómitos y a la
vez dice: Tengo hambre.
A.: ¿Puedo escribir que Pablo tiene hambre en la barriga y vomita?
Pablo: (Saca la pata que
sostiene a la mesa plegable y todos los juguetes se desparraman. Grita) ¡Doble! Luego les tira agua por
encima... De pronto me grita. jDejamos
sola a la tortuga! ¡pah! ¡qué nos va a decir ahora!...¡Andá vos que ya la curaron!
A.: (Hago de tortuga-hijo
y digo) ¡ldiota, estúpida, me dejaste
solo!
Pablo: Dejá que yo la arreglo ¿cómo
va a decir eso? Le pega, la pisa,
la patea. A ver, ¿y ahora qué te dice?
Y como la tortuga-hijo sigue enojada conmigo, me dice que hay que ahogarla, que
hay que matar al hijo.
A.: (Hablo como tortuga
mientras él Ia va tapando con plasticina) ¡Ay,
mamá! ¡Me están matando! Si no me defendés te voy a matar a vos.
Pablo: A las madres se las mata sólo si hay rabia
A. : (Como tortuga) Sí, sí. Le tengo mucha rabia porque me dejó
solo.
Pablo:·Llevala a la base. A la puta... ;puta!
A.:·¿Yo?
Pablo: Vos no, tarada, ¿Por qué no me dijiste que los plumonitos se mojaron?"...¿Vamos
a escribir las paredes? Se para en
la silla. Estoy cansado... Bajame... Se
tira para que Io reciba en brazos y luego lo bajo al piso.
Pablo: ¿Y mi linterna?
Rebusca en la caja y encuentra dos cartones con dibujos de una colección de
luchadores. Se sienta a mi lado, recostando su cabeza en mi brazo, y me pide
que le lea los nombres de cada personaje para así él indicarme cuál es el más
fuerte: los más fuertes son los que tienen dos armas.
PabIo.· Vamos a buscar papel higiénico asl nos hacemos pulseras de
defensa ninja. De pronto tira la caja. ¡Oh, mirá! Nuestro hijo. Señala el piso.
A.: ¿Se hizo algo?
Pablo: No, pero tiene estas defensas. Se refiere a las pulseras de papel que nos
hicimos.
A. :¿Y cómo se defiende?
Pablo: Con nosotros. Nosotros somos las defensas.
A.: Así que si nosotros no estamos… me interrumpe.
Pablo: Voy a buscar más papel para hacerte otra pulsera. Viene y me la hace. Le digo que es la hora.
Me dice que me deje las pulseras pero como debo acompañarlo hasta donde lo espera
el padre le digo que mejor no.
Pablo: ¿Por qué no?
A.:Y... de repente se me pueden romper. Si me baño se me rompen así que
mejor me las saco y las guardamos para seguir jugando en la próxima. En realidad me resultaba violenta la idea
de aparecer frente al padre con papel higiénico en las muñecas…
Pablo: Yo también me las saco porque yo también me voy a bañar. Cuando va a salir se da vuelta y me dice: Gracias por jugar
A. : A mí me gusta
Pablo: ¿Vos sos una mamá? ¿En qué idioma estudiaste?
A.: En uruguayo... Antes
de abrir la puerta vuelve a repetirme: “gracias
por jugar"
**************
Esta sesión, como toda escena de intensa, continuada comunicación
humana, mantiene una unidad a respetar y sobre la cual meditar.
En este caso particular impacta el elevado tono emocional
del encuentro y, aún sin haber estado allí, podríamos señalar momentos de alegría,
protesta, reclamo, placer, rabia, angustia, ternura, tristeza, desconcierto,
etc. Y no estoy hablando en especial del niño, ni de la analista, o mejor, sí
de ellos, pero de una forma en que el "ellos" se diluye en una unidad
interactuante en donde todas las emociones circulan de continuo.[2]
Usando cierta analogía musical, puedo decir que las
emociones son como variadas melodías que se desgranan (superponiéndose o no) a
lo largo de la sesión, pero me interesa destacar, en especial, el desarrollo en
la sesión de una notable ARMONÍA (en música, la coordinación de los
instrumentos orquestales y, acá, la de los personajes que son muchos más que
las dos personas participantes).
La existencia de dicha armonía, aunque me parece evidente (no
hay más que oír) quiero demostrarla por la contraria a través de un momento en
que se quiebra allá en el último tercio de la sesión, cuando se da este diminuto
diálogo:
Pablo: ¡puta!
A.: ¿yo?
Pablo: Vos no, tarada.
Frente a la calificación de Pablo, vemos al analista dudosa
(¿yo?)
de si es identificada como ella misma o como alguno de los personajes que venia
representando, que eran, alternadamente, la "madre", esposa del
“padre" (que era Pablo cuando empezó la sesión y él mismo determina su
rol: "yo
no soy Pablo") y la tortuga-hijo (donde interesa el lugar hijo y
no la identificación de género por lo que él aclara: "hija o hijo").
La analista parece así salirse de sus roles anteriores: ¿pensó acaso traer a la
concretud de ella misma el calificativo de puta que, unido a su ser analista le
permitiría trabajar la línea analista-madre-ausente-puta? ¿Fue un desliz, en
medio del caleidoscopio de lugares y personajes de la escena, por donde se coló
la contratransferencia evocando los aspectos denigratorios o divertidos del ser
puta?
No lo sabemos y no
nos interesa. Nos interesa, igual que a Pablo, que se perdió lo alcanzado hasta
allí. Hubo un cambio de instrumento o una disonancia y Pablo lo señala de
inmediato (“Vos no, tarada") molesto por la interrupción.
Al continuar la lectura de la sesión vemos que la armonía de
juego inicial, la pareja de padres que ellos representaban, recién se recupera
cuando Pablo “encuentra” al “hijo" común en un "lugar"
imaginario del piso. ¿Qué paso entre medio? Si repasamos ese fragmento, vemos
que hubo un cambio de partitura a través del que se instala otra armonía: si la
analista es ella ("yo") y no sus personajes, Pablo también pasa a ser
él y no sus personajes ("estoy cansado...") y necesita protección,
proximidad, contacto.
En nuestra perentoria necesidad humana de identificarlo
todo, podríamos tratar de determinar si es la analista o Pablo quien hace el
cambio de partitura. Lo importante no
radica en definir quién es quién sino más bien delinear el campo común
en que ambos trabajan, en que ambos fusionan sus intereses sin fusionarse,
porque lo que importa es la música indivisible, armónica, más allá de los músicos
que la ejecutan Es ese campo de articulación, esa ARMONÍA, lo que causa la
mayor impresión en este material más allá de los contenidos de otras
estructuras de fondo que también podrían ser puestas en evidencia.[3] Y si bien en este encuentro prima el factor armonía,
lo cual nos facilita el ponerlo en evidencia (en la rotación de personajes, en
la versatilidad y el reacomodo permanente de los actores, en la recuperación de
los quiebres, en la búsqueda por ambos de los sentidos interpretativos), no
pretendemos que ésta sea un "modelo" especialmente destacable de sesión
"exitosa". Pero sí muestra procesos que, en la mayoría de las sesiones,
están ocultos no obteniéndose visiblemente
estos resultados. Buscar la comunicación (en su función constitutiva y a la vez
constituyente de la naturaleza propia de lo humano) pasa a ser entonces una
especie de objetivo, explícito o implícito, que integra de una manera
sustancial esa acción compleja que Freud, metonímicamente[4], bautizó como "psicoanalizar".
Quizás necesitáramos, como complemento de éste, otro material donde por el contrario,
se destacara la aridez de un encuentro dificultoso, fallido (o "disarmónico")
para mostrar allí dicho trabajo de búsqueda, por analista y analizando, de una
cierta comunicación, incluso a través de sus rupturas.[5]
Surge aquí la pregunta ¿hasta dónde debemos atribuir a este fenómeno
del encuentro, a esta posibilidad de comunicarse, empatizar,
"apegarse" (y sus contrarios necesarios) un efecto de "cambio psíquico"?
En este sentido quiero ser enfático: hay diversos caminos por
los que se obtienen cambios psíquicos positivos en nuestro trabajo analítico
pero todos pasan, quiérase o no, por ese cruce central, esa llave de apertura,
que podemos nombrar como "el encuentro
que busca una cierta armonía". Y si lo pienso con esa centralidad es
porque atribuyo a ese encuentro (tanto en psicoanálisis como en todos los
encuentros humanos) un carácter fundador. En este sentido, asignamos a dicho
encuentro los siguientes rasgos:
- El intercambio emocional del fenómeno del apego ("attachment")[6] y el correlativo cuidado del bebé.[7] Ejemplo: lanzarse y ser recibido en brazos y luego mirar las figuras, juntos, en contacto.
- El reconocimiento especular (a través de la mirada del otro) y las improntas identificatorias (a través de los modelos ofrecidos y los roles asignados). Ejemplo: Los diversos personajes generados y representados por ambos en los cuales la "realidad" de la vida (la muerte y sus consecuencias) se espeja en la "fantasía" del juego.
- El despliegue de la aptitud simbólica (semiótica) en sus continuas creaciones metafóricas y metonímicas (desarrolladas en variados códigos: verbal, gestual, mímico, etc.). Ejemplo: casi toda la sesión está montada sobre el recurso metáforo - metonímico del “como sí" del jugar.
- La generación, en la diacronía de los encuentros, de una “historia” que al introducir el tiempo, presentifica de continuo los linajes, los roles, las identidades, las leyes culturales, etc. Ejemplo: La irrupción de la "leoncita" que, como monumento y testigo "viviente" atraviesa el tiempo de las sesiones generando una historia compartida entre ambos y donde simboliza a la vez a la madre viva y a la madre muerta... la que era, ya no es y aún sigue siendo... la ausencia-presencia...
Vemos en estos rasgos la impronta "constructiva",[8] fundadora, que posee la sesión.
El germen de cambio ya esta allí, en esa propia sesión,
aunque todavía no podamos comprobarlo en el diario vivir de Pablo (y de la
analista). Al terminarla, Pablo ya no es el mismo que al comenzarla (y la
analista tampoco). El diálogo de despedida señala un terreno conquistado en el ámbito
del vínculo que, aunque se volviera a perder por algún motivo inesperado,
demuestra igualmente que esa posibilidad de conquista existe:
Pablo:…Gracias por jugar
A.: A mí me gusta.
Pablo: ¿Vos sos una mamá? ¿En qué idioma estudiaste?
A: En uruguayo.
Pablo: Gracias por jugar.
Y este pequeño diálogo, como tantos similares que todos podríamos
invocar, es un cabal tratado de comunicación humana, fundadora de un nuevo
Pablo y una nueva analista.
Dicho de otra manera el encuentro mismo es generador, en
cierto modo, de aquéllos que en él participan. O sea, de sus cambios, que es lo
mismo que decir de ellos mismos, pues lo que llamamos nuestra identidad,
nuestra siempre precaria identidad, está continuadamente sostenida en el cambio
y el intercambio permanentes.
Se me objetará con razón que estoy tratando de dar forma a fenómenos
que están en la base de toda comunicación humana y de su corolario, el
surgimiento de la persona,[9] y que dichos procesos
pueden ser identificados total o parcialmente en cualquier acto de comunicación
entre personas. ¿Cómo distinguir, entonces, lo peculiar del encuentro en
psicoanálisis, aquello que de alguna manera define nuestra función y nuestro
oficio?
**********************
La pregunta antedicha me sugiere, entre otros, el tema de la
interpretación que lo planteo así: ¿cuál es, dónde está, o en qué consiste, en
nuestro ejemplo, la interpretación?
Para la discusión de este planteo necesito partir de una
cierta definición clásica de interpretación (que coloco en nota al pie para que
sea leída u omitida, según se prefiera).[10]
Obviando las discrepancias de detalle que se tengan con
dicha definición, podemos acordar que ella perfila dos campos: el del paciente
y el del analista; uno aporta su material y el otro su interpretación del
mismo. Todo es claro y ordenado: cada cual en su puesto y a su función, la asimetría
del encuadre está trazada,
Pero ¿son las cosas tan así en la experiencia vivida del
encuentro psicoanalítico?
El material presentado muestra a las claras que es imposible
discriminar allí entre analizando y material, por un lado, y analista y su interpretación
por el otro.
A la objeción que, por tratarse de un niño pequeño, la situación
es bastante diferente, la aceptaré muy parcialmente.
Es cierto que, con adultos, no hay material de juego ni se “juega"
(al modo del niño) aunque, a veces se cuentan sueños… Y si alguna otra
diferencia hay, diría que corre más bien en el sentido que el código de comunicación
adulto, predominantemente verbal, hace que otros códigos queden pospuestos,
larvados, apenas insinuados mientras que en el niño aparecen en todo su
esplendor. El terapeuta deberá adaptarse al del niño que enfatiza justamente
otros códigos: el gesto, la mímica, la mirada, la acción, el tono de voz o la
palabra más en función fática[11] que informativa, la representación
de personajes, etc.
Todos estos códigos mantienen una distinción esencial con el
código verbal que es su incapacidad de metalenguaje: ninguno de ellos podría
generar un texto sobre sí mismo (como código) y tampoco sobre el código verbal;
éste en cambio, puede hablar sobre sí y sobre los otros códigos.
Otra distinción entre estos códigos y el verbal es lo que podríamos
llamar su "bajo nivel de reconocimiento y control por el sujeto" lo
cual es una forma redefinir por la negativa aquello que, por la positiva, llamaríamos
espontaneidad. Es decir, que estos códigos no verbales, asientan su valor y su
credibilidad para el interlocutor justamente en lo que sería una falla, una imperfección
para la inteligibilidad depurada del discurso.[12]
¿Queremos decir con esto que nos aliamos a un espontaneísmo
a ultranza donde conceptos como empatía, intuición emotiva, expresividad, actuación
(actoral), ocurrencias (verbales o gestuales), humorismo, etc., pasan a
constituir el meollo de nuestra actividad? Nada de eso. Es simplemente destacar
que todos estos elementos están inevitablemente presentes en toda sesión de análisis
y cada cual optará sobre qué uso hará de ellos en su comunicación. También tendremos
que aprender a reconocerlos por la razón pero no para "racionalizar su
uso" pues esto afectaría su propia esencia espontánea, sino para pensar
sobre los fundamentos de nuestra eficacia técnica.
Tratar de suprimirlos sistemática y concientemente, como
variables molestas para la interpretación, puede conducir a una distorsión
importante en la comunicación, transformándose, ahora sí, en un "acting
out" por omisión, del cual deberíamos buscar las motivaciones inconcientes
(temor a la invasión, o a la pérdida de control, o a la pérdida de lugar,
etc.). Pero todo esto no nos habla de diferencias esenciales entre niños y
adultos. Se refiere apenas a diferencias de "estilos" que, por
supuesto, exigen una adaptación del "oficio".
Este preámbulo me ha sido necesario para reformular el tema
de la interpretación de la siguiente manera: ¿dónde está la eficacia de la
tarea de nuestra analista interactuando con el niño?, ¿cómo hace para lograr
que el niño se arroje a sus brazos, le recueste su cabeza y termine diciendo y
repitiendo gracias por jugar? Y, dicho de otro modo; ¿cómo determinar, a
ciencia cierta, dentro de la sesión que han leído, aquel recortado segmento que
se adapte a la expresada definición de interpretación? ¿Acaso cuando la analista,
hablando como tortuga, dice: ¡Ay ay, mamá! ¡Me están matando! Si no me defendés
te voy a matar a vos? ¿0 cuando Pablo le responde: A las madres se les mata sólo si
hay rabia? ¿0 ambas? Y, entonces, ¿quién "interpreta"?
En primer
lugar, quiero hacer algunas precisiones terminológicas. Cuando hablamos de interpretación
en realidad nos referimos a dos cosas: la "función" de interpretar y
el "efecto" de la interpretación. Dicho de otro modo; la formulación
explícita que llamamos "interpretación" está articulada entre esos dos
extremos: algo que "dice" el analista en cumplimiento de su "función"
de interpretar (o, quizás mejor, de analizar), se supone que ejerce un
“efecto" en el analizando. Vemos entonces que giran en torno a este concepto
no dos sino cuatro elementos: la función y el efecto, por un lado, y el analista
y el analizando por el otro.
Esto nos permite decir que la función de interpretar (de
analizar) no es exclusividad del analista ni mucho menos. Es de ambos. También
es una función que se supone que el analista conoce -ese es su oficio- y que de
algún modo, de muchos modos, transmite a su paciente (que algo de eso quiere
aprender, sin por eso llamar “didáctico" al análisis). La asimetría
analista-analizando no radica especialmente en la distinta función: el
analizando va a analizar-"se" y el analista a analizar-"le"
(sin perjuicio de que también, y de algún modo, funcione a la inversa). La
diferencia no está en el
"analizar" sino en el "se" y el "le", que se refieren
al exclusivo material a analizar que deberá ser, visiblemente, el del
analizando (aunque esté invisible y en otra escena, el del analista). Cualquier
otra diferencia (ascendencia, saber, autoridad, experiencia, etc.) pertenece
sobre todo al dominio de la vivencia transferencial o contratransferencial.
En cuanto al
"efecto" interpretativo nos plantea oscuros y difíciles problemas
pues sobre él se apoya, en parte, el cambio en psicoanálisis. En principio,
todos sabemos por experiencias de un lado y otro de la situación analítica, que
la palabra del analista desborda (al igual que ocurre con la del analizando) su
contenido textual. El analista "dice" más de lo que quiso y menos de
lo que hubiera querido. El paciente, a su vez, escucha menos y también más de
lo que oye. Esta es la paradoja, no ya de la situación analítica, sino de la comunicación
humana en general. Esto se ve reduplicado, como en nuestra sesión, por existir
muchos más códigos que el verbal.
Definir allí, del rico entretejido de mensajes que van y
vienen (incluyendo los que omite inevitablemente el relato verbal), cuáles
tuvieron un efecto interpretativo, puede volverse una tarea imposible, máxime
si sopesamos, dentro de esa urdimbre comunicativa, el notable monto de mensajes
que no pasan exactamente por la conciencia (sin ser por ello inconcientes en
sentido sistemático, ni tampoco preconcientes estrictamente pues pueden no
llegar a ser nunca concientes).
Un elemento que nos ayuda a
detectar, por lo menas en parte, que se ha producido un efecto interpretativo,
es ese complejo fenómeno al que llamamos “insight”[13].
Antes de buscarlo en nuestro material quiere destacar el aspecto de
doble faz del fenómeno del insight.
Me refiero a lo siguiente: la revelación que surge del apercibirse de una
cierta concatenación de hechos, circunstancias y modos de operar hasta ese
momento desconocida (oculta velada, en las sombras)[14] , es un fenómeno que es posible
que ocurra en la meditación que, sobre el material de la sesión, logren hacer
tanto analista como analizando. Podemos llamar insight a esto, en el sentido general del término. Pero en su
sentido más particular, mas psicoanalítico, la noción de insight surge de un encuentro:
es lo que al analizando se le "revela" (se le "ilumina") de
su material, en conjunción con la comunicación que el analista le hace de lo
que se le reveló (iluminó) de dicho material. Este encuentro, esta "visión" compartida, este "reconocimiento"
mutuo[15] de una situación, está
cargado de consecuencias: no sólo profundizar en el conocimiento del material
y, por ende, del analizando (incluida la "conquista del inconciente"),
sino también, y como condición sine qua non para el progreso del análisis, para
cimentar un vínculo confiable. O sea
que, un modo de comunicarse profundo y sostenido a través de una cadena de
sucesivos insights (mutuos) no puedo
menos que relacionarlo con la red de comunicaciones básicas, fundantes de la
persona, así se llamen contacto, mirada, sonrisa, apego o palabra. En nuestro
material el fenómeno del encuentro
se halla a cada paso, como ya le destacamos, por lo que se hace difícil
determinar dónde está expresado el fenómeno del "insight" mutuo. Vemos, por ejemplo, a la analista interesada,
no sin fundamento, en traducir del material aquel conjunto de sentimientos y fantasías
de Pablo que giran en torno a la pérdida y el abandono producidos por la
reciente muerte de la madre. La analista elige, pienso que muy acertadamente,
hablar desde el lugar de los personajes (la "tortuga-hijo", "alguien"),
con lo que logra que él acepte la violencia de sus propias fantasías (bombardear,
orinar, vomitar, matar) pero colocadas allí, en alguien que no es él y lo es a
un tiempo (en esa identificación en el "nosotros", que nos permite
aceptar nuestras fantasías prohibidas en tanto universales, en tanto
compartidas). Logra, además, con esta formulación, permanecer en el ámbito del
jugar, en el como sí del fenómeno transicional (Winnicott), en ese espacio al
que la invita a entrar Pablo porque allí se dirime lo más esencial del
encuentro, allí se va forjando su "vida", su estatuto de "persona",
su inserción en el mundo compartido que incluye el debate y el desenlace de los
conflictos. (Y esto vale para Pablo y además para la analista que también allí
se realiza como tal).
Para nuestro caso, quizás nos debamos quedar con este
ejemplo de "insight" mutuo y
sostenido en el juego, pues no podemos pretender que el efecto de "revelación"
sea consignado por Pablo en un código verbal como lo hace el adulto, porque su código
preferente es el jugar. Sin embargo algo nos dice cuando señala: ”A las madres se las mata cuando hay rabia
", pues allí da cuenta de dos cosas a un tiempo:
- el efecto que le produce la intervención de la analista (desde el lugar de tortuga-hijo)
- la aptitud suya para desempeñar la función de interpretar (analizar).
***
En otra visión de la escena, Pablo se instala claramente en
el vértice del triangulo edípico, ocupando sin tapujos el lugar del padre.
Desde allí maneja en activo lo que sufre en pasivo y parece tener pocas
consideraciones con el hijo (tortuga) que es alternadamente maltratado o
cuidado y también exigido desde el lugar de un superyó cruel que él se arroga:
Pablo (hablando de la.
tortuga-hijo); Dejá que yo la arreglo ¿cómo va a decir eso? Le pega, la pisa, la patea; A
ver, ¿y ahora qué te dice?
Este
abordaje podría dar para muchos comentarios pues abre una o varias líneas interpretativas,
pero no es mi intención exponerlas sino plantear la siguiente interrogante: ¿con
qué criterio, de los inagotables subrayados posibles que ofrece un material
que, como el de los sueños, es insondable, elegiría yo el mío como analista de
Pablo?
Esta cuestión
siempre me ha preocupado y sólo he encontrado una respuesta provisoria teniendo
en cuenta que al ser imposible usarlos todos y tener que elegir sólo uno, me
restrinjo entonces a lo único posible: aquel subrayado que me atrevo a calificar
como “fenómeno de interferencia”[16]
producido sobre el campo del encuentro con mi paciente. Desde ese lugar puedo
intentar hablar de lo ocurrido, decir algo de lo que le ocurre al paciente y que
incluye lo que me ocurre a mí al escucharlo.
De esa
"interferencia” (ese "llevar entre"), surgirán bandas de luz y
oscuridad (como en la pantalla del físico), nuevos fenómenos que, por supuesto,
no pueden ser calificados ni de verdaderos ni de falsos pues nuestra tarea no consiste
en descubrir LA VERDAD
sino generar nuevos sentidos
compartidos.
Pero
analista y analizando no trabajan en un campo cerrado, exclusivo, en una especie
de "narcisismo gemelar", sino que allí mismo está abierto el lugar
para un tercero, la introducción de un otro, la expansión hacia un otro que es
hacia todos los otros. Creo estar refiriéndome con esto a. la transferencia (en
su sentido estricto de "transferir"), transferencia venida del pasado
que se expande en el presente y se proyecta en el futuro, transferencia de vínculos
que también es transferencia de sentidos. Y además, pienso no sólo en la
transferencia del analizando sino también en la del analista, en lo que podríamos
llamar el campo común de la “intertransferencia", esa transferencia mutua,
ese interjuego transferencial que es más que la suma de transferencia y
contratransferencia.[17]
Me animo a representar estas ideas en la figura adjunta, con
algunas aclaraciones:
a) las parábolas señalan, por su condición de abiertas, el carácter
"insondable" de todo campo psicológico;[18]
b) el circulo I
de superposición de las parábolas señala el campo común de encuentro donde
surge el "fenómeno de interferencia.", generador de nuevos sentidos;
c) el campo del tercero señala la conexión del vínculo
analizando-analizante con un otro (aquel "transferido", en la recién
mencionada "intertransferencia"), es decir la inevitable condición
triádica de toda estructura en acción. Ese otro será, tomando nuestro ejemplo,
todos los otros relacionados con Pablo (incluyendo la. "presencia" de
su madre muerta), la propia analista (y sus "otros") al escribir o
repensar la sesión, los lectores o comentadores (como yo acá) de ese material
y, lo que nos atañe en especial, la "supervisión" (visión sobre otra visión)
que ejerce la "TEORIA" (precisa o imprecisa), voz de un tercero que
se hace presente allí a través del "supervisor", el analista o el
propio analizando.[19]
Creo que estas ideas podrían articularse de algún modo, de
varios modos, con el planteo dialógico de Bajtin y con la noción de semiosis
continua de Peirce, pero esto desbordaría el alcance de esta nota.
****************
En otro abordaje del material (que no será la búsqueda de
otros sentidos -riquísima veta que nos atrapa pero que aquí dejaremos a un
lado- sino la perfilación de la matriz por la que circulan dichos sentidos) nos
detendremos ahora a pensar en el caleidoscopio de personajes de la sesión.
Trataremos, pues, de captar algo del por qué Pablo elige este juego dramático
como modo de expresarse tan habitual y a la vez tan particular (distinto de un
expresarse "directo" y "objetivo" que no es un principio
sino un fin de camino). Nadie podrá decir que se lo enseñaron pero tampoco
nadie podrá negar que lo aprendió.
El aprendizaje de este jugar con personajes en acción va de
la mano con el aprendizaje del habla, donde se fija la distribución pronominal
(yo-tu-él y sus plurales) que a su vez va de la mano nada menos que con la adquisición
de su identidad de persona con género ("yo, varón") y la inserción en
una red de vínculos (que se espeja. en la red pronominal y viceversa).
Esta red de vínculos nos conduce inevitablemente, como lo descubrió
Freud, a la estructura edípica, central en su presencia o en su ausencia, pues
define, no sólo conflictos sino lugares, roles, jerarquías y, sobre todo, lazos
de parentesco (y sus consecuentes identidades: el yo-tú-él enlazado al
padre-madre-hijo) sostenidos por la ley que los funda (prohibición del
incesto).
Como dijimos, no vamos a explayarnos aquí en la particular
circunstancia de Pablo inmerso en su Edipo, sino a meditar el por qué Pablo
(todos los Pablos) "habla" en ese "idioma" dramático. Y,
simplemente, sólo se me ocurre una respuesta: porque, por ahora., no tiene
otro. Junto a. su lengua materna fue "aprendiendo" sus lazos de
parentesco, su identidad de persona (su ser yo), su identidad de género (su ser
varón), su conciencia de sí pero también su situación "como si" en su
micromundo familiar de donde emerge él bajo el complejísimo modo de "acción
interiorizada" que es como Piaget define al pensamiento.
De modo que el jugar, ese lugar a mitad de camino entre el
pensar y el actuar, que es un pensar-actuando y un actuar-pensando a un tiempo
(ese "espacio transicional" que tan bien definió Winnicott) es
nuestro modo más estrecho, más íntimo, más eficiente de comunicarnos con Pablo,
y la analista nos lo muestra meridianamente.
Visto de este modo, parecería que hablarle a Pablo en
nuestro idioma adulto (“objetivo", "racional", "en proceso
secundario") y explicarle así "como son, en realidad, las cosas"
que le ocurren, es un disparate. Bueno, creo que casi tan disparate como
hablarle en términos de lógica algebraica. Pero es un disparate que los adultos
cometemos de continuo y que no tiene mayores consecuencias simplemente porque Pablo
ya está acostumbrado a ello (así es el mundo adulto que lo rodea) y él hace esfuerzos
por entender y hablar así (que en eso radicará su progreso hacia la adultez) y,
entre tanto, va descifrando los otros códigos con que acompañamos automáticamente
nuestro discurso verbal (gestos, mímica, tono de la voz, etc.) y allí sí se
conecta con nosotros.
Pero articularnos en un "idioma común" con Pablo
no es un objetivo que nos proponemos simplemente para que “entienda" su
circunstancia sino que tendrá consecuencias mucho más extensas (que siempre es conveniente
averiguarlas). Y recién ahora arribo al punto que me sugirió el
"caleidoscopio de personajes" y que está referido al impreciso,
complejo tema de la identificación.
¿Qué es lo que esta haciendo la analista al contactar con
Pablo, además de tratar que "entienda"?
Pues, se está ofreciendo como objeto identificatorio inevitablemente. Me refiero a todo aquello que
llega al analizando desde la idiosincrasia del analista, idiosincrasia que lo
impregna y lo conforma como persona distinta de las figuras transferidas. ¿Acaso
no es esa distinción, esa diferencia, esa repetición no idéntica en la
transferencia, como piensa Lacan, uno de los motores más poderosos de un
posible cambio?
No me refiero a las masivas identificaciones
"gemelares" o "en espejo", caricaturas al modo de Zelig,[20] pertenecientes a la patología
de la identificación en sujetos de muy frágil estructuración personal o a
momentos pasajeros de la niñez. O mejor dicho, sí me refiero a. ellas, pero no
sólo a ellas sino a toda la red de identificaciones múltiples, diminutas,
parciales, a menudo imperceptibles, que se integran a través de las corrientes que
circulan (en ambas direcciones y tanto "positivas" -de amor- como
"negativas" -de odio-) entre ambos participantes del encuentro analítico.
Todo este complejo juego interpersonal puede generar, en
caso favorable, un cierto crecimiento, una mayor cohesión vincular, en fin, un
"efecto constructivo”[21] a partir de la síntesis
personal que impulsa el propio analizando. (Y sin olvidar que este efecto de
cambio es de doble vía. y abarca, también inevitablemente, al analista).
Y si esto es así en el adulto, lo es mucho más en el niño,
en quien los procesos constructivos de tipo identificatorio adquieren una
importancia crucial para el desarrollo de la persona y la constitución del carácter
y la identidad de género.
********
Este primer resultado del trabajo de análisis que hemos
definido como efecto constructivo del
intercambio identificatorio está ligado inseparablemente (y el juego de Pablo
lo señala) a una reformulación permanente del perfil de los personajes de la
vida cotidiana del analizando.
En nuestro caso, en razón de la preservación del secreto,
nos vemos faltos de contexto en ese sentido y quisiéramos saber mucho más de
ese medio familiar: de ese padre (que él mismo se define como acompañante
lejano del niño); de esa tía (madre sustituta no sólo de la madre muerta, sino
de la madre ausente ya en los primeros meses de Pablo); de la madre (¿qué madre
fue? ¿por qué aquella ausencia?); de los
hermanos… en fin, del interjuego de vínculos, roles y lugares de todos los
personajes.
Creo que todos los que trabajan con niños pueden dar fe de
la importancia de la inserción del analista en el medio familiar hasta llegar a
ser “un miembro más" en el sentido que "conoce" y “se
ubica" en ese contexto íntimo, pudorosamente velado, que es la familia y
del cual el niño, como siempre se señala, es el “emergente", el "síntoma",
la “tarjeta de presentación".
Me apresuro a hacer una acotación en este punto, referida a
la validez o no de preocuparse por el perfil psicológico de las figuras y los vínculos
más cercanos del analizando: ¿acaso no sería mejor preocuparse sólo por el
paciente, su mundo "interno", sus conflictos, sus defensas, su modo
de estar en el mundo, limitando en lo posible el análisis de sus vínculos al
palpable, presente, asimétrico, contrastado vínculo transferencial con el analista?
Al fin, esta postura ha dado y sigue dando altos dividendos,
pero sabemos lo que ocurre cuando es llevada hasta sus últimas consecuencias,
en un pretendido aislamiento de variables que no por eso dejan de estar
presentes y activas. Recordemos la exclamación de aquel paciente de un estricto
analista kleiniano rioplatense (que muchos supimos ser): "¡Pero!... ¡siempre usted!... ¡en todos los guiones!..."
Reconozcamos, pues, la complejidad de nuestro objeto de
estudio (que nos incluye, y así debe ser) y pensemos más bien que no estamos
frente a un individuo aislado sino que somos una persona frente a otra persona
y “persona" es, para nuestro oficio, nada más y nada menos que un idiosincrásico
punto de reunión de una compleja red de vínculos, capaz de hablar o callar.
Perfilar, entonces, esa red de vínculos es parte
insoslayable de nuestra tarea en tanto no persigamos la “objetividad" en
nuestra descripción y análisis (tarea a todas luces imposible). Buscaremos más
bien la continua reformulación, el permanente cambio de matiz que el trabajo de
análisis produce (en analizando y analista) en la captación de los personajes y
en el engarce de sus vínculos. Y esto es válido, vuelvo a destacarlo, no sólo para
los escenarios presentes sino también para los pasados (aunque Pablo cuente aún
con muy poco "pasado").
Me refiero así a ese constante rehacer la historia (la
analista le reformula la muerte de su madre desde un lugar y bajo un ángulo muy
diferentes) sabiendo que la historia vale por su continuo "acto de presencia" reformulada.
En esto consiste otro de los resultados mas notables del
trabajo analítico (cuando ha echado a andar) pasando a formar parte del llamado
"cambio" en psicoanálisis.
*********
Si bien en lo ya dicho está clara mi intención de mostrar la
movilidad del campo del análisis, movilidad habitualmente mucho más acusada en
el caso del niño por razones obvias, se me dirá con razón que igualmente
persiste un conjunto de rasgos más o menos permanentes en las personas al que
llamamos carácter.
Podré oponer a esto que Pablo es un carácter apenas en formación,
que también este aspecto está muy móvil, pero me encontraré en seguida con el
escollo del "temperamento", ese conjunto de rasgos propios que, ya
desde el vamos, hace que ningún niño sea idéntico a otro (ni a su gemelo).
Diré, entonces, que justamente nuestro trabajo no pretende modificar
esto, pues el temperamento así como su sucesor, el carácter (que articula la
impronta heredada. con la impronta adquirida), es un núcleo intangible.
Intangibilidad que debemos aprender a respetar, no sólo por lo aleatorio de los
resultados si no se respeta, sino porque en la diversidad de núcleos del carácter
se apoya justamente la riqueza de las variantes y la consecuente
complementariedad entre las personas. En este aspecto, el trabajo de análisis
apuntará entonces a iluminar la superficie exterior, cambiante, de ese núcleo
del carácter y su resultado podrá ser: asperezas limadas, aristas tronchadas,
concavidades y convexidades practicadas en esa superficie para un mejor ajuste
de los vínculos.
Es un trabajo, lo recalcamos, que recae no sólo sobre el
analizando sino también sobre su analista y que, con parcial "conciencia",
es practicado por ambos. Es un trabajo no "sobre” sino "en” la transferencia
o, mejor, en la "intertransferencia" y en el campo de
"interferencia".[22]
En nuestro caso, con el escaso material a la vista y con la
falta de una experiencia directa y continuada de contacto con Pablo, creemos
prudente no hacer comentarios sobre lo particular de este aspecto, pero
igualmente nos pareció importante señalar este tercer resultado del trabajo de análisis
que sólo puede ser evaluado en el "largo tiempo" que inevitablemente
conlleva dicho trabajo.
*******
Por último me quiero referir a un cuarto resultado que podríamos
tipificar como el factor "estabilidad" que busca su expresión en la situación
de análisis para extenderse luego fuera de ella.
Me refiero, por un lado, a. las vivencias de desamparo, separación,
pérdida, abandono, soledad y otras
fragilidades (desorientación, confusión, inseguridad) que solicitan ser atendidas
(la situación de Pablo es más que elocuente en este sentido). Y, como contrapartida,
me refiero a las nociones de holding y
handling (Winnicott), capacidad de rêverie
y continente-contenido (Bion), empatía (Kohut), attachment (Bowlby) y varias otras, que recubren las actitudes que
el analista se encuentra solicitado de proveer.
Estas vienen a constituir un cierto "piso" sobre
el cual “construir”. Con esto quiero decir que muchas de las intervenciones del
analista no tienen ninguna posibilidad de ser útiles en alguna medida si ese
"piso" no ha sido de algún modo construido. No es piso fácil de construir
porque no pertenece sólo al analizando sino a ambos (¿cuántas veces el analista
se "tambalea" en los encuentros "difíciles”, máxime si es
"tocado" en sus puntos sensibles, o en sus puntos ciegos?); y porque
su construcción también está en manos de ambos (¿qué hacer por ejemplo, si el
analizando rechaza la construcción de ese sostén y termina abandonando el análisis?).
En nuestro caso, vemos a la analista construyendo ese piso
de variadas formas: hablándole en su idioma (“en uruguayo”), jugando,
recibiéndolo en sus brazos, callando... Pablo a su vez, lo construye y ¡vaya si
lo hace! cuando, por ejemplo, dice y repite “Gracias por jugar”.
Pero las cosas no siempre son así de positivas en el trabajo
de análisis y cualquiera de ustedes podría traer numerosos ejemplos en los que
predomine el ataque a este piso. Y los ataques despiertan contraataques
(especialmente si las cosas corren por carriles inconcientes) lo que señala la dinámica
compleja de la construcción de este piso que más bien es construcción-destrucción-reconstrucción
permanentes.
*********
Recapitulando entonces sobre los cuatro resultados del
trabajo de análisis que he señalado, los podría sintetizar así:
1-
Efecto
"constructivo" del intercambio identificatorio (la construcción de la
“persona").
2-
Reformulación continua de vínculos y
personajes en escenarios presentes y pasados (la reformulación "histórica")
3-
Pulimiento
“intertransferencial" de la periferia interactiva del carácter, respetando
de su núcleo "intangible" (la articulación interpersonal).
4-
El
factor “estabilidad" como cimiento o piso necesario (la armonía del
encuentro).
Estos resultados (que yo tipifico así,
pero que cada cual puede hacerlo a su modo), emergen de un aislamiento
artificial de los procesos en juego, aislamiento necesario por aquello de la
complejidad fenoménica, y basta detenerse un poco a meditar sobre ellos para
notar que se implican e interactúan inseparablemente, Pero quiero destacar que ellos
no son propósitos expresos u objetivos específicos del análisis sino sólo eso: resultados.
Es obvio que los mismos resultados se observan fuera de la situación
analítica correspondiendo simplemente a los parámetros de desarrollo natural de
y entre las "personas", viniendo entonces a constituirse muchas patologías
vinculares sobre las distorsiones de dichos procesos.
Lo característico del análisis no son pues sus resultados o
los procesos que convoca, que eso puede provenir de cualquier vínculo humano y,
por ende, de variadas formas psicoterapéuticas, sino el procedimiento utilizado y el propio arte adquirido que tienden a
ambientar, en lo posible y a su modo, la obtención de dichos resultados.
Ya he mencionado, aunque no desarrollado, algunos de estos aspectos
de "arte y procedimiento"
que ahora reformulo de forma muy sucinta. A título de ejemplos:
· La
asimetría del encuentro en el sentido que el exclusivo "material" a analizar deberá ser el
del paciente. Sabemos que esto singulariza a la relación analítica (aunque no
es exclusivo de ella) con respecto a las relaciones humanas corrientes, poniendo
un límite que, a su vez, permite abrir un gran espacio de libertad para el
advenimiento de lo más íntimo del otro.[23]·
· La
regularidad programada de los encuentros y sus particulares derivaciones que no
desarrollaré.
· La
tan mentada neutralidad del analista que no refiere, obviamente, a. que no está
en ningún campo, sino más bien a que está dispuesto a acompañar al analizando
por cualquiera de los campos que transite ("atención flotante” incluida).
· La
particular posición del analista., simultáneamente como figura de
"transferencia" y como figura de "identificación". Parecería
que, desde su posición, el analista debe aprender a “jugar" todos los papeles que el analizando le adjudica en un
"como si…" que, en cierto
sentido, es también un "sin como si ",
pues nadie puede negar (desde el lugar de analizando como del de analista) la
"realidad"[24] que adquiere el analista
para su paciente en sus distintos roles adjudicados y asumidos. Y su papel, si
bien a veces será hablar sobre eso con el paciente, otras muchas será callar y
asumir el papel adjudicado. Porque el paciente puede necesitarlo así, sobre todo
en esos momentos donde no es posible renunciar al papel -a través de su
interpretación- y más vale un silencio continente o empático.
· Y
sin olvidar, claro, su función de "intérprete" (etimológicamente
"mediador") de varios “idiomas" (códigos), función que, como
vimos, comparte con muchos "otros" (el analizando, la “supervisión",
la "teoría", etc.) y que le sirve, además de su uso conocido, para
cimentar la armonía del encuentro.
Febrero
1991
Resumen
A propósito de una sesión con un
niño de cuatro años, material ofrecido por L. Bondnar, trato de definir no
tanto las particularidades del análisis de niños, que están a la vista en el
propio material, sino las similitudes que lo aproximan a cualquier análisis.
Este me lleva. a plantear los
rasgos generales del encuentro en psicoanálisis y, de allí, de cualquier
encuentro humano.
Asimismo trajo aparejado un
movimiento, una especie de descentración de varios conceptos psicoanalíticos de
su lugar de uso habitual, con la idea de
articularlos mejor en la síntesis buscada. Así sucede con las nociones de
transferencia, neutralidad, identificación, asimetría, etc.
Además debí ingresar algunos otros conceptos lo que me
exigió acotarlos, como ser: armonía, interferencia, intertransferencia,
estabilidad, persona, efecto constructivo, etc...
Creo que, en último término, el
trabajo gira en torno al gran tema que atañe a toda meditación sobre nuestro
oficio: el cambio en psicoanálisis.
Puse énfasis también (no sé si
está logrado) en que los planteos quedaran de tal modo abiertos que propiciaran
la discusión y el diálogo que todos necesitamos.
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<
[1]
Este material –perteneciente a
L. Bondnar- llegó a mí a través de mi inserción en un grupo de investigación
sobre técnica de psicoterapia infantil en A.U.D.E.P.P. (Asociación Uruguaya de
Psicoterapia. Psicoanalítica). El grupo estuvo integrado por: C Abal, A.
Baranda, A. Barrios, L. Bondnar, A. Bogacz. P. Fiterman, E. Martinez, A. Mosca,
M. Nilsen, E. Olagüe y A. Weigle.
[2] Si hay algo difícil en las sesiones con niños (y ésta
es un buen ejemplo de ello) es el querer determinar, en cada momento, quién es
quién y qué papel juega cada cual, pues la movilidad puede llegar a ser tan
extrema en algunos casos (no justamente en éste) que la situación amenaza en
convertirse en un caos. En otro extremo, la inmovilidad puede ser tal que la
situación alcanza el límite de su anonadamiento.
Como se ve,
decir esto es plantear el problema de las identificaciones, los roles, las
identidades y los lugares en un encuentro, en todo encuentro y más allá de él.
[3] Si insisto en subrayar ARMONÍA es porque me parece el término más cercano
a lo que quiero expresar acerca de un cierto “equilibrio entre partes”:
-Equilibrio; móvil, abierto, "inestable”.
-Partes: inter actuantes, variando en sus
funciones y papeles según sus diversos "lugares" en el todo.
(Estas "partes" pueden estar
referidas a personas, personajes, identificaciones, emociones, mensajes,
instancias psíquicas, etc, según el campo que estemos considerando).
La procedencia musical del término me
sirve a varias puntas:
1/ Para arrojar algo de luz sobre el
notable fenómeno que constituye la música (manifestación específica humana
presente en todas las culturas) al relacionar su estructura con la estructura
de la persona (vínculos incluidos).
2/ Para enfocar desde otro lugar las
ideas de normalidad y salud que, en última instancia, parecen referirse al logro
de esa "ARMONÍA" (en los vínculos, en las emociones, en las
conductas) música que nadie pide que sea continua y perfecta pero sí que sepa
recuperarse de sus rupturas y extravíos al insistir en la creación de nuevas formas,
como ha ocurrido en nuestro ejemplo.
3/ Para señalar la tempranísima aparición
del fenómeno de armonía ya en lo que describió D. L. Stern (1974) a propósito
de los ritmos y las sincronías madre-bebé.
[4] La función “analizar” (en su sentido estricto de efectuar un análisis de una trama
compleja, oculta, disfrazada), aun con toda su importancia, es sólo una parte
del encuentro psicoanalítico, como lo puntualizaremos luego.
[5]Winnicott destaca el efecto
constructivo que puede tener para el sujeto el ejercicio, activo o reactivo, de
la no-comunicación con el objeto. Es un modo de marcar una distancia (necesaria
para preservar la singularidad personal) y de lograr una más plena comunicación
consigo mismo (ego-relatedness).
[6] J. Bowly
[7]
D. Winnicott y su concepto de
“enfermedad materna primaria".
Eibl-Elbesfeldt y el cuidado de la prole (en "Amor y odio",
1987)
[8]
En el sentido de J. Piaget
[9]
Sobre el sentido que uso
"persona", ver página 65 y not; (7), (8) y (9) de mi publicación “Comunicación, persona"E.P.P.A.L.,
1990)
[10] Interpretación (deutung
en el sentido de explicación, esclarecimiento)
que posee la voz alemana sería aquel mensaje del analista, emergente de su
"escucha” del material que el paciente le ofrece (texto verbal, silencios,
actos, presentación, omisiones…). Pero no cualquier mensaje sino aquél que
apunta a revelar lo velado -por encubierto, cifrado o simplemente ignorado- en
la consabida función de hacer conciente lo inconciente.
Y, en
definiciones más ambiciosas, una interpretación completa debe abarcar la
indicación de los deseos inconcientes (libidinales y tanáticos) y de las
operaciones defensivas inconcientes, sin descuidar el montaje de estos
elementos sobre la repetición m la transferencia; y además, usando para elle,
no cualquier formulación verbal teórica sino, en lo posible, aquella extraída
el propio contexto (verbal o no) que ofrece el paciente. Sin olvidar la contratransferencia
que, concientizada (y por ello neutralizada como repetición) puede convertirse
en eficaz instrumento para la función de interpretar.
[11]“ Hay mensajes que sirven sobre todo para establecer,
prolongar o interrumpir la comunicación, para_ cerciorarse que el canal de
comunicación funciona (...) Esa orientación hacia el CONTACTO o, en términos de
Malinowsky, la función FÁTICA, puede patentizarse a través de un intercambio
profuso de fórmulas ritualizadas (...).
El interés por iniciar y mantener una
comunicación es típico de los pájaros hablantes. La función fática del lenguaje
es la única que comparten con los seres humanos. También es la primera función
verbal que adquieren los niños; éstos gustan de comunicarse ya antes de que
puedan emitir o captar una comunicación informativa” (R. Jackobson: "Ensayos de
lingüística general", Planeta, 1985, pp. 356/7.)
[12] Por ese motivo nunca una computadora podría cumplir la función
de un terapeuta por exactas que fueran sus respuestas, sólo que fuera tan
acabada hasta llegar a ser…otro ser humano. Sin olvidar que, como ser humano,
posea una PRIMERA herencia –filogenética- que lo lleva a compartir con otras especies,
harto complejas formas de comunicación no simbólica como son, por ejemplo el
cuidado de la prole, las conductas de apego (attachment), rituales de cortejo, de
saludo, de alarde, reconocimiento de emociones en el otro, mensajes de sumisión
o de ataque, establecimiento de jerarquías, defensa de territorio, la función fática
verbal (como vimos en la nota precedente), etc., etc.
Y todas ellas
refundidas luego, pero no desaparecidas, en el nuevo molde que les ofrece la comunicación
simbólica, la cual, desde sus albores (en el segundo año de vida), aporta al
niño una SEGUNDA herencia -no genética sino cultural- que le permite Ingresar,
por ser humano, en la historia de un universo sígnico que todo lo va a reformular
(hasta su estatuto como individuo en su pasaje a ser PERSONA).
[13]
Esa intraducible expresión
inglesa, referida al conocimiento profundo o percepción de la naturaleza
interior de algo, parece ser una condensación de inside (interior) y sight
que significa, entre otras cosas, poder de visión, percepción, conocimiento. El
neologismo "introvisión” con que
se traduce a veces, no cuenta con la decantación de uso de: la palabra inglesa
y le falta la connotación de algo que se ilumina y emerge así de Ia oscuridad en
que se hallaba. Conservando ese sentido, preferiría la palabra “revelación" pero... dejemos “insight”.
[14] No puedo menos que evocar, come lo he hecho otras
veces, la notable cita de H. Poincaré a partir de la cual Bion acuña la noción
de “hecho seleccionado" ("Aprendiendo
de la experiencia", cap. XXIII). Dice Poincaré: Si un nuevo resultado ha de tener algún valor, debe unir elementos
conocidos por mucho tiempo, pero que han estado hasta entonces dispersos y han
sido aparentemente extraños entre sí y súbitamente introducir orden donde había
la apariencia de desorden. Entonces eso nos permite ver de un vistazo cada uno
de estos elementes en el lugar que ocupan en la totalidad. No sólo el nuevo
hecho es valioso por sí mismo, sine que él solo da valor a los hechos
anteriores que une” etc.
Llamamos
la atención sobre este enfoque estructural del siglo XIX y que, aplicado a la
interpretación, resalta el valor estructurante de ésta más allá de la
"teoría" que la defina.
[15]
El hecho del
“reconocimiento" mutuo está relacionado con la noción de símbolo que en
griego se refiere al signo de reconocimiento formado por las dos mitades de un
objeto quebrado que se aproximan. Visto así, el fenómeno del insight aparece como un caso particular
más, aunque muy específico, de la función simbólica: entre dos se genera un
nuevo modo de entender un conjunto de hechos, un nuevo modo de operar, un nuevo
código...
[16] Uso "interferencia” en el sentido de la física
ondulatoria pues, como ocurre con las ondas luminosas, los encuentros y desencuentros
que se producen en una franja de superposición de ambas darán en la pantalla
imágenes típicas (que varían de acuerdo a variaciones en longitud de onda, frecuencia,
distancia de focos, etc.) Destaco así el
sentido etimológico (inter=entre y fere=llevar, llevar entre) y no el
vulgar que asimila interferir a interponer, obstaculizar.
[17]
Puede pensarse que éste es un
uso abusivo del concepto de transferencia, si se considera el sentido original
que Freud le dio al término. Pero pocos dudan ya que Freud, al descubrir la
transferencia, asió la punta de una madeja que inevitablemente nos introduce en
la comprensión de la red de vínculos fundante de la naturaleza propia de lo
humano y generadora de la cultura.
[18]
Todo campo psicológico personal
(el llamado "mundo interno") denota este carácter de
“insondab1e" apoyado en su modo especial de operar, a través de la
condensación y el desplazamiento (metáfora y metonimia) lo que le permite una
continua creación de escenas y sentidos (como en el soñar).
[19] Esta presencia del tercero (presencia” dentro" de
la escena del análisis y también presencia "fuera” de ella, presencia
presente y también pasada o futura) desliza hacia muchos temas específicamente
humanos y sólo menciono algunos a título de ejemplo:
·
la
invocación de la plegaria:
“Defiéndeme, Señor (el vocativo
No implica a Nadie. Es sólo una palabra...”
J .L Borges,
"Religio médici, l643".
·
Dios,
en su atributo de tercero omnipresente (su "ojo").
·
la
voz del oráculo,
·
el
Destino.
·
y
otros terceros que la teoría misma señala (v. gr. "el Nombre del Padre”)
[20]
La memorable película de Woody
Allen.
[21]
En el sentido del
constructivismo o estructuralismo genético de Piaget.
[22]
Nadie podrá negar que Freud cambió, que modificó notablemente su trato con los
pacientes luego de aprender de su experiencia con Dora y, aunque menos
ostensible, con todos sus pacientes, que también fueron sus
"analistas" aún en su posición de pacientes. Las consecuencias de la
acción de Ana 0 como “analista” o "intérprete" (talking cure, chimney sweeping) fueron muy distintas en Freud que
en Breuer pero eso sólo señala la variedad infinita de los encuentros y sus
consecuencias.
[23]
Esto me recuerda a las conocidas
"confidencias a desconocidos" (en viajes u otras situaciones)y a su
vez aclara algo respecto al impacto del encuentro con el analista fuera de la
sesión (o con el analizando). Es notable de observar el mismo efecto de
"inquietante extrañeza" en niños bastante pequeños que luego
"olvidan" ese encuentro. Si bien el efecto se desgasta con su repetición
frecuente, nunca desaparece totalmente.
[24]
En este contexto uso “jugar" y "realidad" en el sentido de Winnicott.