lunes, 18 de abril de 2016

A. Weigle: Juanito y la teoría


Juanito y la teoría
Alberto Weigle (1980)



INTRODUCCIÓN
Todos aquellos que, como nosotros, se han visto enredados en las diversas teorías psicoanalíticas, especialmente al estar enfrentados a un material clínico y más aún si la responsabilidad es la interpretación al paciente, se sentirán consustanciados fácilmente con la intención de este trabajo.
Esta no es otra que ensayar diversas interpretaciones teóricas con el mismo material clínico y ver qué surge de ello. Ya de antemano podrán adivinar los múltiples problemas que se plantean de los cuales sólo mencionaremos algunos al final.

La elección de este material (Freud, S. : Análisis de la fobia de un niño de cinco años, Ed. Biblioteca Nueva, T.II, p.p. 566-623) a los efectos del trabajo, obedece a varias razones:
1) Ser suficientemente conocido como para obviar su relato. (Suponemos una lectura reciente del caso, pues nos referimos a detalles que pueden ser fácilmente olvidados.)
2) Ser el primero de este tipo y el único sobre niños que trabaja extensamente Freud.
3) Ofrecer un material de primera mano, directamente recogido, donde figuran: sueños, juegos, ocurrencias, fantaseos, relatos, teorías infantiles.
4) Tratarse de un niño pequeño y corresponder a una sintomatología muy frecuente en ellos.
5) Mostrar, también en modo directo, elementos de la relación de los padres y el niño.

Aunque faltan datos de su desarrollo anterior a los tres años y medio (que se supone normal) y también la historia familiar es incompleta, la riqueza del material es más que suficiente para la empresa que nos proponemos.
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S. FREUD
Sintetizar las opiniones de Freud  respecto a Juanito, teniendo en cuenta que ya la Epicrisis es una rica y apretada síntesis, es tarea imposible, por lo cual nos limitaremos sólo a resaltar algunas líneas directrices.
Si la intención primera de Freud, al recolectar material de niños, fue corroborar los descubrimientos hechos en pacientes adultos sobre la sexualidad infantil, el caso de Juanito demostró de una vez para siempre tales descubrimientos y de un modo tal que nunca más han sido seriamente puestos en tela de juicio y cada nuevo material examinado los vuelve a confirmar[1].   
Despliega, pues Juanito, toda su sexualidad perversa polimorfa: las pulsiones orales, anales, uretrales y fálicas; los deseos voyeristas y exhibicionistas, sádicos y masoquistas; los rasgos hetero y homosexuales correspondientes a su bisexualidad básica, y por sobre todo ello la estructura edípica organizando la conflictiva de este “pequeño Edipo” como lo llama Freud.
Pero hay mucho más que eso en el caso. No es sólo la observación del desarrollo normal de un niño, sino de un caso patológico y sobre eso vamos a trabajar.
Para la explicación de la etiología de la neurosis en Juanito parte Freud de la noción de serie complementaria que, en este caso. sería:
-       por un lado una constitución particular: niño inteligente y, por ende, precoz en su sexualidad y en la intensificación de sus deseos.
-   por otro. factores externos como ser:
           a) la prohibición de la masturbación, sin aclaración y como amenaza de castración.
           b) el nacimiento de la hermana que excita su curiosidad, intensifica los deseos de revivir los cuidados a que ella es sometida y lo desplaza de su lugar de privilegio junto a su madre.
           c) la no aclaración por parte de los padres de las preguntas fundamentales sobre el sexo y el origen, que de diversas maneras expresa Juanito.
Están planteados así los términos básicos del conflicto: el deseo y su prohibición.
La fobia se genera entonces de esta manera:
-       Intensificación de los deseos sexuales de Juanito.
-       Su prohibición externa que, internalizada, se convierte en represión, con aumento constante del material reprimido.      
-       Acumulación. por ese motivo. de la excitación sexual.
-       Transformación en angustia de dicha excitación acumulada, camino que una vez efectuado, no puede recorrerse a la inversa.
-       Angustia difusa y sin objeto en un comienzo (sueño de angustia) que luego necesita simbolizarse en un objeto exterior como modo de permitir la huida: miedo al caballo.

Este último movimiento podemos definirlo como un desplazamiento: miedo al padre - miedo al caballo que resuelve de ese modo el conflicto de ambivalencia con respecto al padre (amor-odio).
Pero a su vez, el caballo reúne en sí una serie de sentidos simbólicos que lo convierten en un elemento privilegiado de condensación de numerosas representaciones (reprimidas) y sus correspondientes afectos (transformados, regularmente en angustia)
- el padre rival y prohibidor
- el padre muerto
- la separación de la madre
- el embarazo y el parto
- el nacimiento de la hermana
- la hermana muerta                                          
- el coito de los padres
- él mismo y sus deseos sexuales y de potencia
Todos estos sentidos son detalladamente extraídos y fundamentados por Freud, a través del material.
A su vez el caballo se presenta como un elemento de proyección de los ataques fantaseados hacia su padre y de allí su miedo a que el caballo se comporte de igual modo con él.
La fobia, como todo síntoma es además una transacción y si bien Juanito mantiene a distancia el conflicto apartándose de los caballos, esto lo conduce a no alejarse de su casa y no separarse de la madre, objeto de sus deseos.
Los conflictos que Freud privilegia en Juanito son dos:
- El conflicto de ambivalencia con respecto al padre (amor-odio)
- El deseo incestuoso hacia la madre y los impulsos sádicos que lo acompañan.
La aclaración a Juanito de los términos de dichos conflictos conlleva la revelación de los enigmas básicos de la sexualidad:
- la diferencia de sexos
- el origen de los niños
- la relación sexual
Y junto a la revelación de la constelación de afectos que supone el Edipo. Freud enfoca el caso en la línea del Edipo positivo y así se lo señala él mismo a Juanito de un modo tal ("mucho antes de que vinieras al mundo...," etc., op. cit. p. 581) que comprenda sus efectos como algo que le ocurre a todos por igual.
Las fuerzas en juego son la libido y la represión.
La agresión es vista como un elemento constitutivo de la pulsión , necesaria como medio para que ésta alcance sus fines (su componente activo o motor) y no como una pulsión en sí.
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En cuanto al mecanismo de la cura, Freud nos dice claramente que consiste en hacer conciente lo inconciente a través de la palabra del analista.
El problema de la transferencia no lo plantea, seguramente por coincidir en este caso padre y analista, cosa discutible porque el papel de analista es jugado en realidad por Freud.
Éste señala, además, el particular camino del análisis que debe pasar por intensificación de la angustia y et despliegue consecuente de las fantasías en relación a la fobia, camino necesario para la solución del caso. Cuando Juanito logra comprender, logra a su vez expresar más libremente sus fantasías y deseos, los actúa a través de sus juegos y eso le trae un considerable alivio. La represión ha disminuido. Juanito acepta su posición de tercero excluido y puede esperar a crecer para ser como su padre.
Toda esta elaboración de Juanito es espontánea y subsiguiente a las aclaraciones que sobre su drama intrapsíquico recibió. Nada se dice de la conflictiva de los padres como factor a sopesar en su fobia.
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M. KLEIN
No hay ningún texto de esta autora que hable sobre Juanito, pero podemos inferir, colocándonos en una posición kleiniana, cuál sería nuestra visión del caso.
En numerosos puntos un encare kleiniano no se apartaría del de Freud como p. ej.: toda la simbología empleada por Juanito y traducida por Freud, referida a los simbolizados fundamental    es del sexo, el nacimiento, las funciones excrementales, etc. Pero destacamos en este punto una diferencia con la posición Kleiniana. Mientras que Freud en 1908 esperaba que el conocimiento de la diferencia de sexos y por lo tanto de la vagina, así como del nacimiento y del coito de los padres, surgiese de las aclaraciones de los padres o de las deducciones que de datos indirectos hiciera el "pequeño investigador", Klein afirmaría el conocimiento "inconciente" de la vagina, de los contenidos del vientre de la madre (heces, niños, penes) y del coito parental.
Esto implica una variante muy importante en la conducta interpretativa, conteniendo así las interpretaciones ese conocimiento que reclamaba Juanito. Necesitaba, pues, no una información sino una confirmación de lo que ya sabe inconcientemente. Su convencimiento de que todos los seres tienen pene, nacería de la negación de la castración.
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No creemos que haya ninguna diferencia entre la concepción freudiana y la kleiniana en cuanto a los mecanismos de la formación de la fobia: la proyección y el desplazamiento al caballo de los peligros internos, la condensación en él, de múltiples sentidos, así como su emergencia como transacción.
Pero hay un punto de radical diferencia: ¿cómo se genera la angustia que, como lo afirma Freud, está en el origen de la fobia?
Vimos ya que en 1908 Freud lo adscribe a la represión de impulsos sexuales exacerbados. Tal opinión se invertirá en 1932 ("Nuevas aportaciones" T.II. Cap. V. p. 824-31) siendo la angustia la que origina la represión y poniendo el origen de la angustia en alguna manifestación pulsional temida, temor éste que, en último término, se refiere a una situación de peligro exterior.
Klein sostendrá, sin embargo, que el origen de la ansiedad está siempre en un peligro interno constituido por la pulsión de muerte, la que deberá ser proyectada o amalgamada con la libido para ser dominada.
Los impulsos sádicos y agresivos no serán ya los medios activos o motores de que se sirva la libido para lograr sus fines, sino que provendrán directamente de la pulsión de muerte como representantes de una destructividad autónoma.
Esta posición subraya aún más el conflicto básico que señala Freud en Juanito: la ambivalencia (amor-odio) hacia el padre, y puede extenderse con mayor elasticidad hacia los otros personajes en juego: la madre y Hanna (también víctimas de los impulsos sádicos y de muerte de Juanito).
El drama de Juanito se traslada entonces de su lucha contra los deseos libidinales incestuosos y el aumento de la excitación sexual -donde lo ubica Freud- hacia la lucha contra sus deseos sádicos y agresivos, en cualquiera de los niveles (oral, anal, fálico) y en relación a los personajes en juego.
También se traslada en el tiempo: para Freud comienza con la aparición del Edipo, a los 3 años; para Klein existe desde mucho más temprano, intensificándose por causas adicionales.
Un rastreo del material clínico con atención puesta en estos aspectos no hubiera dejado escapar, por ejemplo, la relación: amigdalectomía-temor al caballo, que aparece con una sobredeterminación particular de fantasías de castración por el padre, de retaliación por ataque al interior del cuerpo de la madre, de castigo a sentimientos de voracidad y envidia oral por el nacimiento de la hermana. Cualquiera de estas líneas podría ser enlazada a otros elementos confirmatorios del material, por ejemplo: sus dedos mordidos por el caballo, el destornillador clavado en su vientre, la navajita introducida por la boca de la muñeca.
También surgirá la masturbación como una manifestación clínica privilegiada de realización de fantasías, sádicas.
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En otro orden de cosas, una postura kleiniana prestará particular atención a qué tipos de relación de objeto establece Juanito.
A esto se refiere fundamentalmente el estudio de las posiciones y las ansiedades. En posición esquizo-paranoide, Juanito, por un lado idealiza la figura del padre (junto con la de Freud) -objeto parcial idealizado- y por otro, el caballo-padre es vivido como objeto parcial persecutorio. En su tránsito hacia la posición depresiva, Juanito teme la partida de la madre o la del padre, es decir del objeto bueno que siente dañado por sus fantasías destructivas.
Freud hace una distinción notable en esta línea al separar:
·         el miedo a ser mordido por el caballo que es miedo al padre (a modo kleiniano: ansiedad paranoide)
·         el miedo a que el caballo caiga que es miedo a que el padre muera (ansiedad depresiva-culpa).
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Freud en este material subraya todo lo relacionado a la libido exacerbada y a las consecuentes prohibiciones (externas e internalizadas luego) y de allí la transformación de lo que era placentero en ansiógeno (el caballo).
Klein, entretanto, prestaría más atención a las ansiedades despertadas por el interjuego pulsional Eros-Thanatos y a las variaciones correlativas en la relación de objeto.
En cuanto at mecanismo de la cura, para Freud, parece claro que se refiere a hacer consciente lo inconsciente y quizás, en este caso, a brindarle a Juanito las aclaraciones necesarias sobre los enigmas de su sexualidad.
A partir de allí, todo queda en manos del “pequeño investigador” que deberá integrar sus nuevos “conocimientos” -sobre la sexualidad y sobre su inconciente- en formaciones diferentes a la represión fallida que generó la fobia. A eso se refiere, por ejemplo, el camino sublimatorio que toma Juanito a continuación de la revelación de su inconciente.
La terminación de la cura está marcada por la desaparición de la fobia. Para Klein habría algo más: la fobia ha desaparecido, pero ¿ha logrado Juanito una estabilidad interna que lo proteja de recaídas en la neurosis?
Sería necesario entonces otro criterio de curación.
Creemos que Klein lo buscaría en la comprobación de que Juanito hubiera  establecido relaciones objetales en posición depresiva predominante o sea una aceptable integración de sus objetos como totales y la consecuente disminución de las ansiedades tanto paranoides como depresivas.
Si bien Juanito logra en parte algunos de estos extremos, no podemos afirmar con exactitud en qué punto del proceso se hallaba cuando desapareció la fobia.
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D. WINNICOTT
Parecería que para una comprensión del material más cercana a la concepción de Winnicott, faltaría saber más sobre los primeros tres años de vida de Juanito, sobre el embarazo y el parto, sobre sus padres y, en especial, la primera relación con su madre. Pero estos datos faltan regularmente en los análisis de adultos y no por ello se obtura la posibilidad de un tal enfoque
Quedándonos pues con el material de que disponemos, nos preguntaremos primero si Winnicott concordaría con Freud en que el caso Juanito es un psicoanálisis.  Guiándonos por lo que Winnicott relata en el caso del cordel por él tratado, no cabe duda que la respuesta es afirmativa, pues allí hace algo similar. Diciéndolo con sus palabras: "Cada vez que es posible utilizarlos (a los padres) pueden trabajar con gran economía y no hay que olvidar que nunca habrá suficientes psicoterapeutas para tratara todos los que lo necesitan". ("De la pédiatrie a la psychanalyse" E. Payot 1969, pág. 320).
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En otro orden de cosas jerarquizaremos tres hechos en la vida de Juanito que nos servirán para nuestro objetivo:
- El nacimiento de la hermana (a los tres años y medio)
- la expulsión del cuarto de los padres (a los 4 años y medio)
- La amigdalectomía (a los cuatro años y nueve meses) que coincide casi exactamente con la aparición de la fobia
Tomamos estos hechos porque pueden inscribirse dentro de vivencias de separación: el nacimiento de Hanna, vivido como desalojo y pérdida del lugar de hijo único junto a la madre, situación que se radicaliza con la expulsión del dormitorio de !os padres y que, intentado recuperar el lugar a través de la enfermedad orgánica, es frustrado el intento por un arrancamiento en el propio cuerpo (amigdalectomía) No queda sitio más que para la fobia, que establece una neta separación entre el “afuera” temido (los caballos) y el adentro seguro (la casa -la madre- como amparo o “holding” solicitado por el niño)
Juanito juega poco, está deprimido, sólo quiere la compañía de la madre; todo comenzó con un sueño de separación ("mamá se fue y no hay más mimitos")
Podemos expresar esto como que su lucha por conciliar su mundo interno con el externo ha sufrido un serio revés por las situaciones vividas y esto ha conducido a un estrechamiento del espacio transicional (área del juego y de las actividades sublimadas) y a un refugiarse en su mundo interno de fantasías y sueños. (No sabemos de la existencia de objetos transicionales en la vida de Juanito).
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También podemos pensar que, en su tránsito de la dependencia a la independencia, se han presentado dificultades. Quizás mantenido como demasiado dependiente, hijo único en el cuarto de sus padres, sin niños para jugar excepto en verano, Juanito no pudo adaptarse a la nueva situación creada y la fobia constituye también un modo de señalar su incapacidad de arreglárselas solo, en la medida de lo esperado para su edad.
La salida de esta situación se va conformando cuando su fobia da lugar a la preocupación del padre (y llega hasta Freud) logrando de ese modo el "holding" que necesita: Freud y el padre son, en este punto, sustitutos maternales.
Las interpretaciones de ambos, llegando justo en el momento en que Juanito las necesita, cumplirán la función del pecho materno (que es “creado” en el momento que se necesita, si allí se hace presente).[2]
Muchos pasajes nos sugieren justamente esa dinámica de creación mutua entre Juanito y su padre.
“…Lodi - un nombre inventado por él. Su niña favorita y de la que habla con mayor frecuencia...
- Yo.- Cómo se te ha ocurrido ese nombre de Lodi? Así no se llama ninguna niña. Será Lotti.
- Juanito.- No, no, Lodi. No sé pero es un nombre muy bonito.
- Yo.-. (Bromeando) ¿o es que te refieres a un "chocolodi"?
- Juanito (rápidamente).- No, a una "saffalodi" (soffalodi, una especie de salchicha)... Ya sabes cuánto me gustan las salchichas. (Nota: "mi mujer suele contar que una tía suya dice siempre "soffilodi" y es muy posible que Juanito la haya oído")'
- Yo.- Óyeme, ¿no se parece mucho una saffalodi a una caca?
- Juanito.- ¡Sí!
- Yo.- ¿Cómo suele ser la caca?
- Juanito.- Negra. Como eso y eso (señalando mi bigote y mis cejas).
- Yo.- ¿Y cómo más? ¿Redonda como una "saffalodi"?
- Juanito.- Sí.
- Yo.- Cuando estabas sentado en el orinal y salía una caca; ¿te figurabas que tenías un niño?
- Juanito.(riendo)- Sí. Ya en la otra casa. Y luego aquí.
- Yo.- ¿Sabes lo que pareció cuando se cayeron los caballos del ómnibus? El ómnibus es parecido a un cajón de esos donde están los niños y cuando el caballo negro se cayó. Fue como...
- Juanito.(completando la frase)- ...como cuando se tiene un niño". (op. cit. pág. 603).
Juanito y su padre, con evidente satisfacción de ambos (bromas, risas) juegan con las palabras (privilegio del juego, como fenómeno transicional donde se conjugan elementos de la fantasía y de la realidad, más aún si es compartido) y eso les permite crear juntos la interpretación en el momento adecuado y, quizás no casualmente, con un contenido de parto-nacimiento.
No dejan de estar presentes en este enfoque, todos los sentidos simbólicos que Freud señala (y los que añadiría Klein) en relación al drama edípico que se desarrolla, y ellos intervienen sustancialmente en el intercambio lúdico de Juanito con su padre.
Pero la cosa no radica sólo allí, sino también en el encuentro de ambos, encuentro que ayuda al niño a sobrellevar el conflicto entre su mundo interno y, su mundo externo, le permite ampliar el espacio de los fenómenos transicionales (juego, investigación) y le asegura una mayor independencia. La fobia pierde así su función y desaparece.
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M. MANNONI
Llegamos así a otro enfoque-psicoanalítico en el que afortunadamente vamos a estar auxiliados por un extenso comentario sobre Juanito, escrito por la propia autora ("El niño, su 'enfermedad' y los otros". Ed. Nueva Visión.. 1976, pp..11 a 15 y 33 a 39).
Con Freud y Klein, la explicación del surgimiento de la enfermedad remite a algo propio de la interioridad de Juanito, un conflicto personal que puede encontrar sus raíces en una serie complementaria entre lo constitucional (de la pulsión) y lo vivido, pero que é1 debe resolver dentro de sí y la ayuda analítica consistirá en ponerle en claro los términos del conflicto que aparecen reprimidos (Freud) o proyectados, negados, escindidos, etc. (Klein).
Con Winnicott se hace necesaria la introducción de un elemento más: la experiencia vivida con el analista tiene en sí un valor corrector de experiencias pretéritas "mal vividas". El intercambio realizado va más allá de la interpretación de la transferencia: el analista tiene de por sí una función "maternal" que debe saber reconocer y administrar.
Con Mannoni (que se apoya en Lacan) [3] la situación es otra. Cobra importancia central lo pulsional a través de una conceptualización más rigurosa del deseo inconciente, pero su dinámica ya no se inscribe dentro de los limites del individuo, sino que abarca el deseo de sus padres.
El drama edípico de Juanito no es sólo el suyo sino que remite al Edipo no resuelto de sus padres y se encuentra allí enlazado en una multiplicación triangular generacional:
“... hay una encrucijada hacia la cual convergen los fantasmas de todos los adultos..., en el que Juanito es el representante del deseo del adulto” (op. cit. p.13).
Y también: “... el problema fundamental no era la confrontación de Juanito con lo real, sino su enfrentamiento con un orden de dificultades no resueltas en ambos padres. De este modo, el discurso de Juanito forma parte de un discurso colectivo: cada uno participa de un miedo imaginario en un mundo fantasmático. La aparición de la enfermedad de Juanito, puede considerarse como el surgimiento de lo que falta en los padres” (p.14)
Esto conduce a que, lo que permanece inconsciente no es algo exclusivamente propio del sujeto sino que pertenece también a sus mayores. Y el campo privilegiado de articulación de ese inconciente transindividual sería el del lenguaje :
“La historia de Juanito es la de un niño enfrentado con el mito del adulto. Es la palabra del adulto la que lo habrá de marcar y determinará las modificaciones ulteriores de su personalidad. El niño aparece coma el soporte de los fantasmas y del voyerismo de los adultos. Se mueve en un mundo en el cual lo no-dicho, expresa una dificultad, un drama en la pareja de los padres, drama muy claramente percibido por el niño. El factor traumatizante, tal como se lo puede vislumbrar en una neurosis, no es un acontecimiento de por sí real sino lo que de éste han dicho o callado los que están a su alrededor. Son las palabras, o su ausencia, asociadas con la escena penosa, las que le dan al sujeto los elementos que impresionarán su imaginación”. (op. cit. p. 38).
Y también: "El discurso que rige abarca a los padres, al niño y al analista: se trata de un discurso colectivo constituido alrededor del síntoma que el niño presenta". (op. cit. p.7).
Si el síntoma de Juanito no está inscripto solamente en una problemática estrictamente individual sino que surge de un discurso colectivo y Juanito es una pieza más de un interjuego fantasmático complejo, es obligatorio prestar particular atención a ese interjuego.
Así lo hace Mannoni, y su interés se centra no sólo en las fantasías de Juanito sino en las que del texto pueden deducirse como pertenecientes a sus padres y al propio Freud. Esto implica una lectura muy diferente del material, donde se destacan:
a) la seducción ejercida sobre Juanito por la madre, acompañada de la prohibición del uso de su genital masculino y la amenaza de castración. Esto lleva, más que a un mensaje contradictorio, a ubicar a Juanito como alguien que sólo puede estar prendado de su madre, pero sin libre uso de su sexualidad, convirtiéndose así en sustituto fálico para ella. De aquí pueden inferirse las dificultades en la sexualidad de la madre que en realidad rechaza a su hijo como varón (y quizás a todos los hombres en ese sentido) manifestando su Edipo no resuelto.
b) El voyerismo del padre frente a la sexualidad de Juanito. También su vinculación particular con Freud, compitiendo con Juanito en llevar material al "profesor" en una situación homosexual regresiva en la que están excluidas las mujeres (especialmente la madre, lo cual ahonda la separación de la pareja). Estas dificultades en la elaboración de su sexualidad y su papel masculino, le impiden aclararle a Juanito el papel del padre en la procreación, a pesar de contar con la sugerencia de Freud.
c) En cuanto a Freud, Mannoni nos dice que "al convertirse en analista del padre y del hijo sin que fuese escuchada la palabra de la madre, Freud se introdujo como un tercero dentro de la pareja de los padres, satisfaciendo (más de lo que hubiera deseado) los fantasmas de su paciente". (op. cit. p.13).
Por ese lado Freud no logra cerrar la brecha que conducirá luego a la separación de la pareja.
Sin embargo tiene éxito en la reubicación de Juanito en su papel dentro del orden del parentesco y del Edipo: "Mucho antes de que él viniera al mundo sabía yo que iba a nacer un pequeño Juanito, que querría mucho a su madre y por ello mismo le tendría miedo a su padre, y se lo había dicho yo así a este último". (Freud, T. II p. 581).
También tiene éxito en el rescate de sus deseos (a través de la interpretación de sus fantasmas) y de su identidad como hijo y como varón (en los esclarecimientos de los enigmas del sexo).
En este contexto vemos que las ansiedades y emociones de Juanito pasan a ser manifestaciones sintomáticas que remiten a otra estructura: transindividual y generacional. Esto tendrá su repercusión en la teoría de la cura y en el lugar del analista:
"Una cura psicoanalítica se presenta como el desarrollo de una historia mítica. Es posible volver a encontrar en la historia del sujeto esa palabra de la madre, vinculada con una emoción corporal para el niño, que signa el traumatismo y permanece como una marca de la que el sujeto conserva la impronta. El fantasma, e incluso el síntoma, aparecen como una marca cuyo papel consiste en ocultar el texto original o el acontecimiento perturbador. Mientras el sujeto permanece alienado en su fantasma, el desorden se deja sentir en el nivel de lo imaginario: en el caso de Juanito, es su fobia a los caballos..." (op. cit.p.39).
La palabra -en su presencia o en su ausencia- posee la fuerza de "hacer" y también "deshacer" síntomas: es agente de la enfermedad y también de la cura.
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CONSIDERACIONES FINALES
Creemos que estos distintos enfoques psicoanalíticos de Juanito, se corresponden en buena medida con distintas concepciones del hombre en cada uno de los autores. No pretendemos profundizar en este complicado y vasto tema y solo señalaremos algunas diferencias que nos parecen destacables.
- Freud (el de 1908) ve en Juanito el drama general del ser humano frente al Edipo.
Juanito se las tiene que arreglar solo frente a su deseo sexual exacerbado hacia la madre y frente a la prohibición del incesto que le impone el padre, lo que despierta en él la rivalidad y el odio hacia su padre, a la vez amado (ambivalencia).
Estos poderosos sentimientos encontrados sólo puede dominarlos, con su yo débil aún, mediante la represión y la formación de síntomas a modo de transacciones. Aquí el ser humano es visto en lucha por articular su libido con las exigencias de la cultura.
Vuelve a renacer en Juanito, como en cada nuevo ser, el antiguo conflicto que a su vez dio origen a la cultura y Freud caracteriza a menudo a su paciente corno el “infantil investigador” que debe redescubrir esta trama e incluirse en ella.

- Klein retoma y desarrolla los conceptos del Freud de 1920 sobre el dualismo pulsional: vida-muerte. El conflicto humano se traslada a una dialéctica entre ambas pulsiones, las que aparecen no sólo como constitutivas sino constituyentes del hombre y, más allá de él, de todo ser vivo.
Esto permite incluir los aspectos agresivos y destructivos del ser humano en una teorización más rigurosa y comprensible.
Pero también conduce a la articulación en un marco estrictamente intrapsíquico individual de conceptos como el de fantasía inconciente y relación de objeto, donde el otro (o el afuera) influye sólo para coadyuvar sea a la fusión o a la defusión pulsional.

- Winnicott retoma la división de mundo externo-mundo interno como los dos polos entre los que se encuentra subtendido el ser humano.
En ese sentido, lo veríamos acercándose al Freud de la primera época. Pero hay más. Se puede afirmar que Winnicott descubre otro campo que sitúa entre el mundo interno y el externo, que adquiere así autonomía y al que llamará el campo de los fenómenos transicionales.
Este campo no es sólo una articulación de los anteriores; tampoco es sólo una síntesis de pares antitéticos como en una postura dialéctica, sino que va más allá. Los fenómenos que se generan en este campo (el juego, el arte, la ciencia, en fin: la cultura y la productividad humana en su sentido más característico) son radicalmente distintos de los que le dieron origen y son del orden de la creación. Una falla allí, en esa particular coordinación creadora, agudiza el conflicto interno-externo, produce la patología y, fundamentalmente, restringe la creatividad inherente a la naturaleza humana
- Mannoni (con Lacan) nos introduce en una concepción del sujeto en la que éste aparece como un punto de entrecruzamiento de una red, estando los hilos constituidos por los deseos inconscientes de sus mayores y los suyos propios que, a su vez, se continúan en su descendencia. El sujeto ya no se pertenece y tampoco el inconsciente es "suyo". Es en cierto modo un prisionero y su lucha consistirá en alcanzar la completa posesión y ejercicio de sus deseos, meta ideal y por supuesto nunca alcanzada (y tampoco deseable, pues significaría una ruptura narcisista extrema).
La solución está en la sujeción a un Orden que lo trasciende y que a la vez le permite y pone límites al ejercicio de sus deseos.
La patología será la exteriorización de cierta ruptura de ese Orden y también lo trasciende, pues abarca a sus ascendientes y descendientes.
El campo privilegiado en que se expresan estos fenómenos es el de la palabra, como manifestación específicamente interhumana.[4]
* * *
Frente a este problema teórico surge de inmediato una interrogación inquietante:
Al encarar el material ¿cuál es la posición que adoptaremos?
Cada autor visto afirma que lo suyo es psicoanálisis y no cabe duda que hay un vasto campo común transitado por ellos, como ser el reconocimiento de la existencia del inconsciente, la inclusión de las nociones de pulsión y conflicto, de Edipo y castración, etc.
Pero cuando querernos precisar nuestro enfoque como analistas dentro del particular campo de una sesión, acuden a nosotros diversos marcos referenciales y nuestra escucha privilegia uno u otro sin saber, muchas veces, a cuál atenernos.
- ¿Lograr una síntesis que los abarque a todos? Estaríamos expuestos a contradicciones probablemente insalvables por ahora.
- ¿Decidir previamente el enfoque adecuado a cada caso y luego mantenerlo? Implicaría una versatilidad como analistas que nos preguntamos si podría lograrse plenamente.
- ¿Crear una concepción propia? Sin comentarios (!!).
Si recapitulamos mentalmente las diversas posiciones examinadas sobre el caso Juanito, podremos comprobar que cualquiera de ellas funciona con una coherencia interna que en su momento nos atrapa y nos convence, aunque muchos extremos sean oscuros o discutibles.
Como no es una cuestión de fe (ni de ideología), no creo que estemos obligados a optar por una u otra, sino más bien hacer nuestro el antiguo concepto de "hecho seleccionado" de Poincaré tal como lo hace Bion ("Aprendiendo de la experiencia" Ed. Paidos, 1975, p. 103): "Si un nuevo resultado ha de tener valor, debe reunir elementos conocidos por mucho tiempo, pero que han estado hasta entonces dispersos y han sido aparentemente extraños entre sí, y súbitamente introducen orden donde había la apariencia de desorden. Entonces eso nos permite ver de un vistazo cada uno de estos elementos en el lugar que ocupa en la totalidad. No sólo el nuevo hecho es valioso por sí mismo, sino que él solo da valor a los hechos anteriores que une. Nuestra mente es frágil, como nuestros sentidos; se perdería en la complejidad del mundo si esa complejidad no fuera armoniosa; como los cortos de vista, sólo podría ver los detalles y se vería obligada a olvidar cada uno de esos detalles, antes de examinar el siguiente, porque sería incapaz de entender la totalidad. Los únicos hechos .que merecen nuestra atención son aquellos que introducen orden en esa complejidad y la hacen, de este modo, accesible a nosotros." (Subrayado nuestro).
Trataremos entonces de resignarnos -como Juanito- a nuestro saber incompleto, y de transitar por los distintos enfoques adaptándolos a lo que nos parezca más claro del material examinado en cada momento, procurando no caer en graves contradicciones teóricas o técnicas.




[1] Hoy día (2001), a la luz de nuevos conocimientos adquiridos y aceptados (aunque no por todos), de ninguna manera haría esta afirmación pues la opinión de Freud se basa en una amplísima extensión del término sexualidad que muchos ya no podemos aceptar pues no da cuenta de la gran complejidad que supone el surgimiento y desarrollo de la persona humana durante la niñez. Procesos como la función de apego, la función semiótica, la construcción identitaria, la empatía, la génesis de la moral, etc., quedan fuera de la motivación sexual casi exclusiva que sostiene Freud. Como sucede con tantos investigadores y creadores que no se dan cuenta clara de cuál ha sido su mayor mérito, Freud no captó que el suyo no fue la explicación pansexualista que tan cara le era, sino sus impresionantes y complejos descubrimientos sobre los modos de operar de la mente humana.
[2] A propósito de este tema el mismo Freud señala la importancia del "timing" necesario de la interpretación: ni anticipada porque no sería recibida, ni demorada porque despertaría el planteo insistente del paciente y su ansiedad.
[3]             No podemos dejar de mencionar aquí el texto de J. Lacan de 1957 sobre Juanito: "La relación de objeto y las estructuras Freudianas" (Rev. Ur. de P.A. T. XI No. 2, 1969, pp. 197-204) pero si no lo hemos tomado para nuestra exposición, es por el hecho de que se aparta de las intenciones de nuestro trabajo, lo que no sucede con los comentarios de M. Mannoni. Lacan desarrolla allí dos líneas fundamentales:

                1. El análisis del cómo se constituye la fobia alrededor de "caballo" como significante. Creo que toma "caballo" no sólo como "significante" o sea en su forma gráfica o fónica sino también como percepción-representación-imagen, es decir en su función de símbolo (o "simbolizante", parafraseando lo de "significante"). En esto no se aparta de Freud agregando, eso sí, nuevos caminos de comprensión del material a través de los actos de partir (arrancar), morder, caer (y dejar caer) en los que está involucrado el caballo y por ende Juanito (como participante activo o pasivo de estos actos).
                Pero este peculiar análisis del cómo, se halla inevitablemente enlazado a la segunda línea que sería:

                2. El porqué se constituye la fobia; señala entonces que el objeto fobígeno no es sólo un objeto privilegiado por ser el punto de reunión de desplazamientos (metonimia) y condensaciones (metáfora), sino que ante todo viene a suplir una ausencia, llenar un vacío en la estructura edípica en que está inserto Juanito: "Si tuviera un padre de quien pudiera sentir verdaderamente miedo podría hacer su Edipo. Pero éste no es el caso. La angustia por el lugar vacío que representa el padre es justamente lo que va a buscar su soporte en la fobia." (op. cit. P. 200). Es esta "carencia de padre", de la función paterna como limitante, del "nombre del padre" que "es esencial para la estructuración de un mundo simbólico". (op. cit. p. 201); es esa carencia, decíamos, la que hace que, en último término, Juanito permanezca en una estructura narcisista con respecto a las mujeres, aparentando ser un heterosexual normal, pero identificado en realidad "como ideal de la madre, es decir como sustituto del falo materno", "como un fetiche", adoptando así una posición pasiva frente a ellas. Mannoni nos aclara más acerca de este lugar a medio camino en que queda Juanito según Lacan, lugar en el que si bien se resuelve su fobia, no alcanza la meta del Edipo resuelto.

[4]    Luego de muchos años (ahora 2016), y viendo que este trabajo ha tenido cierto uso para docencia, decidí agregar el aporte de otro autor psicoanalítico que ignoraba en aquel momento a pesar que ya estaba publicado en inglés desde 1973. (Destaco, en particular, la enorme contribución científica de dicho autor a propósito de su descubrimiento de la función de apego o attachment). Transcribo literalmente sus comentarios sobre el caso Juanito visto a través de las alternativas de dicha función (John Bowlby, La separación afectiva, PAIDOS 1985, pp. 308-312):

      Un trabajo clave en el desarrollo de la teoría psicoanalítica es el estudio de Freud sobre la fobia a los caballos que manifestaba un niño de cinco años. La teoría que propone Freud en el citado artículo (1909) es que el temor del pequeño Hans a que lo mordiera un caballo era consecuencia de la represión y subsiguiente proyección de sus impulsos agresivos, en los cuales se daba una hostilidad dirigida hacia el padre y sadismo hacia la madre. Más adelante Freud llega a la siguiente conclusión: “La fuerza motivadora de la represión era el miedo a la castración” (1926a, Standard Edition 20: 108). Aunque el origen de la hostilidad, edípica o preedípica, puede haber sido debatido por otros psicoanalistas, el esquema teórico sigue en vigencia y constituye la base de todas las posteriores teorías psicoanalíticas sobre los casos de fobia. Cabe preguntarse, entonces, qué pruebas existen de que la ansiedad surgida en torno a la disponibilidad de las figuras de apego haya desempeñado un papel más importante que lo que advirtiera Freud en el problema del pequeño Hans. Cuando se efectúa una nueva lectura del informe a la luz de nuestro análisis de la negativa a asistir a la escuela, parece probable que el apego ansioso efectivamente contribuyera en gran medida a explicar el problema del pequeño Hans. Su ansiedad, en términos generales, surge fundamentalmente como consecuencia de las amenazas que profirió la madre, en el sentido de abandonar a la familia. Esta tesis se postula teniendo en cuenta dos factores:
       — la secuencia de desarrollo de los síntomas y las apreciaciones efectuadas por el propio Hans (Standard Edition 10: 22-24).
      — las pruebas suministradas por el padre en el sentido de que la madre tenía por costumbre proferir amenazas alarmantes como método disciplinario, y que entre ellas se contaban amenazas de un posible abandono (Standard Edition 10: 44-45).
      Aunque el título de su trabajo es “Análisis de una fobia en un niño de cinco años”, Freud sólo vio al pequeño en una única oportunidad y el "análisis” estuvo a cargo del padre de Hans. El trabajo publicado comprende el protocolo taquigráfico del padre con un comentario conjunto y un posterior análisis de Freud en el que arriba a diversas conclusiones. Durante varios años los padres del pequeño habían adherido a las teorías freudianas, contándose entre sus primeros discípulos (Jones, 1955), y Freud había tratado a la madre por un problema de neurosis antes de que contrajera matrimonio. Hans tenía una hermanita menor, Hanna, nacida tres años y medio después de aquél, y de quien el pequeño se mostraba celoso. Hans contaba cuatro años y nueve meses cuando el padre comenzó a preocuparse por él y decidió consultar a Freud. El problema, tal como se lo presenta, residía en que Hans temía que pudiera morderlo un caballo por la calle. El padre refirió como algunos días antes Hans había ido a Schónbrunn con la madre, paseo del que por lo común disfrutaba. En dicha oportunidad, sin embargo, no quiso ir, había llorado y, ya en marcha, se había mostrado asustado en la calle. Durante el viaje de regreso “confesó a la madre, tras prolongadas luchas internas: ‘Tenia miedo de que me mordiera un caballo’.’’ Por la noche, antes de acostarse, observó lleno de aprensión: “El caballo entrará en la habitación”. Los síntomas apuntados, como era de esperar, tenían alguna razón de ser. De acuerdo con el informe del padre, Hans se había mostrado sumamente inquieto durante la semana anterior. Todo había comenzado cuando cierta mañana Hans despertó bañado en lágrimas. Al preguntársele por qué lloraba había explicado a la madre: "Mientras dormía pensé que te habías ido y no tenía ninguna mamita a quien abrazar”. Algunos días después el aya lo llevó, como de costumbre, al parque local. Pero en la calle el pequeño rompió a llorar y pidió que lo llevaran de regreso al hogar, diciendo que quería "abrazarse” a la madre. Cuando más tarde se le preguntó por qué no quiso ir al parque, se negó a responder. Durante esa noche se mostró una vez más muy asustado, rompió a llorar y exigió permanecer con la madre. Al día siguiente ésta, ansiosa por descubrir qué andaba mal, lo llevó consigo a Schónbrunn, ocasión en que salió a relucir por primera vez la fobia a los caballos. Una lectura más detenida de la historia permite descubrir que Hans no expresó su temor de que desapareciera la madre por primera vez la semana anterior a la irrupción de su fobia. Seis meses antes, durante las vacaciones de verano, había hecho observaciones tales como "Suponte que me quedara sin mamá" o "Suponte que te fueras”. Yendo aun más atrás, según recordó el padre de Hans, advertimos que cuando nació Hanna su hermano, de tres años y medio, había sido mantenido lejos de la madre. En opinión del padre, su “ansiedad actual, que le impide abandonar el vecindario, constituye en realidad el anhelo (por la figura de la madre) que entonces experimentaba”. Freud corrobora esta opinión y describe el “afecto intensificado al máximo" que sentía Hans por la madre como “fenómeno fundamental de su condición” (Standard Edition 10: 24-25; también 96 y 114). Por consiguiente, tanto la secuencia de acontecimientos que conducen a la fobia como las propias declaraciones de Hans ponen bien en claro que, de manera especifica y antes de que surgiera en él el temor a los caballos, surgió en el pequeño el miedo de que la madre pudiera marcharse y abandonarlo. Como, a la luz de los conocimientos actuales, la expresión de dicho temor indicaría la posibilidad de que la madre hubiese proferido amenazas en el sentido de abandonar a la familia, explícitas o implícitas, resulta interesante averiguar si existe alguna prueba al respecto. Ya al comienzo del informe resulta evidente que la madre se muestra inclinada a proferir amenazas de índole bastante alarmante. Por ejemplo, cuando Hans sólo contaba tres años, lo habría amenazado, según lo descripto, con mandar al médico que le cortara el pene si el pequeño se lo tocaba (Standard Edition 10: 7-8). Y sabemos también que, sólo un año después, por la época en que por primera vez se registró la fobia, la madre todavía procuraba eliminar en él dicho hábito (pág. 24). Según el informe la madre le había "advertido” que no debía tocarse el pene, aunque no sabemos la naturaleza de dichas advertencias. Tres meses después, sin embargo, en medio del informe "analítico” Hans levanta el telón sobre lo oculto hasta entonces. Una mañana se había dirigido al lecho del padre y, en medio de la conversación, dijo a aquél: "Cuando no estás tengo miedo de que no vuelvas”. El padre lo interroga: "¿Acaso alguna vez te amenacé con no volver a casa?". “Tú no" —respondió el niño—; "pero mamita sí. Mamita me dijo que no volvería”. El padre advierte lo ocurrido. "Lo habrá dicho” —replica— "porque te portabas mal”. "Sí” —admite el niño—. (Standard Edition, 10: 44-45). En el pasaje siguiente el padre reflexiona de manera lógica: 'Su motivo para salir apenas de la casa y no alejarse nunca, y para regresar ante el mínimo signo de ansiedad que lo atacara a mitad de camino, surge del temor a no hallar a sus padres en casa a su regreso, porque éstos pueden haberse marchado”. Poco después, sin embargo, el padre invierte los términos de la explicación, trayendo a colación un problema edípico. Incluso los temores expresos de Hans en el sentido de que podría morderlo un caballo están a tono con la tesis según la cual la partida de la madre era la principal causa de ansiedad. Esto lo demuestra un incidente ocurrido durante las vacaciones de verano del año anterior, al que hizo referencia Hans procurando refutar las afirmaciones de su padre en el sentido de que los caballos no muerden. Cuando Lizzi, una pequeña que estaba parando en una casa del vecindario, se marchó, su equipaje fue transportado a la estación en un carro arrastrado por un caballo blanco. El padre de Lizzi estaba allí, y le había advertido a la niña: "No le acerques el dedo al caballo blanco, que puede morderte” (Standard Edition 10: 29). En consecuencia, descubrimos que el temor de Hans de que lo mordiera un caballo se halla estrechamente asociado en su mente con la partida de alguien. Hay también otros datos que confirman que los caballos se identifican con la partida de personas (por ejemplo, pág. 45). Es evidente que el. pensamiento freudiano en relación con todas estas cuestiones sigue lineamientos muy distintos de los aquí propuestos. El insistente deseo de Hans de permanecer con la madre no se interpreta en función de un apego ansioso sino como la expresión de su amor por aquélla, de un carácter supuestamente erótico genital, el cual habría llegado a un “punto extremo de ansiedad” (Standard Edition 10: 110-111). El sueño en el cual la madre se había marchado dejándolo solo no sería, en consecuencia, la expresión de los temores de Hans sobre la posibilidad de que la madre cumpliera sus amenazas de abandonar a la familia, sino de su temor al castigo que podía infligírsele en razón de sus deseos incestuosos (Standard Edition 10: 118). El episodio en el cual Hans oyó a un vecino decir que el caballo blanco podría morder a la niña se asocia con un deseo manifiesto de que se alejara el padre, no con el temor de que la madre lo abandonara. Las manifestaciones de afecto que la madre le prodigaba al niño, a quien permitía acostarse en la cama con ella, no se interpretan como una expresión natural y consoladora de sentimientos maternos, sino como acciones que podrían haber alentado, de manera bastante desdichada, los deseos edípicos de Hans (Standard Edition 10: 28). Un corolario que tiende a confirmar la actual hipótesis es el posterior desarrollo de los hechos: tras los incidentes relatados, los padres de Hans se separaron, y posteriormente se divorciaron (Standard Edition 10: 148). (El hecho de que Hans fuera separado de su pequeña hermana sugiere que la madre se habría hecho cargo de ella, dejando a Hans con el padre.) Es preciso abandonar aquí nuestro examen de los hechos, ya que no hay manera de determinar cuál de las interpretaciones alternativas se acerca más a la verdad. Teniendo en cuenta los datos registrados, tanto a partir del caso en sí como a partir de otros casos de fobias infantiles analizados anteriormente, la hipótesis postulada en la presente obra no sería menos plausible que la freudiana; no estaría fuera de lugar, por consiguiente, interpretar los síntomas puestos de manifiesto en el caso del pequeño Hans como exponentes de una interacción familiar del tipo correspondiente a la pauta B.

     La pauta B es definida por Bowlby como  “el niño siente que puede sucederle algo terrible a la madre o, quizás, al padre,(…) por lo cual permanece en casa para evitar ese hecho”(ibid. p. 288). Está claro que para Bowlby lo destacado de Juanito es su temor a quedar separado de su madre, situación sospechada por el niño pues asistía a la escena de una pareja de padres claramente disfuncional  (lo que se confirmará luego). Es la situación familiar conflictiva lo que lo lleva al temor a la pérdida de una figura de apego, fundamental en esa etapa.

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