Juanito y la teoría
Alberto Weigle (1980)
INTRODUCCIÓN
Todos
aquellos que, como nosotros, se han visto enredados en las diversas teorías psicoanalíticas,
especialmente al estar enfrentados a un material clínico y más aún si la
responsabilidad es la interpretación al paciente, se sentirán consustanciados fácilmente
con la intención de este trabajo.
Esta
no es otra que ensayar diversas interpretaciones teóricas con el mismo material
clínico y ver qué surge de ello. Ya de antemano podrán adivinar los múltiples
problemas que se plantean de los cuales sólo mencionaremos algunos al final.
La
elección de este material (Freud, S. :
Análisis de la fobia de un niño de cinco años, Ed. Biblioteca Nueva, T.II, p.p.
566-623) a los efectos del trabajo, obedece a varias razones:
1)
Ser suficientemente conocido como para obviar su relato. (Suponemos una lectura
reciente del caso, pues nos referimos a detalles que pueden ser fácilmente
olvidados.)
2)
Ser el primero de este tipo y el único sobre niños que trabaja extensamente
Freud.
3)
Ofrecer un material de primera mano, directamente recogido, donde figuran: sueños,
juegos, ocurrencias, fantaseos, relatos, teorías infantiles.
4)
Tratarse de un niño pequeño y corresponder a una sintomatología muy frecuente
en ellos.
5)
Mostrar, también en modo directo, elementos de la relación de los padres y el
niño.
Aunque
faltan datos de su desarrollo anterior a los tres años y medio (que se supone
normal) y también la historia familiar es incompleta, la riqueza del material
es más que suficiente para la empresa que nos proponemos.
* * *
S. FREUD
Sintetizar
las opiniones de Freud respecto a Juanito,
teniendo en cuenta que ya la Epicrisis es una rica y apretada síntesis, es
tarea imposible, por lo cual nos limitaremos sólo a resaltar algunas líneas
directrices.
Si
la intención primera de Freud, al recolectar material de niños, fue corroborar
los descubrimientos hechos en pacientes adultos sobre la sexualidad infantil,
el caso de Juanito demostró de una vez para siempre tales descubrimientos y de
un modo tal que nunca más han sido seriamente puestos en tela de juicio y cada
nuevo material examinado los vuelve a confirmar[1].
Despliega,
pues Juanito, toda su sexualidad perversa polimorfa: las pulsiones orales, anales,
uretrales y fálicas; los deseos voyeristas y exhibicionistas, sádicos y masoquistas;
los rasgos hetero y homosexuales correspondientes a su bisexualidad básica, y
por sobre todo ello la estructura edípica organizando la conflictiva de este “pequeño
Edipo” como lo llama Freud.
Pero
hay mucho más que eso en el caso. No es sólo la observación del desarrollo
normal de un niño, sino de un caso patológico y sobre eso vamos a trabajar.
Para
la explicación de la etiología de la neurosis en Juanito parte Freud de la noción
de serie complementaria que, en este caso. sería:
- por
un lado una constitución particular: niño inteligente y, por ende, precoz en su
sexualidad y en la intensificación de sus deseos.
- por otro. factores externos como ser:
a) la prohibición de la masturbación,
sin aclaración y como amenaza de castración.
b) el nacimiento de la hermana que
excita su curiosidad, intensifica los deseos de revivir los cuidados a que ella
es sometida y lo desplaza de su lugar de privilegio junto a su madre.
c) la no aclaración por parte de los
padres de las preguntas fundamentales sobre el sexo y el origen, que de
diversas maneras expresa Juanito.
Están
planteados así los términos básicos del conflicto: el deseo y su prohibición.
La
fobia se genera entonces de esta manera:
- Intensificación
de los deseos sexuales de Juanito.
- Su
prohibición externa que, internalizada, se convierte en represión, con aumento
constante del material reprimido.
- Acumulación.
por ese motivo. de la excitación sexual.
- Transformación
en angustia de dicha excitación acumulada, camino que una vez efectuado, no
puede recorrerse a la inversa.
-
Angustia difusa y sin objeto en
un comienzo (sueño de angustia) que luego necesita simbolizarse en un objeto
exterior como modo de permitir la huida: miedo al caballo.
Este
último movimiento podemos definirlo como un desplazamiento: miedo al padre -
miedo al caballo que resuelve de ese modo el conflicto de ambivalencia con
respecto al padre (amor-odio).
Pero
a su vez, el caballo reúne en sí una serie de sentidos simbólicos que lo
convierten en un elemento privilegiado de condensación de numerosas
representaciones (reprimidas) y sus correspondientes afectos (transformados,
regularmente en angustia)
-
el padre rival y prohibidor
-
el padre muerto
-
la separación de la madre
-
el embarazo y el parto
-
el nacimiento de la hermana
- la hermana muerta
-
el coito de los padres
-
él mismo y sus deseos sexuales y de potencia
Todos
estos sentidos son detalladamente extraídos y fundamentados por Freud, a través
del material.
A
su vez el caballo se presenta como un elemento de proyección de los ataques
fantaseados hacia su padre y de allí su miedo a que el caballo se comporte de
igual modo con él.
La
fobia, como todo síntoma es además una transacción y si bien Juanito mantiene a
distancia el conflicto apartándose de los caballos, esto lo conduce a no
alejarse de su casa y no separarse de la madre, objeto de sus deseos.
Los
conflictos que Freud privilegia en Juanito son dos:
-
El conflicto de ambivalencia con respecto al padre (amor-odio)
-
El deseo incestuoso hacia la madre y los impulsos sádicos que lo acompañan.
La
aclaración a Juanito de los términos de dichos conflictos conlleva la revelación
de los enigmas básicos de la sexualidad:
-
la diferencia de sexos
-
el origen de los niños
-
la relación sexual
Y
junto a la revelación de la constelación de afectos que supone el Edipo. Freud
enfoca el caso en la línea del Edipo positivo y así se lo señala él mismo a
Juanito de un modo tal ("mucho antes
de que vinieras al mundo...," etc., op. cit. p. 581) que comprenda sus
efectos como algo que le ocurre a todos por igual.
Las
fuerzas en juego son la libido y la represión.
La
agresión es vista como un elemento constitutivo de la pulsión , necesaria como
medio para que ésta alcance sus fines (su componente activo o motor) y no como
una pulsión en sí.
* * *
En
cuanto al mecanismo de la cura, Freud nos dice claramente que consiste en hacer
conciente lo inconciente a través de la palabra del analista.
El
problema de la transferencia no lo plantea, seguramente por coincidir en este
caso padre y analista, cosa discutible porque el papel de analista es jugado en
realidad por Freud.
Éste
señala, además, el particular camino del análisis que debe pasar por intensificación
de la angustia y et despliegue consecuente de las fantasías en relación a la
fobia, camino necesario para la solución del caso. Cuando Juanito logra comprender,
logra a su vez expresar más libremente sus fantasías y deseos, los actúa a
través de sus juegos y eso le trae un considerable alivio. La represión ha
disminuido. Juanito acepta su posición de tercero excluido y puede esperar a
crecer para ser como su padre.
Toda
esta elaboración de Juanito es espontánea y subsiguiente a las aclaraciones que
sobre su drama intrapsíquico recibió. Nada se dice de la conflictiva de los
padres como factor a sopesar en su fobia.
* * *
M. KLEIN
No
hay ningún texto de esta autora que hable sobre Juanito, pero podemos inferir, colocándonos
en una posición kleiniana, cuál sería nuestra visión del caso.
En
numerosos puntos un encare kleiniano no se apartaría del de Freud como p. ej.:
toda la simbología empleada por Juanito y traducida por Freud, referida a los simbolizados
fundamental es del sexo, el
nacimiento, las funciones excrementales, etc. Pero destacamos en este punto una
diferencia con la posición Kleiniana. Mientras que Freud en 1908 esperaba que
el conocimiento de la diferencia de sexos y por lo tanto de la vagina, así como
del nacimiento y del coito de los padres, surgiese de las aclaraciones de los
padres o de las deducciones que de datos indirectos hiciera el "pequeño
investigador", Klein afirmaría el conocimiento "inconciente" de
la vagina, de los contenidos del vientre de la madre (heces, niños, penes) y
del coito parental.
Esto
implica una variante muy importante en la conducta interpretativa, conteniendo así
las interpretaciones ese conocimiento que reclamaba Juanito. Necesitaba, pues,
no una información sino una confirmación de lo que ya sabe inconcientemente. Su
convencimiento de que todos los seres tienen pene, nacería de la negación de la
castración.
* * *
No
creemos que haya ninguna diferencia entre la concepción freudiana y la
kleiniana en cuanto a los mecanismos de la formación de la fobia: la proyección
y el desplazamiento al caballo de los peligros internos, la condensación en él,
de múltiples sentidos, así como su emergencia como transacción.
Pero
hay un punto de radical diferencia: ¿cómo se genera la angustia que, como lo
afirma Freud, está en el origen de la fobia?
Vimos
ya que en 1908 Freud lo adscribe a la represión de impulsos sexuales
exacerbados. Tal opinión se invertirá en 1932 ("Nuevas aportaciones"
T.II. Cap. V. p. 824-31) siendo la angustia la que origina la represión y
poniendo el origen de la angustia en alguna manifestación pulsional temida,
temor éste que, en último término, se refiere a una situación de peligro exterior.
Klein
sostendrá, sin embargo, que el origen de la ansiedad está siempre en un peligro interno constituido por la
pulsión de muerte, la que deberá ser proyectada o amalgamada con la libido para
ser dominada.
Los
impulsos sádicos y agresivos no serán ya los medios activos o motores de que se
sirva la libido para lograr sus fines, sino que provendrán directamente de la pulsión
de muerte como representantes de una destructividad autónoma.
Esta
posición subraya aún más el conflicto básico que señala Freud en Juanito: la
ambivalencia (amor-odio) hacia el padre, y puede extenderse con mayor
elasticidad hacia los otros personajes en juego: la madre y Hanna (también víctimas
de los impulsos sádicos y de muerte de Juanito).
El
drama de Juanito se traslada entonces de su lucha contra los deseos libidinales
incestuosos y el aumento de la excitación sexual -donde lo ubica Freud- hacia
la lucha contra sus deseos sádicos y agresivos, en cualquiera de los niveles
(oral, anal, fálico) y en relación a los personajes en juego.
También
se traslada en el tiempo: para Freud comienza con la aparición del Edipo, a los
3 años; para Klein existe desde mucho más temprano, intensificándose por causas
adicionales.
Un
rastreo del material clínico con atención puesta en estos aspectos no hubiera
dejado escapar, por ejemplo, la relación: amigdalectomía-temor al caballo, que
aparece con una sobredeterminación particular de fantasías de castración por el
padre, de retaliación por ataque al interior del cuerpo de la madre, de castigo
a sentimientos de voracidad y envidia oral por el nacimiento de la hermana.
Cualquiera de estas líneas podría ser enlazada a otros elementos confirmatorios
del material, por ejemplo: sus dedos mordidos por el caballo, el destornillador
clavado en su vientre, la navajita introducida por la boca de la muñeca.
También
surgirá la masturbación como una manifestación clínica privilegiada de realización
de fantasías, sádicas.
* * *
En
otro orden de cosas, una postura kleiniana prestará particular atención a qué
tipos de relación de objeto establece Juanito.
A
esto se refiere fundamentalmente el estudio de las posiciones y las ansiedades.
En posición esquizo-paranoide, Juanito, por un lado idealiza la figura del
padre (junto con la de Freud) -objeto parcial idealizado- y por otro, el
caballo-padre es vivido como objeto parcial persecutorio. En su tránsito hacia
la posición depresiva, Juanito teme la partida de la madre o la del padre, es
decir del objeto bueno que siente dañado por sus fantasías destructivas.
Freud
hace una distinción notable en esta línea al separar:
·
el miedo a ser mordido por el
caballo que es miedo al padre (a modo kleiniano: ansiedad paranoide)
·
el miedo a que el caballo caiga
que es miedo a que el padre muera (ansiedad depresiva-culpa).
* * *
Freud
en este material subraya todo lo relacionado a la libido exacerbada y a las
consecuentes prohibiciones (externas e internalizadas luego) y de allí la
transformación de lo que era placentero en ansiógeno (el caballo).
Klein,
entretanto, prestaría más atención a las ansiedades despertadas por el interjuego
pulsional Eros-Thanatos y a las variaciones correlativas en la relación de
objeto.
En
cuanto at mecanismo de la cura, para Freud, parece claro que se refiere a hacer
consciente lo inconsciente y quizás, en este caso, a brindarle a Juanito las
aclaraciones necesarias sobre los enigmas de su sexualidad.
A
partir de allí, todo queda en manos del “pequeño investigador” que deberá
integrar sus nuevos “conocimientos” -sobre la sexualidad y sobre su inconciente-
en formaciones diferentes a la represión fallida que generó la fobia. A eso se
refiere, por ejemplo, el camino sublimatorio que toma Juanito a continuación de
la revelación de su inconciente.
La
terminación de la cura está marcada por la desaparición de la fobia. Para Klein
habría algo más: la fobia ha desaparecido, pero ¿ha logrado Juanito una
estabilidad interna que lo proteja de recaídas en la neurosis?
Sería
necesario entonces otro criterio de curación.
Creemos
que Klein lo buscaría en la comprobación de que Juanito hubiera establecido relaciones objetales en posición
depresiva predominante o sea una aceptable integración de sus objetos como
totales y la consecuente disminución de las ansiedades tanto paranoides como
depresivas.
Si
bien Juanito logra en parte algunos de estos extremos, no podemos afirmar con
exactitud en qué punto del proceso se hallaba cuando desapareció la fobia.
*
* *
D. WINNICOTT
Parecería
que para una comprensión del material más cercana a la concepción de Winnicott,
faltaría saber más sobre los primeros tres años de vida de Juanito, sobre el
embarazo y el parto, sobre sus padres y, en especial, la primera relación con
su madre. Pero estos datos faltan regularmente en los análisis de adultos y no
por ello se obtura la posibilidad de un tal enfoque
Quedándonos
pues con el material de que disponemos, nos preguntaremos primero si Winnicott concordaría
con Freud en que el caso Juanito es un psicoanálisis. Guiándonos por lo que Winnicott relata en el
caso del cordel por él tratado, no cabe duda que la respuesta es afirmativa,
pues allí hace algo similar. Diciéndolo con sus palabras: "Cada vez que es posible utilizarlos (a los padres) pueden
trabajar con gran economía y no hay que olvidar que nunca habrá suficientes
psicoterapeutas para tratara todos los que lo necesitan". ("De la pédiatrie
a la psychanalyse" E. Payot 1969, pág. 320).
* * *
En
otro orden de cosas jerarquizaremos tres hechos en la vida de Juanito que nos servirán
para nuestro objetivo:
-
El nacimiento de la hermana (a los tres años y medio)
-
la expulsión del cuarto de los padres (a los 4 años y medio)
-
La amigdalectomía (a los cuatro años y nueve meses) que coincide casi exactamente
con la aparición de la fobia
Tomamos
estos hechos porque pueden inscribirse dentro de vivencias de separación: el
nacimiento de Hanna, vivido como desalojo y pérdida del lugar de hijo único
junto a la madre, situación que se radicaliza con la expulsión del dormitorio
de !os padres y que, intentado recuperar el lugar a través de la enfermedad orgánica,
es frustrado el intento por un arrancamiento en el propio cuerpo (amigdalectomía)
No queda sitio más que para la fobia, que establece una neta separación entre
el “afuera” temido (los caballos) y el adentro seguro (la casa -la madre- como
amparo o “holding” solicitado por el niño)
Juanito
juega poco, está deprimido, sólo quiere la compañía de la madre; todo comenzó
con un sueño de separación ("mamá se fue y no hay más mimitos")
Podemos
expresar esto como que su lucha por conciliar su mundo interno con el externo
ha sufrido un serio revés por las situaciones vividas y esto ha conducido a un
estrechamiento del espacio transicional (área del juego y de las actividades sublimadas)
y a un refugiarse en su mundo interno de fantasías y sueños. (No sabemos de la
existencia de objetos transicionales en la vida de Juanito).
* * *
También
podemos pensar que, en su tránsito de la dependencia a la independencia, se han
presentado dificultades. Quizás mantenido como demasiado dependiente, hijo único
en el cuarto de sus padres, sin niños para jugar excepto en verano, Juanito no
pudo adaptarse a la nueva situación creada y la fobia constituye también un
modo de señalar su incapacidad de arreglárselas solo, en la medida de lo
esperado para su edad.
La
salida de esta situación se va conformando cuando su fobia da lugar a la preocupación
del padre (y llega hasta Freud) logrando de ese modo el "holding" que
necesita: Freud y el padre son, en este punto, sustitutos maternales.
Las
interpretaciones de ambos, llegando justo en el momento en que Juanito las
necesita, cumplirán la función del pecho materno (que es “creado” en el momento
que se necesita, si allí se hace presente).[2]
Muchos
pasajes nos sugieren justamente esa dinámica de creación mutua entre Juanito y
su padre.
“…Lodi - un nombre inventado
por él. Su niña favorita y de la que habla con mayor frecuencia...
- Yo.- Cómo se te ha
ocurrido ese nombre de Lodi? Así no se llama ninguna niña. Será Lotti.
- Juanito.- No, no, Lodi.
No sé pero es un nombre muy bonito.
- Yo.-. (Bromeando) ¿o es
que te refieres a un "chocolodi"?
- Juanito (rápidamente).-
No, a una "saffalodi" (soffalodi, una especie de salchicha)... Ya
sabes cuánto me gustan las salchichas. (Nota: "mi mujer suele contar que
una tía suya dice siempre "soffilodi" y es muy posible que Juanito la
haya oído")'
- Yo.- Óyeme, ¿no se
parece mucho una saffalodi a una caca?
- Juanito.- ¡Sí!
- Yo.- ¿Cómo suele ser la
caca?
- Juanito.- Negra. Como
eso y eso (señalando mi bigote y mis cejas).
- Yo.- ¿Y cómo más? ¿Redonda
como una "saffalodi"?
- Juanito.- Sí.
- Yo.- Cuando estabas
sentado en el orinal y salía una caca; ¿te figurabas que tenías un niño?
- Juanito.(riendo)- Sí. Ya
en la otra casa. Y luego aquí.
- Yo.- ¿Sabes lo que
pareció cuando se cayeron los caballos del ómnibus? El ómnibus es parecido a un
cajón de esos donde están los niños y cuando el caballo negro se cayó. Fue
como...
- Juanito.(completando la
frase)- ...como cuando se tiene un niño". (op. cit. pág. 603).
Juanito
y su padre, con evidente satisfacción de ambos (bromas, risas) juegan con las
palabras (privilegio del juego, como fenómeno transicional donde se conjugan
elementos de la fantasía y de la realidad, más aún si es compartido) y eso les
permite crear juntos la interpretación en el momento adecuado y, quizás no
casualmente, con un contenido de parto-nacimiento.
No
dejan de estar presentes en este enfoque, todos los sentidos simbólicos que
Freud señala (y los que añadiría Klein) en relación al drama edípico que se
desarrolla, y ellos intervienen sustancialmente en el intercambio lúdico de
Juanito con su padre.
Pero
la cosa no radica sólo allí, sino también en el encuentro de ambos, encuentro que ayuda al niño a sobrellevar el
conflicto entre su mundo interno y, su mundo externo, le permite ampliar el
espacio de los fenómenos transicionales (juego, investigación) y le asegura una
mayor independencia. La fobia pierde así su función y desaparece.
* * *
M. MANNONI
Llegamos
así a otro enfoque-psicoanalítico en el que afortunadamente vamos a estar
auxiliados por un extenso comentario sobre Juanito, escrito por la propia
autora ("El niño, su 'enfermedad' y los otros". Ed. Nueva Visión..
1976, pp..11 a 15 y 33 a 39).
Con
Freud y Klein, la explicación del surgimiento de la enfermedad remite a algo
propio de la interioridad de Juanito, un conflicto personal que puede encontrar
sus raíces en una serie complementaria entre lo constitucional (de la pulsión)
y lo vivido, pero que é1 debe resolver dentro de sí y la ayuda analítica consistirá
en ponerle en claro los términos del conflicto que aparecen reprimidos (Freud)
o proyectados, negados, escindidos, etc. (Klein).
Con
Winnicott se hace necesaria la introducción de un elemento más: la experiencia
vivida con el analista tiene en sí un valor corrector de experiencias pretéritas
"mal vividas". El intercambio realizado va más allá de la
interpretación de la transferencia: el analista tiene de por sí una función
"maternal" que debe saber reconocer y administrar.
Con
Mannoni (que se apoya en Lacan) [3] la
situación es otra. Cobra importancia central lo pulsional a través de una
conceptualización más rigurosa del deseo inconciente, pero su dinámica ya no se
inscribe dentro de los limites del individuo, sino que abarca el deseo de sus
padres.
El
drama edípico de Juanito no es sólo el suyo sino que remite al Edipo no
resuelto de sus padres y se encuentra allí enlazado en una multiplicación
triangular generacional:
“... hay una encrucijada
hacia la cual convergen los fantasmas de todos los adultos..., en el que
Juanito es el representante del deseo del adulto”
(op. cit. p.13).
Y
también: “... el problema fundamental no
era la confrontación de Juanito con lo real, sino su enfrentamiento con un
orden de dificultades no resueltas en ambos padres. De este modo, el discurso
de Juanito forma parte de un discurso colectivo: cada uno participa de un miedo
imaginario en un mundo fantasmático. La aparición de la enfermedad de Juanito,
puede considerarse como el surgimiento de lo que falta en los padres” (p.14)
Esto
conduce a que, lo que permanece inconsciente no es algo exclusivamente propio
del sujeto sino que pertenece también a sus mayores. Y el campo privilegiado de
articulación de ese inconciente transindividual sería el del lenguaje :
“La historia de Juanito es
la de un niño enfrentado con el mito del adulto. Es la palabra del adulto la
que lo habrá de marcar y determinará las modificaciones ulteriores de su
personalidad. El niño aparece coma el soporte de los fantasmas y del voyerismo
de los adultos. Se mueve en un mundo en el cual lo no-dicho, expresa una
dificultad, un drama en la pareja de los padres, drama muy claramente percibido
por el niño. El factor traumatizante, tal como se lo puede vislumbrar en una
neurosis, no es un acontecimiento de por sí real sino lo que de éste han dicho
o callado los que están a su alrededor. Son las palabras, o su ausencia,
asociadas con la escena penosa, las que le dan al sujeto los elementos que
impresionarán su imaginación”. (op. cit. p.
38).
Y
también: "El discurso que rige
abarca a los padres, al niño y al analista: se trata de un discurso colectivo constituido
alrededor del síntoma que el niño presenta". (op. cit. p.7).
Si
el síntoma de Juanito no está inscripto solamente en una problemática
estrictamente individual sino que surge de un discurso colectivo y Juanito es
una pieza más de un interjuego fantasmático complejo, es obligatorio prestar
particular atención a ese interjuego.
Así
lo hace Mannoni, y su interés se centra no sólo en las fantasías de Juanito
sino en las que del texto pueden deducirse como pertenecientes a sus padres y
al propio Freud. Esto implica una lectura muy diferente del material, donde se
destacan:
a)
la seducción ejercida sobre Juanito por la madre, acompañada de la prohibición
del uso de su genital masculino y la amenaza de castración. Esto lleva, más que
a un mensaje contradictorio, a ubicar a Juanito como alguien que sólo puede
estar prendado de su madre, pero sin libre uso de su sexualidad, convirtiéndose
así en sustituto fálico para ella. De aquí pueden inferirse las dificultades en
la sexualidad de la madre que en realidad rechaza a su hijo como varón (y quizás
a todos los hombres en ese sentido) manifestando su Edipo no resuelto.
b)
El voyerismo del padre frente a la sexualidad de Juanito. También su vinculación
particular con Freud, compitiendo con Juanito en llevar material al
"profesor" en una situación homosexual regresiva en la que están
excluidas las mujeres (especialmente la madre, lo cual ahonda la separación de
la pareja). Estas dificultades en la elaboración de su sexualidad y su papel
masculino, le impiden aclararle a Juanito el papel del padre en la procreación,
a pesar de contar con la sugerencia de Freud.
c)
En cuanto a Freud, Mannoni nos dice que "al
convertirse en analista del padre y del hijo sin que fuese escuchada la palabra
de la madre, Freud se introdujo como un tercero dentro de la pareja de los
padres, satisfaciendo (más de lo que hubiera deseado) los fantasmas de su
paciente". (op. cit. p.13).
Por
ese lado Freud no logra cerrar la brecha que conducirá luego a la separación de
la pareja.
Sin
embargo tiene éxito en la reubicación de Juanito en su papel dentro del orden
del parentesco y del Edipo: "Mucho antes de que él viniera al mundo sabía
yo que iba a nacer un pequeño Juanito, que querría mucho a su madre y por ello
mismo le tendría miedo a su padre, y se lo había dicho yo así a este último".
(Freud, T. II p. 581).
También
tiene éxito en el rescate de sus deseos (a través de la interpretación de sus
fantasmas) y de su identidad como hijo y como varón (en los esclarecimientos de
los enigmas del sexo).
En
este contexto vemos que las ansiedades y emociones de Juanito pasan a ser
manifestaciones sintomáticas que remiten a otra estructura: transindividual y
generacional. Esto tendrá su repercusión en la teoría de la cura y en el lugar
del analista:
"Una cura psicoanalítica
se presenta como el desarrollo de una historia mítica. Es posible volver a
encontrar en la historia del sujeto esa palabra de la madre, vinculada con una
emoción corporal para el niño, que signa el traumatismo y permanece como una
marca de la que el sujeto conserva la impronta. El fantasma, e incluso el síntoma,
aparecen como una marca cuyo papel consiste en ocultar el texto original o el
acontecimiento perturbador. Mientras el sujeto permanece alienado en su
fantasma, el desorden se deja sentir en el nivel de lo imaginario: en el caso
de Juanito, es su fobia a los caballos..."
(op. cit.p.39).
La
palabra -en su presencia o en su ausencia- posee la fuerza de "hacer"
y también "deshacer" síntomas: es agente de la enfermedad y también
de la cura.
* * *
CONSIDERACIONES FINALES
Creemos
que estos distintos enfoques psicoanalíticos de Juanito, se corresponden en
buena medida con distintas concepciones del hombre en cada uno de los autores.
No pretendemos profundizar en este complicado y vasto tema y solo señalaremos
algunas diferencias que nos parecen destacables.
-
Freud (el de 1908) ve en Juanito el drama general del ser humano frente al
Edipo.
Juanito
se las tiene que arreglar solo frente a su deseo sexual exacerbado hacia la
madre y frente a la prohibición del incesto que le impone el padre, lo que
despierta en él la rivalidad y el odio hacia su padre, a la vez amado (ambivalencia).
Estos
poderosos sentimientos encontrados sólo puede dominarlos, con su yo débil aún,
mediante la represión y la formación de síntomas a modo de transacciones. Aquí
el ser humano es visto en lucha por articular su libido con las exigencias de
la cultura.
Vuelve
a renacer en Juanito, como en cada nuevo ser, el antiguo conflicto que a su vez
dio origen a la cultura y Freud caracteriza a menudo a su paciente corno el “infantil
investigador” que debe redescubrir esta trama e incluirse en ella.
-
Klein retoma y desarrolla los conceptos del Freud de 1920 sobre el dualismo
pulsional: vida-muerte. El conflicto humano se traslada a una dialéctica entre
ambas pulsiones, las que aparecen no sólo como constitutivas sino
constituyentes del hombre y, más allá de él, de todo ser vivo.
Esto
permite incluir los aspectos agresivos y destructivos del ser humano en una
teorización más rigurosa y comprensible.
Pero
también conduce a la articulación en un marco estrictamente intrapsíquico
individual de conceptos como el de fantasía inconciente y relación de objeto,
donde el otro (o el afuera) influye sólo para coadyuvar sea a la fusión o a la defusión
pulsional.
-
Winnicott retoma la división de mundo externo-mundo interno como los dos polos
entre los que se encuentra subtendido el ser humano.
En
ese sentido, lo veríamos acercándose al Freud de la primera época. Pero hay más.
Se puede afirmar que Winnicott descubre otro campo que sitúa entre el mundo
interno y el externo, que adquiere así autonomía y al que llamará el campo de los
fenómenos transicionales.
Este
campo no es sólo una articulación de los anteriores; tampoco es sólo una síntesis
de pares antitéticos como en una postura dialéctica, sino que va más allá. Los
fenómenos que se generan en este campo (el juego, el arte, la ciencia, en fin:
la cultura y la productividad humana en su sentido más característico) son
radicalmente distintos de los que le dieron origen y son del orden de la creación.
Una falla allí, en esa particular coordinación creadora, agudiza el conflicto
interno-externo, produce la patología y, fundamentalmente, restringe la
creatividad inherente a la naturaleza humana
-
Mannoni (con Lacan) nos introduce en una concepción del sujeto en la que éste
aparece como un punto de entrecruzamiento de una red, estando los hilos
constituidos por los deseos inconscientes de sus mayores y los suyos propios
que, a su vez, se continúan en su descendencia. El sujeto ya no se pertenece y
tampoco el inconsciente es "suyo". Es en cierto modo un prisionero y
su lucha consistirá en alcanzar la completa posesión y ejercicio de sus deseos,
meta ideal y por supuesto nunca alcanzada (y tampoco deseable, pues significaría
una ruptura narcisista extrema).
La
solución está en la sujeción a un Orden que lo trasciende y que a la vez le
permite y pone límites al ejercicio de sus deseos.
La
patología será la exteriorización de cierta ruptura de ese Orden y también lo
trasciende, pues abarca a sus ascendientes y descendientes.
El
campo privilegiado en que se expresan estos fenómenos es el de la palabra, como
manifestación específicamente interhumana.[4]
* * *
Frente
a este problema teórico surge de inmediato una interrogación inquietante:
Al
encarar el material ¿cuál es la posición que adoptaremos?
Cada
autor visto afirma que lo suyo es psicoanálisis y no cabe duda que hay un vasto
campo común transitado por ellos, como ser el reconocimiento de la existencia
del inconsciente, la inclusión de las nociones de pulsión y conflicto, de Edipo
y castración, etc.
Pero
cuando querernos precisar nuestro enfoque como analistas dentro del particular
campo de una sesión, acuden a nosotros diversos marcos referenciales y nuestra
escucha privilegia uno u otro sin saber, muchas veces, a cuál atenernos.
-
¿Lograr una síntesis que los abarque a todos? Estaríamos expuestos a
contradicciones probablemente insalvables por ahora.
-
¿Decidir previamente el enfoque adecuado a cada caso y luego mantenerlo?
Implicaría una versatilidad como analistas que nos preguntamos si podría
lograrse plenamente.
-
¿Crear una concepción propia? Sin comentarios (!!).
Si
recapitulamos mentalmente las diversas posiciones examinadas sobre el caso
Juanito, podremos comprobar que cualquiera de ellas funciona con una coherencia
interna que en su momento nos atrapa y nos convence, aunque muchos extremos
sean oscuros o discutibles.
Como
no es una cuestión de fe (ni de ideología), no creo que estemos obligados a
optar por una u otra, sino más bien hacer nuestro el antiguo concepto de
"hecho seleccionado" de Poincaré tal como lo hace Bion
("Aprendiendo de la experiencia" Ed. Paidos, 1975, p. 103): "Si un nuevo resultado ha de tener
valor, debe reunir elementos conocidos por mucho tiempo, pero que han estado
hasta entonces dispersos y han sido aparentemente extraños entre sí, y súbitamente
introducen orden donde había la apariencia de desorden. Entonces eso nos
permite ver de un vistazo cada uno de estos elementos en el lugar que ocupa en la
totalidad. No sólo el nuevo hecho es valioso por sí mismo, sino que él solo da
valor a los hechos anteriores que une. Nuestra
mente es frágil, como nuestros sentidos; se perdería en la complejidad
del mundo si esa complejidad no fuera armoniosa; como los cortos de vista, sólo
podría ver los detalles y se vería obligada a olvidar cada uno de esos
detalles, antes de examinar el siguiente, porque sería incapaz de entender la
totalidad. Los únicos hechos .que merecen nuestra atención son aquellos que
introducen orden en esa complejidad y la hacen, de este modo, accesible a
nosotros." (Subrayado nuestro).
Trataremos
entonces de resignarnos -como Juanito- a nuestro saber incompleto, y de
transitar por los distintos enfoques adaptándolos a lo que nos parezca más
claro del material examinado en cada momento, procurando no caer en graves
contradicciones teóricas o técnicas.
[1] Hoy día (2001), a la luz de nuevos
conocimientos adquiridos y aceptados (aunque no por todos), de ninguna manera
haría esta afirmación pues la opinión de Freud se basa en una amplísima
extensión del término sexualidad que muchos ya no podemos aceptar pues no da
cuenta de la gran complejidad que supone el surgimiento y desarrollo de la
persona humana durante la niñez. Procesos como la función de apego, la función
semiótica, la construcción identitaria, la empatía, la génesis de la moral, etc.,
quedan fuera de la motivación sexual casi exclusiva que sostiene Freud. Como
sucede con tantos investigadores y creadores que no se dan cuenta clara de cuál
ha sido su mayor mérito, Freud no captó que el suyo no fue la explicación
pansexualista que tan cara le era, sino sus impresionantes y complejos
descubrimientos sobre los modos de operar de la mente humana.
[2] A
propósito de este tema el mismo Freud señala la importancia del
"timing" necesario de la interpretación: ni anticipada porque no
sería recibida, ni demorada porque despertaría el planteo insistente del
paciente y su ansiedad.
[3] No
podemos dejar de mencionar aquí el texto de J. Lacan de 1957 sobre Juanito:
"La relación de objeto y las estructuras Freudianas" (Rev. Ur. de
P.A. T. XI No. 2, 1969, pp. 197-204) pero si no lo hemos tomado para nuestra
exposición, es por el hecho de que se aparta de las intenciones de nuestro
trabajo, lo que no sucede con los comentarios de M. Mannoni. Lacan desarrolla
allí dos líneas fundamentales:
1.
El análisis del cómo se constituye la
fobia alrededor de "caballo" como significante.
Creo que toma "caballo" no sólo como "significante" o sea
en su forma gráfica o fónica sino también como
percepción-representación-imagen, es decir en su función de símbolo (o "simbolizante",
parafraseando lo de "significante"). En esto no se aparta de Freud
agregando, eso sí, nuevos caminos de comprensión del material a través de los actos de partir (arrancar), morder, caer
(y dejar caer) en los que está involucrado el caballo y por ende Juanito (como
participante activo o pasivo de estos actos).
Pero
este peculiar análisis del cómo, se
halla inevitablemente enlazado a la segunda línea que sería:
2.
El porqué se constituye la fobia;
señala entonces que el objeto fobígeno no es sólo un objeto privilegiado por
ser el punto de reunión de desplazamientos (metonimia) y condensaciones
(metáfora), sino que ante todo viene a suplir una ausencia, llenar un vacío en
la estructura edípica en que está inserto Juanito: "Si tuviera un padre de quien pudiera sentir verdaderamente miedo
podría hacer su Edipo. Pero éste no es el caso. La angustia por el lugar vacío
que representa el padre es justamente lo que va a buscar su soporte en la
fobia." (op. cit. P. 200). Es esta "carencia de padre", de
la función paterna como limitante, del "nombre del padre" que "es esencial para la estructuración de
un mundo simbólico". (op. cit. p. 201); es esa carencia, decíamos, la
que hace que, en último término, Juanito permanezca en una estructura
narcisista con respecto a las mujeres, aparentando ser un heterosexual normal,
pero identificado en realidad "como
ideal de la madre, es decir como sustituto del falo materno", "como un fetiche", adoptando
así una posición pasiva frente a ellas. Mannoni nos aclara más acerca de este
lugar a medio camino en que queda Juanito según Lacan, lugar en el que si bien
se resuelve su fobia, no alcanza la meta del Edipo resuelto.
[4] Luego
de muchos años (ahora 2016), y viendo que este trabajo ha tenido cierto uso
para docencia, decidí agregar el aporte de otro autor psicoanalítico que
ignoraba en aquel momento a pesar que ya estaba publicado en inglés desde 1973.
(Destaco, en particular, la enorme contribución científica de dicho autor a
propósito de su descubrimiento de la función de apego o attachment). Transcribo literalmente sus comentarios sobre el caso
Juanito visto a través de las alternativas de dicha función (John Bowlby, La separación afectiva, PAIDOS 1985, pp.
308-312):
Un
trabajo clave en el desarrollo de la teoría psicoanalítica es el estudio de
Freud sobre la fobia a los caballos que manifestaba un niño de cinco años. La
teoría que propone Freud en el citado artículo (1909) es que el temor del
pequeño Hans a que lo mordiera un caballo era consecuencia de la represión y
subsiguiente proyección de sus impulsos agresivos, en los cuales se daba una
hostilidad dirigida hacia el padre y sadismo hacia la madre. Más adelante Freud
llega a la siguiente conclusión: “La fuerza motivadora de la represión era el
miedo a la castración” (1926a, Standard Edition 20: 108). Aunque el origen de
la hostilidad, edípica o preedípica, puede haber sido debatido por otros
psicoanalistas, el esquema teórico sigue en vigencia y constituye la base de
todas las posteriores teorías psicoanalíticas sobre los casos de fobia. Cabe
preguntarse, entonces, qué pruebas existen de que la ansiedad surgida en torno
a la disponibilidad de las figuras de apego haya desempeñado un papel más
importante que lo que advirtiera Freud en el problema del pequeño Hans. Cuando
se efectúa una nueva lectura del informe a la luz de nuestro análisis de la
negativa a asistir a la escuela, parece probable que el apego ansioso
efectivamente contribuyera en gran medida a explicar el problema del pequeño
Hans. Su ansiedad, en términos generales, surge fundamentalmente como
consecuencia de las amenazas que profirió la madre, en el sentido de abandonar
a la familia. Esta tesis se postula teniendo en cuenta dos factores:
— la
secuencia de desarrollo de los síntomas y las apreciaciones efectuadas por el
propio Hans (Standard Edition 10: 22-24).
— las
pruebas suministradas por el padre en el sentido de que la madre tenía por
costumbre proferir amenazas alarmantes como método disciplinario, y que entre
ellas se contaban amenazas de un posible abandono (Standard Edition 10: 44-45).
Aunque
el título de su trabajo es “Análisis de una fobia en un niño de cinco años”,
Freud sólo vio al pequeño en una única oportunidad y el "análisis” estuvo
a cargo del padre de Hans. El trabajo publicado comprende el protocolo taquigráfico
del padre con un comentario conjunto y un posterior análisis de Freud en el que
arriba a diversas conclusiones. Durante varios años los padres del pequeño
habían adherido a las teorías freudianas, contándose entre sus primeros
discípulos (Jones, 1955), y Freud había tratado a la madre por un problema de
neurosis antes de que contrajera matrimonio. Hans tenía una hermanita menor,
Hanna, nacida tres años y medio después de aquél, y de quien el pequeño se
mostraba celoso. Hans contaba cuatro años y nueve meses cuando el padre comenzó
a preocuparse por él y decidió consultar a Freud. El problema, tal como se lo
presenta, residía en que Hans temía que pudiera morderlo un caballo por la
calle. El padre refirió como algunos días antes Hans había ido a Schónbrunn con
la madre, paseo del que por lo común disfrutaba. En dicha oportunidad, sin
embargo, no quiso ir, había llorado y, ya en marcha, se había mostrado asustado
en la calle. Durante el viaje de regreso “confesó a la madre, tras prolongadas
luchas internas: ‘Tenia miedo de que me mordiera un caballo’.’’ Por la noche,
antes de acostarse, observó lleno de aprensión: “El caballo entrará en la
habitación”. Los síntomas apuntados, como era de esperar, tenían alguna razón
de ser. De acuerdo con el informe del padre, Hans se había mostrado sumamente
inquieto durante la semana anterior. Todo había comenzado cuando cierta mañana
Hans despertó bañado en lágrimas. Al preguntársele por qué lloraba había
explicado a la madre: "Mientras dormía pensé que te habías ido y no tenía
ninguna mamita a quien abrazar”. Algunos días después el aya lo llevó, como de
costumbre, al parque local. Pero en la calle el pequeño rompió a llorar y pidió
que lo llevaran de regreso al hogar, diciendo que quería "abrazarse” a la
madre. Cuando más tarde se le preguntó por qué no quiso ir al parque, se negó a
responder. Durante esa noche se mostró una vez más muy asustado, rompió a
llorar y exigió permanecer con la madre. Al día siguiente ésta, ansiosa por
descubrir qué andaba mal, lo llevó consigo a Schónbrunn, ocasión en que salió a
relucir por primera vez la fobia a los caballos. Una lectura más detenida de la
historia permite descubrir que Hans no expresó su temor de que desapareciera la
madre por primera vez la semana anterior a la irrupción de su fobia. Seis meses
antes, durante las vacaciones de verano, había hecho observaciones tales como
"Suponte que me quedara sin mamá" o "Suponte que te fueras”.
Yendo aun más atrás, según recordó el padre de Hans, advertimos que cuando
nació Hanna su hermano, de tres años y medio, había sido mantenido lejos de la
madre. En opinión del padre, su “ansiedad actual, que le impide abandonar el
vecindario, constituye en realidad el anhelo (por la figura de la madre) que
entonces experimentaba”. Freud corrobora esta opinión y describe el “afecto
intensificado al máximo" que sentía Hans por la madre como “fenómeno
fundamental de su condición” (Standard Edition 10: 24-25; también 96 y 114).
Por consiguiente, tanto la secuencia de acontecimientos que conducen a la fobia
como las propias declaraciones de Hans ponen bien en claro que, de manera
especifica y antes de que surgiera en él el temor a los caballos, surgió en el
pequeño el miedo de que la madre pudiera marcharse y abandonarlo. Como, a la
luz de los conocimientos actuales, la expresión de dicho temor indicaría la
posibilidad de que la madre hubiese proferido amenazas en el sentido de
abandonar a la familia, explícitas o implícitas, resulta interesante averiguar si
existe alguna prueba al respecto. Ya al comienzo del informe resulta evidente
que la madre se muestra inclinada a proferir amenazas de índole bastante
alarmante. Por ejemplo, cuando Hans sólo contaba tres años, lo habría
amenazado, según lo descripto, con mandar al médico que le cortara el pene si
el pequeño se lo tocaba (Standard Edition 10: 7-8). Y sabemos también que, sólo
un año después, por la época en que por primera vez se registró la fobia, la
madre todavía procuraba eliminar en él dicho hábito (pág. 24). Según el informe
la madre le había "advertido” que no debía tocarse el pene, aunque no
sabemos la naturaleza de dichas advertencias. Tres meses después, sin embargo,
en medio del informe "analítico” Hans levanta el telón sobre lo oculto
hasta entonces. Una mañana se había dirigido al lecho del padre y, en medio de
la conversación, dijo a aquél: "Cuando no estás tengo miedo de que no
vuelvas”. El padre lo interroga: "¿Acaso alguna vez te amenacé con no
volver a casa?". “Tú no" —respondió el niño—; "pero mamita sí.
Mamita me dijo que no volvería”. El padre advierte lo ocurrido. "Lo habrá
dicho” —replica— "porque te portabas mal”. "Sí” —admite el niño—.
(Standard Edition, 10: 44-45). En el pasaje siguiente el padre reflexiona de manera
lógica: 'Su motivo para salir apenas de la casa y no alejarse nunca, y para
regresar ante el mínimo signo de ansiedad que lo atacara a mitad de camino,
surge del temor a no hallar a sus padres en casa a su regreso, porque éstos
pueden haberse marchado”. Poco después, sin embargo, el padre invierte los
términos de la explicación, trayendo a colación un problema edípico. Incluso
los temores expresos de Hans en el sentido de que podría morderlo un caballo
están a tono con la tesis según la cual la partida de la madre era la principal
causa de ansiedad. Esto lo demuestra un incidente ocurrido durante las
vacaciones de verano del año anterior, al que hizo referencia Hans procurando
refutar las afirmaciones de su padre en el sentido de que los caballos no
muerden. Cuando Lizzi, una pequeña que estaba parando en una casa del
vecindario, se marchó, su equipaje fue transportado a la estación en un carro
arrastrado por un caballo blanco. El padre de Lizzi estaba allí, y le había
advertido a la niña: "No le acerques el dedo al caballo blanco, que puede
morderte” (Standard Edition 10: 29). En consecuencia, descubrimos que el temor
de Hans de que lo mordiera un caballo se halla estrechamente asociado en su
mente con la partida de alguien. Hay también otros datos que confirman que los
caballos se identifican con la partida de personas (por ejemplo, pág. 45). Es
evidente que el. pensamiento freudiano en relación con todas estas cuestiones
sigue lineamientos muy distintos de los aquí propuestos. El insistente deseo de
Hans de permanecer con la madre no se interpreta en función de un apego ansioso
sino como la expresión de su amor por aquélla, de un carácter supuestamente
erótico genital, el cual habría llegado a un “punto extremo de ansiedad”
(Standard Edition 10: 110-111). El sueño en el cual la madre se había marchado
dejándolo solo no sería, en consecuencia, la expresión de los temores de Hans
sobre la posibilidad de que la madre cumpliera sus amenazas de abandonar a la
familia, sino de su temor al castigo que podía infligírsele en razón de sus
deseos incestuosos (Standard Edition 10: 118). El episodio en el cual Hans oyó
a un vecino decir que el caballo blanco podría morder a la niña se asocia con
un deseo manifiesto de que se alejara el padre, no con el temor de que la madre
lo abandonara. Las manifestaciones de afecto que la madre le prodigaba al niño,
a quien permitía acostarse en la cama con ella, no se interpretan como una
expresión natural y consoladora de sentimientos maternos, sino como acciones
que podrían haber alentado, de manera bastante desdichada, los deseos edípicos
de Hans (Standard Edition 10: 28). Un corolario que tiende a confirmar la
actual hipótesis es el posterior desarrollo de los hechos: tras los incidentes
relatados, los padres de Hans se separaron, y posteriormente se divorciaron
(Standard Edition 10: 148). (El hecho de que Hans fuera separado de su pequeña
hermana sugiere que la madre se habría hecho cargo de ella, dejando a Hans con
el padre.) Es preciso abandonar aquí nuestro examen de los hechos, ya que no
hay manera de determinar cuál de las interpretaciones alternativas se acerca
más a la verdad. Teniendo en cuenta los datos registrados, tanto a partir del
caso en sí como a partir de otros casos de fobias infantiles analizados
anteriormente, la hipótesis postulada en la presente obra no sería menos
plausible que la freudiana; no estaría fuera de lugar, por consiguiente,
interpretar los síntomas puestos de manifiesto en el caso del pequeño Hans como
exponentes de una interacción familiar del tipo correspondiente a la pauta B.
La pauta B es definida por Bowlby como “el niño
siente que puede sucederle algo terrible a la madre o, quizás, al padre,(…) por
lo cual permanece en casa para evitar ese hecho”(ibid. p. 288). Está claro
que para Bowlby lo destacado de Juanito es su temor a quedar separado de su
madre, situación sospechada por el niño pues asistía a la escena de una pareja
de padres claramente disfuncional (lo
que se confirmará luego). Es la situación familiar conflictiva lo que lo lleva
al temor a la pérdida de una figura de apego, fundamental en esa etapa.
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