DECONSTRUYENDO
LA “TEORÍA” DEL ATTACHMENT (apego)
Todos conocemos la explicación que, en el siglo II, daba
Ptolomeo al movimiento de los astros que se observa desde nuestro punto de
vista en la Tierra. La Tierra estaba fija (al final, ¿quién se apercibe que nos
estamos moviendo a una enorme velocidad?) y todo el conjunto de astros giraba
en torno a ella. El problema era explicar por qué algunos astros giraban de un
modo diferente al resto, dentro de los que estaban el sol, la luna y los
planetas hasta entonces descubiertos.
La explicación muy ingeniosa que encontró Ptolomeo a
dicho problema fue plantear que los astros que no acompañaban a la gran
mayoría, era porque giraban en esferas diferentes. Nace así, su teoría de las
esferas celestes que fue aceptada por la humanidad durante 1400 años y sigue
siendo útil para los navegantes que mirando el cielo se guían por “la posición
y el movimiento” de los astros.
Tuvo que venir Copérnico en el siglo XVI quien
demostró con total claridad que era la Tierra que se movía, girando sobre sí
misma y alrededor del sol y, además, estando inclinada sobre su eje.
La humanidad demoró 200 años en aceptar esos
planteos: primero pasó por encima de Galileo (siglo XVII) y sus confirmaciones de
los descubrimientos de Copérnico con su telescopio, pues no eran acordes a las
creencias religiosas de la época y constituían una herejía. Y luego la
humanidad esperó hasta el advenimiento de Newton (siglo XVIII) y su descripción
matematizada de la gravitación universal, para barrer definitivamente la idea
de la Tierra como centro del universo.
Quiero destacar con estos comentarios la enorme
diferencia entre una TEORÍA como la de Ptolomeo (que tuvo su utilidad) y un
DESCUBRIMIENTO como el de Copérnico que abre el campo para nuevos descubrimientos
y nuevas teorías.
Salvando las distancias con ese enorme
descubrimiento, podría decir algo similar en mucho menor escala con respecto a
lo que hoy día se menciona continuamente como TEORÍA a propósito de un
sustancial DESCUBRIMIENTO en el área de la ciencia de la psiquis.
Me refiero al descubrimiento de una función
fundamental para la vida, función que en idioma español se denomina apego, como traducción inexacta de la
palabra inglesa attachment (francés attachement). Y subrayo especialmente lo
de función, para distinguirla
claramente de la idea de teoría del apego, como se la denomina habitualmente
hoy día (como puede comprobarse hasta en los últimos trabajos publicados este
año 2019) y como la menciona continuamente el propio Bowlby, tema que
desarrollaremos algo más adelante.
Es una función
cuyo descubrimiento debemos atribuir
enteramente a John Bowlby (1907-1992) aunque haya habido nociones precursoras,
como ocurre muy a menudo en ciencia. Me refiero, por ejemplo, a la descripción que
hace Konrad Lorenz del imprinting (impronta
o troquelado) que observó principalmente en aves, una conducta innata que
interpretó como necesaria para la protección de la cría aún inmadura. En este
sentido, se corresponde enteramente con el objetivo de cuidado de la cría de la
función de apego.
Adjuntamos ahora, dos cuadros que esquematizan lo
esencial de este descubrimiento de Bowlby:
CUADRO 1:
Creo que estos esquemas muestran de modo muy
sintético los conceptos medulares surgidos de una extensa investigación
empírica que, rigurosamente, ha fundamentado una función que hasta ese momento
había permanecido oculta para la ciencia.
No es nuestra intención ampliar el contenido de
estos conceptos pues esos desarrollos están representados abundantemente en la
literatura científica sobre el tema.
Hemos tenido la suerte de estar en contacto con el
tema del apego desde los primeros trabajos producidos por Bowlby, allá por las
décadas de 1970-80, así como la empiria sobre el tema llevada a cabo por Mary
Ainsworth, por Joyce y James Robertson y por muchos otros.
Además, pensamos que, si este descubrimiento hubiera
estado en conocimiento de Sigmund Freud, Anna Freud, Melanie Klein, Jacques
Lacan y otros famosos psicoanalistas, sus aportes científicos hubieran cambiado
radicalmente. Desgraciadamente, esos cambios sustanciales en el enfoque de los
temas psicológicos no se han producido en la medida de lo deseable y seguimos
escuchando opiniones que tratan de conciliar viejas teorías con el nuevo
descubrimiento.
Por ejemplo, Bernard Golse se refiere al apego como pulsión de apego o pulsión de aferramiento, tratando de ubicarlo simplemente como una
aplicación de la pulsión sexual, es decir, de la libido:
No se
trata de ser conciliador a cualquier precio sino sencillamente honesto. Bajo mi
punto de vista no creo que la TEORÍA DEL APEGO nos obligue a revisiones tan
profundas de la metapsicología como se ha podido decir.
Esto ya
lo he intentado mostrar varias veces y no voy a volver hoy, salvo para volver a
decir que el apego –en tanto que necesidad primaria del niño– puede muy bien
verse libidinizado como el resto de necesidades y esto sería coherente con la
teoría freudiana del apuntalamiento (o apoyo). (Golse,
B.; www.sepypna.com › Artículos ›
Psicopatología en la perinatalidad)
Estas opiniones son con las que estamos en profundo desacuerdo
pues pretenden subordinar el aporte de Bowlby al pensamiento clásico del psicoanálisis
como lo es la teoría de las pulsiones, teoría ésta que, según nuestra firme
opinión, no resiste ni el más mínimo análisis para la epistemología actual y
debería ser abandonada para siempre en beneficio del avance de la ciencia.
Desde el ejemplo inicial sobre Ptolomeo y Copérnico
estamos tratando de mostrar toda la evidencia que se ha creado para afirmar que
el fenómeno del apego es mucho más que una teoría; es un descubrimiento
totalmente firme que nadie puede negar, descubrimiento sobre el que se puede
teorizar, pero no para minimizarlo, desplazarlo o desconocerlo sino para
comprender y visualizar mejor todas las consecuencias que se derivan de su real
existencia. Por ese motivo es absolutamente necesario hablar del apego como una
FUNCIÓN. Esta función era ya intuida de varias maneras por científicos y
literatos, pero nadie la había descrito con la firmeza y los argumentos sólidos
y empíricos que desarrolla Bowlby.
Sin embargo, no nos ayuda para nada el propio Bowlby
pues continuamente se refiere a la TEORÍA DEL APEGO y extraemos, de sus últimos
escritos, sólo una de sus numerosas referencias al respecto:
Aquello
que, por conveniencia, yo designo como TEORÍA DEL APEGO es un modo de concebir
la propensión que muestran los seres humanos a establecer sólidos vínculos
afectivos con otras personas determinadas y explicar las múltiples formas de
trastorno emocional y de alteraciones de la personalidad, incluyendo aquí la ansiedad,
la ira, la depresión y el apartamiento emocional, que ocasionan la separación
involuntaria y la pérdida de seres queridos. Como cuerpo de TEORÍA se ocupa de
los mismos fenómenos que hasta ahora habían sido tratados como "necesidad
de dependencia" o de "relaciones objetales" o de "simbiosis
e individuación". Aunque incorpora mucho pensamiento psicoanalítico, la TEORÍA
difiere del psicoanálisis tradicional al adoptar diversos principios que
derivan de las disciplinas relativamente nuevas que son la etología y la teoría
del control; al hacerlo así puede prescindir de los conceptos de energía
psíquica y de impulso y establecer también estrechos vínculos con la psicología
cognitiva. Se le atribuyen los méritos de que, mientras que sus conceptos son psicológicos,
son compatibles con los de la neurofisiología y de la biología evolutiva y
también el hecho de ajustarse a los criterios corrientes de una disciplina
científica. (Bowlby, J., “Vínculos afectivos” 7ª conferencia, ed.
Morata, 1986)
Para comprender esta posición de Bowlby debemos,
antes que nada, situarnos en la época y el lugar en donde estaba realizando su
tarea científica. Era Londres en la mitad del siglo pasado y allí florecían
varios pensadores que exponían teorías psicoanalíticas derivadas de la obra de
Freud. Estaban, por ejemplo, Melanie Klein, Anna Freud, Donald Winnicott,
Wilfred Bion, Michael Balint, Ronald Fairbairn y dejamos muchos en el tintero,
como también obviamos a otros investigadores de países donde florecía el
psicoanálisis (p. ej. Jacques Lacan en Francia o Heinz Kohut y Erik Erikson en
Estados Unidos).
Creemos que Bowlby se refiere a todos ellos como
dependientes, en buena medida, del psicoanálisis tradicional mientras que sus
planteos se alejan sustancialmente del mismo, al estar sustentados por
disciplinas muy diferentes, como lo son la etología y la teoría del control ya mencionadas
en la cita transcripta. Es en ese medio científico donde él expone su
descubrimiento de la FUNCIÓN DE APEGO y piensa sinceramente que es sólo una
“teoría” más, de todas las que están desarrollándose y lo que intenta es demostrar
que esa “teoría” tiene un serio fundamento empírico.
Parecería que Bowlby, en muchos de sus textos, intuye
la importancia de su aporte a la ciencia, pero no llega a darse cuenta de la
enorme dimensión del mismo y que, por lo tanto, no destaca el hecho de que ese
aporte ya no es una “teoría” sino que ha pasado a la superior categoría de
DESCUBRIMIENTO de una nueva FUNCIÓN que abarca no sólo a los humanos sino a
todas las aves y mamíferos.
Es una función que lleva no menos de 100 millones de
años de existencia pues tiene que ver con el salto evolutivo que conduce a la
aparición de los mamíferos y de las aves, con sus compartidas condiciones de
regulación de la temperatura corporal (homeotermia) y de alimentación de las
crías - amamantamiento u otras formas - pues nacen inmaduras (neotenia). Estas
dos condiciones – homeotermia y neotenia – permitieron a estas clases una
adaptación mucho mayor a los ambientes cambiantes del planeta, ya sea a los
variables climas como a otras diversas características del medio.
Los humanos poseemos una inmadurez programada
(neotenia) mayor que ninguna otra especie lo que nos hace mucho más frágiles al
nacer y mucho más dependientes de protección y cuidado, pero a su vez, mucho
más adaptables a las variaciones del entorno. Y, como nos lo dice Wikipedia en parte de su definición de
“neotenia”:
Esto nos permite
seguir aprendiendo y adquiriendo nuevos hábitos durante toda o casi toda
nuestra vida. Por su parte, el etólogo y antropólogo Desmond Morris ha
relacionado ciertas sensaciones gozosas de adultos de nuestra especie, el
sentirse protegidos o queridos, con la neotenia (The Nature of Happiness,
2004)
Creemos que Bowlby conocía bien estos aspectos
relacionados a la aparición del apego en la filogenia, sin embargo, sólo en
pocas ocasiones aparece en sus escritos la palabra función para calificarlo. Muchas más veces está calificado como
comportamiento o conducta. Pero veamos tres citas donde está de ambas formas.
Una:
El
comportamiento de apego es una forma de conducta instintiva que se desarrolla
en el hombre, al igual que en otros mamíferos, durante la lactancia y tiene
como finalidad o meta la proximidad a una figura materna. La FUNCIÓN del
comportamiento de apego consistiría en la protección contra depredadores.
(Bowlby, J.; “Formación, desarrollo y pérdida” pág. 111)
Otra:
Si bien
la conducta de apego es muy obvia en la primera infancia, puede observarse a lo
largo del ciclo de la vida, sobre todo en situaciones de emergencia. Dado que
se observa en casi todos los seres humanos (aunque según pautas variables), se
la considera parte integral de la naturaleza humana y como algo que compartimos
(en distinto grado) con miembros de otras especies. La FUNCIÓN biológica que se
le atribuye es la de la protección. Tener fácil acceso a un individuo conocido
del que se sabe que está dispuesto a acudir en nuestra ayuda en una emergencia
es evidentemente una buena póliza de seguros...cualquiera sea nuestra edad.
Al
conceptualizar el apego de este modo, como una forma fundamental de conducta
con su propia motivación interna distinta de la alimentación y el sexo, y no
menos importante para la supervivencia, a la conducta y a la motivación se les concede
una categoría teórica que nunca se les había dado, aunque tanto los padres como
los clínicos durante mucho tiempo han sido intuitivamente conscientes de su
importancia. (Bowlby, J.;
“Una base segura” pág. 41)
Otra:
Aunque los alimentos y el sexo en
ocasiones desempeñan un papel importante en la relación de apego, esta relación
existe por derecho propio y tiene una FUNCIÓN propia y clave para la supervivencia,
es decir, de protección. (Bowlby, J.;
“Una base segura” pág. 142)
Entendemos, pues, que la FUNCIÓN básica del apego
(como lo dice el CUADRO 1 supra) es la
búsqueda de proximidad y esta
proximidad es la que otorgará protección en todos los sentidos posibles.
Volveremos luego para mayores precisiones sobre esos diversos sentidos
protectores.
Pero agreguemos algo más sobre el mundo científico
en la época de Bowlby (y que aún se mantiene en muchas comunidades de enseñanza
del psicoanálisis) para comprender mejor su cuidado al comunicar su
pensamiento.
Las nuevas ideas que contradicen lo establecido, muy
a menudo merecen fuertes críticas (el fenómeno “Galileo” parece que es eterno
entre nosotros) y sobre eso nos habla Bowlby en este fragmento que transcribimos,
donde se nota su disgusto por el rechazo a sus aportes y, además, nos advierte sobre
la excesiva adherencia a las teorías, pues se obstaculiza así el desarrollo de
la ciencia:
Un
problema con el que se encuentran todos los analistas que han
propuesto nuevas IDEAS TEÓRICAS es el de la crítica de que la nueva TEORÍA no
es “psicoanálisis”.
Tales críticas dependen, por supuesto,
de nuestra definición del psicoanálisis. Lo más lamentable es que definirlo
desde el punto de vista de las teorías de Freud es demasiado frecuente.
Esto está en contraste con las definiciones
adoptadas por las disciplinas académicas, que están siempre en función de los
fenómenos que deben ser estudiados y de los problemas que deben ser resueltos.
En tales disciplinas, el progreso está
frecuentemente señalado por cambios en la teoría, en ocasiones de carácter
revolucionario.
Mientras los analistas continúen definiendo el
psicoanálisis desde el punto de vista de una teoría particular, no podrán
quejarse de que su disciplina sea tratada con indiferencia por los académicos. Más
aún, definiéndola así la están condenando a una fría inercia. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 74)
*********
Volviendo ahora al CUADRO 1, vemos que allí se establece
al apego, no solamente como “búsqueda de proximidad” sino “con despliegue de
afectos característicos”. ¿A qué se refiere esta acotación? ¿Cuáles son esos
afectos?
Digamos primero que la mayor parte de las funciones
somáticas se cumplen de modo automático, sin acceder al campo de conciencia. Unas
pocas sí lo hacen (motricidad voluntaria, alimentación, eliminación, cópula…) y
el apego pertenece a ese grupo al realizar actos y vivenciar afectos.
Además, es una función que señala un particular modo
de unión entre las personas. S. Freud era muy drástico al afirmar que la
función sexual era la más válida para entender esa unión y no un supuesto
instinto gregario como se pensaba en su época. Nadie niega que el sexual sea un
factor de unión muy poderoso y mucho más antiguo pues remite a los orígenes de
la vida sobre la Tierra. Pero el apego nos habla de un factor de unión también poderosísimo,
ya no para la conservación de la especie, pero sí para la supervivencia y la
protección social, como nos lo decía Bowlby en la cita transcripta.
Presentamos de modo sintético en el siguiente cuadro,
las distintas funciones que hasta ahora se pueden detectar para explicar la
unión de los humanos, siempre teniendo en cuenta que la acción de estas
funciones es conjunta e interactiva, aunque en distintas proporciones según el
caso considerado:
CUADRO 3:
En tercer lugar, si ahora nos preguntamos sobre la
naturaleza de los afectos inherentes al apego y buscamos una respuesta en los
textos de Bowlby, encontraremos muy abundantes referencias y sólo pondremos
algunas como ejemplo:
…muchas
de las más intensas emociones humanas surgen durante la formación, el
mantenimiento, la ruptura y la renovación de aquellas relaciones en las que una
de las partes está proporcionando una base segura a la otra, o en las que
alternan los respectivos papeles. Mientras que el mantenimiento imperturbable
de tales relaciones es experimentado como una fuente de seguridad, la amenaza
de ruptura o pérdida da lugar a ansiedad, y con frecuencia a ira, y la pérdida
afectiva, a pesadumbre. (Bowlby, J.; “Formación desarrollo y
pérdida” pág. 131)
En
resumen, y en mis términos, el niño —y posteriormente el adulto— tiene miedo a
sentirse apegado a cualquiera por temor a otro rechazo y a toda la angustia, la
ansiedad y la ira a las cuales conduce. Como resultado, existe una obstrucción
importante que se contrapone a la expresión o incluso al sentimiento de su
deseo natural de una relación íntima y confiada, de cuidados, consuelo y AMOR...
que yo considero las manifestaciones subjetivas de un sistema importante de
conducta instintiva. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 70)
Otro
punto que quiero subrayar acerca de la conducta de apego consiste en que es una
característica de la naturaleza humana a lo largo de nuestras vidas, desde la
cuna hasta la tumba. Es cierto que por lo general resulta menos intensa y menos
absorbente en los adolescentes y en los adultos que en los primeros años de
vida. Sin embargo, el deseo de AMOR y cuidados es muy natural cuando una
persona está ansiosa y perturbada. (Ibídem. pág. 100)
…es aquélla
en que la madre —cuya infancia ha transcurrido desprovista de AMOR— busca en su
propio hijo el AMOR del que ha carecido hasta ese momento. Al actuar así,
invierte la relación normal progenitor-hijo, exigiendo al niño que actúe como
progenitor mientras ella se convierte en hija. (ibídem pág.
127)
Cuando
en un grado notorio ese individuo intenta vivir su vida sin el AMOR y el apoyo
de otras personas, intenta volverse emocionalmente autosuficiente y con
posterioridad puede ser diagnosticado como narcisista o como poseedor de un
falso si-mismo del tipo descrito por Winnicott (1960). (ibídem pág.
146)
La amenaza de negar el AMOR a un niño como
medio de control (ibídem pág. 169)
Si bien en estas citas se
nombran distintos afectos podemos afirmar que el afecto básico en torno al cual
giran todos los demás es el que, universalmente, se denomina AMOR y así lo destacamos
en los pasajes que seleccionamos de entre los muchos donde aparece.
O sea, la búsqueda de
proximidad está animada por ese sentimiento particular definido como amor, sentimiento
que tiñe todas las conductas desplegadas en ese vínculo particular que llamamos
apego.
El amor aparece muy
tempranamente en el niño acompañando la aparición del apego ya programado
genéticamente. Esta aparición se produce en nuestra especie entre los 4 y los 8
meses por la marcada inmadurez humana al nacer a diferencia de lo que ocurre en
la inmensa mayoría de aves y mamíferos.
Una manifestación de la
falla o distorsión de la programación genética del apego se puede observar en
el elemento común que une a los diversos trastornos del espectro autista,
es decir el componente AUTISTA. Estas características típicamente autistas se
señalan con claridad en los manuales que describen los criterios diagnósticos de
estos trastornos:
Del DSM 5 (Diagnostic and
Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition) extraemos:
Deficiencias persistentes en la
interacción social… deficiencias en la reciprocidad socioemocional…
acercamiento social anormal… disminución de emociones o afectos compartidos… anomalías
del contacto visual… falta total de expresión facial… dificultades para ajustar
el comportamiento en diversos contextos sociales…o para hacer amigos… hasta la
ausencia de interés por otras personas.
Aún más claro es el CIE
10 (Clasificación Internacional de Enfermedades) en su código F84.0:
Alteración cualitativa de la interacción
social recíproca:
a.
Fracaso en la utilización adecuada del
contacto visual, de la expresión facial, de la postura corporal y de los gestos
para la interacción social.
b.
Fracaso del desarrollo de relaciones con
otros niños que impliquen compartir intereses, actividades y emociones.
c.
Ausencia de reciprocidad
socio-emocional, puesta de manifiesto por una respuesta alterada o anormal
hacia las emociones de las otras personas, o falta de modulación del
comportamiento en respuesta al contexto social o débil integración de los
comportamientos social, emocional y comunicativo.
d.
Ausencia de interés en compartir las
alegrías, los intereses o los logros con otros individuos.
Luego de muchos años en
los que se sostenía que la falla en el apego en estas afecciones se debía a
déficits en la interacción con las figuras de apego, pasó a estar hoy está
claramente establecido que la falla proviene, no de la interacción sino del
sistema neurológico. Y que la parte autista del trastorno consiste en la
incapacidad para entender el vínculo que denominamos amor, cariño, ternura,
etc. Esto está plenamente mostrado en el extraordinario caso de Temple Grandin
que describe el eminente neurólogo Oliver Sacks bajo el título “Un antropólogo
en Marte” (extraer de la app. ebiblioteca). También lo vemos con
claridad en la película ADAM (2009. direc. Max Mayer) que está en las redes.
Son totalmente distintos
los trastornos que proviene de interacciones patológicas. El salto es bien evidente:
se pasa de una etiología individual a una etiología vincular. Los ejemplos
claros que nos presenta, tanto el DSM 5 como el CIE 10, son el trastorno de
apego reactivo y el trastorno de relación social desinhibida que
exhiben idéntica etiología que transcribimos tal cual:
El niño ha experimentado un patrón
extremo de cuidado insuficiente, como se pone de manifiesto
por una o más de las características
siguientes:
1.
Negligencia o carencia social que se
manifiesta por la falta persistente de tener cubiertas las necesidades
emocionales básicas para disponer de bienestar, estímulo y afecto por parte de los
cuidadores adultos.
2. Cambios repetidos de los cuidadores primarios
que reducen la oportunidad de elaborar un apego estable (p. ej., cambios
frecuentes de la custodia).
3. Educación en contextos no habituales que
reduce en gran manera la oportunidad de establecer un apego selectivo (p. ej.,
instituciones con un número elevado de niños por cuidador).
Es necesario destacar - Bowlby
lo hace continuamente - que los vínculos eróticos son totalmente diferentes de
los vínculos de apego. Para Freud, estos vínculos - que él llamaba tiernos (no
llegó a conocer el pensamiento de Bowlby) - eran sólo una expresión de la libido.
Pero le fue muy difícil explicar su carácter duradero, tan distinto al de los vínculos
placenteros eróticos y su carácter de descarga pasajera. (Ver la opinión de
Freud en el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche, “Inhibido o
coartado en su fin”, Zielgehemmt = meta inhibida)
Afirmaremos, pues, que son
claras las “leyes” del CUADRO 2 (denominadas leyes por nosotros, porque
los autores les llaman efectos) y están todas apoyadas en empiria
plenamente convincente.
También diremos que son
claras las emociones que acompañan al vínculo de apego, empezando por lo que ya
hemos señalado como amor, cariño, afecto, querer y otras vivencias muy próximas
como protección, amparo, cobijo, sostén (Winnicott), continentación (Bion), empatía
(Kohut), etc.
(Como a menudo se usa la
palabra amor vinculada a lo sexual, hemos optado por usar la expresión amor
entrañable para referirnos a lo que las personas sentimos intensamente por padres,
hijos, hermanos, parejas, amigos, mascotas, terruños, querencias, oficios etc.
y que bien sabemos que es algo muy distinto al atractivo erótico.)
Son igualmente claras las
emociones que se despiertan con la pérdida o la separación de un importante
objeto de apego y eso está bien señalado en la casuística de Bowlby.
Para decirlo con sus
palabras:
Un rasgo de la conducta de apego de
enorme importancia clínica, prescindiendo de la edad del individuo, es la
intensidad de la emoción que la acompaña, dependiendo el tipo de emoción originada
de cómo se desarrolle la relación entre el individuo apegado y la figura del
apego.
Si la relación funciona bien, produce alegría
y una sensación de seguridad. Si resulta amenazada, surgen los celos, la
ansiedad y la ira. Si se rompe, habrá dolor y depresión. Finalmente, existen
pruebas fehacientes que el modo en que la conducta de apego llega a organizarse
dentro de un individuo, depende en grado sumo de los tipos de experiencia que
tiene en su familia de origen o, si es desafortunado, fuera de ella. (Bowlby, J.; “Una base segura” pág. 16)
Como puede apreciarse, el
amor entrañable está expresado en esta cita como la intensidad de la emoción
que… acompaña a la conducta de apego…Pero, además, están indicadas
aquí emociones básicas que se despiertan cuando, por diversos motivos se
frustra o se distorsiona el vínculo de apego: ansiedad, ira, depresión, celos,
dolor anímico…
Para terminar, haremos un
comentario sobre los distintos tipos de apego que se han descrito ya desde la
época de Bowlby especialmente de la mano de Mary Ainsworth. En este tema sí que
podemos hablar de TEORÍA, generada a partir del descubrimiento de la función
de apego, porque es un tema difícil, complejo y oscuro sobre el que es posible
discrepar, corregir o cambiar por otras teorías.
En un intento de ordenar
las distintas formas que presenta el apego en las numerosas observaciones que
realizan continuamente un conjunto cada vez mayor de investigadores interesados
en el tema, se clasificaron las siguientes:
ü apego
seguro, la forma normal y deseable
ü apego
ambivalente
ü apego evitativo
ü apego
desorganizado…
…siendo estas tres
últimas, indicadoras de sufrimiento anímico.
No vamos a describir aquí
las características de estas diferentes formas pues están abundantemente
presentadas en la literatura al respecto y a ella nos remitimos. Sí diremos que
han sido obtenidas, sobre todo, de numerosas observaciones del modo de vínculo
de niños con sus figuras de apego. Además, han podido ser corroboradas en
adultos por conflictos claramente relacionados con situaciones similares vividas
en su niñez.
Pero parece de muy
difícil definición, el lograr perfilar trastornos claramente identificables del
apego para así incluirlos en un manual clasificatorio como el DSM o el CIE10.
Y al pensar en qué
consiste esta dificultad, podemos pergeñar los siguientes puntos:
Ø El hecho
de estar observando una interacción entre dos (o más) participantes.
Ya sabemos lo difícil que ha sido (y sigue siendo) clasificar tipos de
familia, justamente por la gran variabilidad que se desprende de las interacciones
múltiples generadas entre varios participantes y que se complican de modo
exponencial a medida que aumenta el número de los mismos. Pues bien, la misma
situación la tenemos cuando analizamos las conductas de apego porque lo
observado no depende sólo de la acción de uno de los participantes sino de
ambos. El propio Bowlby nos muestra que la mejoría que observa en la calidad de
vida de las personas que lo consultan, está apoyada no sólo en el mayor
conocimiento que adquieren de sí y de sus vínculos, sino en la generación con
su terapeuta de un vínculo de apego que oficia como corrector de experiencias
actuales o pasadas. Es la propia interacción la generadora de cambios en
la experiencia.
Ø Al
tratar de definir sólo a uno de los participantes. Puede sucedernos que
encontremos rasgos coexistentes de varias de las formas descritas y en
distintas proporciones según con qué figura de apego esté interactuando. Sólo es
más clara la definición del caso cuando consideramos características bien
opuestas. Así sucede en los dos tipos descritos por los manuales
clasificatorios pues en ellos, el niño es o excesivamente desconfiado (para la
forma “inhibida”) o excesivamente confiado (para la forma “desinhibida”). Se
nos dirá que estas dificultades clasificatorias son habituales para muchos de
los trastornos que describen estos manuales. Esto es sustancialmente cierto,
motivo por el cual no debemos ser para nada estrictos con las clasificaciones y
servirnos de ellas como orientadoras, para comunicarnos entre nosotros o para comparar
resultados. Pero quizás debemos ser muy cautos al tipificar casos particulares.