lunes, 4 de junio de 2018

KOHUT: varios materiales


Revista de Psicoanálisis

Julio 2005 - No.20


Phil Mollon: Releasing the Self: The Healing Legacy of Heinz Kohut. 2001: Londres (Whurr)

Autor de la reseña: Mario Marrone
Introducción 
El autor de este libro, Phil Mollon, es miembro del así llamado “Grupo Independiente” de la Sociedad Psicoanalítica Británica. Combina su practica privada como psicoanalista con su trabajo como psicólogo clínico en un hospital general del condado de Hertfordshire, Inglaterra, donde ha adquirido gran experiencia clínica en el tratamiento de patologías graves. También ha trabajado en la Clínica Tavistock de Londres. Asimismo, es miembro del “Advisory Board” del “New York Institute for Psychoanalytic Self Psychology”.  Mollon es un hombre de mediana edad, delgado, canoso, de voz apagada, con una apariencia sosegada y nada ostentoso. En sus actuaciones como ponente o miembro de mesas redondas en congresos y jornadas, habla de manera clara y concisa, manteniendo siempre una actitud modesta y tranquila.
Mollon es un escritor prolífico y ha publicado numerosos libros.   Sus áreas de interés incluyen Heinz Kohut, la Psicología del Self, la Teoría del Apego, el trauma y las memorias traumáticas, estados mentales disociativos, trastornos en las experiencias del Self, vergüenza y, más recientemente, las neurociencias y la aplicación del método de desensibilización y reprocesamiento mediante movimientos oculares a la terapia de estados post-traumáticos.
Este libro se refiere a la obra de Heinz Kohut (1913-1981). Combina una descripción objetiva de algunos puntos importantes que caracterizan la estructura básica del pensamiento de Kohut con una evaluación de sus ideas desde el punto de vista del psicoanálisis contemporáneo.
Como es bien conocido, particularmente para los lectores de “Aperturas Psicoanalíticas”, Kohut fue una figura importante  del movimiento psicoanalítico del siglo XX, particularmente en los Estados Unidos. Siendo médico, después de dejar su Viena natal en 1938 cuando los nazis se adueñaron de Austria, inmigró a Londres (donde permaneció durante un año) y posteriormente a Chicago, donde vivió el resto de su vida. Muchos historiadores del psicoanálisis norteamericano lo describen como la figura más creativa del Instituto de Psicoanálisis de Chicago. Sin embargo, a medida que fue desarrollando y publicando sus ideas, que eran nuevas en el contexto del psicoanálisis predominante en Chicago, sus colegas lo marginaron. Kohut sufrió en Chicago el rechazo que recibió Bowlby en Londres. Sin embargo, con el paso del tiempo, sus ideas han sido reconocidas por muchos analistas y su contribución no puede ser ignorada.
Aunque Mollon no lo explica en su libro, sabemos que Kohut, antes de su marginación en el Instituto de Chicago, llegó a ser presidente de la Asociación Psicoanalítica Americana. Allí observó las maniobras que colegas respetados efectuaban al servicio de sus intereses personales. Aparentemente, esas observaciones lo llevaron a buscar una comprensión más profunda del narcisismo y de las manifestaciones en el ámbito institucional de aspectos no analizados de caracteropatías narcisistas en profesionales que se suponía habían pasado por un buen análisis, prolongado e intensivo.
Como es bien sabido, Kohut fue creador de una escuela de pensamiento psicoanalítico conocida como “Psicología del Self”, cuyo énfasis en el rol de la empatía como organizador psíquico subrayó la importancia de la función parental satisfactoria para promover el desarrollo óptimo de la personalidad y estabilidad emocional a lo largo del ciclo vital.
Kohut fue una figura paradigmática en la vida intelectual de los Estados Unidos. Durante los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, muchos psicoanalistas – un número importante de ellos, como ocurrió también en Inglaterra, eran judíos de Europa Central-dieron vida al desarrollo del pensamiento freudiano y formularon nuevas hipótesis y teorías.  Heinz Kohut adquirió una posición de liderazgo en este campo, aunque, como ya he dicho, sus ideas no fueron aceptadas de manera unánime.
Mollon explica que la obra de Kohut ilumina áreas oscuras de la vida psíquica. Kohut propone una manera de trabajar que nos ayuda a establecer un contacto productivo con pacientes que tienen una vulnerabilidad narcisista y que, bajo otro enfoque, tienden a reaccionar a las intervenciones terapéuticas de forma negativa. Un psicoanálisis que no se fundamente en una comprensión profunda del rol de la empatía y de la patología del Self, dice Mollon, nos puede llevar a provocar stress y daño en pacientes vulnerables.
Mollon nos advierte que los aportes de Kohut han sido eclipsados antes de que la comunidad psicoanalítica los haya comprendido e integrado. Esto se debe a dos tendencias que podríamos llamar “post-Kohut”. En primer lugar, algunos escritos sobre Kohut simplifican y distorsionan sus ideas, eliminando sus aspectos más sutiles y arrancándolas de sus raíces psicoanalíticas. En segundo lugar, con la emergencia en Estados Unidos de la escuela “intersubjetiva” (que se basa solo parcialmente en el pensamiento de Kohut), la contribución original de Kohut queda desdibujada.
Capítulo 1: Rabia, vergüenza y terror presimbólico.
Mollon inicia este capítulo con un caso clínico, una paciente de una unidad psiquiátrica hospitalaria que se queja de ansiedad, depresión e ideas paranoides. En la entrevista, la paciente describe sus síntomas y quejas con cierta ambigüedad. Hablando de su historia personal, refiere una serie de eventos de su vida penosos y problemáticos. Ha tenido un aborto espontáneo, su matrimonio se ha roto, tiene conflictos con sus padres y ha descubierto que su hijo adolescente  consume drogas. Sin embargo, la paciente se agita y enfada cuando se exploran estas áreas de su vida, calmándose cuando el medico le dice que tal vez ella siente que su mente se está desintegrando y ese sentimiento le debe dar un gran susto.
Cuando un paciente está bajo los efectos de la ansiedad de desintegración, a veces el examen del contenido de la experiencia debe ir precedido por una interpretación empática de la estructura de la misma. Alusiones a la ansiedad de fragmentación ocurren cuando la gente dice que se siente “hecha pedazos”, “hecha polvo”. Una noción similar fue enunciada por Balint (1968) usando el término “falla básica”. Esta ansiedad no es el resultado de un conflicto pulsional, de fantasías o de necesidades de relación objetal. Es una pena que Mollon no defina aquí el concepto de “estructura de experiencia”. En mi opinión, uno de los problemas con los escritos de Kohut, es que a veces parece que los términos se definen a sí mismos, por así decir. Según mi propia interpretación, Kohut utiliza la palabra estructura para diferenciarla de afectos, pulsiones y contenido (conflicto con los otros). Es difícil entender a Kohut sin haber adquirido una idea clara del significado que le da a los términos que él crea y utiliza.
El antídoto a la experiencia de fragmentación, vergüenza, rabia, terror y alienación es la respuesta empática del otro. En el niño, la preservación y restauración de la coherencia y organización del Self depende de la capacidad de sus figuras de apego para calmarlo. En terapia, la disponibilidad empática del terapeuta es esencial para lograr objetivos terapéuticos óptimos.

Capítulo 2: Discerniendo estructuras invisibles
Mollon explica que, mientras que en psicoanálisis tradicional la tendencia es interpretar el contenido inconsciente de las palabras y conductas del paciente, Kohut se interesa por buscar la carencia en la estructura psíquica. Mollon cita a otros autores para buscar puntos en común con este concepto, a pesar de lo cual, esto reafirma el hecho de que Kohut presenta una perspectiva radical al sostener que las fantasías primitivas, las imágenes arcaicas del Self y del objeto, como también los deseos y pulsiones asociados con aquellos (que constituyen el material común de las investigaciones psicoanalíticas) se podrían entender mejor como derivativos de experiencias de fragmentación o vaciamiento y como la expresión de deseos profundos de recibir respuestas empáticas.
A pesar de que por mi conocimiento personal de Phil Mollon sé que está familiarizado con la teoría del apego, uno de los puntos débiles de su libro es que no establece un vínculo entre conceptos afines de la teoría del apego y de la psicología del Self. Por ejemplo, en términos de la teoría del apego, la capacidad de las figuras parentales de proveer respuestas sensibles es crucial para el desarrollo de la personalidad y la capacidad interna de establecer estabilidad y regulación afectiva. Esta es una premisa teórica fundamental que no sólo se basa en la observación clínica sino también en la investigación empírica. De cualquier manera, en este libro, Mollon enfatiza el significado teórico y clínico de la obra de Kohut, subrayando que su posición nos permite explorar los contenidos mentales del Self en estado de desintegración y discernir las estructuras invisibles subyacentes.
El paciente, en el transcurso de la terapia, en aquellos momentos en los cuales siente que su analista le responde con empatía, experimentará un sentimiento relativo de bienestar y su funcionamiento psicológico ha de mejorar. En cambio, cuando el paciente siente que su analista falla en su función empática, podrá sentirse mal. Mollon no habla aquí de iatrogenia. Sin embargo, desde mi punto de vista, el paciente puede sentir que su analista falla en su función empática porque transferencialmente revive experiencias pasadas de falta de empatía por parte de sus figures de apego o porque, en realidad, el analista no está respondiendo empáticamente. Esto puede ocurrir cuando el analista tiene problemas de personalidad no resueltos o cuando trata de adaptarse a una teoría de la técnica que no privilegia la función empática. Mollon retoma este tema en el capítulo 11.
Más adelante en este capítulo, Mollon define algunos conceptos básicos de la obra de Kohut, tal como objeto del Self y establece la distinción entre este concepto y el de objeto. Mientras que en la literatura psicoanalítica el término objeto representa al otro con quien uno se relaciona o –más frecuentemente- a la representación interna del otro, el objeto del Self consiste en la experiencia interna que una persona tiene del otro. Se ha convertido en práctica actual en la psicología del Self usar la expresión “Self experience” para referirse a la experiencia que provee el objeto del Self.  Aunque Mollon no aclara el concepto con precisión, da a entender que esta experiencia tiene características específicas: ocurre cuando el otro –o sea la figura de apego– logra, a través de sus comunicaciones verbales y no verbales, calmar al sujeto. Esta experiencia cumple, para el bebé, una función clave en darle coherencia a su naciente Self. Más adelante, Mollon distingue tres variantes de los objetos del Self y los distintitos tipos de transferencias propuestos por Kohut y su colaborador y discípulo Ernest S. Wolf. Wolf (quien actualmente vive en Estados Unidos pero viaja frecuentemente a Inglaterra a dar seminarios y visitar a su hija Elizabeth, que es una analista del grupo independiente británico) ha hecho una contribución importante a la teoría del Self y al rol del analista en la reparación de las heridas del Self.
Aunque Mollon no lo dice en su libro, sabemos que en el Instituto de Psicoanálisis de Chicago, Kohut estaba rodeado de un grupo de analistas, jóvenes entonces (John Gedo, Arnold Goldberg, Michael Basch, Paul y Anna Ornstein, Paul y Marian Tolpin y Ernest Wolf), que le dieron apoyo y contribuyeron a la difusión y desarrollo de la psicología del Self, aunque –como me informa Hugo Bleichmar-ulteriormente John Gedo desarrolló críticas a la Psicología del Self.
Uno de los aspectos interesantes del libro de Mollon, es que no se trata de una biografía de Kohut ni se limita a presentar su obra e ideas. Por el contrario, Mollon compara ideas de Kohut con las de otros autores, incluyendo algunos cuya posición Kleiniana es diametralmente opuesta a la psicología del Self. Esta manera comparativa de exponer las ideas de Kohut es enriquecedora, aunque a veces el lector tiene que luchar para separar conceptualmente las ideas de Kohut de la de otros autores.
En este capítulo, Mollon no solamente enuncia principios teóricos sino que también, como lo hace a lo largo del libro, se interesa por la aplicación directa de estos principios a la práctica del psicoanálisis, incluso usando ejemplos de casos clínicos. En el capítulo 2, explorando el significado del caso del Sr. A., un paciente de Kohut, Mollon subraya –como lo ha hecho con más detalle en otras publicaciones suyas- la importancia de reconstruir históricamente la desilusión que sufrió de niño en la relación con su padre y su madre.
En este sentido, coinciden mi posición y la de Mollon y contrastan con el énfasis en el “aquí-y-ahora” que ha tenido un modelo predominante en Gran Bretaña y zonas de influencia. Sin embargo, Mollon también recalca la necesidad del niño, en este caso el Sr. A., de idealizar al padre y las consecuencias negativas de no poder hacerlo. Desde luego, este punto conecta con el concepto de Kohut de “transferencia idealizante”, un tema del cual se ha hablado mucho en la literatura de la psicología del Self. Para explicarlo de manera simple y concisa, Kohut pensaba que el individuo, particularmente en el curso de su infancia, busca a un objeto del Self idealizado. A esa búsqueda la llama “imago parental idealizada”,  para referirse a cuando, en la infancia, el objeto del Self puede proveer esa imago, que considera necesaria para la autoestima del niño, al fusionarse con ella. Cuando en el curso del tratamiento se reactiva esa necesidad de una figura idealizada con la cual fusionarse, entonces la denomina “transferencia idealizante”.
Desde mi punto de vista, las palabras “transferencia” e “idealización” no son idóneas para reflejar las nociones que trataba de formular Kohut. Según su definición original, la idealización es un mecanismo de defensa que consiste en exagerar los aspectos positivos de una persona o situación a expensas de reconocer los aspectos negativos. Investigaciones actuales en el campo de la psicología evolutiva y los estudios del apego demuestran que lo que el niño necesita es disponibilidad, aceptación, empatía y capacidad reflexiva por parte de sus figuras de apego. Pero ¿por qué llamar a esas condiciones “idealización” y al proceso de buscarlas “transferencia”? Kohut fue un pionero y, tal vez, si hubiese vivido más años, hubiese modificado su lenguaje a la luz de las investigaciones actuales sobre desarrollo temprano. Sin embargo, no sabemos si Kohut hubiese estado abierto a esas investigaciones, que tienen lugar fuera del contexto psicoanalítico. Como lo veremos más tarde, Kohut, al igual que la mayoría de los psicoanalistas, valoraba la investigación clínica (o sea lo que se descubre en la situación analítica con el paciente) y le daba a la empatía un papel fundamental como instrumento de investigación.

Capítulo 3: Perversión, la escisión vertical  y la dimensión psicoeconómica
Kohut estableció una distinción importante entre las escisiones “horizontal” y “vertical”. En la primera, el material intrapsíquico es reprimido. En la escisión vertical, en cambio, el material intrapsíquico no es reprimido pero se ignora su significado emocional. Este proceso lleva a la coexistencia de contenidos intrapsíquicos que no se comunican mutuamente. En este sentido, el concepto de escisión vertical es una manera de definir lo que otros autores llamamos “procesos disociativos”. De hecho, Mollon se refiere más explícitamente a la disociación en capítulos posteriores.
Mollon, en este capítulo, trata de explorar una interpretación de la sexualidad atípica o perversa sobre la base de una expresión erotizada de necesidades narcisistas. Dicho así, la explicación parece simple. Sin embargo, Mollon continua desarrollando el tema con la ayuda de ejemplos clínicos. Cita a Kohut cuando éste dice que el impulso a la perversión es más irresistible que el simple deseo de satisfacción genital. El motivo por el cual esto ocurre es que la perversión constituye un intento de llenar un déficit estructural en la organización del Self.  Este punto de vista no es incompatible con la idea que Diamond y yo proponemos (Diamond y Marrone, 2003), que la conducta sexual atípica es un intento de reparar el daño ocasionado por experiencias traumáticas con las figuras de apego en la  infancia. Diamond y yo preferimos hablar de “conducta sexual atípica” y no de “perversión”, ya que esta palabra tiene una carga semántica con connotaciones moralísticas, religiosas y políticas que distorsionan el verdadero significado clínico de los fenómenos que intentamos describir y categorizar.
Kohut cuestiona la vigencia del complejo de Edipo como explicación universal de la psicopatología. En la época en que Kohut vivía en Chicago, la idea dominante era que la psicopatología se debía fundamentalmente a la falta de resolución del complejo de Edipo. Para Kohut, en cambio, el origen de la psicopatología está principalmente relacionado con la falta de resolución de las ansiedades narcisistas (ver Ferrari y Juri, 2000). Bowlby y Kohut comparten la misma opinión. Bowlby me dijo una vez en supervisión: “Cuando los psicoanalistas hablan del Edipo se refieren al miedo de ser desplazado en una relación triangular y el intento de aliarse con otro ángulo para vencer ese miedo. Esto lo vemos a veces en la clínica, pero ¿por qué debemos transformar a esa situación en algo universal y sexual? Estos miedos surgen más frecuentemente en el contexto de inseguridad de apego, cuando el sujeto no se siente suficientemente valorado y tratado con disponibilidad y empatía”.

Capítulo 4: El proceso curativo en el psicoanálisis de Kohut
En este capítulo, el autor explica cómo define Kohut al proceso terapéutico. Mollon trata de esclarecer algunos malentendidos comunes en torno a las ideas de Kohut sobre la transferencia. Recalca que Kohut nunca dijo que el analista debe ofrecer una experiencia empática y especular –o “experiencia emocional correctiva”- dejando de lado el análisis de la transferencia negativa.
Kohut nunca dejó utilizar la reconstrucción histórica como parte del análisis de la transferencia. En 1984, en “Cómo cura el análisis”, Kohut dijo que durante el proceso analítico paciente y analista exploran de manera mutuamente cooperativa el pasado traumático de aquél. Sin embargo, se puede desatar una tormenta de manera tal que la situación analítica se transforme en el pasado traumático y el analista sea percibido como el objeto del Self traumatizante del pasado. En otras palabras, todo paciente oscila entre (a) ver al analista como un objeto del Self benigno con quien puede mantener una relación productiva y (b) percibirlo como un objeto del Self traumatizante que representa a nivel transferencial aspectos negativos de las figuras parentales tempranas. Desde mi punto de vista, aquí hay dos puntos obscuros en la terminología de Kohut. El primero es que lo que aquí menciono como “a” es algo que Kohut llama transferencia de objeto del Self, mientras que otros autores pueden llamar “alianza terapéutica” o Bowlby llamaría “representación del analista como figura benigna” (comunicación personal). El segundo punto oscuro es que en general Kohut define al objeto del Self como bueno, mientras aquí habla de un “objeto del Self traumatizante”.  Mollon nota esta disonancia y sugiere que al objeto del Self traumatizante sería mejor llamarlo “anti objeto del Self”.
A continuación, Mollon trata de esclarecer algunas de estas ideas con ejemplos clínicos que Kohut presenta en algunos de sus escritos.  De ahí pasa a conceptuar cómo, desde el punto de vista de Kohut, se produce el cambio terapéutico. Si bien Kohut aceptaba la interpretación analítica como herramienta de trabajo y la elaboración de la transferencia como promotora de insight, el mecanismo fundamental de cambio, según él, es la internalización transmutante. Mollon dice que es muy importante comprender que Kohut no proponía que el analista haga algo diferente de lo que cualquier psicoanalista hace: la tarea esencial del análisis es interpretar la transferencia. Sin embargo, la comprensión del proceso y el contenido de las interpretaciones según el pensamiento de Kohut es diferente del análisis clásico.  Yo creo que la “internalización transmutadora podría definirse como el proceso de adquirir los aspectos continentes del objeto del Self, de manera que se transforme en estructuras internas autoregulatorias. Desde mi punto de vista, basado en la teoría del apego, yo diría que la “internalización transmutadora” consiste en un proceso de adquisición de mecanismos internos de regulación afectiva a través de la respuesta sensible de las figuras de apego. Me sorprende que Mollon, siendo un conocedor de la teoría del apego, no mencione los estudios sobre respuesta sensible y regulación afectiva que provienen de este campo. Sin embargo, como vamos a ver luego, en el capítulo 9 toca este tema con relación a la contribución de las neurociencias.

Capítulo 5. Empatía y los intersubjetivistas
Mollon comienza este capítulo mencionando el artículo de Kohut titulado “Introspección, empatía y psicoanálisis” (1959).  Aquí Kohut sostiene que los datos del psicoanálisis – pensamientos, deseos, sentimientos, fantasías, ansiedades- no se pueden observar en un espacio físico. Sólo están disponibles a través de la introspección y la empatía con los otros.
Kohut hizo una doble crítica. Por una lado criticó la forma en que los psicoanalistas de su época (y, yo agregaría, también en la actualidad) construían y construyen formulaciones teóricas que no están ancladas en los conocimientos a los cuales nos dan acceso la introspección y la empatía. Por ejemplo, Kohut dice que los conceptos de pulsión de vida y pulsión de muerte no surgen de una teoría psicológica basada en la introspección y la empatía. Básicamente se quejaba de que muchos analistas hacían construcciones teóricas axiomáticas sin explicar el pasaje de la observación clínica basada en la empatía a la conclusión teórica.
Por otra parte, criticaba a los autores que importan al psicoanálisis ideas, conocimientos y teorías de campos foráneos a la observación clínica. En este sentido, las ideas de Kohut difieren de las de Bowlby, ya que Bowlby incluía la investigación empírica (particularmente en el campo de la psicología evolutiva) como fuente de datos para el psicoanálisis. Sin embargo, Kohut no criticaba a Bowlby, a quien no parecía conocer.  Mencionaba, en cambio, a Spitz y Mahler.  Algunos analistas como André Green han llegado al extremo de decir que el intento de incorporar al psicoanálisis datos aportados por otras disciplinas, como lo propuso Bowlby, es un acto de perversión del psicoanálisis. En otras palabras, es ampliamente conocido que Green considera que la investigación en psicología evolutiva pertenece a un campo tan diferente del psicoanálisis que no se justifica tratar de relacionarlos. Sin embargo, sabemos también que Joseph Lichtenberg, emergiendo del campo de la Psicología del Self, ha trabajado en la búsqueda de puntos de enriquecimiento mutuo entre investigación empírica y psicoanálisis.
Acto seguido, Mollon hace un estudio comparativo entre la psicología del Self y la escuela intersubjetivista de Storolow y asociados. Esta escuela se basa en la idea de que los fenómenos clínicos observados por los psicoanalistas siempre tienen lugar en el contexto de dos personas (analista y analizando), cada uno con su patrón subjetivo de organización e interpretación de su experiencia. Si bien la escuela intersubjetivista fue históricamente un desprendimiento de la psicología del Self, también le hace críticas a esta última. Mollon hace un análisis medido de esta temática y utiliza ejemplos clínicos para clarificar algunos de los puntos en cuestión.
Luego, Mollon trata de situar a Kohut en el campo de las tendencias intersubjetiva, relacional e intrapsiquica en psicoanálisis.  Mollon no cae en simplificaciones rápidas. Afirma, además, que Kohut no sacrificaba la complejidad de las ideas en aras de formulaciones tendenciosas. Acto seguido, Mollon aclara que la palabra “intersubjetivo” tiene multiplicidad de significados. (1)
Sabemos que el concepto de “escuela intersubjetiva” se usa dentro de este movimiento exclusivamente para referirse al grupo de Stolorow, Atwood y Orange, como etiqueta que los define. Otra cosa es patrocinar un enfoque intersubjetivo, en lo que están Renik y otros autores. Mollon trata de ubicar a Kohut históricamente en el contexto de un movimiento que sitúa al individuo como parte de un contexto relacional, sin el cual no es posible entenderlo. Entre los autores que han definido este campo menciona brevemente a Sandor Ferenczi, Erich Fromm, Harry Stack Sullivan, Clara Thompson, Ronald Fairbairn , Harry Guntrip, Donald Winnicott y otros.
Mollon aclara que hay algunas versiones de intersubjetivismo en psicoanálisis, de las cuales Renik es un ejemplo, que sostienen que la neutralidad analítica y la búsqueda de la verdad objetiva son ilusorias. Esta posición ha alarmado a quienes temen que esa posición lleve al analista a hacer actuaciones de la contratransferencia, ser demasiado transparente en sus comunicaciones personales al paciente y, en general, a una ruptura con la posición tradicional de abstinencia, aun cuando a menudo todos reconocemos que la abstinencia sea relativa.

Capítulo 6: Kohut y el objeto interno
En este capítulo, Mollon dice que el Objeto del Self se relaciona con un “otro” a quien funcionalmente se vive como parte del Self. Es una experiencia que el bebé y el individuo a lo largo de su ciclo vital buscan y necesitan. Si bien el objeto del Self es vivido como parte del Self, por definición no existe dentro del Self. A través del proceso de internalización transmutadora se adquieren, por así decir, las funciones del objeto del Self.
A partir de ese punto, Mollon compara el concepto de objeto del Self con el concepto de objeto interno, tal como aparece en las obras de Bion, Bollas, Brandchaft, Fairbairn, Fonagy, Klein, Modell, Anne-Marie y Joseph Sandler y otros autores. En este capítulo, Mollon también explora otros tópicos, como por ejemplo la relación entre empatía e identificación proyectiva, el pánico al cambio psíquico y los fenómenos transferenciales desde el punto de vista de Kohut.  Como siempre, Mollon hace gala de su erudición y claridad de pensamiento. El lector ha de encontrar en estas páginas referencias muy útiles.
Como dice Mollon, Kohut no definió explícitamente a los “objetos internos”, mas allá de vincular al concepto con el superyó. En cambio puso énfasis en la internalización de funciones, a las que él llamó “estructura”. Desde este punto de vista, para Kohut el proceso analítico no consiste fundamentalmente en elucidar los objetos internos en el sentido Kleiniano, o en la exploración del mundo representacional del paciente sino en el proceso de adquirir estructuras o funciones ausentes.

Capítulo 7. Impasse y Edipo: perspectivas contrastantes
El contexto psicoanalítico contra el cual Kohut escribía estaba dominado en los Estados Unidos por la psicología del yo. En este ámbito teórico el área nuclear de conflicto que determinaba la psicopatología era, casi por definición, el complejo de Edipo. Kohut cuestionaba la primacía del complejo de Edipo, diciendo que lo que a primera vista podrían parecer conflictos intensos involucrando deseos de posesión y rivalidad con relación a la pareja parental a menudo son una manifestación de carencias de objetos del Self. Sin embargo, Kohut no descartaba completamente al complejo de Edipo y establecía la distinción entre una fase edípica normal del desarrollo evolutivo y un Edipo patológico. El curso normal o patológico de esta fase está determinado por la capacidad de las figuras parentales de responder con empatía, calmar, cuidar y querer al niño.
En el Edipo patológico, no es la angustia de castración lo que predomina sino el efecto de tener un padre del sexo opuesto que actúa de manera sexualmente seductora y/o competitiva y hostil en vez de actuar con afecto, aceptación y orgullo.
Acto seguido, Mollon se ocupa de comparar el concepto de Edipo de Kohut con el Edipo kleiniano. Para ilustrar este estudio comparativo, Mollon utiliza como punto de referencia un artículo de un psicoanalista kleiniano británico que lleva como título “La centralidad del complejo de Edipo”. Desde luego, la escuela kleiniana y la psicología del Self interpretan el material clínico desde puntos de referencia muy diferentes. Los kleinianos tratan al Edipo como la totalidad de reacciones que el niño tiene con respecto a sus padres, en las cuales la proyección, la identificación proyectiva y el pasaje de la posición esquizo-paranoide a la posición depresiva juegan un rol fundamental y predominante sobre la interacción real que ocurre entre el niño y sus padres. Para Kohut, en cambio, la problemática edípica se relaciona fundamentalmente con la manera en que los padres tratan al niño, particularmente como reacción a sus impulsos agresivos y sexuales.
En este capítulo, Mollon se ocupa también del tema del impasse en terapia psicoanalítica. Mollon sugiere que, teniendo en cuenta las enseñanzas de Kohut, se podría decir que frecuentemente el impasse se debe al hecho de que el analista, anclado y preocupado por el paradigma que utiliza para entender al material clínico, pierde la posibilidad de entender al paciente y su pedido de respuesta empática. De esta manera, el analista repite la carencia de sintonía empática que el paciente tuvo en su infancia, retraumatizandolo.

Capítulo 8. Esquizofrenia y depresión: el Self fragmentado y el Self truncado.
En este capítulo, Mollon hace gala no sólo de su conocimiento de la Psicología del Self sino también de su experiencia clínica con psicóticos.
Desde la posición privilegiada de alguien que trabajó en la práctica hospitalaria y en la práctica privada, Mollon tiene  experiencia clínica y autoridad para abordar esta temática. Siguiendo a Kohut, Mollon subraya la idea de que las psicosis generalmente emergen de una situación en la cual una vulnerabilidad preexistente es agravada por traumas en las relaciones significativas del sujeto. El efecto del trauma es la angustia de fragmentación, que es una de las angustias más profundas que el sujeto puede sentir. La psicosis involucra también un intento de reconstitución delirante de las estructuras fragmentadas. Por ejemplo, una persona paranoide puede sentir alivio cuando la confusión que emana del estado interno de fragmentación se reorganiza con una certeza delirante. Mollon explica que otros autores han propuesto que la angustia de desintegración o fragmentación subyace como núcleo de las psicosis, incluyendo Jacobson, Sullivan, Grotstein y Eigen.
Durante el siglo XX poco se habló de trauma en psicoanálisis. Desde luego, algunos autores como Ferenczi -a quien Mollon solo cita en el capítulo para referirse a su contribución al concepto de la relación terapéutica como factor curativo- se ocuparon del tema. En el pasado, la diferencia entre el trauma que ocurre en el contexto de las relaciones de apego (como el maltrato infantil y el abuso sexual por parte de los padres) y el trauma que ocurre en otras situaciones (como por ejemplo ser víctima de un terremoto) no era tan claro como lo es ahora. Las teorías y estudios sobre trauma que aparecieron a final del siglo XX mayormente surgieron fuera del campo del psicoanálisis. Solamente en años recientes aparecieron trabajos sobre trauma dentro del campo del psicoanálisis, con contribuciones de Jon G. Allen, Nicola Diamond, Peter Fonagy, K. Lyons-Ruth, Phil Mollon, Valerie Sinason y las mías propias. Algunos estudios han sido asimilados por el psicoanálisis, pero no fueron formulados por profesionales que se definen como psicoanalistas, como es el caso de Giovanni Liotti y B.A. van der Kolk.
De hecho el estudio del trauma ha sido en años recientes también emprendido por psicoanalistas kleinianos, como es el caso de Caroline Garland y Ronald Britton, pero –aunque reconocen el impacto de las situaciones traumáticas- su posición está todavía muy influenciada por la idea de que la vulnerabilidad o resiliencia al trauma están determinadas por factores internos relativamente independientes de las experiencias interpersonales. En contraste, muchos estudios recientes sobre trauma vienen del campo de la teoría y los estudios del apego, donde se reconoce y subraya la importancia fundamental que las experiencias reales de interacción traumática con las figuras de apego tienen en generar vulnerabilidad y psicopatología.
Aunque Mollon no lo dice con claridad en este capítulo, es obvio que Kohut fue un pionero en el campo de los estudios del trauma desde el psicoanálisis, pero no vivió lo suficiente como para aprovechar estudios recientes. Adjudicarle a Kohut más de lo que nos ofreció es, a mi parecer, “estirarlo demasiado”. Sin embargo, Mollon está al tanto de todos estos nuevos desarrollos. Desde luego, como ya veremos, en el capítulo 10 de este libro Mollon vuelve a tratar este tema. Es obvio que aquí Mollon trata de centrarse en Kohut y sus aportes pioneros. Mollon también vincula el trauma con la disociación, como era de esperar, ya que hoy sabemos que los procesos disociativos son consecuencia de experiencias traumáticas dentro de las relaciones de apego, particularmente durante el proceso temprano de desarrollo evolutivo. De hecho, Mollon sugiere, en otros escritos, que las psicosis pueden constituir una forma de psicopatología basada en la disociación.
Mollon no sugiere que la psicoterapia psicoanalítica constituya una cura para psicosis como la esquizofrenia, ya que en esta hay componentes biológicos y neurológicos que la psicoterapia no puede abordar. Sin embargo, una aproximación orientada por la psicología del Self puede ayudar al paciente a expresar y elaborar vivencias subjetivas, buscar maneras de coexistir con sus dificultades, relacionarse mejor con los otros, mitigar el miedo a la pérdida de control, regular los impulsos agresivos, revivir el deseo sexual, manejar la vergüenza, aceptar mejor la realidad, etc. Para explicar el proceso terapéutico, Mollon expone detalladamente uno de sus casos clínicos.
Acto seguido, Mollon pasa a hablar de depresión. Revisa algunos trabajos claves para comprender el tema, incluyendo la obra de Arieti y Bemporad, Hugo Bleichmar y Winnicott. También ilustra el tema con casos clínicos que él ha tratado. Resumiendo al máximo un conjunto complejo de ideas, podríamos decir que Mollon concluye que la depresión se relaciona con el sentimiento de tener un Self truncado, un Self que no ha sido nutrido y que ha quedado escondido bajo el caparazón defensivo de lo que Winnicott llamó Self falso. En este contexto, uno de los objetivos de la terapia es facilitar la comprensión de los orígenes y contenidos de un Self construido sobre la base de imágenes, deseos, expectativas y humillaciones promovidas por el ambiente temprano. La persona deprimida siente que los objetos del Self le negaron las condiciones necesarias para realizar su potencial, con lo cual emerge también un sentimiento profundo de rabia. La rabia inunda la representación del otro y de uno mismo. La psiquis queda dividida en un Self verdadero y un Self falso. El Self falso provee una estructura interna de carácter tiránico y un sentido de identidad impuesta. La tendencia al suicidio puede representar el deseo de matar al Self falso.

Capitulo 9. Neurobiología evolutiva y la relación de objeto del Self
En este capítulo, Mollon explora la relación entre psicología del Self y las neurociencias. Inevitablemente, es en este capítulo donde Mollon relaciona ambos temas con la obra de A. Schore y la teoría del apego. Esta descripción incluye también referencias a los trabajos del famoso “Grupo de Estudio sobre Proceso de Cambio de Boston”, incluyendo la obra de D. Stern y E. Tronick.
En este capítulo, Mollon se aparta de la obra y terminología de Kohut, aprovechando la oportunidad para presentar de manera sintética la importancia que tienen las neurociencias para comprender la relación entre experiencias interpersonales tempranas de apego, el desarrollo de estructuras cerebrales y el desarrollo de la personalidad. El mensaje que Mollon nos trasmite es básicamente que las respuestas empáticas de los objetos del Self contribuyen al desarrollo óptimo de la estructura y funcionamiento cerebral.

Capítulo 10. Perspectivas sobre el trauma infantil desde la psicología del Self.
En este capítulo, Mollon aprovecha la oportunidad para expandirse sobre el tema del trauma infantil y sus efectos sobre el desarrollo de la personalidad y procesos disociativos. Aclara que Kohut no escribió mucho sobre pacientes que sufrieron trauma infantil grave o abuso. Kohut dijo que todas las personas son frágiles de alguna manera; la cuestión es donde está el punto de ruptura. La mayoría de sus ilustraciones clínicas se refieren a pacientes cuyos traumas infantiles, a pesar de haber tenido efectos importantes sobre el desarrollo de la personalidad, en su apariencia exterior no eran tan dramáticos como el maltrato severo. Sin embargo, dice Mollon, las observaciones de Kohut con respecto a la estructura y desarrollo del Self, las líneas de desarrollo del narcisismo y el rol crucial que juegan los objetos del Self se pueden aplicar a las circunstancias en las cuales el trauma fue extremo y repetido.
El abuso de un niño por parte de un proveedor de cuidados provoca una reversión profunda de las condiciones que la función del objeto del Self debe proveer para el desarrollo normal. Aquí Mollon retoma el tema que comenzó a desarrollar en el capítulo 8 y se explaya sobre la disociación, las perturbaciones de la regulación afectiva, las distorsiones de la maduración narcisista y los disturbios de la sexualidad como respuesta al trauma. Le dedica también una sección al daño que el abuso sexual ocasiona a la experiencia del Self, incluyendo los mecanismos de defensa que tiende a facilitar.
Mi experiencia clínica indica que las conductas sexuales deviantes son a menudo intentos reparatorios de un Self traumatizado. Por este motivo me alegra que Mollon se ocupe también de esta temática en los capítulos 3 y 10.

Capítulo 11. Más reflexiones sobre la cura psicoanalítica
En este capítulo, Mollon pone el énfasis en el rol de la empatía en la cura psicoanalítica. La empatía tiene funciones múltiples, calma, aumenta el sentimiento de estar conectado con los otros y facilita la regulación afectiva. Paciente y analista crean conjuntamente un espacio compartido para pensar, un “espacio global” en el cual se pueden “publicar” las experiencias emocionales. Como parte del proceso terapéutico, en condiciones óptimas el paciente se libera gradualmente de los “anti-objetos del Self”. Esta liberación permite crear un espacio mental libre que promueve el desarrollo de las capacidades del paciente de sentir empatía, desarrollar ideales y ambiciones equilibradas, usar el sentido de humor y promover el sentido de iniciativa personal.
El trabajo psicoanalítico implica también ayudar al paciente a definir su identidad más allá de identidades impuestas. La esencia de la identidad impuesta es que una persona implícitamente le dice a otra: “Te voy a ver y te voy a definir a mi modo; de esta manera voy a ignorar completamente tu propia experiencia y quién y cómo eres. Además te voy a forzar a que te definas y te sientas de acuerdo a la definición que yo he elegido.”
Mollon dice que este tipo de mecanismo puede verse a menudo en política y en instituciones, incluyendo las asociaciones psicoanalíticas. Yo agregaría que también es común en la manera disfuncional en la que algunos padres tratan a sus hijos, en el acoso laboral (“bullying” o “mobbing”) en el acoso escolar y en el acoso dentro de la pareja. Mollon dice que un fenómeno relacionado con la imposición de identidad aparece en las guerras religiosas, en las guerras frías entre ideologías políticas contrapuestas y en los debates científicos en los cuales posiciones teóricas opuestas generan intentos de exclusión. La obra de Kohut, dice Mollon, entre muchas cosas, implica también un intento de corregir el “imperialismo cognitivo”.
Llevando este concepto al plano de la técnica analítica, Mollon encuentra cierto punto de coincidencia entre Bion y Kohut. Al no imponer una teoría, una memoria, una creencia o un deseo, el analista se abre a los movimientos espontáneos del paciente. Kohut reconoce que el psicoanalista necesita inevitablemente la teoría como marco referencial para su trabajo, pero la imposición de teorías por encima de la comprensión empática y el diálogo reflexivo impide el progreso terapéutico. La utilización y cambio de paradigmas psicoanalíticos es un tema que Luis Juri (1996) explora con lucidez. Por su parte, el psicoanalista británico independiente Patrick Casement ha hecho referencia en sus libros a las implicaciones clínicas negativas de la utilización rígida de paradigmas, proponiendo que el analista se abra a “aprender del paciente”. A los efectos de que el paciente pueda desarrollar su potencial auténtico, creativo, espontáneo y autónomo, el analista debe protegerlo del “imperialismo cognitivo”. Por otra parte, en este capítulo, Mollon hace una referencia relativamente breve a la comprensión del proceso terapéutico desde las neurociencias.

Comentarios finales
El libro termina con un breve apéndice que contiene notas bibliográficas sobre Kohut.
Hace unos años, el grupo de psicoanalistas independientes de la Sociedad Psicoanalítica Británica organizó una serie de jornadas anuales de intercambio de ideas con analistas de Chicago orientados por la Psicología del Self. Como resultado de este intercambio, en estas reuniones se definió de alguna manera la identidad de ambos grupos. Mientras los colegas norteamericanos parecían tener una identidad profesional claramente definida por las ideas y el legado de Kohut, el grupo de psicoanalistas independientes británicos mantenía una actitud de apertura hacia la Psicología del Self, pero también de autonomía e independencia teórica. Mollon, siendo un psicoanalista británico independiente, sigue esta tradición, dedicado su libro a estudiar la obra de Kohut y su legado, pero sin perder perspectiva de otros aportes y paradigmas importantes.

Mario Marrone
Londres, Junio de 2005

NOTAS
(1) Si se me permite la digresión, apartándome por un momento de la reseña sobre el libro de Mollon, la multiplicidad de significados de la palabra “intersubjetivo” es un tema que Diamond y yo (2003) analizamos en detalle. Nosotros decimos que hay tres conceptos distintos de intersubjetividad. Uno es el concepto filosófico: en pocas palabras, no se puede entender al ser humano aislado de su contexto interpersonal e intersubjetivo. El segundo deriva de la psicología evolutiva, particularmente de los trabajos de Colwyn Trevarthen, que se centran en el dialogo no-verbal e intersubjetivo entre madre y bebé en las primeras etapas del desarrollo evolutivo. El tercero nace en el campo del psicoanálisis y se refiere a la escuela de Stolorow y colegas.


BIBLIOGRAFÍA
Diamond, N. y Marrone M. (2004) Attachment and Intersubjectivity. London: Whurr.
Juri, L. (1999) El Psicoanalista Neutral ¿Un Mito? Rosario: Homo Sapiens Ediciones.
Juri, L. J. y Ferrari, L. (2000) ¿Rivalidad edípica o cooperación intergeneracional? : del Edipo de Freud al Ulises de Kohut. Aperturas Psicoanalíticas. No. 5.
Kohut, H. (1984) Como Cura el Psicoanálisis. Buenos Aires: Piados.
Mollon, P. (2001) Releasing the Self: The Healing Legacy of Heinz Kohut. Londres: Whurr.
 
Biografía Kohut Heinz (1913-1981)

Kohut Heinz (1913-1981) Psiquiatra y psicoanalista norteamericano
Lo mismo que Wilfred Ruprecht Bion, Jacques Lacan, Donald Woods
Winnicott y Marie Langer, Heinz Kohut perteneció a la tercera
generación psicoanalítica mundial. Tuvo entonces que enfrentar como
ellos la esclerosis de las instituciones de la International
Psychoanalytical Association (IPA) y la necesidad de renovar el
Freudismo clásico. Con este enfoque, se convirtió en los Estados Unidos
en un verdadero jefe de escuela y en el principal iniciador de la
corriente de la Self Psychology, basada en una nueva
clínica de los trastornos narcisistas. Nacido en Viena y proveniente de
una familia judía melómana y cultivada, Kohut tuvo una infancia triste
y solitaria. Sus padres se ocupaban muy poco de él, que sufría por
ello. Después de recibirse de médico en 1938, y de analizarse con
August Aichhorn, quiso conocer a Sigmund Freud. El mismo día en que el
maestro partía a su exilio londinense, Kohut fue a la estación y lo
saludó mientras el tren se alejaba. Freud, se dice, le hizo una señal
amistosa cuyo recuerdo Kohut conservó durante toda su vida. Obligado a
huir del nazismo, se instaló en Chicago, donde realizó su segundo
análisis con Ruth Eissler-Selker (1906-1989), una vienesa originaria de
Odesa, a su vez analizada por Theodor Reik, antes de que emigrara a los
Estados Unidos en compañía de su esposo, Kurt Eissler. Neurólogo en
1944, psiquiatra tres años más tarde, Kohut se incorporó al prestigioso
Instituto de Chicago fundado por Franz Alexander siguiendo el modelo
del Berliner Psychoanalytisches Institut. Fue presidente de la American
Psychoanalytic Association (APsaA) en 1964, y vicepresidente de la IPA
entre 1965 y 1973. Entonces renunció a las tareas administrativas,
prefiriendo dedicarse a la clínica. Como todos los Freudianos de su
generación, Kobut tuvo que enfrentar en la década de 1960 una crisis
generalizada de la clínica psicoanalítica. En efecto, en esa época el
annaFreudismo, la Ego Psychology, incluso el
kleinismo en su versión dogmática, no permitían encontrar soluciones
clínicas a los trastornos de la personalidad que no eran de naturaleza
neurótica ni asimilables a una psicosis: se los llamaba borderline (estados
límite). Por otra parte, las reglas coaguladas de la cura clásica, con
sus rituales, sus silencios y su exploración quirúrgica del
inconsciente y la libido, daban una imagen desastrosa del
psicoanálisis. Resultaba urgente poner en marcha una verdadera
revolución cultural en el interior del establishment Freudiano,
para que la cura recobrara su inspiración humanista: "La preocupación
por la humanización y la deshumanización no es ajena -escribió Agnés
Oppenheimer (1948-1997)- a lo que Kohut vivió en el momento del
nazisrno". Formado en el redil de una diáspora ansiosa de adaptarse al
pragmatismo de la psiquiatría norteamericana, Kohut se reveló contra un
sistema clínico y teórico que, a su juicio, llevaba al psicoanálisis a
un atolladero normativo y adaptativo. Trató de volver a encontrar la
pasión que había animado a los primeros Freudianos de la Sociedad
Psicológica de los Miércoles. De allí el sobrenombre que se le puso:
Mister Psychoanalysis. Para la primera generación Freudiana, la
sexualidad era la clave de la elucidación de las neurosis. Después, los
kleinianos ubicaron el odio Y la destrucción en el corazón de toda
relación de objeto: según ellos, se trataba de crear un tratamiento
psicoanalítico apropiado a la psicosis. Heredero de ambas tendencias, y
marcado por los problemas propios de la sociedad norteamericana
(puritanismo, individualismo, liberalismo), Kohut propuso una tercera
vía, consistente en recentrar el psicoanálisis en los trastornos mixtos
vinculados con las representaciones y la identidad del sí-mismo. Desde
Freud hasta Kohut, se pasó entonces de la idea (Freudiana) del clivaje
del yo a la idea (kleiniana) de un objeto elivado que da forma al yo
mediante la incorporación o la introyección, y después a la idea
(kohutiana) de un sí-mismo (self) convertido en
objeto de todas las investiduras nareisistas. En Kohut, el mito de
Narciso reemplaza al de Edipo en un mundo dominado por el estallido
definitivo de la familia patriarcal y por la valorización de una figura
de la subjetividad hundida en la contemplanción infantil y desesperada
de sí misma: "El psicoanálisis clásico -escribió Kohut en 1978-
descubrió la desesperación del niño en la profundidad del adulto (la
realidad del pasado); la psicología del self ha
descubierto la desesperación del adulto en la profundidad del niño (la
realidad del futuro)". A diferencia de Lacan, que preconizó un retorno
a los textos de Freud y quiso ser el garante de una nueva ortodoxia,
Kohut propuso "superar" o ir más allá de la doctrina original. Y así
como Lacan creó una nueva teoría del sujeto a partir de la lingüística
y la filosofía, Kohut construyó una nueva teoría del yo sumando al Ich
Freudiano (traducido al inglés como ego) una idea del self no extraña a la del falso self introducida
por Winnicott en 1960. El propio Kohut había sufrido en su infancia una
falta de afecto materno, y a mediados de la década de 1950 observó que
numerosos trastornos psíquicos tenían por causa una deficiencia arcaica
del self. Ésta se producía en sujetos que no habían
tenido una madre que los amara suficientemente, y que por lo tanto, en
su vida social, eran incapaces de llegar a una verdadera relación con
su entorno. Estaban "vacíos", y para enmascarar el núcleo central de su
mutilación original se construían una armadura: un sí-mismo de
pacotilla, de carácter puramente defensivo. Estos sujetos se
caracterizaban por su malestar relacional, su constante vulnerabilidad,
su incapacidad para establecer relaciones duraderas con el prójimo. A
veces cedían a un exceso de arrogancia, y otras a un sentimiento de
inferioridad. Con tales pacientes, el análisis clásico no daba
resultado. En consecuencia, Kohut, lo mismo que Otto Rank y Sandor
Ferenczi, propugnó la introducción en la cura de la "empatía" del
analista, a fin de permitir que el analizante, por medio de una
transferencia "creativa", avanzara hacia una restauración de su self. Después
de haber definido en 1959 la empatía como un elemento central de la
técnica psicoanalítica, Kohut introdujo en 1964 la expresión "self (o
sí-mismo) grandioso". De tal modo designaba la ¡mago parental
idealizada, es decir, una instancia pulsional, anterior al ideal del
yo, en la que se condensa un imaginario exhibicionista encargado de
superar las heridas y las humillaciones infligidas en el pasado al
sí-mismo arcaico. Gracias al sí-mismo grandioso, al terror y la
angustia los suceden actividades creadoras compensatorias. De allí la
necesidad de establecer en la cura una "transferencia narcisista",
destinada a restituirle al paciente un narcisismo normal. El analista
debe entonces abstenerse de toda injerencia interpretativa, y dejar que
el paciente regrese hacia el estadio del "sí-mismo arcaico
fragmentado". Kohut distingue tres tipos de relaciones
transferenciales: en primer lugar, la transferencia idealizante, que
proviene de la movilización de la imago parental idealizada; luego, la
transferencia especular, derivada del sí-mismo grandioso, y finalmente
la contratransferencia del analista, que responde a la transferencia
idealizante. Según Kohut, el narcisismo es un equivalente de la pulsión
de muerte Freudiana. Es una enfermedad de la personalidad, una
patología, y conduce a una "furia" de destrucción del otro, la cual no
es más que la contrapartida del miedo que tiene el self a ser víctima de su propia aniquilación. A partir de 1970, Kohut extendió su análisis del narcisismo a los fenómenos colectivos (o self grupal),
interesándose sobre todo en el modo en que se construyen las relaciones
paranoides en los grupos constituidos por un jefe y sus adeptos.
Observemos que él mismo no logró evitar lo que denunciaba. Muy
narcisista, no toleraba las críticas, y se rodeó de una cohorte de
fieles apegados a su imagen y persona. Obsesionado por su teoría, la
aplicó a la literatura, la historia, la política, al punto de atribuir
todas las neurosis a una patología narcisista. En todos los casos el
esquema era el mismo: según Kohut, en el lugar de la deficiencia
arcaica del yo, el sujeto se construye un sí-mismo grandioso
estructurado por una ¡mago parental idealizada. Con este enfoque, Kohut
transforma al personaje de Hamlet en un héroe, no edípico, sino
narcisista, cuyo self debilitado no resiste las
tragedias de una sociedad que ha perdido sus valores. Del mismo modo,
convierte a Hitler en un enfermo narcisista invadido por la obsesión
del "microbio judío". En cuanto a Edipo, en la versión de Kohut pasa a
ser un hombre herido y humillado, aniquilado por el deseo de muerte de
sus progenitores. En 1972, afectado de leucemia desde un año antes, y
cuando su madre acababa de morir después de haber padecido trastornos
psicóticos, él tuvo que afrontar los ataques de la ortodoxia Freudiana,
en particular los de Anna Freud, quien primero había aceptado sus
innovaciones, pero más tarde declaró que eran "antipsicoanalíticas".
Para la IPA, Kohut era un "gurú": no sólo no respetaba las reglas
clásicas de la cura, sino que además hacía escuela, arrastrando detrás
de él a números alumnos en formación. Por otro lado, analizaba en
términos narcisistas la evolución del propio movimiento psicoanalítico.
En 1970 calificó la esclerosis institucional de "defensa narcisista"
contra la creatividad, y en 1971 señaló que los hijos de los
psicoanalistas padecían trastornos de identidad por lo menos tan graves
como los de los pacientes que atendían sus padres. En 1979, ya célebre
en los Estados Unidos, provocó un verdadero escándalo clínico al
publicar un historial extraordinario, "Los dos análisis de M. Z.",
algunos de cuyos elementos presentaban grandes semejanzas con su propia
historia. Se trataba de un hombre de 25 años, huérfano de padre, que
vivía con la madre. Entra en análisis por primera vez para atender a
sus angustias, sus fantasmas masturbatorios y sus accesos de rabia y
depresión. Durante la primera cura, Kohut interpreta en términos
edípicos la fijación regresiva de su paciente a una madre omnipotente.
Cuatro años después del final de ese tratamiento, el mismo paciente
reaparece cuando la madre ha caído en un delirio alucinatorio. Pero
entre tanto Kohut ha cambiado de teoría. En consecuencia, en lugar de
"edipizar" a M. Z. le permite la transferencia idealizante y la
movilización del sí mismo grandioso. Esta publicación, la primera de
ese tipo, valoraba sin reservas la problemática transferencial, en
detrimento de la potencia doctrinaria. Además sacaba a luz la
naturaleza de las disputas psicoanalíticas acerca de la interpretación
en sí. Por ello, el caso suscitó múltiples comentarios y numerosas
polémicas. La mayor parte de los colegas y amigos de Kohut, así como su
mujer y su hijo, pensaron que el "caso" tratado no era otro que el del
propio autor. En efecto, Ruth Eissler habría sido la analista de la
primera cura, mientras que el supuesto segundo intento habría
consistido en un autoanálisis, emprendido por Kohut cuando enfermó la
madre y se declaró su propia leucemia. Kohut murió en Chicago a los 68
años. Su hijo es historiador y publicó un libro sobre Guillermo II
inspirado en las teorías del padre.



Heinz Kohut (1913-1981) es otro de las mas influyentes psicoanalistas norteamericanos del siglo XX.  Nació en Viena, donde se formo como médico y psicoanalista, y en 1940, como tantos otros, abandonó Austria y emigró a Estados Unidos  anticipándose a la persecución Nazi.

En EEUU desarrolló una carrera notable y exitosa. Fue presidente de la Asociación Americana de Psicoanálisis (1965-65) y vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (1965-66). Su legado incluye importantes contribuciones para el Psicoanálisis y, mas allá, para la psiquiatría de orientación dinámica.

Como otros innovadores (Rogers, Winnicott), su campo de investigación partió del estudio de personas con trastornos de personalidad, que en su momento se consideraban en el limite de lo considerado analizable. Sus aportaciones teóricas propusieron una modificación de la forma de entender el narcisimo en psicoanálisis y de las formas de transferencia posibles en personas con organizaciones narcisistas de la personalidad. También propuso modificaciones técnicas de importancia, desde su manera de entender la relación analítica.

Antes de describir sucintamente sus aportaciones, es interesante describir su evolución personal y profesional en la relación con las sociedades psicoanalíticas  de su tiempo. Como se ha indicado, Kohut fue un psicoanalista destacado, inscrito en las sociedades psicoanalíticas mas ortodoxas de su tiempo. Sin embargo, como a otros, a medida que progresaba en su experiencia profesional, su forma de percibir y pensar  la práctica y la técnica le apartaba del estilo dogmático y autoritario del legado freudiano. También, como tantos otros, sentía la responsabilidad de no debilitar ni de introducir polémicas dolorosas en el seno de la comunidad psicoanalítica. Y, como otros ,lo que hizo fue tratar de situar sus aportaciones de manera que no entraran en conflicto con las opiniones ortodoxas. Al igual que otros (Melanie Klein, Winnicott) su investigación le orientó al el terreno de lo pre-edípico, es decir, al terreno menos específicamente teorizado por Freud. Allí podía hacer sus aportaciones sin la preocupación de entrar en conflicto con al Maestro.

Su primer trabajo importante “Analisis del Self” (de 1971) , fue un esfuerzo para desarrollar sus propios puntos de vista, a partir de su práctica, tratando de ampliar el modelo pulsional freudiano, especificando que sus hallazgos se referían a un grupo especifico de pacientes, proponiendo ideas pensadas para “refinar la técnica”, sin entrar en conflicto con la opinión dominante. Sin embargo, en su segundo gran trabajo, “La restauración del self” (1977), como Mitchell destaca, Kohut declara abiertamente que, en su opinión, el modelo pulsional no podia explicar las observaciones generadas por el trabajo con pacientes con “trastornos narcisistas”. Y ya no puede evitar la colisión con las ideas psicoanalíticas dominantes.

 Las divergencias son muy amplias al final de su vida, cuando Kohut publica en la International Journal of Psychoanalisis el articulo  “Los dos análisis del Sr. K.”. En él explica y muestra con un caso clínico, las diferencias entre un análisis conducido mediante el método freudiano ortodoxo y segundo análisis del mismo paciente basado en sus ideas teóricas y técnicas. Algunos insinúan que el texto no seria otra cosa que una revisión de su propio análisis contado como si fuera el de otra persona, argucia que tiene precedentes en la historia del psicoanálisis. El autor escribe detalladamente en “Los dos análisis del Sr. K.”, un primer análisis basado en la técnica clásica basada en el análisis de las resistencias a los contenidos inconscientes de naturaleza edípica (rivalidad, hostilidad  inconscientes con el padre), y de sus correlatos de contenido sexual pulsional. El análisis, correctamente conducido, termina en una especie de resignada aquiescencia del paciente, con cierta estabilidad clínica pero sin afectar a los núcleos esenciales de la personalidad del paciente y sin tocar de manera significativa el estilo relacional del mismo. Tras algún tiempo el paciente pide análisis otra vez. Esta vez, el análisis es conducido según las nuevas ideas de Kohut y del Analisis del Self. El nuevo análisis permitió iluminar aspectos de la personalidad de la persona de manera nueva y lo que es mas importante, operaron un cambio terapéutico de una profundidad mucho mayor.

Trabajando con pacientes con trastornos de personalidad como el anterior, Kohut encuentra que el psicoanálisis clásico freudiano, no lograba en la practica la profundidad necesaria para poder ayudar a esos pacientes. Tratare de exponer algunas de sus mas importantes y centrales concepciones.

Para empezar, Kohut en su trabajo con pacientes con trastornos narcisistas suspende su marco de referencia propio, que, como en el 1º análisis del Sr. K. ofrecería el repertorio tradicional de interpretaciones clásicas, y que interpretaría los desencuentros del ese abordaje con el paciente (irritabilidad, rechazo, indiferencia, aceptación pasiva), como otras tantas formas de resistencia. En su lugar adopta otro que denomina de “inmersión empática” o de “introspección vicaria”, que en esencia consiste en abandonar el esquema clásico de interpretación, no apresurarse a interpretar, y en su lugar tratar de comprender las cosas desde el punto de vista del paciente. Esta aproximación empática al paciente es lo que le permitió “percibir el sentido” de  ciertos elementos que antes no eran considerados.

En segundo lugar, la mayoría de esos fenómenos que no funcionaban bien al ser considerados en el escenario edípico (en el de la sexualidad, la rivalidad, entrada a la cultura y la neurosis), pasaron a ser considerados por Kohut en el terreno preedípico, es decir, el de las condiciones de entrada a la posibilidad de entablar una relación con los demás. Aquí Kohut se apartó de los conceptos metapsicológicos freudianos clásicos (Inconsciente, Preconsciente, Consciente; Yo, Ello, SuperYo) y construyó los suyos propios: el Self, los Objetos-Self. Y aquí, como subraya Mitchell,  su forma de contemplar las cosas comenzó a diverger claramente de Freud.

En el Prologo de “Análisis del Self”, una obra ambiciosa, llama poderosamente la atención la forma en que presenta inicialmente el concepto de Self: como algo que se percibe de manera natural en la práctica analítica. Pero también algo que produce un concepto de “bajo nivel” en comparación con Ello, Yo, SuperYo, que serian conceptos de “alto nivel”. Como si fuera ya un concepto sobradamente sabido, no se preocupa de definirlo mas que lateralmente. Cita ideas de Hartman (el narcisismo sería “la catexia del self”; el Self no es lo mismo que el Yo). Cita a Erikson (la imortancia de adquirir y mantener una “identidad”, así como los peligros a que esta expuesto ese contenido preconsciente). Cita a Mahler (el tema de la cristalización de una existencia psicobiológica separada a partir de la matriz de unión madre hijo). Kohut menciona una posible pero inadecuada confusión entre la “catexia del self” y la “catexia de las fuciones yoicas”, y se esfuerza por situar el Self en la segunda tópica freudiana, de una manera que resulta mas bien confusa. Así , segun Kohut, podríamos encontrar representaciones del Self “diversas y contradictorias,  no solo en cada una de las instancias psíquicas (Yo, Ello , Superyo) sino posiblemente mas de una en cada instancia”. El Self de Kohut en 1971, ya es “a manera bastante análoga a las representaciones de objetos, un contenido psíquico distinto de cualquiera de las instancias”.

A renglón seguido, Kohut subraya otro de sus descubrimientos clínicos: una falsa oposición entre la libido objetal y la narcisitica. Anuncia su plan de demostrar como “algunas de las experiencias narcisísticas mas intensas son relaciones con objetos: objetos que están la servicio del Self y de la preservación de su investidura instintiva, o que son vividos como formando parte del Self: los “Objetos-Self”.

Mitchell ubica la obra de Kohut entre los teóricos de “modelo mixto”, es decir, que trata de preservar su adscripción al campo psicoanalítico ortodoxo (al modelo pulsional) a la vez que hace aportaciones epistemológicamente no congruentes con el modelo pulsional. Por ejemplo, destaca que en la definición del Self de 1977 (“un centro de iniciativa y receptor de impresiones”), el Self parece ya disponer de algunas de las  funciones usualmente adscritas a otras instancias del modelo pulsional. El Self es ya un agente concebido con actividad propia, y que no se limita a administrar de alguna manera la energía libidinal de las pulsiones. Asi tenemos ya la versión mas acabada del Self, un agente activo que formaría parte de la dotación original del infante, y que lo hace apto para las primeras y borrosas interacciones. Como diría Goldberg, el Self es el “locus” de las relaciones. Es mas que una representación, es un agente puramente funcional que emerge en las relaciones y para las relaciones.

Para Kohut, el infante nace normalmente en un entorno humano empático y reactivo, que necesita para su desarrollo. Habría una convergencia entre el naciente Self del infante y las expectativas del entorno, especialmente de los cuidadores. La repetida interacción con los otros, va poco a poco construyendo el Self infantil y lo va dotando de sus propiedades de continuidad, cohesión y resiliencia. Para Kohut, cuando el Self del infante interacciona con objetos, no percibe una clara delimitación con éstos. Mas bien, el Self se formaría en esquemas de relación con lo objetos que denomina Self-Objetos. Es decir, se organizaría  una multiplicidad de esquemas Self / Self-Objetos. En esto vemos con Mitchell un contacto total con las propuestas preacciónales.

Si no me equivoco, el Self-Objeto podría describirse entonces como aquella parte del partener que se ajusta (empáticamente) con el infante, tal y como es percibida y representada por el infante. El Self-Objeto, pues, no es una creación del infante ya que depende de los otros, y de la forma en que los otros comparecen y se ajustan a él, pero se construye en el aparato psíquico del infante y forma parte de él. El desarrollo psíquico y emocional del Infante se produce por una especie de sintonización Self / Objeto-Self, y depende de la manera en que éste es capaz de responder o no a sus necesidades y demandas. (Los seguidores de Kohut abrevian esta descripción y hablan de relaciones de Objeto-Self para referirse a as relación Self / Objeto-Self)

Kohut describe dos tipos de necesidades narcisísticas que necesitan ajustarse en este proceso. Primero la de exhibir las nacientes capacidades y de ser “admirado” por ello. Ello configuraría un núcleo saludable de “grandiosidad y omnipotencia”. Segundo, necesita forma una representación idealizada de uno de los progenitores, y experimentar una especie de fusión con ese Self-Objeto idealizado. Existiría una evolución en estas relaciones a medida los fracasos el ajuste empático con los otros introduce una confrontación a la realidad que abre paso a graduales decepciones.

Con el paso del tiempo y la interminable sucesión de sintonizaciones y pequeñas decepciones, mediante el proceso que Kohut denomina de “internalización trasnmutativa”, el aparato psíquico se organiza de manera estable y permanente, alrededor de esas relaciones de Self-Objeto.

Si en un principio Kohut constuyó sus ideas de manera que no entraran en conflicto con la casa común de la metapsicología freudiana, en sus últimos años pareció liberarse de esa necesidad, y propuso una verdadera reinterpretación de la teoría psicoanalítica.

La causa de la aparición de psicopatología, para Kohut sería una falta crónica de empatía parental. Reinterpretó los rasgos pulsionales que a veces se encuentra en la  clínica (orales, anales), o los rasgos perversos, no como modos de presentación de elementos pulsionales elementales desintrincados, sino como el resultado de fracasos mas o menos graves de la conexión empática con los referentes paternos, que emergen en la relación como amenazas a la integridad del Self. Por ejemplo, ante anomalías de constitución, ante la inexistencia de un Self adecuadamente cohesionado, las zonas erógenas podrían operar como principios organizadores, como parte del proceso de “desintegración” de la vida psíquica de la persona. Así se integrarían también los rasgos psicopatológicos de los progenitores. La inclusión en la crianza por los progenitores, fuera de los canales empáticos de preocupaciones por la alimentación, la excreción, la disciplina etc. podría inscribirse en el infante como síntomas o rasgos perversos disociados, sin necesidad de proponer una disposición pulsional perverso polimorfa innata.

Kohut se mostró critico con la concepción fatalista de hostilidad, rivalidad y culpa del Edipo Freudiano. Para Kohut, la pretensión freudiana de ubicar el psicoanálisis en el campo de las ciencias naturales, adoptando un punto de partida quasi-biológico, al hacer de la pulsión el centro del sistema teórico, en lugar de construir un “Homo Natura” en interacción con su entorno, construyo un “Hombre Culpable”, en lucha contra sus fuerzas instintivas, nunca suficientemente domesticadas, hacia una madurez caracterizada por hacer virtud del hábito de la renuncia instintiva. Kohut opone a ello la concepción de un” Hombre Trágico”, que trata de poner en marcha el programa de vida que alberga en su profundidad, nunca con bastante éxito.

Kohut también revisó la concepción Freudiana del Complejo de Edipo. Para Kohut, la visión freudiana del Edipo como conflicto inevitable y normativo es pesimista y en realidad solo describe bien las formas disfuncionales de emergencia de la crianza. Kohut se pregunta por que no tomar en cuenta las formas exitosas de atravesamiento de la infancia y emancipación. Por qué no tomar en cuenta los fenómenos de legitimo orgullo y reconocimiento paterno, de triunfo de la transmisión a la siguiente generación. (Y opone al mito de Edipo el de Ulises y Telémaco).
Publicado por Ricardo Guinea en 1/22/2013 



14 de Octubre de 2013

"HEINZ KOHUT" Y SU TEORÍA DEL NARCISIMO LA TEORÍA DEL SELF.


Nació en 1913 en Viena dónde pasa su infancia, luego estudia la carrera de médico, que acaba en 1938. Heinz Kohut se hace psicoanalista, después de hacer formación con August Aichhorn. En 1940, ante la persecución del nazismo, debe dejar Austria y llega a los Estados Unidos ( Chicago), donde vivió hasta su muerte, en 1981.

Influenciado por la teoría Hartman y otros psicólogos del yo. Formalizó en una nueva teoría clínica: la psicología del self.

Principales corrientes analíticas estadounidense influenciadas por:
Biología
Etología
Kohut intuyó la existencia de una perturbación caracterológica, a la que llamo: Trastorno narcisista de la personalidad.

Freud propuso que el niño pasa en el comienzo de su vida por una fase de narcisismo primaria en el cual los objetos externos no son reconocidos como tales. La energia pulsional se vuelca en el propio yo.

Tiempo después el bebe es capaz de percibir a su madre como objeto satisfactor; su relación con ella se canaliza con el acto de mamar, esto produce como consecuencia que se catectice la zona oral.

El narcisismo primario es reemplazado por la libido objetal.
Kohut supuso que el narcisismo, lejos de ser superado en el curso del desarrollo, sufre una evolución paralela e independiente de la libido objetal.

El resultado del desarrollo pulsional es la estructura tripartita de la mente y el del desarrollo del narcisimo es el self.

Para su maduración, el narcisimo utiliza ciertos objetos del medio ambiente, a estos objetos Kohut los llamo objetos del self.

(Los planteos kohutianos se refieren a un tipo especifico de patología, los trastornos narcisistas).

Kohut plantea que el self es un contenido del aparato psíquico que forma parte tanto del yo como del ello y del superyó.

En la obra de Kohut los "objetos del self" (están al servicio del self y de la preservación de su investidura instintiva, o bien son vividos como parte del self) son los objetos externos: el padre, la madre, objetos externos significativos ene l desarrollo del individuo, en particular sus figuras parentales.

El self se forma a partir de la internalización de los objetos del self arcaicos.

Estos objetos pueden ser de dos tipos: : un objeto del self grandioso, que proporciona las ambiciones y las metas y otro la "imago parental idealizada", de cuya internalización surgen los ideales del self.

Kohut propone rescatar instrumentos fundamentales para la practica del psicoanálisis:
Empatía
Introspección
Ambos delimitan el campo de la observación, lo que no es susceptible de ser observado a través de estos dos fenómenos no es psicológico.

Todo lo que se conoce a través de estos elementos pertenece al mundo de los fenómenos psíquicos.

Esto da por resultado un sí-mismo con estructura bipolar: cabe la posibilidad que un sujeto tenga altamente catectizada la representación de sí-mismo grandiosa y contrariamente, el polo idealizado sea débil, endeble.

A estos dos polos ( grandioso e idealizado) se agregó un área intermedia, descripta como el espacio de "las aptitudes y los talentos" .

El "self" cobra importancia hasta constituirse en el "nucleo de nuestra personalidad".
Kohut distingue la libido de objeto de la libido narcisista. Ambas clases de energía se diferencian por el tipo de objeto en que se depositan o al que se dirigen.

La libido objetal catectiza objetos externos mientras que la narcisista se dirige a los objetos del self.

Los trastornos del área narcisista de la personalidad.
El Self deriva de las relaciones objetales tempranas, se construye en relación de un largo proceso de identificación e introyección de otros seres humanos se va estructurando el Self nuclear o maduro. Para que este proceso se produzca sin mayores sobresaltos, debe haber respuesta empática de esos seres humanos (llamados por Kohut Objetos-Self).

Unos padres empáticos funcionan como Objetos-Self primarios “buenos” en tanto tienen la capacidad de percibir las necesidades de reconocimiento y admiración de sus hijos, y de responder adecuadamente a ellas. De ello derivará una adecuada maduración del narcisismo en el niño, de su self, y una sólida autoestima. Por el contrario, padres no empáticos se hayan en la cadena causal de los trastornos narcisistas de la personalidad.

Kohut identifica tres tipos de transferencia narcisista.

Transferencia especular: el niño tiene fantasías omnipotentes mediante las que alimenta un self grandioso. Los demás sólo existen en la medida en que son un reflejo del exhibicionismo y grandiosidad de la criatura. El self grandioso concentra en si todo lo bueno, a la vez que le atribuye al medio externo todas las imperfecciones.

Transferencia idealizadora: La relación con un objeto del self al que el niño vivencia como la fuente de toda calma y seguridad. Puesto que toda la felicicdad reside en el objeto idealizado, el individuo se siente vacio e impotente cuando se separa de él. Por ello procura que su unión no sufra interrupción alguna.

Transferencia gemelar o alter ego: Vivencia un objeto del self como su gemelo, esto es, un se con el que comparte ideales, ambiciones y metas.

La falla primaria en los pacientes con este tipo de afecciones consiste en una falta de cohesión del self.

Hay una disociación entre ambos polos ( el grandioso y el exhibicionista) como consecuencia de fallas especificas en la relacion con los objetos del Self.

Los objetos del self grandioso y la imago parental idealizada sson internalizados. De ellos surgen los distintos polos del self.

La salud consiste en un cierto equilibrio entre ambos polos y la internalización del objeto del self gemelar, quien proporciona un área intermedia de talentos y habilidades.

UN PUNTO DE VISTA EVOLUTIVO.
El niño llega al mundo con un self rudimentario que inicia su desarrollo inmediatamente después del nacimiento.

La madre esta en contacto con él (a traves de canales tactile,olfatorios y propioceptivos mientras lo alimenta, lo tien en sus brazos y lo baña).

Aqui tiene su virtual comienzo un proceso que establece el "si-mismo" de una persona ( interacciones del niño y sus objetos del si-mismo) y que continua durante toda la niñez y, en grado menor, en la vida adulta.

Los objetos del si-mismo responden con "empatia" a ciertas potencialidades del niño (aspecto del si-mismo, aspectos de la imagen idealizada que admira, talentos innatos distintos que utiliza para realizar de manera creativa sus ambiciones e ideales).

Esto permita la cristalizacion del Self nuclear.

El siguiente paso consiste en suministrar a la criatura frustraciones tolerables; "esas deficiencias llevan al reemplazo gradual de los objetos del Self y sus funciones por un Self y sus propias funciones".

Es necesaria un desilusión gradual respecto a la disponibilidad de esa figuras.

El resultado final del proceso es un Self autónomo del sujeto.

Es esencial la cohesión del self de los progenitores. Kohut dice: " En otras palabras, lo que influye sobre el carácter del self del niño no es tanto lo que los padres hacen sino lo que son".





¿Rivalidad edípica o cooperación intergeneracional? Del Edipo de Freud al Ulises de Kohut
Publicado en la revista nº005

 1- Acerca de: “Introspection, empathy and the semi-circle of mental health” de Heinz Kohut.

2- Ubicación del trabajo dentro de la obra de Kohut

3- El mito de Edipo (Freud) y el mito de Ulises (Kohut).

4- La empatía.

5- Articulación con otras teorizaciones: Heinz Kohut y John Bowlby.



1-  Acerca de: “Introspection, empathy and the semi-circle of mental health” de Heinz Kohut.

Escrito poco antes de morir, el último trabajo de Heinz Kohut comienza con una reseña del artículo “Introspección, empatía y psicoanálisis” escrito en 1959 y presentado en el XXV Encuentro del Instituto de Psicoanálisis de Chicago. En su primer ensayo sobre el papel de la empatía en psicoanálisis, que según Kohut contenía la base de muchas de sus subsiguientes investigaciones en el campo de la psicología profunda, propuso la tesis de que la postura introspectiva empática del observador define la ciencia del psicoanálisis. El autor explica que lo que le movió a proponer esta definición operativa del psicoanálisis hace 25 años fue el darse cuenta que la introducción del concepto psicobiológico de los impulsos -así como varios conceptos socio-psicológicos- no condujo a una verdadera integración del psicoanálisis con la biología o la medicina sino a una visión psicológica y moral de “Hombre Culpable” que lo que hizo fue deformar la percepción del analista en el campo clínico y aplicado. Kohut afirma que al definirse operativamente el psicoanálisis se puede aceptar a sí mismo como psicología, una psicología que estudia al hombre en términos de un self que intenta realizar el programa trazado en su fuero interno a lo largo de su vida.

En la  sección final del trabajo, Kohut  reexamina las relaciones intergeneracionales del hombre a la luz del cambio que implica pasar desde una concepción psicobiológica a una psicológica. Así, el complejo de Edipo no es el producto final del conflicto ininfluenciable de instintos básicos opuestos sino el resultado de interferencias que menoscaban el desarrollo del hombre. Dado el poder mítico de la formulación de Freud del complejo de Edipo, el autor ofrece una dosis de anti-magia mítica -a la que el título “El semicírculo de la salud mental” hace referencia, y que se aclarará más adelante-, y una reinterpretación de la historia del rey Edipo. Kohut cree que la esencia de la experiencia humana no se encuentra en el conflicto biológicamente inevitable entre generaciones sino en la continuidad intergeneracional a través de un proceso de colaboración recíprocamente construida.

2- Ubicación del artículo dentro de la obra del autor

“Introspección, empatía y el semicírculo de la salud mental” es el punto final de la producción  científica personal de Heinz Kohut. Poco antes de morir, el 8 de Octubre de 1981 a los 68 años de edad, le comentó a su esposa Elizabeth que “...sentía que había podido cumplir con lo que se había propuesto hacer por el psicoanálisis y tenía la esperanza de que sus colegas, sobre todo los de las generaciones más jóvenes, continuaran investigando los múltiples interrogantes que él había suscitado en el curso de su labor. También expresó su confianza en que sus ideas estimularían a estos nuevos investigadores para que formularan nuevas preguntas y desarrollaran ideas propias con vistas a proseguir el avance de la ciencia psicoanalítica.” (Kohut, 1984). Casi veinte años después no quedan dudas en cuanto a que generaciones de jóvenes psicoanalistas en todo el mundo han hecho honor a este legado intergeneracional. El concepto de empatía campea a lo largo de este póstumo escrito. Define nítidamente un aspecto de su concepción de la empatía que fue elaborando y puliendo a través de los casi 25 años que median entre este trabajo e “Introspección, empatía y psicoanálisis” (1959). Luego de pasar revista a sus puntos de vista epistemológicos avanza en su consideración de la empatía como un aspecto del amor maduro en las relaciones familiares e intergeneracionales sanas. Desde esta perspectiva el acento no está puesto en la empatía como método neutro de recolección de datos esenciales para la acción terapéutica, sino que es conceptualizada como la nutriente emocional básica sin la cual la idea misma de vida humana sería impensable.

Utilizando consistentemente el modo de aproximación empático logra examinar la naturaleza esencial del hombre, de las relaciones humanas en general y en particular las relaciones intergeneracionales. Esto le permite postular que la lucha intergeneracional y el drama de sexo y muerte propios del Complejo de Edipo no están referidos a la esencia del hombre sino que son desviaciones de lo normal.

Observó en diversas oportunidades, en los finales de análisis exitosos, la aparición de una fase edípica terminal en la cual ...  “No se activan sistemas de recuerdos intensamente cargados con respecto a conflictos edípicos en la infancia”... y sí (la aparición de una) ... "breve fase edípica... acompañada por una cálida sensación de alegría, una alegría que tiene todos los rasgos de la emotividad que acompaña un logro en la maduración o el desarrollo”I.

Kohut diferenció un “estadío edípico”, correspondiente a un estado normal, donde los padres responden con orgullo y júbilo empático al self en expansión del hijo, en contraposición al “complejo de Edipo”, la versión patológica, donde la ausencia de identificación de los padres con el/la pequeño hijo/a da lugar al cuadro de celos, cruda sexualidad y competitividad que pinta la metáfora del dramaturgo griego. La falta de empatía paterna ante el desarrollo del self del hijo/a es lo que crearía ese camino patológico del desarrollo, la tragedia de Edipo que el paradigma freudiano considera una universalidad.

Para Kohut lo normal sería la colaboración intergeneracional y la anormalidad la lucha intergeneracional. De acuerdo a Kohut la conducta normal paterna/materna sería el orgullo ante el asertivo self del hijo/a mientras que su desviación corresponde a una conducta competitiva o seductora. Cuando los padres reaccionan de esta última forma es cuando emerge el drama descrito por Sófocles, y los componentes sexuales y agresivos hacen su aparición.

Kohut recurre al mito de Ulises (Odiseo) como un modelo de su nuevo paradigma. El mito de Ulises ilustra la figura de la salud mental; el de Edipo la figura de la enfermedad. Lo que pretende transmitir Kohut es que la dramática edípica no es una imposición fatalista de oscuro origen psicobiológico. Edipo es el prototipo del hijo destruido por la patología de los padres. Serán las respuestas patológicas y patógenas de los progenitores en su incapacidad de responder empáticamente a las necesidades elementales del vulnerable self infantil en desarrollo las que producirán su colapso y desintegración, que se hará visible con la emergencia de pulsiones asesinas e incestuosas. De los despojos de Ulises, cual un fantasma, surgirá la trágica y patética figura de Edipo.

3-  El mito de Edipo (Freud) y el mito de Ulises (Kohut).

¿Nos ha hechizado Freud con la metáfora de Edipo?. Algo parecido supone Kohut en “Introspection, empathy and the semi-circle of mental health”, refiriéndose a la “magia” de Freud, quien habría utilizado genialmente el relato de Sófocles para ilustrar sus ideas sobre la sexualidad humana y los vínculos intergeneracionales. Kohut alude a la gran habilidad de Freud de mitologizar los conceptos claves de su sistema científico e implantarlo firmemente en la mente de sus seguidores. En una aproximación original al tema, Kohut destaca los rasgos de personalidad de Freud como transmisor de sus ideas.

La tragedia del dramaturgo griego, donde uno de los personajes mata, sin saberlo, a su padre, y se casa con su madre, sirvió durante décadas como una premisa exclusiva con la que se leían los sueños, síntomas y conductas de los pacientes. Kohut se lamenta en “Introspection...” de las dificultades para que la comunidad de psicoanalistas acepte una revisión del drama edípico. ¿Cómo convencer a los colegas de que el estado normal es una gozosa experiencia de desarrollo en el niño, incluyendo el paso por un estadío edípico -diferente del complejo de Edipo- en el que los padres responden con empatía y orgullo al self en expansión del hijo?. A fin de obtener atención hacia su revisión del complejo de Edipo y de su metáfora -la tragedia de Sófocles- Kohut recurre en su artículo a argumentos “débiles” y argumentos “fuertes”, según los denomina. El argumento “débil” es la reinterpretación del mito edípico, para demostrar que en realidad no sustenta la teoría clásica sobre las relaciones entre padres e hijos (el "destino pulsional inevitable") sino otra perspectiva, que tiene en cuenta el valor estructurante de las experiencias vividas en el desarrollo.

El argumento “fuerte” consiste en oponer  a la “magia” de Freud una “antimagia”, recurriendo a un relato de Homero sobre Ulises (Odiseo). Este argumento fuerte sería contraponer un mito a otro mito, una metáfora a otra metáfora. La argumentación de Kohut presenta entonces dos variantes:

1- Una relectura del mito de Edipo.

2- Oponer el mito de Ulises al mito de Edipo.

Examinemos la revisión del mito de Edipo. En su relectura del relato de Sófocles, Kohut destaca algo que a su criterio no ha sido debidamente apreciado por los psicoanalistas. Se refiere a que el rasgo más distintivo de la historia es que Edipo fue un niño rechazado, un hijo mandado a morir por el Rey Layo, temeroso de la profecía del adivino Tiresias, quien le auguraba al recién nacido el futuro asesinato de su padreIIEdipo fue un bebé rechazado, un hijo abandonado a morir en la intemperie, lo cual es otro modo de puntuar la historia, y de significar sus acontecimientos.

Otro acontecimiento en la historia de Edipo que puede ser leído de distinta manera  -no incluido por Kohut en su artículo- es el “incidente de la encrucijada”, donde tiene lugar el asesinato del Rey Layo. En la visión tradicional, Edipo es un autómata que se ve conducido paso a paso por la profecía de Tiresias, y que mata a su padre en una bifurcación de caminos. Lo que impulsa a Edipo es una fuerza determinista, que inevitablemente lo conduce hacia el desenlace trágico. Freud llamaba a este relato una “tragedia de destino” para remarcar el determinismo de los impulsos incestuosos.

El “incidente de la encrucijada” puede ser examinado desde otra perspectiva. Veamos el relato de Sófocles sobre lo que ocurrió en el encuentro entre Edipo y su padre. Huía Edipo de la profecía de Febo de Pitón, que le auguraba el unirse con su madre y matar a su padre cuando se cruza con Layo y su comitiva en un cruce de caminos. “Y yo al oír esto, tras calcular por los astros para el futuro la situación de la tierra corintia, huí donde nunca viera cumplirse el oprobio de mis funestos oráculos. En mi marcha llego a esos lugares en los que tú dices que pereció este soberano. Y a ti, mujer, te diré la verdad. Cuando en mi viaje cerca estaba de esta encrucijada, en ese momento un heraldo y un hombre montado en un carro tirado por potros como el que tú dices, se toparon conmigo, y fuera del camino el guía y el anciano mismo me arrojaron violentamente. Yo por mi parte al que trata de echarme fuera, al auriga, lo golpeo con ira; y el anciano, cuando me ve, desde el carro, tras esperar a que me acercase, en medio de la cabeza me alcanzó con una pica de doble aguijón. No, por cierto, pagó lo mismo, sino que al punto, golpeado con el bastón por esta mano, de espaldas cae rodando inmediatamente del centro del carro, y mato a todos los que le acompañan.”III.

Al encontrarse con la comitiva real, Edipo sufre la prepotencia del Rey Layo. Edipo reacciona ante la violencia del gobernante y su séquito, y comete el asesinato. Esta puntuación ubica la violencia de Edipo como una respuesta a la conducta abusiva del Rey, y no como un destino (pulsional) predeterminado.

La revisión de una metáfora, ¿prueba algo? Kohut se encarga de señalar en “Introspection...” que las metáforas en sí mismas no prueban nada. Nada prueba la versión de Freud del mito de Edipo y nada prueba la revisión efectuada por Kohut en su artículo. Pero la metáfora transmite un ejemplo paradigmático a los miembros y aprendices de una comunidad científica (Kuhn, 1962, 1987). Una vez incorporadas, las metáforas son poderosas guías que limitan la percepción y significación de los observables (Lakoff y Johnson, 1980). Uno u otro guión conducirán al analista hacia distintas versiones de lo escuchado, y hacia diferentes intervenciones. (Juri, 1999).

Cuando una metáfora como la tragedia de Edipo Rey se encuentra tan hondamente arraigada en la comunidad profesional, puede resultar dificultoso admitir otra lectura del mito. La revisión del drama de Sófocles puede parecerle a Kohut un argumento “débil”, pero debemos reconocer que reflexionar sobre metáforas que se aceptan incondicionalmente  puede ser un ejercicio epistemológico “fuerte”.

Hemos  examinado el argumento “débil” de Kohut, y ahora nos ocuparemos de su argumento “fuerte”. Este consiste en suministrar una dosis de “antimagia” (sic) para contrarrestar la “magia” de Freud. Para este fin Kohut recurre a un relato de Homero sobre Ulises (Odiseo) con el que intenta transmitir la existencia de otra figura en las relaciones intergeneracionales.

En el mito de Homero, el héroe, Ulises, gobernador de Itaca, se había casado recientemente y tenía un pequeño hijo llamado Telémaco. Grecia estaba preparando una guerra contra Troya, y reunía a sus capitanes, pero Ulises no deseaba participar en ella. Cuando llegaron a buscarlo los emisarios Agamenon, Menelao y Palamedes, Ulises finge estar loco, a fin de evitar la imposición de partir a la guerra. Pretende no reconocer a los delegados mientras con una extraña yunta de asno y buey ara un terreno tirando sal en los surcos. Como los emisarios sospechan el engaño, Palamedes coloca a Telémaco frente al arado que avanzaba hacia él. Entonces Ulises, el padre protector, efectúa un semicírculo con el arado para no lastimar a su hijo, lo que puso al descubierto el engaño, y también su salud mental. Kohut lo llamó “El semicírculo de la salud mental”, lo que explica el título de su trabajo.

Kohut acude al relato de Homero para trasmitir sus ideas sobre los vínculos intergeneracionales. Lo contrastante del mito de Ulises en relación a la temática de Edipo Rey es la constante e intensa presencia del amor mutuo, la protección, el amparo y hasta el sacrificio personal -Ulises era muy consciente que trazar el semicírculo significaba ir a la guerra- en cuanto a contribuir a la supervivencia y el bienestar de la generación más joven. Una segunda parte del mito, aludida brevemente por Kohut en su artículo, no hace más que corroborar y afianzar aún más los puntos de vista que quiere ilustrar:  veinte años después de haber partido a la guerra de Troya Ulises regresa, viejo y harapiento, y encuentra a su fiel esposa Penélope que durante todos esos años había resistido con determinación y astucia el asedio de los pretendientes que a través de un matrimonio de conveniencia buscaban apoderarse de las posesiones; y a su hijo Telémaco a quien no veía desde que era un bebé, ahora convertido en un joven fuerte y aguerrido, que codo a codo lucha con su padre para reconquistar sus posesiones.

Los mitos de Edipo y de Ulises son metáforas que establecen relaciones entre conceptos: vínculos entre padres e hijos, agresión, sexualidad, etc. Las metáforas forman parte de los paradigmas, son ejemplos que se utilizan para la transmisión de ideas. El examen de las metáforas empleadas, por la comunidad de psicoanalistas ayuda en la delimitación de los distintos paradigmas en juego.

Coloquemos en columnas comparativas los rasgos distintivos de las metáforas de Edipo y de Ulises.

En la columna “Ulises” se incluye bajo el ítem cooperación intergeneracional la cooperación de Telémaco con Ulises, aludida brevemente por Kohut en “Introspection...”. Como hemos señalado, cuando Ulises retorna a Itaca y se reencuentra con Telémaco, éste coopera fielmente con su padre, en el plan que el astuto Ulises despliega para reconquistar su palacio invadido por los pretendientes de Penélope.

En la columna de Edipo se califica la metáfora empleada por Freud como una psicobiología, siguiendo la denominación de Kohut en su artículo. En la columna de Ulises se contrapone a la psicobiología, una psicología, de acuerdo al pensamiento del autor. Obviamente, las columnas no pretenden ser exhaustivas, y otros ítems podrían encontrar un lugar en ellas. La claridad corre el riesgo del reduccionismo, y para evitarlo, el conflicto y la cooperación no deberían ser mirados como extremos sin contacto. Atendiendo a la complejidad, es preferible pensarlos en términos de primacía. La primacía de la cooperación no excluye notas conflictivas, aunque no sean dominantes, y viceversa.

 




ULISES
Conflicto intergeneracional. (Layo abandona a Edipo. Edipo mata a Layo)
Cooperación intergeneracional. (Ulises protege a Telémaco. Telémaco coopera con Ulises).
Universalidad del conflicto. 

(pulsiones) 
Estadío edípico normal. Complejo de Edipo como desviación. (falla de empatía paterna) 
Hostilidad y deseos incestuosos predeterminados. 
Hostilidad y deseos incestuosos 

como reacción.
Psicobiología. 
Psicología. 



4-La empatía

En “Instrospection, empathy and the semi-circle of mental health”, H. Kohut emplea el término “empatía” en tres sentidos:

a) Como instrumento para obtener información sobre el psiquismo.

b) Como un poderoso lazo emocional entre las personas.

c) Como parte de su método terapéutico.

En lo que sigue, nos centraremos en la empatía como parte de la terapia analítica, de acuerdo al punto de vista de Kohut. El punto b) encontrará un desarrollo más adelante, en el ítem 5 correspondiente a la articulación con las ideas de John Bowlby.

La aplicación terapéutica de la empatía desde la perspectiva de la Psicología Psicoanalítica del Self implica una posición técnica y clínica que debe respetarse rigurosamente. En la psicoterapia es sin lugar a dudas una condición necesaria para la específica comprensión y explicación de la subjetividad del paciente al posibilitar una ampliación y profundización del abordaje de las experiencias subjetivas.

Dentro del estatus científico actual de la Psicología del Self , la noción de empatía en  sus distintas facetas está lo suficientemente elaborada como para diferenciarla netamente de las frecuentes simplificaciones, distorsiones, generalizaciones, tergiversaciones y uso inapropiado que ha llevado a autores como Stefano Bolognini a decir, refiriéndose a la proliferación de escritos sobre la empatía:

“...el tema sufrió un crecimiento geométrico, y la empatía se convirtió en la meta ideal del analista, una especie de piedra filosofal multiuso, potencialmente capaz de resolver cualquier dificultad clínica y de influir profundamente en el curso de una gran variedad de controversias teóricas de modo que, actualmente, a juzgar por los informes clínicos, si el analista “empatiza”, su trabajo parecería mitad hecho.” (Bolognini, 1997).

El concepto de empatía recorre el edificio teórico de la psicología del self desde su memorable trabajo de 1959, “Introspección, empatía y psicoanálisis”, donde Kohut plantea la diferenciación de los modos de observación introspectivo y extrospectivo, hasta el artículo póstumo “Introspección, empatía y el semicírculo de la salud mental” en que se destaca el valor esencial de la empatía en toda relación humana.. El giro que postula Kohut desde una postura observacional extrospectiva, adecuada para la exploración del mundo exterior, hacia una postura empático-introspectiva, idónea para la exploración del mundo interior, trajo como consecuencia una redefinición del psicoanálisis como una “Psicología pura” al despojarla de todo matiz sociológico o biológico ya que estas ciencias utilizan el método observacional extrospectivo. Para Kohut la única forma de tomar contacto con los estados mentales complejos -el objeto del psicoanálisis- es a través de la aproximación empático-introspectiva (1959, 1971). En su forma clínica, es decir, de manera sistemática y prolongada, resulta esencial tanto para la comprensión como para la explicación de esos estados mentales complejos (1984).

Desde el inicio de sus trabajos sobre el tema, Kohut dejó claramente establecido que él no postulaba una nueva clase de empatía sino que lo que aportaba al psicoanálisis era una nueva teoría que posibilitaba una mejor utilización de la misma. No obstante estas puntualizaciones, reiteradas en diversas oportunidades, se la confunde con amor, compasión, simpatía, complacencia, sentimentalismo o intuición. Otras veces se consideran como conceptos equivalentes la empatía y el entonamiento o sintonía afectiva, pero desde el punto de vista clínico conviene diferenciarlas.

En la sesión analítica la aproximación empática generalmente comienza con un contacto de tipo extrospectivo con algún elemento discernible de la conducta del analizado y, a partir de ese elemento, se trata de sintonizar con la motivación subjetiva del mismo; pero en la medida en que no tenga una característica sistemática y prolongada no se trata de  una verdadera “inmersión empático-introspectiva”. Al respecto Paul Ornstein utiliza una metáfora sumamente esclarecedora. Dice que la sintonía afectiva es como una llave que permite abrir la puerta del mundo interno del paciente, al que asimila a una habitación que permanece a oscuras, pero aclara que la sintonía no es todavía la luz que iluminará el contenido de esa habitación. La luz es la empatía (Ornstein, 1990). La empatía, a diferencia de la sintonía que se alcanza en forma preconsciente y rápida, se adquiere mediante un sistemático y prolongado esfuerzo, mediante ensayo y error, lentamente, con altibajos y luchando contra dificultades propias de la conformación psíquica del analista y de sus contratransferencias. Pero las dificultades, por si fueran pocas, no terminan con el escuchar; también las hay en el “decir”, o sea, la interpretación empática.

No siempre es posible determinar con algún grado de certeza si lo que se le interpretó al paciente fue experimentado por éste como empático, o sea, si se sintió comprendido. Únicamente sus respuestas, cualesquiera sea su naturaleza, nos darán indicios al respecto.

Así como el modo de escucha empático, tal como lo conceptualiza la Psicología del Self, es frecuentemente mal entendido, lo mismo sucede con el otro elemento de la “Unidad Terapéutica Básica” es decir, el modo empático de interpretación  (Kohut, 1984). Goldberg aclara este punto de la siguiente manera:

“El analista no consuela activamente, interpreta el anhelo del analizando de ser consolado, el analista no funciona activamente como espejo, interpreta la necesidad de respuestas confirmadoras. El analista no admira o aprueba activamente expectativas grandiosas, explica su papel en la economía psíquica. El analista no cae en silencio pasivo; explica por qué sus intervenciones son percibidas como intrusivas. Por supuesto la mera presencia del analista, o el hecho de hablar, o, especialmente, el hecho de comprender, todo ello posee efecto de consuelo y confirmación del self sobre el paciente y así son interpretados (destacado en el original). Por lo tanto, el clima analítico que hace posible el trabajo analítico, se toma en sí mismo objeto de interpretación analítica (Goldberg, 1978).

Las presentaciones de casos clínicos a través de los cuales Kohut ilustraba sus intelecciones son numerosísimos y en todos ellos la empatía, siempre, juega un papel esencial.

En el caso de la Señorita F. (1971, pág. 254/63) describió una etapa característica del análisis consistente en una necesidad de especularización. Ante las interpretaciones basadas en la teoría del impulso-defensa, la resistencia y el Complejo de Edipo la paciente reaccionaba con ira, amargas quejas y violentas acusaciones de que Kohut pretendía arruinar el tratamiento y hundirla a ella cada vez más.

La puesta en práctica del abordaje empático-introspectivo puso de manifiesto que las reacciones de la paciente estaban motivadas en la imperiosa e impostergable necesidad de ser escuchada sin la más mínima interrupción y luego, una vez terminada su exposición, el terapeuta debía resumir lo dicho sin quitar ni agregar nada. La no observancia de esta condición provocaba sus estallidos de furia. Lo que Kohut pudo entender fue que estas reacciones no eran, por ejemplo, resistencias incoercibles sino auténticas necesidades de confirmación y validación de un self profundamente inseguro respecto de sus propios sentimientos y pensamientos. Que el analista tuviera que resonar como un eco o reflejar como un espejo estaba determinado por severos traumas sufridos en la infancia y la niñez. Esta configuración fue luego conceptualizada como transferencia especular. Específicamente la transferencia desplegada por la Srta. F. era una típica transferencia especular fusional. Un elemento distintivo de esta transferencia es la anulación del analista en su condición de persona autónoma e independiente al transformarlo en una mera función impersonal de tipo reflejante, confirmatorio y validante. Sostener una posición empático-introspectiva en tales circunstancias suele ser muy dificultoso, porque pone en jaque al propio narcisismo del terapeuta.

El reanálisis del Sr. “Z” le permitió a Kohut poner a prueba sus nuevos puntos de vista. Una parte esencial de esta nueva construcción teórica consistía en la aplicación sistemática y prolongada del modo empático-introspectivo de observación y explicación. Una diferencia importante, respecto al primer tratamiento fue que en éste el abordaje interpretativo tenía como objetivo el logro de insight por parte del paciente mientras que en el segundo lo básico era el modo empático de comprensión y explicación.

Fue el empleo sistemático y consistente de esta nueva herramienta conceptual la que permitió descubrir que lo que parecía ser una estructura edípica patológica era un anhelo profundo y casi insondable de la presencia de un padre fuerte que brindara amparo y al cual  por lo tanto se lo pudiera idealizar y utilizar para escapar del encierro opresor al que se veía sometido por parte de una madre posesiva que aniquilaba cualquier intento del Sr. Z por delimitarse e independizarse. En la reconstrucción del desarrollo patológico del Sr. Z, Kohut destaca el impacto de la personalidad patógena de los padres, donde la ausencia de empatía era uno de los rasgos distintivos, valorándolo como un elemento determinante de la psicopatología del paciente. (Kohut, 1979).

5-Articulación con otras teorizaciones: Heinz Kohut y John Bowlby

De los tres sentidos con los que Kohut emplea en “Introspection...” el término empatía: a) como instrumento para obtener información sobre el psiquismo, b) como un poderoso sostén emocional entre las personas y  c) como parte de un método terapéutico, John Bowlby coincide con los dos últimos, y no con el primeroIVVeamos, en primer término el punto b), donde la empatía en las relaciones padres- hijos se articula -tanto en Bowlby como en Kohut- con la futura disposición del sujeto al conflicto o a la cooperación.

En una conferencia de 1980, titulada “El cuidado de los niños” (Bowlby, 1988), John Bowlby sostiene que una madre de sensibilidad corriente se adapta rápidamente a los ritmos naturales de su hijo y al prestar atención a los detalles de la conducta del bebé va descubriendo lo que a este lo satisface. Al hacerlo, dice Bowlby, no solo lo contenta, sino que también obtiene su cooperación. Esta descripción de Bowlby se refiere a períodos iniciales del bebé, preverbales. Para el autor, si bien en ese período es rudimentaria la capacidad de adaptación del bebé, si se le permite crecer a su propio ritmo pronto su conducta mostrará los resultados de la actitud de los cuidadores. Bowlby cita a M. Ainsworth y colegas, que han observado que aquellos niños cuyas madres respondieron sensiblemente a sus señales durante el primer año de vida, lloran menos que los bebés de madres menos sensibles, y se muestran más dispuestos a aceptar los deseos de los padres.

No es difícil reconocer la noción de empatía detrás de estos conceptos. Una madre que “se adapta a los ritmos naturales del bebé” (Bowlby) y una madre que “responde sensiblemente a las señales de su hijo” (Ainsworth) son madres empáticas. La empatía materna influye en el desarrollo del niño, estimulando, su cooperación. Como conclusión de estas ideas sobre el cuidado materno Bowlby afirma: “...los bebés humanos, al igual que los de otras especies, están preparados para desarrollarse de manera socialmente cooperativa; que lo hagan o no, depende en gran medida de cómo son tratados” (Bowlby, 1988). Para el autor, inicialmente existiría en el bebé una predisposición a desarrollarse cooperativamente. Que esto sea así estará en función del trato paterno. Padres empáticos favorecerán el desarrollo de hijos cooperativos. La ausencia crónica de empatía estimulará la hostilidad y el conflicto.

Para Bowlby, existiría en los padres una “disposición a brindar cuidados”, que los inclinaría hacia la atención del bebé. Para este psicoanalista, la conducta de crianza -así como la de apego- se encuentra en cierto modo preprogramada, o sea preparada para desarrollarse, en tanto las condiciones lo permitan. Esto no significa hablar de un instinto parental. Existe una preprogramación, una “tendencia a”, que requiere de las experiencias para desarrollarse y organizarse. Si el curso de los acontecimientos es normal, el progenitor experimenta deseos de cuidado: abrazar al niño, consolarlo, protegerlo, alimentarloVEsta disposición puede verse interferida por las experiencias infantiles de los padres. Los malos tratos o frustraciones sufridas cuando niño predisponen a brindar un maltrato al hijo o a alterar la conducta de cuidados.

Coincidiendo con estas ideas de Bowlby, Heinz Kohut sostiene que “...el bebé crece en un medio de objetoself que le brindan una respuesta empática...”. Esta premisa es considerada por Kohut como criterio básico de la experiencia psíquica normal (Kohut, 1984). El ambiente que reacciona con una respuesta empática presenta similitudes con la propensión a cuidar al bebé que Bowlby atribuye a los padres, aunque en el caso de Kohut no se sustenta en la teoría darwiniana de la evolución.

Recapitulando, digamos que Bowlby contempla tanto una predisposición social cooperativa del bebé como una complementaria tendencia de los padres a brindar cuidados al hijo. En estos conceptos Bowlby coincidiría con la metáfora de Homero, en la que Ulises dibuja un semicírculo con el arado para no dañar a su hijo) mostrando su inclinación a los cuidados parentalesVI.

Un bebé con una madre “suficientemente empática” –si se permite la expresión-podrá favorecer el crecimiento de su hijo en la dirección marcada por el mito de Ulises. Inversamente, quien ha sufrido un ambiente sistemáticamente carente de empatía será un Edipo en potencia, con  disposición a una sexualidad y hostilidad como es ilustrada en el drama de SófoclesVII.

Aunque Kohut y Bowlby muestran compatibilidad en su teorización sobre las relaciones intergeneracionales, es necesario aclarar que Bowlby no las conceptualiza en términos de estadío edípico o complejo de Edipo. El marco teórico del autor, la teoría del apego (attachment theory) lo lleva a incluir la constelación que clásicamente es atribuida a ese complejo –celos, rivalidad, hostilidad, etc.- dentro de las vicisitudes del vínculo de apego. Según Bowlby, lo que tradicionalmente ha interesado al psicoanálisis bajo la denominación de complejo de Edipo, es teorizado por él en términos del lazo de apego y sus perturbaciones (Bowlby, 1980, 1988).

Ambos psicoanalistas coinciden en la primacía de los lazos de afecto. Kohut afirma el estatus primario de la ternura y la autoafirmación del niño, tradicionalmente considerados secundarios (Kohut, 1984). Bowlby sostiene la presencia de un apego primario -lazo de afecto- no reductible al sexo o la nutrición (Bowlby, 1969).

Recordemos que Freud sostenía que el niño establece lazos de afecto con sus cuidadores por razones de nutrición o sexo. En "Inhibición, síntoma y angustia" (1926) Freud diría que el bebé va estableciendo una vinculación afectiva con su madre a través de la experiencia de satisfacción de sus necesidades alimenticias. Esta teoría ha sido llamada "Teoría del impulso secundario", porque la vinculación afectiva es una consecuencia de que el bebé sea aliviado por su madre de la tensión del estímulo (hambre). Bowlby contrapone a la teoría del impulso secundario la teoría del "apego primario". Sin intentar desplazar al sexo y a la nutrición como factores motivacionales, Bowlby introduce el lazo de apego como motivación diferenciada de la alimentación y la sexualidad, y no reductible a ellas (Bowlby, 1969). La propuesta de Bowlby no es irrelevante. Introduce otro sistema de motivaciones con su propia dinámica (el apego) que viene a modificar la visión de algunos síntomas y producciones del inconsciente. Esto es lo que ocurre con la reinterpretación que hace Bowlby de los sueños y síntomas fóbicos de Juanito (Bowlby, 1972). Ante la pregunta ¿Qué mueve a Juanito hacia su madre?, la respuesta de Freud fue que lo impulsaban los deseos sexuales (Edipo). Bowlby responde a la pregunta diciendo que  Juanito sentía temor al abandono, y por eso se aferraba a su madre, intentando retenerla (Apego) (ver Juri, Aperturas 4).

Tanto Bowlby como Kohut (junto a otros psicoanalistas) proponen una alternativa a la imagen del niño motivado por impulsos edípicos incestuosos. para estos autores, la necesidad más importante de un pequeño no sería la satisfacción de deseos sexuales, sino el deseo de amor, de obtener la seguridad del afecto paterno y de que su amor es aceptado por ellos. Desde esta perspectiva la motivación principal del niño no sería la búsqueda de placer, sino la búsqueda de relación.

No queremos olvidar que Freud tomó en cuenta el desvalimiento humano (hilflosigkeit) así como la necesidad de amor del niño y la angustia ante la separación de la figura necesitada (Freud, 1926). Pero Freud no dejó nunca de lado la premisa de la motivación sexual de síntomas y sueños, que mantuvo a través de toda su obra (Esquema del psicoanálisis, 1939) lo que puede atribuirse a su firme adhesión al modelo pulsional.

Los autores que estamos comparando (Kohut, Bowlby) le otorgan un mayor peso en la etiología de los síntomas a los sucesos de la infancia. Ambos psicoanalistas participan de lo que podría denominarse "paradigma ambiental", entendiendo por "ambiental" el valor que los autores le otorgan a las experiencias infantiles con las figuras significativasVIIISucesos de la infancia, como la ausencia crónica de empatía paterna, las separaciones y pérdidas sufridas por el niño, los abusos y los maltratos, contienen un potencial psicopatológico, al alterar la base afectiva que éste necesita sentir segura.

Pasando ahora al punto c), la empatía y los métodos de terapia, señalaremos que tanto Kohut como Bowlby emplean la empatía como parte de sus procedimientos terapéuticos. Si bien Kohut ha desarrollado el tema con mayor amplitud, existe una coincidencia básica entre ambos autores, y es posible decir que los dos “cantan la misma canción”IX

Para John Bowlby la principal tarea de un terapeuta es proporcionar a su paciente una “base segura” a partir de la cual pueda explorar su historia y sus modelos representacionales. De manera contundente, Bowlby afirma: “...a menos que el terapeuta pueda capacitar a su paciente para sentir algún grado de seguridad, la terapia no puede empezar siquiera”. Entre las notas distintivas de esa base segura incluye “...ver y sentir el mundo a través de la mirada de su paciente, es decir que procura (el terapeuta) mostrar empatía”. (Bowlby, 1988). La base segura establecida en la relación con el paciente permite explorar sus modelos presentacionales, las creencias conscientes e inconscientes acerca del self y las figuras de apego. (Bowlby, 1988; Marrone, 1993; Steele y Cassidy, 1999).

A partir de lo que podría llamarse una “base segura empática”, que facilita expresar las íntimas creencias y los afectos asociados, es posible avanzar en la exploración de los modelos representacionales del paciente. La revisión de estos modelos constituye para Bowlby una parte integral de toda terapia. Una de las tareas del terapeuta es posibilitar la reflexión del paciente sobre sus modelos representacionales. El terapeuta le proporciona al paciente una "base segura" desde la cual éste puede explorar sus creencias y los sucesos que puedan haberlas originado (lo "visto y oído" por él, y "lo escuchado" de los relatos parentales). A través de esa exploración el paciente puede llegar a "pensar lo que se supone que no debe pensar y a sentir lo que se supone que no debe sentir" (Bowlby, 1988). Alentado por la actitud del terapeuta, el paciente paulatinamente va incluyendo en la consciencia información anteriormente excluída. Los clásicos mecanismos de defensa (representación, negación, etc.) fueron redefinidos por Bowlby en términos informacionales. Se considera que un paciente ha excluído defensivamente de su consciencia información que era muy dolorosa o conflictiva. Puede ser muy hiriente para el sujeto reconocer un antiguo sentimiento de soledad, o el recuerdo de maltratos por parte de sus padres. Los casos de amnesia, o de personalidad múltiple, son notorios ejemplos de exclusión de información (Bowlby, 1980,1985). La exclusión defensiva suele actuar bajo la presión paterna de que los hijos olviden lo percibido, o lo distorsionen, algo que es evidente en los casos de abuso infantil. El niño se acomoda a los deseos de los padres borrando aquella información que pueda chocar con la aceptación paterna. El hijo llega así a sacrificar sus sentidos (lo percibido, la memoria) para salvar su figura de apego. La labor terapeutica ayuda a que la información excluida sobre el self y sobre las figuras de apego pueda ingresar nuevamente a la consciencia.

Al avanzar en la exploración de los modelos representacionales del self y de sus figuras de apego, así como de las circunstancias en que pueden haberse originado, el paciente puede evaluar en que medida estas representaciones puedan ser anacrónicas o inadecuadas. De este modo, las reflexiones y revisiones que tienen lugar dentro de la base segura terapeutica pueden conducir a que el paciente se vea eventualmente librado del "hechizo de antiguas creencias".

Notas de los autores

I Toda la elaboración teórica de H. Kohut deriva de una fuente exclusiva, que es la sesión psicoanalítica. No obstante admitía la combinación de diversos enfoques de investigación (1977).

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II Es oportuno recordar que el nombre “Edipo” significa “pies hinchados”, un poco elegante significado que proviene de las heridas provocadas en sus pies por las correas con que fue atado cuando su padre ordenó abandonarlo (Grimal, P.: Diccionario de mitología griega y romana. Paidós. Buenos Aires).

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III Sófocles: Edipo Rey y otras obras. Pág. 261. Alianza. Madrid.

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IV En tanto Kohut define la empatía como el camino por excelencia para acceder a nuevo conocimiento sobre el psiquismo, Bowlby utiliza el método observacional, y las comparaciones interdisciplinarias. Sobre el tema puede consultarse a Bowlby (1988), Gioia (1996), Juri (1999).

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V Estas ideas de Bowlby deben leerse con ojos evolucionistas. La predisposición al apego (del bebé) y la tendencia a brindar cuidados (de los padres) se encuentran en cierta medida preprogramados, en la medida que han contribuido a la supervivencia del individuo y de la especie. Son el resultado de presiones selectivas en el curso de la evolución. (Darwin).

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VI El Rey Layo  no exhibe tal disposición, ya que abandonó a Edipo a morir en la intemperie. María Cristina Teijeira nos ha hecho notar que el mito de Edipo se refiere a la realeza, donde el asesinato, en defensa o lucha por el poder es una nota característica. Ulises por el contrario era un jefe militar, terrateniente, antibélico, apegado a su familia. Kohut considera su mito como el de un “hombre moderno”, rodeado aún por un escenario de héroes semi-dioses.

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VII No sólo psicoanalistas como Kohut y Bowlby, sino investigadores de campos como la etología y la paleontología, proponen actualmente una visión más cooperativa y gregarista del sujeto humano. Etologos como Eibl-Eibestfeldt consideran que la agresión, aunque existente, raramente es motivo de vinculación entre los miembros de una misma especie. Para la formación de las comunidades de organismos superiores se requiere una fuerte inclinación a la cooperación, y éste ha sido el caso del hombre. El autor sostiene que "...en la evolución de los organismos superiores la ayuda mutua fue conquistando un papel cada vez más importante" (Eibl-Eibestfeldt, 1970). En acuerdo implícito con estos conceptos, y con el retrato del "bebé cooperativo" de Bowlby, el paleontólogo Richard Leaky, sostiene que "...la historia evolutiva ha dotado a nuestra especie de una tendencia a la cooperación" (Leaky, 1992). Indudablemente, un bebé con disposición a la cooperación podría llegar a transformarse con el tiempo en un feroz Gengis Khan con gusto por aniquilar a sus vecinos, algo que Freud recuerda en "El malestar en la cultura". Pero ese futuro destino del recién nacido puede ser atribuido a factores familiares, culturales o históricos.

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VIII Otros psicoanalistas podrían unirse a este paradigma. Entre ellos R. Fairbairn, D. Winnicott, M. Balint.

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IX Parafraseando a Bowlby, quien expresaba así sus coincidencias con las ideas de D. Winnicott (Marrone, 1994).

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Bibliografía




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NARCISISMO: TEORÍA Y CLÍNICA
Narcisismo en la obra de Heinz Kohut
Hugo Lerner
ALGUNOS DATOS BIOGRAFICOS
Heinz Kohut nació en Viena en al año 1913 murió en Chicago en 1981. Ya
egresado de la facultad de medicina y habiéndo tenido una experiencia analítica con
A. Eichorn, emigró a Chicago donde se especializó en neurología. Algunos biógrafos
recuerdan que en el servicio de neurología solían llamarlo “Mr. Ciencia”. Ya en su
nueva ciudad adoptiva continuó su análisis con Ruth Eissler, se va alejando de la
neurología y comienza a formarse en psiquiatría y psicoanálisis en el Instituto de
Psicoanálisis de Chicago en 1944. Luego de egresar dictó por muchos años el
seminario de teoría freudiana que muchos de sus alumnos recodaban sus
enseñanzas por sus conocimientos y la rigurosidad en la comprensión de los textos
freudianos. Institucionalmente ocupó el cargo de Presidente de la Asociación
Psicoanalítica Norteamericana (1964-65), y la vicepresidencia de la Asociación
Psicoanalítica Internacional (1965-73) también fué vicepresidente de los Archivos S.
Freud (1971-81).
El año 1966 podemos considerarlo como una bisagra en su pensamiento y en sus
inquietudes teóricas, que comienzan a orientarse claramente hacia la problemática
narcisista. En un congreso Panamericano de Psicoanálisis, presenta en Buenos
Aires un trabajo donde planteó por primera vez un concepto que llegaría a ocupar
un lugar central en su obra, si el narcisismo se transforma en formas maduras
darán como resultado: la empatía, la sabiduría, el humor y la aceptación de la
finitud de la vida. Aquel que quiera consultar este artículo lo encontrará publicado
en Psicoanálisis de las Américas (Paidós, 1968).
Durante esa época también publicó: “Formas y transformaciones del narcisismo” y
“Reflexiones sobre la furia narcisista”, clásicos trabajos para todos aquellos
interesados en el estudio de la Psicología Psicoanalítica del Self, teoría que siendo el
su primer investigador cuenta en la actualidad con muchos seguidores en todo el
mundo psicoanalítico.
GENERALIDADES
Fue Kohut quien nos alertó acerca del prejuicio existente en el mundo psicoanalítico
sobre el tinte peyorativo que suele teñir la noción de narcisismo en comparación con
el amor objetal, ya que el primero, para algunos psicoanalistas representaría:"...la
más primitiva y la menos adaptativa de esas dos formas de distribución de la
libido...", como afirmó en 1968 en “Formas y transformaciones del narcisismo”.
Según Kohut ésta posición empobrece la práctica clínica, ya que los analistas
intentan reemplazar el narcisismo por el amor objetal, cuando a decir de él"...se
descuida la meta más adecuada, esto es un narcisismo transformado, es decir, una
distribución de la libido narcisista y la integración de las estructuras psicológicas
2
primitivas en la personalidad madura...". (“Formas y transformaciones del
Narcisismo”)
A Kohut no sólo le interesa el estudio del narcicismo cuando está en equilibrio, sino
también, cuando hay perturbaciones del mismo, cuando se rompe el equilibrio.
Partiendo del concepto de narcisismo primario, considera dos caminos en los que se
diferenciará: el Self grandioso y la Imago parental idealizada. También, y como
transformaciones del narcicismo propone, como dijimos antes: la creatividad del
hombre, su capacidad de empatía, su capacidad para aceptar su propia finitud, su
sentido del humor y su sabiduría.
Sostiene que el narcisismo tiene su línea evolutiva independiente
evolucionando de las formas más primitivas hasta las más maduras. En éste
trayecto, si bien los factores innatos son importantes, él va a poner más atención en
la interacción específica del niño con su medio, interacción ésta que promoverá o
impedirá la cohesión del self y la formación de estructuras psíquicas idealizadas.
Es importante destacar que Kohut plantea dos línea evolutivas separadas : la
narcisista y la instintivo-objetal, y que ambas se relacionan con la actitud que los
padres tengan con el niño.
En relación a esto último, nos advierte que : "...Así como a veces los padres se
relacionan con el niño en una empática fusión narcisista y viven la organización
psíquica infantil como parte de la propia, en otras ocasiones lo tratan como si el niño
fuera un centro independiente con iniciativa propia, es decir, lo invisten con libido
objetal..." (Reflexiónes sobre el narcisismo y la furia narcisista).
La concepción de una línea evolutiva independiente para el narcisismo cuyo
desarrollo permite la adquisición de aspectos adaptativos, maduros y culturalmente
valiosos nos permite observar la actitud positiva que Kohut tiene para el narcisismo.
Entonces al narcisismo lo concibe como:"...una serie integral e independiente de
funciones psíquicas antes que un producto de la regresión..."( Reflexiónes sobre el
narcisismo y la furia narcisista).
El papel que Kohut a desempeñado para la conceptualización del narcisismo es de
fundamental importancia en el psicoanálisis actual:"...cuando Ornstein compara la
hipocresía victoriana ante la sexualidad con la actitud que se encuentra hoy ante el
narcisismo, nos hace pensar que tal vez Kohut ha hecho por éste lo que Freud hizo
por aquella.
Tal vez una de las contribuciones más revolucionarias de Kohut al estudio del
narcicismo es haberle quitado su carácter de "resistencia", atribuyéndole una fuerza
positiva rescatable. Esta interpretación del hecho narcisista permite favorecer su
manifestación en lugar de combatirla, favoreciendo de este modo el despliegue de
estructuras arcaicas tales como el self grandioso y la imago parental idealizada,
cuyo análisis es imprescindible para un funcionamiento cohesivo del self"
(Hoffmann, 1982,).
NARCISISMO Y ESTRUCTURACION DEL SELF
Anteriormente puntualizamos algunos de los conceptos sobre narcisismo con que
Kohut comienza a elaborar sus teorías. No obstante y en función de la claridad,
podemos afirmar que al narcisismo lo define, siguiendo a Hartmann como catexias
del self.
3
Para Kohut el self, a diferencia de estructuras como el yo, el ello y el superyo
que son abstracciones relativamente alejadas de la experiencia, es algo cercano
a la experiencia directa y de bajo nivel de abstracción. Si bien está en el
aparato mental, no es una instancia sino una estructura dentro del aparato,
porque está catectizada instintualmente y tiene continuidad temporal.
Puede haber representaciones del self en cada instancia, ya sea en el yo, el ello o el
superyó, y todas estas representaciones son el self. Todas estas consideraciones lo
llevan a Kohut a afirmar que: "Por lo tanto el self, análogamente a lo que sucede con
las representaciones de objeto, es un contenido del aparato mental sin ser por ello uno
de sus constituyentes, es decir no es una instancia del aparato mental" (Análisis del
Self).
Hasta aquí podemos observar una primera definición del self. Algunos años después
realiza algunas reconceptualizaciones, que lo llevan a afirmar que el self es el centro
del universo psicológico del individuo, definiendo a este último como "self en sentido
amplio".
Por lo tanto tenemos dos definiciones de self que se complementan, la primera es el
"self en sentido estricto" que se refiere a representaciones, estructuras, catexias,
etc.; y la segunda como ya vimos el "self en sentido amplio".
No obstante Kohut nos alerta acerca de la dificultad para definir al self, así como,
dicho concepto está cercano a la experiencia: "...Mis investigaciones contienen cientos
de páginas sobre la psicología del sí-mismo, a pesar de lo cual jamás asignan significado
inflexible al término sí-mismo, jamás explican cómo debe definirse su esencia.
Pero admito este hecho sin contrición ni verguenza. El sí-mismo, sea que se lo conciba
dentro del marco de la psicología del sí-mismo en el sentido estrecho, como una
estructura específica en el aparato mental o, dentro del marco de la psicología del símismo
en el sentido amplio del término, como el centro del universo psicológico del
individuo es, como toda realidad -realidad psíquica (los datos sobre el mundo que
percibimos a través de nuestros sentidos) o realidad psicológica (los datos sobre el
mundo percibido mediante la introspección y la empatía)- incognoscible en su esencia.
No podemos, mediante la introspección y la empatía, penetrar en el sí-mismo per se;
solo son accesibles sus manifestaciones psicológicas introspectiva o empáticamente
percibidas. La exigencia de una definición exacta de la naturaleza del sí-mismo no
tiene en cuenta el hecho de que "el sí-mismo" no es un concepto de una ciencia
abstracta, sino una generalización derivada de datos empíricos,..."; "...por último,
podemos distinguir diversos tipos de sí-mismos y explicar sus rasgos distintivos sobre
la base del predominio de uno u otro de sus elementos constitutivos. Podemos hacer
todo eso, pero aun así seguimos sin conocer la esencia del sí-mismo como algo distinto
de sus manifestaciones..." (La restauración del si-mismo).
Desarrollo del self
Descriptas ya algunas nociones acerca del self, debemos abordar como se constituye
y se desarrolla el mismo.
En principio cabe la pregunta acerca del momento en que se constituye el self.
Para Kohut y Wolf, como nos recuerdan en su artículo “Los trastornos del self y su
tratamiento”: "Resulta difícil determinar la edad en la que el bebé o el niño pequeño
adquieren un self. Para empezar, cabe suponer que, en términos estrictos, el recién
nacido todavía carece de un self.
4
Llega al mundo fisiológicamente preadaptado para un ambiente físico específico -la
presencia de oxigeno, de alimentos, de cierta gama de temperaturas- fuera del cual no
puede sobrevivir. Del mismo modo, la supervivencia psicológica requiere un medio
psicológico específico, esto es, la presencia de objetos del self capaces de dar
respuestas empáticas. Es en la matriz de un medio particular de objetos de self
donde, mediante un proceso específico de estructuración psicológica llamada
internalización transmutadora, cristaliza el self nuclear del niño" (Kohut y Wolff,
1978, pag. 339). En esta última cita se hace mención a algunos conceptos centrales
en la psicología psicoanalítica del self como son los objetos del self y la empatía.
Objetos del self
Como anteriormente habíamos señalado Kohut, siguiendo a Hartmann, definía al
narcisismo como cargas del self, pero también debemos considerar que amplió la
concepción de narcisismo cuando afirmó que no lo va a definir por el objetivo de la
carga instintiva ( o sea que cargue al sujeto o a objetos) sino por la cualidad de la
carga.
Así es como afirma que: "El niño pequeño, por ejemplo, inviste otras personas con
catexias narcisistas y por lo tanto las experimenta en forma narcisista, es decir como
objetos del self" (Análisis del Self).
Por lo tanto objeto del self es algo que es parte de sí mismo, algo que ha sido
cargado con catexias narcisistas.
Kohut describió dos tipos de objetos del self:
a) aquellos que dan respuesta al niño confirmando su sentido innato de vigor,
grandeza y perfección. Este objeto "reflejante" es el que Kohut ubicará más
adelante relacionado con las ambiciones;
b) aquellos objetos a los cuales el niño mira y con los que fusionándose le brindan
una imagen de calma, infalibilidad y omnipotencia. a este objeto lo llama Imago
parental idealizada y lo ubica relacionado con los ideales.
Constitución del self
Para Kohut la constitución del self se irá desarrollando paulatinamente a través de
un proceso que él denominó Internalización transmutadora. Este proceso muestra
las fases sucesivas de la relación del niño con sus objetos del self, cómo se va
separando de los mismos y qué destinos tendrán las cargas con que habían sido
catectizados esos objetos.
Básicamente la internalización transmutadora presenta tres etapas que se
suceden:
a) el niño tiene que haber hecho la experiencia de satisfacción de la necesidad
correspondiente a la fase del desarrollo: la especular con el objeto reflejante y la
idealizadora con el objeto parental idealizado.
b) necesariamente se tiene que producir una frustración tolerable con ese objeto,
entonces el niño considera la retracción de la carga.
c) esta frustración debe ocurrir en un momento apropiado a la fase del desarrollo
por la cual pasa el niño.
Como se pude entender este proceso?
5
Hoffmann, en la “Psicología psicoanalítica del self” lo describe de la siguiente
manera: "... si un chico necesita que su padre sea alguien infalible, omnipotente,
calmo, con quien se puede fusionar y experimentar su calma como un sostén para sus
ansiedades, y en cuya fuerza todopoderosa puede confiar para remediar su propia
impotencia, en un momento dado lo frustra (es decir no responde como el chico espera)
se produce el retiro de la carga. Si esto sucede a los 5 ó 6 años, es decir luego de
innumerables experiencias anteriores satisfactorias, dentro de la declinación del
Edipo y una frustración de un momento tolerable, se cumplen los tres requisitos
enunciados y el chico abandona ese aspecto parcial del objeto del self, lo internaliza y
construye con esas representaciones y esas mismas cargas un trozo de su estructura
interna, que será el residuo despersonalizado de un aspecto parcial de la relación
narcisista con un objeto del self".
Este proceso de internalización transmutativa por lo tanto lleva a la formación
de estructuras que producirán reconocimiento, protección, confort,
aprobación, estimulación, valoración, confianza, etc., todos estos aspectos que
antes los cumplían los objetos del self.
Como consecuencia de este proceso, Kohut afirma que en el segundo año de vida se
establece el núcleo del self (sí-mismo nuclear) que, como concluye en “La
restauración del si-mismo”: "constituye la base de nuestra sensación de ser un centro
independiente de iniciativa y percepción, integrado con nuestras ambiciones e ideales
más básicos y con nuestra experiencia de que el cuerpo y la mente constituyen una
unidad en el espacio y un continuo en el tiempo". Todo lo recién citado va a formar el
sector central de la personalidad.
La psicología psicoanalítica del self ante el fracaso del narcisismo del bebé
describe tres variantes, una son las elecciones de objeto; otra la formación del
self grandioso que se hace depositario de la omnipotencia primitiva y por
último la formación de la imago parental idealizada que también recibe los
residuos del narcisismo primitivo.
El self grandioso se interrelaciona con su objeto reflejante, y este último
conforma (de manera especular) el sentido innato de vigor, grandeza y perfección del
self, que lo busca a través de conductas exhibicionistas y de búsqueda de
aprobación. Para Kohut esta interrelación se da especialmente con la madre o mejor
dicho, con el objeto del self maternal.
El bebé también se interrelaciona con la Imago Parental idealizada que le dará
la imagen de calma, infalibilidad y omnipotencia con la cual fusionarse y calmar así
sus ansiedades.
La primera interrelación, o sea entre el self grandioso y su objeto reflejante,
constituye el Polo de las ambiciones y la segunda interrelación forma el Polo
de los ideales. A todo esto Kohut lo llama la Estructura Bipolar del Self Normal.
Entre estos polos se crean tensiones, denominadas "arco de tensiones". En este arco
de tensión se darán los distintos talentos y habilidades de un individuo, que estarán
constituidos por la tensión que se crea entre el polo de las ambiciones y el polo de
los ideales.
Kohut define el arco de tensión, en “La restauración del si-mismo”, como: "la
corriente constante de actividad psicológica concreta que se establece entre los dos
polos del sí-mismo, es decir, las actividades básicas de una persona a las que se ve
"impulsada" por sus ambiciones y "guiada" por sus ideales"
6
Cuando la estructuración del self se produce sin graves alteraciones, o sea cuando
no han habido graves fallas en las distintas etapas del proceso de internalización
transmutativa, las características del self normal serán su cohesión, vitalidad y
funcionamiento armónico.
La patología altera estas características, y por lo tanto de un self cohesivo
puede haber variaciones hasta llegar a su fragmentación; de ser vital, tener
distintos grados de debilitamiento y de un funcionar armónico padecer de
diferentes grados de desorganización hasta llegar al caos.
Las fallas en la constitución del self bipolar normal se pueden dar en cualquiera de
las etapas del proceso de internalización transmutadora.**
SEGUIR ACA
En principio se debe comprender que la relación del individuo con los objetos del
self no termina con la maduración. También los adultos necesitan verse reflejados y
tener objetos idealizados, pero todo esto forma parte de la relación objetal madura
con sus objetos. No obstante debemos tener en cuenta que las primeras experiencias
con los objetos del self son fundamentales en relación al modo en que se
experimentará al self en los diferentes períodos de la vida, al respecto Kohut nos
dice en “Reflexiones sobre el narcisismo y la furia narcisista”: "...así como las
experiencias instintivo-objetales del período edípico se convierten en el prototipo de
nuestras relaciones instintivo-objetales posteriores y constituyen la base de nuestras
debilidades y fortalezas específicas en esta área, del mismo modo, las experiencias
durante el período de formación del self se convierten en el prototipo de las formas
específicas de nuestra vulnerabilidad y seguridad posteriores en el campo narcisista,
de los altibajos de la autoestima, de nuestra mayor o menor necesidad de alabanzas,
de la fusión con figuras idealizadas y de otras formas de sustentación narcisista, así
como de la mayor o menor cohesión de nuestro self durante los períodos de transición,
sea en el que lleva a la latencia, en la temprana o tardía adolescencia, en la madurez
o en la vejez".
Kohut Y Wolff en “Los trastornos del self y su tratamiento” explican claramente la
dinámica del self con sus objetos: "La fortaleza de estos tres principales
constituyentes del self***, la elección de sus contenidos específicos, la naturaleza de su
relación -por ejemplo, cuál de ellos terminará por predominar- y su progreso hacia la
madurez y la realización potencial a través de acciones creativas, están menos
sometidos a la influencia de aquellas respuestas de los objetos del self nuclear de
**Fallas aisladas en cualquiera de las etapas del proceso de internalización
transmutadora no producen patología. Tiene que haber reiteración de fallas de parte de
los objetos del self, y esto sucederá, como afirma Kohut, cuando los padres padecen
fallas en la propia estructura de su self. Por lo tanto va a depender si los objetos
fallan en forma reiterada, que se den o no cuadros patológicos. También se debe
considerar cual de los objetos del self es el que ha fallado, la falla de cada uno de los
objetos del self que intervienen, a través de su interrelación con el niño, en la
constitución del self normal, producirá cuadros clínicos con características propias.
El cuadro clínico variará de acuerdo a la frecuencia y magnitud del fallo del objeto del self
y también al momento evolutivo en que se produzca.
***Los autores se refieren al Polo de las ambiciones, al Polo de los ideales y al
arco de tensión existente entre ambos Polos.
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esos objetos. En otras palabras, lo que influye sobre el carácter del self del niño no es
tanto lo que los padres hacen sino lo que son. Si los padres no tienen conflictos con
sus propias necesidades de brillar y triunfar en la medida en que es posible
gratificarlas en términos realistas, si, en otras palabras, la autoconfianza de los
padres es firme, entonces el orgulloso exhibicionismo del self incipiente del niño
encontrará una respuesta de aceptación. Por duros que sean los golpes a los que la
grandiosidad del niño está expuesta frente a las realidades de la vida, la sonrisa
orgullosa de los padres mantiene vivo un resto de la omnipotencia original, que se
conservará como núcleo de la autoconfianza y la seguridad interna con respecto a la
propia valía que sustentan a la personalidad sana durante toda la vida. Y lo mismo
puede decirse con respecto a nuestros ideales. Por grande que sea nuestra desilusión
a medida que descubrimos las debilidades y limitaciones de los objetos del self
idealizados de nuestra vida temprana, su autoconfianza cuando nos sostenían, su
seguridad cuando nos permitían fusionar nuestro self ansioso con su tranquilidad, a
través de sus voces serenas o de nuestro estrecho contacto con sus cuerpos relajados
cuando nos tenían en sus brazos, permanecerá como el núcleo de la fortaleza de
nuestros principales ideales y la serenidad que experimentamos a medida que
vivimos nuestra existencia orientada por nuestras metas internas".
LA CLÍNICA EN LA PSICOLOGÍA PSICOANALÍTICA DEL SELF
Introducción
Cómo dijimos antes Kohut fue el primero en eliminar el prejuicio peyorativo que
existía en el mundo psicoanalítico en relación al concepto de narcisismo, al no
considerarlo sólo relacionado a la patología, a lo resistencial. Podemos considerar
que ha sido un precursor en señalar la existencia de un narcisismo trófico o
poiético (que alimenta), que forma estructura. Tampoco lo concibió como secundario
al amor objetal, secundario en el sentido que se debería tratar de combatir al
narcisismo para llegar al amor objetal. Según Kohut esto último empobrecía a la
clínica, de acuerdo a los observables clínicos que él iba recogiendo de la población
de pacientes que lo consultaban.
Entonces Kohut empezó a trabajar sobre el narcisismo y llegar a conclusiones
novedosas a partir de observables clínicos. Estos cuadros clínicos son los que él,
después de agruparlos de acuerdo a características determinadas, llamó Trastornos
Narcisistas de la Personalidad, que se convertirían en un conjunto de conceptos
nucleares en la obra de Kohut.
Kohut señalo que el sujeto actual está más asociado a lo que el llamo el “hombre
trágico” que al “hombre culpable”. Culpable, es el sujeto del Edipo, el que
estructura al Superyó con culpa, victima del conflicto. Trágico, es el sujeto de la
contemporaneidad, el que sufre de vacío, lo que van a encontrar en la literatura
psicoanalítica descrito como el sujeto victima del deficit.
En la próxima clase veremos que Green planteó que ya no estamos en la época de
Edipo sino en la época de Hamlet, que la problemática pasa por el ser y el no ser. A
esto se refiere Kohut cuando describe al sujeto trágico, el del vacío.
Hasta ahora lo que venimos desplegando, entonces, se refiere a la constitución y
desarrollo del self normal. En este punto debemos interiorizarnos en los procesos
que sobrevienen cuando no se dan las condiciones normales, vale decir, que nos
dedicaremos a estudiar la clínica y la psicopatología del self.
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Las fallas en la constitución del self bipolar normal se pueden dar en cualquiera
de las etapas que hemos señalado cuando hablamos del proceso de internalización
transmutadora.
Ahora bien, como ya dijimos antes, fallas aisladas en cualquiera de las etapas del
proceso de internalización transmutadora no producen patología. Tiene que haber
reiteración de fallas de parte de los objetos del self, y esto sucederá, como afirma
Kohut, cuando los padres padecen fallas en la propia estructura de su self. Por lo
tanto va a depender si los objetos fallan en forma reiterada, que se den o no cuadros
patológicos. También se debe considerar cual de los objetos del self es el que ha
fallado, la falla de cada uno de los objetos del self que intervienen, a través de su
interrelación con el niño, en la constitución del self, producirá cuadros clínicos con
características propias.
El cuadro clínico variará de acuerdo a la frecuencia y magnitud del fallo del objeto del
self y también al momento evolutivo en que se produzca.
Repitamos: las características del self normal son su cohesión, vitalidad y
funcionamiento armónico.
La patología altera estas características, y por lo tanto de un self cohesivo
puede haber variaciones hasta llegar a su fragmentación; de ser vital, tener
distintos grados de debilitamiento y de un funcionar armónico padecer de
diferentes grados de desorganización hasta llegar al caos.
Kohut describe dos mecanismos a los cuales el aparato psíquico recurre ante fallas
en el desarrollo del self, que son las estructuras defensivas y las estructuras
compensatorias. Ambas estructuras tienen por finalidad cubrir el defecto
estructural del self.
Las estructuras defensivas sólo cubren el defecto del self y las compensatorias, por
compensación, atenúan las consecuencias del defecto.
Con respecto a las estructuras compensatorias se puede pensar por ejemplo, que si
se ha producido un defecto en el polo de las Ambiciones- Exhibiciones, porque fallo
la función reflejante del objeto del self, se va a producir una compensación en el polo
de los ideales y en ese caso el sujeto intenta compensar las deficiencias de la
autoestima persiguiendo objetivos que se vinculan a ideales.
La psicología psicoanalítica del self ha hecho una clasificación de los cuadros
psicopatológicos que se relacionan con las ideas que ha desarrollado acerca del self,
y a esto nos vamos a dedicar en el punto siguiente.
Trastornos secundarios y primarios del self
Los trastornos secundarios del self son aquellas reacciones que algunos sujetos,
teniendo un self bien constituido, padecen en determinadas circunstancias vitales.
Un self bien estructurado tolera bien los cambios que en la autoestima producen
tanto los éxitos como los fracasos, con sus correspondientes emociones (alegrías o
desesperanzas).
Kohut también coloca dentro de estos trastornos secundarios las reacciones ante un
padecimiento físico y también las incapacidades que acompañan a una neurosis
estructural.
Los trastornos primarios del self abarcan varios cuadros clínicos que tienen
relación con la severidad y naturaleza del daño que ha sufrido el self. Por ejemplo, si
el self ha sufrido daños permanentes y prolongados, mostrará diversos grados de
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fragmentación, de debilitamiento y desorganización dando lugar a la emergencia de
todos los síntomas que corresponden a una psicosis. Estos son los cuadros en que
la interacción con los objetos del self ha sido crónicamente deficiente,
fundamentalmente en sus respuestas especulares.
También dentro de los trastornos primarios del self se ubican los estados
fronterizos, que del mismo modo padecen de fragmentación, debilitamiento y
desorganización del self en forma permanente y prolongada, pero a diferencia de las
psicosis, las manifestaciones clínicas que corresponden a los déficit de
estructuración del self se encubren con múltiples defensas.
Con respecto a los trastornos primarios del self que recién hemos descrito no nos
extenderemos más, para así poder centrarnos en el estudio de aquellos trastornos
primarios que de alguna manera han significado el nacimiento y el desarrollo de la
psicología psicoanalítica del self, los que se han llamado:
Trastornos narcisistas de la personalidad
Los pacientes que entran dentro de este grupo diagnóstico padecen de gran
vulnerabilidad narcisista, son personas que tienen dificultades para tolerar los
fracasos, las postergaciones y las dificultades corrientes. Son muy susceptibles y el
problema mayor reside en la dificultad que tienen para regular la autoestima.
Los trastornos psicopatológicos de estos pacientes se pueden agrupar en cuatro
esferas:
a) sexual: falta de interés; fantasías perversas; fantasías más que actividades;
actos perversos; actuaciones eróticas; etc.
b) social: inhibiciones laborales; incapacidad de formar o mantener vínculos
significativos; actividades delictivas; actuaciones; conductas llamativas; etc.
c) psicosomática: preocupaciones hipocondríacas acerca del cuerpo y la mente;
trastornos neurovegetativos; modificaciones circulatorias periféricas; etc.
d) aspectos personales: falta de humor, de empatía por otras personas; mentiras
patológicas; rabietas; etc.
Aunque todos estos elementos que hemos enumerado tienen valor, para Kohut el
diagnóstico de trastorno narcisista de la personalidad se hace fundamentalmente
por el tipo de transferencia que despliegan estos pacientes. Por lo tanto el
diagnóstico definitivo del trastorno del self y del tipo al que pertenece, se hará de
acuerdo al tipo de transferencia que se instale.
Este tema, el de los tipos de transferencia, lo desarrollaremos más adelante. Para
ir adelantando, Kohut describe básicamente dos tipos de transferencias: la
especular y la idealizadora que se relacionan con el polo del self nuclear que se
encuentra afectado. Describe un tercer tipo: la transferencia gemelar, en la cual
no nos detendremos.
Síndromes de la patología del self
Ahora vamos a abocarnos a la descripción de algunos cuadros que resultan
clínicamente útiles para la identificación de las distintas alteraciones en la
constitución y desarrollo del self que estamos tratando en esta clase.
Self subestimulado: Por la ausencia en la infancia de respuestas estimulantes de
parte de los objetos del self son personas que carecen de vitalidad, padecen de
tedio y apatía. Estas personalidades recurren a diferentes estímulos que les
provocan una pseudo-excitación que evita la sensación de vacío. Por ejemplo en la
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esfera sexual recurren a actividades promiscuas, perversiones; y en la esfera no
sexual a adicciones, juego por dinero y además tienen un estilo de vida que se
caracteriza por la hipersociabilidad. Ahora bien, debajo de estas estructuras
defensivas y compensatorias se encuentra una depresión vacía.****
Self fragmentado: Es un estado que surge por la ausencia de respuestas
integradoras por parte de los objetos del self en la infancia. Son pacientes que
reaccionan con síntomas de fragmentación frente a desilusiones poco importantes.
Por ejemplo: estas personas ante desaires triviales en su vida cotidiana responden
con una profunda pérdida del sentido de la continuidad de su self en el tiempo y
de su cohesión en el espacio. Todo esto produce una profunda ansiedad y
preocupaciones hipocondríacas.
Self sobreestimulado: Se relaciona con respuestas no empáticas excesivas e
inadecuadas, como dicen Kohut y Wolf: “con respecto a la fase por parte de los
objetos del self en la infancia, sea con respecto a las actividades del polo
exhibicionista grandioso del self incipiente del niño o a las actividades del polo que
tiene que ver con los ideales, o a ambos”. Estos son pacientes en los cuales la
producción y la creación les producen temor por sus intensas ambiciones que
“habían permanecido atadas a fantasías grandiosas no modificadas”. (Kohut y
Wolf)
Self sobrecargado: En este síndrome ha fallado el objeto del self omnipotente, no
brindándose para que el self pueda fusionarse con la serenidad del mismo. Esto
determina la ausencia de la capacidad de autotranquilizarse que tienen los sujetos
normalmente y que los protege de sentirse traumatizados por la difusión de las
emociones, especialmente la ansiedad. El mundo para estos pacientes es
peligroso, hostil y en algunas oportunidades nos hacen pensar en cuadros
paranoicos. Son suspicaces, hipersensibles a los estímulos externos que en ciertas
oportunidades los viven como ataques.
Aparte de los síndromes que recién hemos descrito, Kohut también describe una
tipología de personalidades narcisistas que se observan con frecuencia. De forma
resumida haremos una enumeración de algunos de estos:
Tipos de personalidades narcisistas:
Personalidades hambrientas de espejo: Son personas que buscan objetos que
los admiren y confirmen como dice Kohut, su “self famélico” . Buscan llamar la
atención para defenderse de la sensación que les produce la falta de autoestima.
Buscan continuamente objetos del self que los atiendan y los confirmen. Como se
puede observar, en la descripción de estas personalidades, la falla se ubica en la
interrelación del self con el objeto del self reflejante.
Personalidades hambrientas de ideal: Buscan intensamente objetos del self a los
cuales admirar ya sea por su prestigio, inteligencia, poder. etc. Aquí la falla se
debe ubicar en la interrelación del self con la Imago Parental Idealizada.
Personalidades hambrientas de fusión: Tienden a controlar a sus objetos del self
debido a la falta de estructura psíquica, relacionada esta falta a las alteraciones
**** Se suele llamar depresión vacía cuando no es resultado de una pérdida de objeto, como
se puede entender desde Freud con el modelo de Duelo y Melancolía. Depresión vacía alude
no a conflicto psíquico sino a déficit de estructuración psíquica o del self.
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producidas por la deficiente interrelación del self con el objeto especular o
idealizado. Son personas con un self muy debilitado que necesitan objetos del self
en lugar de una estructura del self. Viven a los otros como a su propio self y
justamente por esto último les cuesta tolerar la independencia de los objetos y
necesitan la presencia constante de los mismos.
El objetivo terapéutico en los trastornos narcisistas de la personalidad es la
rehabilitación funcional de la estructura del self deficiente. Estas deficiencias se
despliegan y se repiten a lo largo del proceso psicoanalítico a través de
transferencias particulares que se dan en estos cuadros.
Transferencias narcisistas (Transferencias tipo objetos del self)
Kohut describió básicamente dos tipos de transferencias que corresponden a la
reactivación de las estructuras defectuosas del self, algo así como que por
regresión se aborda el punto en el cual se detuvo el proceso normal constitutivo
del self. De esta manera se intenta reencauzar el proceso de desarrollo a través de
la transferencia.
Como ya citamos antes. Los tipos de transferencia son: la transferencia
idealizada y la especular, ambas llamadas por Kohut transferencias con objetos
del self.
La transferencia idealizada se despliega por reactivación de la Imago Parental
Idealizada. La regresión durante el proceso analítico reactiva aquel objeto y lo
transfiere en el analista, que es vivido como un objeto del self, y lo que se observa
en el tratamiento es la necesidad del paciente de compartir la fuerza y la calma de
un objeto del self admirado. Este tipo de transferencia permite, por reactivación de
objetos y por la elaboración de la misma, que se formen estructuras psíquicas a
través del proceso que ya estudiamos y que se conoce como internalización
transmutadota.
La transferencia especular es el resultado de la reactivación del self grandioso,
que como vimos antes, es aquel residuo del narcisismo primario que se
interrelaciona con el objeto reflejante. En el proceso analítico se despliegan
aquellas necesidades vinculadas al exhibicionismo del self que busca aceptación y
confirmación de la grandiosidad y perfección.
De estas formas de transferencia debemos agregar que Kohut distingue a su vez,
algunas variedades dentro de las mismas así como también conceptualiza la
contratransferencia que aparece en estos procesos psicoanalíticos.*****
BIBLIOGRAFIA USADA EN ÉSTA CLASE
HOFFMANN, J. M. (1979), "La psicología psicoanalítica del self", Psicoanálisis, Bs.
As., Vol. I, No. 2.
(1982), "En memoria de Heinz Kohut", Psicoanálisis, Bs. As., Vol. IV, No. 3.
KOHUT, H. (1968), "Formas y transformaciones del narcisismo", Revista de
Psicoanálisis, Bs. As.., 1969.
*****Quienes deseen profundizar acerca de los tipos de transferencias deberá consultar especialmente el primer libro de
Kohut; “Análisis del Self”.
12
(1971), Análisis del self, Bs. As., Amorrortu, 1978.
(1978), "Reflexión sobre el narcisismo y la furia narcisista", Revista de Psicoanálisis,
Bs. As., XXXVII, 3, 1980.
(1977), La restauración del sí mismo, Bs. As., Paidós, 1980.
(1979), "The two analysis of Mr. Z, Inter. J. Psycho-Anal. 60, No. 1.
(1984), Como cura el análisis?, Bs. As., Paidós, 1986.
KOHUT, H. y WOLFF, E. (1978), "Los trastornos del self y su tratamiento",
Psicoanálisis, Bs. As., Vol. 1, No. 2.
LERNER, H.(1987)Clases publicadas por el Centro de estudiantes de Psicología de la
Universidad de Buenos Aires.
(1993) "Breve síntesis del concepto de contratransferencia en la obra de Heinz
Kohut". Tomo de Resúmenes del XV Simposio y Congreso Interno, Asociación
Psicoanalítica de Buenos Aires.
"Notas sobre el concepto de narcisismo y la estructuración del Self en la obra de
Kohut", presentado en el IX Congreso Mundial de Psiquiatría. Rio de Janeiro, Junio de
1993.
LANCELLE, G. (1984), "Desarrollo psíquico temprano y la psicología psicoanalítica

del self", Psicoanálisis,Bs.As.,Vol.VI,No.2/3


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