Revista de
Psicoanálisis
Julio 2005 -
No.20
Phil Mollon: Releasing the Self: The Healing Legacy of Heinz Kohut. 2001: Londres (Whurr)
Autor de la reseña: Mario Marrone
Introducción
El autor de este libro, Phil Mollon, es
miembro del así llamado “Grupo Independiente” de la Sociedad Psicoanalítica
Británica. Combina su practica privada como psicoanalista con su trabajo como
psicólogo clínico en un hospital general del condado de Hertfordshire,
Inglaterra, donde ha adquirido gran experiencia clínica en el tratamiento de
patologías graves. También ha trabajado en la Clínica Tavistock de Londres.
Asimismo, es miembro del “Advisory Board” del “New York Institute for
Psychoanalytic Self Psychology”. Mollon es un hombre de mediana edad,
delgado, canoso, de voz apagada, con una apariencia sosegada y nada ostentoso.
En sus actuaciones como ponente o miembro de mesas redondas en congresos y
jornadas, habla de manera clara y concisa, manteniendo siempre una actitud
modesta y tranquila.
Mollon es un escritor prolífico y ha
publicado numerosos libros. Sus áreas de interés incluyen Heinz
Kohut, la Psicología del Self, la Teoría del Apego, el trauma y las memorias
traumáticas, estados mentales disociativos, trastornos en las experiencias del
Self, vergüenza y, más recientemente, las neurociencias y la aplicación del
método de desensibilización y reprocesamiento mediante movimientos oculares a
la terapia de estados post-traumáticos.
Este libro se refiere a la obra de Heinz
Kohut (1913-1981). Combina una descripción objetiva de algunos puntos
importantes que caracterizan la estructura básica del pensamiento de Kohut con
una evaluación de sus ideas desde el punto de vista del psicoanálisis
contemporáneo.
Como es bien conocido, particularmente
para los lectores de “Aperturas Psicoanalíticas”, Kohut fue una figura
importante del movimiento psicoanalítico del siglo XX, particularmente en
los Estados Unidos. Siendo médico, después de dejar su Viena natal en 1938
cuando los nazis se adueñaron de Austria, inmigró a Londres (donde permaneció
durante un año) y posteriormente a Chicago, donde vivió el resto de su vida.
Muchos historiadores del psicoanálisis norteamericano lo describen como la
figura más creativa del Instituto de Psicoanálisis de Chicago. Sin embargo, a
medida que fue desarrollando y publicando sus ideas, que eran nuevas en el
contexto del psicoanálisis predominante en Chicago, sus colegas lo marginaron.
Kohut sufrió en Chicago el rechazo que recibió Bowlby en Londres. Sin embargo,
con el paso del tiempo, sus ideas han sido reconocidas por muchos analistas y
su contribución no puede ser ignorada.
Aunque Mollon no lo explica en su libro,
sabemos que Kohut, antes de su marginación en el Instituto de Chicago, llegó a
ser presidente de la Asociación Psicoanalítica Americana. Allí observó las
maniobras que colegas respetados efectuaban al servicio de sus intereses
personales. Aparentemente, esas observaciones lo llevaron a buscar una
comprensión más profunda del narcisismo y de las manifestaciones en el ámbito
institucional de aspectos no analizados de caracteropatías narcisistas en
profesionales que se suponía habían pasado por un buen análisis, prolongado e
intensivo.
Como es bien sabido, Kohut fue creador de
una escuela de pensamiento psicoanalítico conocida como “Psicología del Self”,
cuyo énfasis en el rol de la empatía como organizador psíquico subrayó la
importancia de la función parental satisfactoria para promover el desarrollo
óptimo de la personalidad y estabilidad emocional a lo largo del ciclo vital.
Kohut fue una figura paradigmática en la
vida intelectual de los Estados Unidos. Durante los años que siguieron a la
Segunda Guerra Mundial, muchos psicoanalistas – un número importante de ellos,
como ocurrió también en Inglaterra, eran judíos de Europa Central-dieron vida
al desarrollo del pensamiento freudiano y formularon nuevas hipótesis y
teorías. Heinz Kohut adquirió una posición de liderazgo en este campo,
aunque, como ya he dicho, sus ideas no fueron aceptadas de manera unánime.
Mollon explica que la obra de Kohut
ilumina áreas oscuras de la vida psíquica. Kohut propone una manera de trabajar
que nos ayuda a establecer un contacto productivo con pacientes que tienen una
vulnerabilidad narcisista y que, bajo otro enfoque, tienden a reaccionar a las
intervenciones terapéuticas de forma negativa. Un psicoanálisis que no se
fundamente en una comprensión profunda del rol de la empatía y de la patología
del Self, dice Mollon, nos puede llevar a provocar stress y daño en pacientes vulnerables.
Mollon nos advierte que los aportes de
Kohut han sido eclipsados antes de que la comunidad psicoanalítica los haya
comprendido e integrado. Esto se debe a dos tendencias que podríamos llamar
“post-Kohut”. En primer lugar, algunos escritos sobre Kohut simplifican y
distorsionan sus ideas, eliminando sus aspectos más sutiles y arrancándolas de
sus raíces psicoanalíticas. En segundo lugar, con la emergencia en Estados
Unidos de la escuela “intersubjetiva” (que se basa solo parcialmente en el pensamiento
de Kohut), la contribución original de Kohut queda desdibujada.
Capítulo 1: Rabia, vergüenza y terror
presimbólico.
Mollon inicia este capítulo con un caso clínico, una paciente de una unidad
psiquiátrica hospitalaria que se queja de ansiedad, depresión e ideas
paranoides. En la entrevista, la paciente describe sus síntomas y quejas con
cierta ambigüedad. Hablando de su historia personal, refiere una serie de
eventos de su vida penosos y problemáticos. Ha tenido un aborto espontáneo, su
matrimonio se ha roto, tiene conflictos con sus padres y ha descubierto que su
hijo adolescente consume drogas. Sin embargo, la paciente se agita y
enfada cuando se exploran estas áreas de su vida, calmándose cuando el medico
le dice que tal vez ella siente que su mente se está desintegrando y ese
sentimiento le debe dar un gran susto.
Cuando un paciente está bajo los efectos de la ansiedad de desintegración,
a veces el examen del contenido de la experiencia debe ir precedido por una
interpretación empática de la estructura de la misma. Alusiones a la ansiedad
de fragmentación ocurren cuando la gente dice que se siente “hecha pedazos”,
“hecha polvo”. Una noción similar fue enunciada por Balint (1968) usando el
término “falla básica”. Esta ansiedad no es el resultado de un conflicto
pulsional, de fantasías o de necesidades de relación objetal. Es una pena que
Mollon no defina aquí el concepto de “estructura de experiencia”. En mi
opinión, uno de los problemas con los escritos de Kohut, es que a veces parece
que los términos se definen a sí mismos, por así decir. Según mi propia
interpretación, Kohut utiliza la palabra estructura para diferenciarla
de afectos, pulsiones y contenido (conflicto con los otros). Es difícil
entender a Kohut sin haber adquirido una idea clara del significado que le da a
los términos que él crea y utiliza.
El antídoto a la experiencia de fragmentación, vergüenza, rabia, terror y
alienación es la respuesta empática del otro. En el niño, la preservación y
restauración de la coherencia y organización del Self depende de la capacidad
de sus figuras de apego para calmarlo. En terapia, la disponibilidad empática
del terapeuta es esencial para lograr objetivos terapéuticos óptimos.
Capítulo 2: Discerniendo estructuras invisibles
Mollon explica que, mientras que en psicoanálisis tradicional la tendencia
es interpretar el contenido inconsciente de las palabras y conductas del
paciente, Kohut se interesa por buscar la carencia en la estructura psíquica.
Mollon cita a otros autores para buscar puntos en común con este concepto, a
pesar de lo cual, esto reafirma el hecho de que Kohut presenta una perspectiva
radical al sostener que las fantasías primitivas, las imágenes arcaicas del
Self y del objeto, como también los deseos y pulsiones asociados con aquellos
(que constituyen el material común de las investigaciones psicoanalíticas) se
podrían entender mejor como derivativos de experiencias de fragmentación o
vaciamiento y como la expresión de deseos profundos de recibir respuestas
empáticas.
A pesar de que por mi conocimiento personal de Phil Mollon sé que está
familiarizado con la teoría del apego, uno de los puntos débiles de su libro es
que no establece un vínculo entre conceptos afines de la teoría del apego y de
la psicología del Self. Por ejemplo, en términos de la teoría del apego, la
capacidad de las figuras parentales de proveer respuestas sensibles es crucial
para el desarrollo de la personalidad y la capacidad interna de establecer
estabilidad y regulación afectiva. Esta es una premisa teórica fundamental que
no sólo se basa en la observación clínica sino también en la investigación
empírica. De cualquier manera, en este libro, Mollon enfatiza el significado
teórico y clínico de la obra de Kohut, subrayando que su posición nos permite
explorar los contenidos mentales del Self en estado de desintegración y
discernir las estructuras invisibles subyacentes.
El paciente, en el transcurso de la terapia, en aquellos momentos en los
cuales siente que su analista le responde con empatía, experimentará un
sentimiento relativo de bienestar y su funcionamiento psicológico ha de
mejorar. En cambio, cuando el paciente siente que su analista falla en su
función empática, podrá sentirse mal. Mollon no habla aquí de iatrogenia. Sin
embargo, desde mi punto de vista, el paciente puede sentir que su analista
falla en su función empática porque transferencialmente revive experiencias
pasadas de falta de empatía por parte de sus figures de apego o porque, en
realidad, el analista no está respondiendo empáticamente. Esto puede ocurrir
cuando el analista tiene problemas de personalidad no resueltos o cuando trata
de adaptarse a una teoría de la técnica que no privilegia la función empática.
Mollon retoma este tema en el capítulo 11.
Más adelante en este capítulo, Mollon define algunos conceptos básicos de
la obra de Kohut, tal como objeto del Self y establece la distinción
entre este concepto y el de objeto. Mientras que en la literatura
psicoanalítica el término objeto representa al otro con quien uno se
relaciona o –más frecuentemente- a la representación interna del otro, el objeto
del Self consiste en la experiencia interna que una persona tiene del otro.
Se ha convertido en práctica actual en la psicología del Self usar la expresión
“Self experience” para referirse a la experiencia que provee el objeto del
Self. Aunque Mollon no aclara el concepto con precisión, da a entender
que esta experiencia tiene características específicas: ocurre cuando el otro
–o sea la figura de apego– logra, a través de sus comunicaciones verbales y no
verbales, calmar al sujeto. Esta experiencia cumple, para el bebé, una función
clave en darle coherencia a su naciente Self. Más adelante, Mollon distingue
tres variantes de los objetos del Self y los distintitos tipos de transferencias
propuestos por Kohut y su colaborador y discípulo Ernest S. Wolf. Wolf (quien
actualmente vive en Estados Unidos pero viaja frecuentemente a Inglaterra a dar
seminarios y visitar a su hija Elizabeth, que es una analista del grupo
independiente británico) ha hecho una contribución importante a la teoría del
Self y al rol del analista en la reparación de las heridas del Self.
Aunque Mollon no lo dice en su libro, sabemos que en el Instituto de
Psicoanálisis de Chicago, Kohut estaba rodeado de un grupo de analistas,
jóvenes entonces (John Gedo, Arnold Goldberg, Michael Basch, Paul y Anna
Ornstein, Paul y Marian Tolpin y Ernest Wolf), que le dieron apoyo y
contribuyeron a la difusión y desarrollo de la psicología del Self, aunque
–como me informa Hugo Bleichmar-ulteriormente John Gedo desarrolló críticas a
la Psicología del Self.
Uno de los aspectos interesantes del libro de Mollon, es que no se trata de
una biografía de Kohut ni se limita a presentar su obra e ideas. Por el
contrario, Mollon compara ideas de Kohut con las de otros autores, incluyendo
algunos cuya posición Kleiniana es diametralmente opuesta a la psicología del
Self. Esta manera comparativa de exponer las ideas de Kohut es enriquecedora,
aunque a veces el lector tiene que luchar para separar conceptualmente las
ideas de Kohut de la de otros autores.
En este capítulo, Mollon no solamente enuncia principios teóricos sino que
también, como lo hace a lo largo del libro, se interesa por la aplicación
directa de estos principios a la práctica del psicoanálisis, incluso usando
ejemplos de casos clínicos. En el capítulo 2, explorando el significado del
caso del Sr. A., un paciente de Kohut, Mollon subraya –como lo ha hecho con más
detalle en otras publicaciones suyas- la importancia de reconstruir históricamente
la desilusión que sufrió de niño en la relación con su padre y su madre.
En este sentido, coinciden mi posición y la de Mollon y contrastan con el
énfasis en el “aquí-y-ahora” que ha tenido un modelo predominante en Gran
Bretaña y zonas de influencia. Sin embargo, Mollon también recalca la necesidad
del niño, en este caso el Sr. A., de idealizar al padre y las consecuencias
negativas de no poder hacerlo. Desde luego, este punto conecta con el concepto
de Kohut de “transferencia idealizante”, un tema del cual se ha hablado mucho
en la literatura de la psicología del Self. Para explicarlo de manera simple y
concisa, Kohut pensaba que el individuo, particularmente en el curso de su
infancia, busca a un objeto del Self idealizado. A esa búsqueda la llama “imago
parental idealizada”, para referirse a cuando, en la infancia, el objeto
del Self puede proveer esa imago, que considera necesaria para la autoestima
del niño, al fusionarse con ella. Cuando en el curso del tratamiento se
reactiva esa necesidad de una figura idealizada con la cual fusionarse,
entonces la denomina “transferencia idealizante”.
Desde mi punto de vista, las palabras “transferencia” e “idealización” no
son idóneas para reflejar las nociones que trataba de formular Kohut. Según su
definición original, la idealización es un mecanismo de defensa que consiste en
exagerar los aspectos positivos de una persona o situación a expensas de
reconocer los aspectos negativos. Investigaciones actuales en el campo de la
psicología evolutiva y los estudios del apego demuestran que lo que el niño
necesita es disponibilidad, aceptación, empatía y capacidad reflexiva por parte
de sus figuras de apego. Pero ¿por qué llamar a esas condiciones “idealización”
y al proceso de buscarlas “transferencia”? Kohut fue un pionero y, tal vez, si
hubiese vivido más años, hubiese modificado su lenguaje a la luz de las
investigaciones actuales sobre desarrollo temprano. Sin embargo, no sabemos si
Kohut hubiese estado abierto a esas investigaciones, que tienen lugar fuera del
contexto psicoanalítico. Como lo veremos más tarde, Kohut, al igual que la
mayoría de los psicoanalistas, valoraba la investigación clínica (o sea lo que
se descubre en la situación analítica con el paciente) y le daba a la empatía
un papel fundamental como instrumento de investigación.
Capítulo 3: Perversión, la escisión
vertical y la dimensión psicoeconómica
Kohut estableció una distinción importante entre las escisiones
“horizontal” y “vertical”. En la primera, el material intrapsíquico es reprimido.
En la escisión vertical, en cambio, el material intrapsíquico no es reprimido
pero se ignora su significado emocional. Este proceso lleva a la coexistencia
de contenidos intrapsíquicos que no se comunican mutuamente. En este sentido,
el concepto de escisión vertical es una manera de definir lo que otros autores
llamamos “procesos disociativos”. De hecho, Mollon se refiere más
explícitamente a la disociación en capítulos posteriores.
Mollon, en este capítulo, trata de explorar una interpretación de la
sexualidad atípica o perversa sobre la base de una expresión erotizada de
necesidades narcisistas. Dicho así, la explicación parece simple. Sin embargo,
Mollon continua desarrollando el tema con la ayuda de ejemplos clínicos. Cita a
Kohut cuando éste dice que el impulso a la perversión es más irresistible que
el simple deseo de satisfacción genital. El motivo por el cual esto ocurre es
que la perversión constituye un intento de llenar un déficit estructural en la
organización del Self. Este punto de vista no es incompatible con la idea
que Diamond y yo proponemos (Diamond y Marrone, 2003), que la conducta sexual
atípica es un intento de reparar el daño ocasionado por experiencias
traumáticas con las figuras de apego en la infancia. Diamond y yo preferimos
hablar de “conducta sexual atípica” y no de “perversión”, ya que esta palabra
tiene una carga semántica con connotaciones moralísticas, religiosas y
políticas que distorsionan el verdadero significado clínico de los fenómenos
que intentamos describir y categorizar.
Kohut cuestiona la vigencia del complejo de Edipo como explicación
universal de la psicopatología. En la época en que Kohut vivía en Chicago, la
idea dominante era que la psicopatología se debía fundamentalmente a la falta
de resolución del complejo de Edipo. Para Kohut, en cambio, el origen de la
psicopatología está principalmente relacionado con la falta de resolución de
las ansiedades narcisistas (ver Ferrari y Juri, 2000). Bowlby y Kohut comparten
la misma opinión. Bowlby me dijo una vez en supervisión: “Cuando los
psicoanalistas hablan del Edipo se refieren al miedo de ser desplazado en una
relación triangular y el intento de aliarse con otro ángulo para vencer ese
miedo. Esto lo vemos a veces en la clínica, pero ¿por qué debemos transformar a
esa situación en algo universal y sexual? Estos miedos surgen más
frecuentemente en el contexto de inseguridad de apego, cuando el sujeto no se
siente suficientemente valorado y tratado con disponibilidad y empatía”.
Capítulo 4: El proceso curativo en el psicoanálisis de Kohut
En este capítulo, el autor explica cómo define Kohut al proceso
terapéutico. Mollon trata de esclarecer algunos malentendidos comunes en torno
a las ideas de Kohut sobre la transferencia. Recalca que Kohut nunca dijo que
el analista debe ofrecer una experiencia empática y especular –o “experiencia
emocional correctiva”- dejando de lado el análisis de la transferencia
negativa.
Kohut nunca dejó utilizar la reconstrucción histórica como parte del
análisis de la transferencia. En 1984, en “Cómo cura el análisis”, Kohut dijo
que durante el proceso analítico paciente y analista exploran de manera
mutuamente cooperativa el pasado traumático de aquél. Sin embargo, se puede
desatar una tormenta de manera tal que la situación analítica se transforme en
el pasado traumático y el analista sea percibido como el objeto del Self
traumatizante del pasado. En otras palabras, todo paciente oscila entre (a) ver
al analista como un objeto del Self benigno con quien puede mantener una
relación productiva y (b) percibirlo como un objeto del Self traumatizante que
representa a nivel transferencial aspectos negativos de las figuras parentales
tempranas. Desde mi punto de vista, aquí hay dos puntos obscuros en la
terminología de Kohut. El primero es que lo que aquí menciono como “a” es algo
que Kohut llama transferencia de objeto del Self, mientras que otros autores
pueden llamar “alianza terapéutica” o Bowlby llamaría “representación del
analista como figura benigna” (comunicación personal). El segundo punto oscuro
es que en general Kohut define al objeto del Self como bueno, mientras aquí
habla de un “objeto del Self traumatizante”. Mollon nota esta disonancia
y sugiere que al objeto del Self traumatizante sería mejor llamarlo “anti
objeto del Self”.
A continuación, Mollon trata de esclarecer algunas de estas ideas con
ejemplos clínicos que Kohut presenta en algunos de sus escritos. De ahí
pasa a conceptuar cómo, desde el punto de vista de Kohut, se produce el cambio
terapéutico. Si bien Kohut aceptaba la interpretación analítica como
herramienta de trabajo y la elaboración de la transferencia como promotora de
insight, el mecanismo fundamental de cambio, según él, es la internalización transmutante. Mollon dice que es muy
importante comprender que Kohut no proponía que el analista haga algo diferente
de lo que cualquier psicoanalista hace: la tarea esencial del análisis es
interpretar la transferencia. Sin embargo, la comprensión del proceso y el
contenido de las interpretaciones según el pensamiento de Kohut es diferente
del análisis clásico. Yo creo que la “internalización transmutadora” podría definirse como el proceso de
adquirir los aspectos continentes del objeto del Self, de manera que se
transforme en estructuras internas autoregulatorias. Desde mi punto de vista,
basado en la teoría del apego, yo diría que la “internalización transmutadora”
consiste en un proceso de adquisición de mecanismos internos de regulación
afectiva a través de la respuesta sensible de las figuras de apego. Me sorprende que Mollon, siendo un conocedor de la teoría del
apego, no mencione los estudios sobre respuesta sensible y regulación afectiva
que provienen de este campo. Sin embargo, como vamos a ver luego, en el
capítulo 9 toca este tema con relación a la contribución de las neurociencias.
Capítulo 5. Empatía y los intersubjetivistas
Mollon comienza este capítulo mencionando el artículo de Kohut titulado
“Introspección, empatía y psicoanálisis” (1959). Aquí Kohut sostiene que
los datos del psicoanálisis – pensamientos, deseos, sentimientos, fantasías,
ansiedades- no se pueden observar en un espacio físico. Sólo están disponibles a
través de la introspección y la empatía con los otros.
Kohut hizo una doble crítica. Por una lado criticó la forma en que los
psicoanalistas de su época (y, yo agregaría, también en la actualidad)
construían y construyen formulaciones teóricas que no están ancladas en los
conocimientos a los cuales nos dan acceso la introspección y la empatía. Por
ejemplo, Kohut dice que los conceptos de pulsión de vida y pulsión de muerte no
surgen de una teoría psicológica basada en la introspección y la empatía. Básicamente
se quejaba de que muchos analistas hacían construcciones teóricas axiomáticas
sin explicar el pasaje de la observación clínica basada en la empatía a la
conclusión teórica.
Por otra parte, criticaba a los autores que importan al psicoanálisis
ideas, conocimientos y teorías de campos foráneos a la observación clínica. En
este sentido, las ideas de Kohut difieren de las de Bowlby, ya que Bowlby
incluía la investigación empírica (particularmente en el campo de la psicología
evolutiva) como fuente de datos para el psicoanálisis. Sin embargo, Kohut no
criticaba a Bowlby, a quien no parecía conocer. Mencionaba, en cambio, a
Spitz y Mahler. Algunos analistas como André Green han llegado al extremo
de decir que el intento de incorporar al psicoanálisis datos aportados por
otras disciplinas, como lo propuso Bowlby, es un acto de perversión del
psicoanálisis. En otras palabras, es ampliamente conocido que Green considera
que la investigación en psicología evolutiva pertenece a un campo tan diferente
del psicoanálisis que no se justifica tratar de relacionarlos. Sin embargo,
sabemos también que Joseph Lichtenberg, emergiendo del campo de la Psicología
del Self, ha trabajado en la búsqueda de puntos de enriquecimiento mutuo entre
investigación empírica y psicoanálisis.
Acto seguido, Mollon hace un estudio comparativo entre la psicología del
Self y la escuela intersubjetivista de Storolow y asociados. Esta escuela se
basa en la idea de que los fenómenos clínicos observados por los psicoanalistas
siempre tienen lugar en el contexto de dos personas (analista y analizando),
cada uno con su patrón subjetivo de organización e interpretación de su
experiencia. Si bien la escuela intersubjetivista fue históricamente un
desprendimiento de la psicología del Self, también le hace críticas a esta última. Mollon hace un análisis medido de esta temática y utiliza
ejemplos clínicos para clarificar algunos de los puntos en cuestión.
Luego, Mollon trata de situar a Kohut en el campo de las tendencias
intersubjetiva, relacional e intrapsiquica en psicoanálisis. Mollon no
cae en simplificaciones rápidas. Afirma, además, que Kohut no sacrificaba la
complejidad de las ideas en aras de formulaciones tendenciosas. Acto seguido,
Mollon aclara que la palabra “intersubjetivo” tiene multiplicidad de
significados. (1)
Sabemos que el concepto de “escuela intersubjetiva” se usa dentro de este
movimiento exclusivamente para referirse al grupo de Stolorow, Atwood y Orange,
como etiqueta que los define. Otra cosa es patrocinar un enfoque
intersubjetivo, en lo que están Renik y otros autores. Mollon trata de ubicar a
Kohut históricamente en el contexto de un movimiento que sitúa al individuo
como parte de un contexto relacional, sin el cual no es posible entenderlo.
Entre los autores que han definido este campo menciona brevemente a Sandor
Ferenczi, Erich Fromm, Harry Stack Sullivan, Clara Thompson, Ronald Fairbairn ,
Harry Guntrip, Donald Winnicott y otros.
Mollon aclara que hay algunas versiones de intersubjetivismo en
psicoanálisis, de las cuales Renik es un ejemplo, que sostienen que la
neutralidad analítica y la búsqueda de la verdad objetiva son ilusorias. Esta
posición ha alarmado a quienes temen que esa posición lleve al analista a hacer
actuaciones de la contratransferencia, ser demasiado transparente en sus
comunicaciones personales al paciente y, en general, a una ruptura con la
posición tradicional de abstinencia, aun cuando a menudo todos reconocemos que
la abstinencia sea relativa.
Capítulo 6: Kohut y el objeto interno
En este capítulo, Mollon dice que el Objeto del Self se relaciona con un
“otro” a quien funcionalmente se vive como parte del Self. Es una experiencia
que el bebé y el individuo a lo largo de su ciclo vital buscan y necesitan. Si
bien el objeto del Self es vivido como parte del Self, por definición no existe
dentro del Self. A través del proceso de internalización transmutadora se
adquieren, por así decir, las funciones del objeto del Self.
A partir de ese punto, Mollon compara el concepto de objeto del Self con el
concepto de objeto interno, tal como aparece en las obras de Bion, Bollas,
Brandchaft, Fairbairn, Fonagy, Klein, Modell, Anne-Marie y Joseph Sandler y
otros autores. En este capítulo, Mollon también explora otros tópicos, como por
ejemplo la relación entre empatía e identificación proyectiva, el pánico al
cambio psíquico y los fenómenos transferenciales desde el punto de vista de
Kohut. Como siempre, Mollon hace gala de su erudición y claridad de
pensamiento. El lector ha de encontrar en estas páginas referencias muy útiles.
Como dice Mollon, Kohut no definió explícitamente a los “objetos internos”,
mas allá de vincular al concepto con el superyó. En cambio puso énfasis en la
internalización de funciones, a las que él llamó “estructura”. Desde este punto
de vista, para Kohut el proceso analítico no consiste fundamentalmente en
elucidar los objetos internos en el sentido Kleiniano, o en la exploración del
mundo representacional del paciente sino en el proceso de adquirir estructuras
o funciones ausentes.
Capítulo 7. Impasse y Edipo: perspectivas
contrastantes
El contexto psicoanalítico contra el cual Kohut escribía estaba dominado en
los Estados Unidos por la psicología del yo. En este ámbito teórico el
área nuclear de conflicto que determinaba la psicopatología era, casi por
definición, el complejo de Edipo. Kohut cuestionaba la primacía del complejo de
Edipo, diciendo que lo que a primera vista podrían parecer conflictos intensos
involucrando deseos de posesión y rivalidad con relación a la pareja parental a
menudo son una manifestación de carencias de objetos del Self. Sin embargo,
Kohut no descartaba completamente al complejo de Edipo y establecía la
distinción entre una fase edípica normal del desarrollo evolutivo y un Edipo
patológico. El curso normal o patológico de esta fase está determinado por la
capacidad de las figuras parentales de responder con empatía, calmar, cuidar y
querer al niño.
En el Edipo patológico, no es la angustia de castración lo que predomina
sino el efecto de tener un padre del sexo opuesto que actúa de manera
sexualmente seductora y/o competitiva y hostil en vez de actuar con afecto,
aceptación y orgullo.
Acto seguido, Mollon se ocupa de comparar el concepto de Edipo de Kohut con
el Edipo kleiniano. Para ilustrar este estudio comparativo, Mollon utiliza como
punto de referencia un artículo de un psicoanalista kleiniano británico que
lleva como título “La centralidad del complejo de Edipo”. Desde luego, la
escuela kleiniana y la psicología del Self interpretan el material clínico
desde puntos de referencia muy diferentes. Los kleinianos tratan al Edipo como
la totalidad de reacciones que el niño tiene con respecto a sus padres, en las
cuales la proyección, la identificación proyectiva y el pasaje de la posición
esquizo-paranoide a la posición depresiva juegan un rol fundamental y
predominante sobre la interacción real que ocurre entre el niño y sus padres.
Para Kohut, en cambio, la problemática edípica se relaciona fundamentalmente
con la manera en que los padres tratan al niño, particularmente como reacción a
sus impulsos agresivos y sexuales.
En este capítulo, Mollon se ocupa también del tema del impasse en terapia
psicoanalítica. Mollon sugiere que, teniendo en cuenta las enseñanzas de Kohut,
se podría decir que frecuentemente el impasse se debe al hecho de que el
analista, anclado y preocupado por el paradigma que utiliza para entender al
material clínico, pierde la posibilidad de entender al paciente y su pedido de
respuesta empática. De esta manera, el analista repite la carencia de sintonía
empática que el paciente tuvo en su infancia, retraumatizandolo.
Capítulo 8. Esquizofrenia y depresión: el Self
fragmentado y el Self truncado.
En este capítulo, Mollon hace gala no sólo de su conocimiento de la
Psicología del Self sino también de su experiencia clínica con psicóticos.
Desde la posición privilegiada de alguien que trabajó en la práctica
hospitalaria y en la práctica privada, Mollon tiene experiencia clínica y
autoridad para abordar esta temática. Siguiendo a Kohut, Mollon subraya la idea
de que las psicosis generalmente emergen de una situación en la cual una
vulnerabilidad preexistente es agravada por traumas en las relaciones
significativas del sujeto. El efecto del trauma es la angustia de
fragmentación, que es una de las angustias más profundas que el sujeto puede
sentir. La psicosis involucra también un intento de reconstitución delirante de
las estructuras fragmentadas. Por ejemplo, una persona paranoide puede sentir
alivio cuando la confusión que emana del estado interno de fragmentación se
reorganiza con una certeza delirante. Mollon explica que otros autores han
propuesto que la angustia de desintegración o fragmentación subyace como núcleo
de las psicosis, incluyendo Jacobson, Sullivan, Grotstein y Eigen.
Durante el siglo XX poco se habló de trauma en psicoanálisis. Desde luego,
algunos autores como Ferenczi -a quien Mollon solo cita en el capítulo para
referirse a su contribución al concepto de la relación terapéutica como factor
curativo- se ocuparon del tema. En el pasado, la diferencia entre el trauma que
ocurre en el contexto de las relaciones de apego (como el maltrato infantil y
el abuso sexual por parte de los padres) y el trauma que ocurre en otras
situaciones (como por ejemplo ser víctima de un terremoto) no era tan claro
como lo es ahora. Las teorías y estudios sobre trauma que aparecieron a final
del siglo XX mayormente surgieron fuera del campo del psicoanálisis. Solamente
en años recientes aparecieron trabajos sobre trauma dentro del campo del
psicoanálisis, con contribuciones de Jon G. Allen, Nicola Diamond, Peter
Fonagy, K. Lyons-Ruth, Phil Mollon, Valerie Sinason y las mías propias. Algunos
estudios han sido asimilados por el psicoanálisis, pero no fueron formulados
por profesionales que se definen como psicoanalistas, como es el caso de
Giovanni Liotti y B.A. van der Kolk.
De hecho el estudio del trauma ha sido en años recientes también emprendido por psicoanalistas kleinianos, como es el caso de Caroline
Garland y Ronald Britton, pero –aunque reconocen el impacto de las situaciones
traumáticas- su posición está todavía muy influenciada por la idea de que la
vulnerabilidad o resiliencia al trauma están determinadas por factores internos
relativamente independientes de las experiencias interpersonales. En contraste,
muchos estudios recientes sobre trauma vienen del campo de la teoría y los
estudios del apego, donde se reconoce y subraya la importancia fundamental que
las experiencias reales de interacción traumática con las figuras de apego
tienen en generar vulnerabilidad y psicopatología.
Aunque Mollon no lo dice con claridad en este capítulo, es obvio que Kohut
fue un pionero en el campo de los estudios del trauma desde el psicoanálisis,
pero no vivió lo suficiente como para aprovechar estudios recientes.
Adjudicarle a Kohut más de lo que nos ofreció es, a mi parecer, “estirarlo
demasiado”. Sin embargo, Mollon está al tanto de todos estos nuevos
desarrollos. Desde luego, como ya veremos, en el capítulo 10 de este libro
Mollon vuelve a tratar este tema. Es obvio que aquí Mollon trata de centrarse
en Kohut y sus aportes pioneros. Mollon también vincula el trauma con la
disociación, como era de esperar, ya que hoy sabemos que los procesos
disociativos son consecuencia de experiencias traumáticas dentro de las
relaciones de apego, particularmente durante el proceso temprano de desarrollo
evolutivo. De hecho, Mollon sugiere, en otros escritos, que las psicosis pueden
constituir una forma de psicopatología basada en la disociación.
Mollon no sugiere que la psicoterapia psicoanalítica constituya una cura
para psicosis como la esquizofrenia, ya que en esta hay componentes biológicos
y neurológicos que la psicoterapia no puede abordar. Sin embargo, una
aproximación orientada por la psicología del Self puede ayudar al paciente a
expresar y elaborar vivencias subjetivas, buscar maneras de coexistir con sus
dificultades, relacionarse mejor con los otros, mitigar el miedo a la pérdida
de control, regular los impulsos agresivos, revivir el deseo sexual, manejar la
vergüenza, aceptar mejor la realidad, etc. Para explicar el proceso
terapéutico, Mollon expone detalladamente uno de sus casos clínicos.
Acto seguido, Mollon pasa a hablar de depresión. Revisa algunos trabajos
claves para comprender el tema, incluyendo la obra de Arieti y Bemporad, Hugo
Bleichmar y Winnicott. También ilustra el tema con casos clínicos que él ha
tratado. Resumiendo al máximo un conjunto complejo de ideas, podríamos decir
que Mollon concluye que la depresión se relaciona con el sentimiento de tener
un Self truncado, un Self que no ha sido nutrido y que ha quedado escondido
bajo el caparazón defensivo de lo que Winnicott llamó Self falso. En este
contexto, uno de los objetivos de la terapia es facilitar la comprensión de los
orígenes y contenidos de un Self construido sobre la base de imágenes, deseos,
expectativas y humillaciones promovidas por el ambiente temprano. La persona
deprimida siente que los objetos del Self le negaron las condiciones necesarias
para realizar su potencial, con lo cual emerge también un sentimiento profundo
de rabia. La rabia inunda la representación del otro y de uno mismo. La psiquis
queda dividida en un Self verdadero y un Self falso. El Self falso provee una
estructura interna de carácter tiránico y un sentido de identidad impuesta. La
tendencia al suicidio puede representar el deseo de matar al Self falso.
Capitulo 9. Neurobiología evolutiva y la relación
de objeto del Self
En este capítulo, Mollon explora la relación entre psicología del Self y
las neurociencias. Inevitablemente, es en este capítulo donde Mollon relaciona
ambos temas con la obra de A. Schore y la teoría del apego. Esta descripción
incluye también referencias a los trabajos del famoso “Grupo de Estudio sobre
Proceso de Cambio de Boston”, incluyendo la obra de D. Stern y E. Tronick.
En este capítulo, Mollon se aparta de la obra y terminología de Kohut,
aprovechando la oportunidad para presentar de manera sintética la importancia
que tienen las neurociencias para comprender la relación entre experiencias
interpersonales tempranas de apego, el desarrollo de estructuras cerebrales y
el desarrollo de la personalidad. El mensaje que Mollon nos trasmite es
básicamente que las respuestas empáticas de los objetos del Self contribuyen al
desarrollo óptimo de la estructura y funcionamiento cerebral.
Capítulo 10. Perspectivas sobre el trauma
infantil desde la psicología del Self.
En este capítulo, Mollon aprovecha la oportunidad para expandirse sobre el
tema del trauma infantil y sus efectos sobre el desarrollo de la personalidad y
procesos disociativos. Aclara que Kohut no escribió mucho sobre pacientes que
sufrieron trauma infantil grave o abuso. Kohut dijo que todas las personas son
frágiles de alguna manera; la cuestión es donde está el punto de ruptura. La
mayoría de sus ilustraciones clínicas se refieren a pacientes cuyos traumas
infantiles, a pesar de haber tenido efectos importantes sobre el desarrollo de
la personalidad, en su apariencia exterior no eran tan dramáticos como el
maltrato severo. Sin embargo, dice Mollon, las observaciones de Kohut con
respecto a la estructura y desarrollo del Self, las líneas de desarrollo del
narcisismo y el rol crucial que juegan los objetos del Self se pueden aplicar a
las circunstancias en las cuales el trauma fue extremo y repetido.
El abuso de un niño por parte de un proveedor de cuidados provoca una
reversión profunda de las condiciones que la función del objeto del Self debe
proveer para el desarrollo normal. Aquí Mollon retoma el tema que comenzó a
desarrollar en el capítulo 8 y se explaya sobre la disociación, las
perturbaciones de la regulación afectiva, las distorsiones de la maduración
narcisista y los disturbios de la sexualidad como respuesta al trauma. Le
dedica también una sección al daño que el abuso sexual ocasiona a la
experiencia del Self, incluyendo los mecanismos de defensa que tiende a
facilitar.
Mi experiencia clínica indica que las conductas sexuales deviantes son a
menudo intentos reparatorios de un Self traumatizado. Por este motivo me alegra
que Mollon se ocupe también de esta temática en los capítulos 3 y 10.
Capítulo 11. Más reflexiones sobre la cura
psicoanalítica
En este capítulo, Mollon pone el énfasis en el rol de la empatía en la cura
psicoanalítica. La empatía tiene funciones múltiples, calma, aumenta el
sentimiento de estar conectado con los otros y facilita la regulación afectiva.
Paciente y analista crean conjuntamente un espacio compartido para pensar, un
“espacio global” en el cual se pueden “publicar” las experiencias emocionales.
Como parte del proceso terapéutico, en condiciones óptimas el paciente se
libera gradualmente de los “anti-objetos del Self”. Esta liberación permite crear
un espacio mental libre que promueve el desarrollo de las capacidades del
paciente de sentir empatía, desarrollar ideales y ambiciones equilibradas, usar
el sentido de humor y promover el sentido de iniciativa personal.
El trabajo psicoanalítico implica también ayudar al paciente a definir su
identidad más allá de identidades impuestas. La esencia de la identidad
impuesta es que una persona implícitamente le dice a otra: “Te voy a ver y te
voy a definir a mi modo; de esta manera voy a ignorar completamente tu propia
experiencia y quién y cómo eres. Además te voy a forzar a que te definas y te
sientas de acuerdo a la definición que yo he elegido.”
Mollon dice que este tipo de mecanismo puede verse a menudo en política y
en instituciones, incluyendo las asociaciones psicoanalíticas. Yo agregaría que
también es común en la manera disfuncional en la que algunos padres tratan a
sus hijos, en el acoso laboral (“bullying” o “mobbing”) en el acoso escolar y
en el acoso dentro de la pareja. Mollon dice que un fenómeno relacionado con la
imposición de identidad aparece en las guerras religiosas, en las guerras frías
entre ideologías políticas contrapuestas y en los debates científicos en los
cuales posiciones teóricas opuestas generan intentos de exclusión. La obra de
Kohut, dice Mollon, entre muchas cosas, implica también un intento de corregir
el “imperialismo cognitivo”.
Llevando este concepto al plano de la técnica analítica, Mollon encuentra
cierto punto de coincidencia entre Bion y Kohut. Al no imponer una teoría, una
memoria, una creencia o un deseo, el analista se abre a los movimientos
espontáneos del paciente. Kohut reconoce que el psicoanalista necesita
inevitablemente la teoría como marco referencial para su trabajo, pero la
imposición de teorías por encima de la comprensión empática y el diálogo
reflexivo impide el progreso terapéutico. La utilización y cambio de paradigmas
psicoanalíticos es un tema que Luis Juri (1996) explora con lucidez. Por su
parte, el psicoanalista británico independiente Patrick Casement ha hecho
referencia en sus libros a las implicaciones clínicas negativas de la
utilización rígida de paradigmas, proponiendo que el analista se abra a
“aprender del paciente”. A los efectos de que el paciente pueda desarrollar su
potencial auténtico, creativo, espontáneo y autónomo, el analista debe
protegerlo del “imperialismo cognitivo”. Por otra parte, en este capítulo,
Mollon hace una referencia relativamente breve a la comprensión del proceso
terapéutico desde las neurociencias.
Comentarios finales
El libro termina con un breve apéndice que contiene notas bibliográficas
sobre Kohut.
Hace unos años, el grupo de psicoanalistas independientes de la Sociedad
Psicoanalítica Británica organizó una serie de jornadas anuales de intercambio
de ideas con analistas de Chicago orientados por la Psicología del Self. Como
resultado de este intercambio, en estas reuniones se definió de alguna manera
la identidad de ambos grupos. Mientras los colegas norteamericanos parecían
tener una identidad profesional claramente definida por las ideas y el legado
de Kohut, el grupo de psicoanalistas independientes británicos mantenía una
actitud de apertura hacia la Psicología del Self, pero también de autonomía e
independencia teórica. Mollon, siendo un psicoanalista británico independiente,
sigue esta tradición, dedicado su libro a estudiar la obra de Kohut y su
legado, pero sin perder perspectiva de otros aportes y paradigmas importantes.
Mario Marrone
Londres, Junio de 2005
NOTAS
(1) Si se me permite
la digresión, apartándome por un momento de la reseña sobre el libro de Mollon,
la multiplicidad de significados de la palabra “intersubjetivo” es un tema que
Diamond y yo (2003) analizamos en detalle. Nosotros decimos que hay tres conceptos
distintos de intersubjetividad. Uno es el concepto filosófico: en pocas
palabras, no se puede entender al ser humano aislado de su contexto
interpersonal e intersubjetivo. El segundo deriva de la psicología evolutiva,
particularmente de los trabajos de Colwyn Trevarthen, que se centran en el
dialogo no-verbal e intersubjetivo entre madre y bebé en las primeras etapas
del desarrollo evolutivo. El tercero nace en el campo del psicoanálisis y se
refiere a la escuela de Stolorow y colegas.
BIBLIOGRAFÍA
Diamond, N. y Marrone M. (2004) Attachment and Intersubjectivity.
London: Whurr.
Juri, L. (1999) El Psicoanalista Neutral ¿Un Mito? Rosario: Homo
Sapiens Ediciones.
Juri, L. J. y Ferrari, L. (2000) ¿Rivalidad edípica o cooperación
intergeneracional? : del Edipo de Freud al Ulises de Kohut. Aperturas
Psicoanalíticas. No. 5.
Kohut, H. (1984) Como Cura el Psicoanálisis. Buenos Aires: Piados.
Mollon, P. (2001) Releasing the Self: The Healing Legacy of Heinz Kohut.
Londres: Whurr.
Biografía Kohut Heinz (1913-1981)
Kohut Heinz (1913-1981)
Psiquiatra y psicoanalista norteamericano
Lo mismo que Wilfred
Ruprecht Bion, Jacques Lacan, Donald Woods
Winnicott y Marie Langer, Heinz Kohut perteneció a la tercera
generación psicoanalítica mundial. Tuvo entonces que enfrentar como
ellos la esclerosis de las instituciones de la International
Psychoanalytical Association (IPA) y la necesidad de renovar el
Freudismo clásico. Con este enfoque, se convirtió en los Estados Unidos
en un verdadero jefe de escuela y en el principal iniciador de la
corriente de la Self Psychology, basada en una nueva
clínica de los trastornos narcisistas. Nacido en Viena y proveniente de
una familia judía melómana y cultivada, Kohut tuvo una infancia triste
y solitaria. Sus padres se ocupaban muy poco de él, que sufría por
ello. Después de recibirse de médico en 1938, y de analizarse con
August Aichhorn, quiso conocer a Sigmund Freud. El mismo día en que el
maestro partía a su exilio londinense, Kohut fue a la estación y lo
saludó mientras el tren se alejaba. Freud, se dice, le hizo una señal
amistosa cuyo recuerdo Kohut conservó durante toda su vida. Obligado a
huir del nazismo, se instaló en Chicago, donde realizó su segundo
análisis con Ruth Eissler-Selker (1906-1989), una vienesa originaria de
Odesa, a su vez analizada por Theodor Reik, antes de que emigrara a los
Estados Unidos en compañía de su esposo, Kurt Eissler. Neurólogo en
1944, psiquiatra tres años más tarde, Kohut se incorporó al prestigioso
Instituto de Chicago fundado por Franz Alexander siguiendo el modelo
del Berliner Psychoanalytisches Institut. Fue presidente de la American
Psychoanalytic Association (APsaA) en 1964, y vicepresidente de la IPA
entre 1965 y 1973. Entonces renunció a las tareas administrativas,
prefiriendo dedicarse a la clínica. Como todos los Freudianos de su
generación, Kobut tuvo que enfrentar en la década de 1960 una crisis
generalizada de la clínica psicoanalítica. En efecto, en esa época el
annaFreudismo, la Ego Psychology, incluso el
kleinismo en su versión dogmática, no permitían encontrar soluciones
clínicas a los trastornos de la personalidad que no eran de naturaleza
neurótica ni asimilables a una psicosis: se los llamaba borderline (estados
límite). Por otra parte, las reglas coaguladas de la cura clásica, con
sus rituales, sus silencios y su exploración quirúrgica del
inconsciente y la libido, daban una imagen desastrosa del
psicoanálisis. Resultaba urgente poner en marcha una verdadera
revolución cultural en el interior del establishment Freudiano,
para que la cura recobrara su inspiración humanista: "La preocupación
por la humanización y la deshumanización no es ajena -escribió Agnés
Oppenheimer (1948-1997)- a lo que Kohut vivió en el momento del
nazisrno". Formado en el redil de una diáspora ansiosa de adaptarse al
pragmatismo de la psiquiatría norteamericana, Kohut se reveló contra un
sistema clínico y teórico que, a su juicio, llevaba al psicoanálisis a
un atolladero normativo y adaptativo. Trató de volver a encontrar la
pasión que había animado a los primeros Freudianos de la Sociedad
Psicológica de los Miércoles. De allí el sobrenombre que se le puso:
Mister Psychoanalysis. Para la primera generación Freudiana, la
sexualidad era la clave de la elucidación de las neurosis. Después, los
kleinianos ubicaron el odio Y la destrucción en el corazón de toda
relación de objeto: según ellos, se trataba de crear un tratamiento
psicoanalítico apropiado a la psicosis. Heredero de ambas tendencias, y
marcado por los problemas propios de la sociedad norteamericana
(puritanismo, individualismo, liberalismo), Kohut propuso una tercera
vía, consistente en recentrar el psicoanálisis en los trastornos mixtos
vinculados con las representaciones y la identidad del sí-mismo. Desde
Freud hasta Kohut, se pasó entonces de la idea (Freudiana) del clivaje
del yo a la idea (kleiniana) de un objeto elivado que da forma al yo
mediante la incorporación o la introyección, y después a la idea
(kohutiana) de un sí-mismo (self) convertido en
objeto de todas las investiduras nareisistas. En Kohut, el mito de
Narciso reemplaza al de Edipo en un mundo dominado por el estallido
definitivo de la familia patriarcal y por la valorización de una figura
de la subjetividad hundida en la contemplanción infantil y desesperada
de sí misma: "El psicoanálisis clásico -escribió Kohut en 1978-
descubrió la desesperación del niño en la profundidad del adulto (la
realidad del pasado); la psicología del self ha
descubierto la desesperación del adulto en la profundidad del niño (la
realidad del futuro)". A diferencia de Lacan, que preconizó un retorno
a los textos de Freud y quiso ser el garante de una nueva ortodoxia,
Kohut propuso "superar" o ir más allá de la doctrina original. Y así
como Lacan creó una nueva teoría del sujeto a partir de la lingüística
y la filosofía, Kohut construyó una nueva teoría del yo sumando al Ich
Freudiano (traducido al inglés como ego) una idea del self no extraña a la del falso self introducida
por Winnicott en 1960. El propio Kohut había sufrido en su infancia una
falta de afecto materno, y a mediados de la década de 1950 observó que
numerosos trastornos psíquicos tenían por causa una deficiencia arcaica
del self. Ésta se producía en sujetos que no habían
tenido una madre que los amara suficientemente, y que por lo tanto, en
su vida social, eran incapaces de llegar a una verdadera relación con
su entorno. Estaban "vacíos", y para enmascarar el núcleo central de su
mutilación original se construían una armadura: un sí-mismo de
pacotilla, de carácter puramente defensivo. Estos sujetos se
caracterizaban por su malestar relacional, su constante vulnerabilidad,
su incapacidad para establecer relaciones duraderas con el prójimo. A
veces cedían a un exceso de arrogancia, y otras a un sentimiento de
inferioridad. Con tales pacientes, el análisis clásico no daba
resultado. En consecuencia, Kohut, lo mismo que Otto Rank y Sandor
Ferenczi, propugnó la introducción en la cura de la "empatía" del
analista, a fin de permitir que el analizante, por medio de una
transferencia "creativa", avanzara hacia una restauración de su self. Después
de haber definido en 1959 la empatía como un elemento central de la
técnica psicoanalítica, Kohut introdujo en 1964 la expresión "self (o
sí-mismo) grandioso". De tal modo designaba la ¡mago parental
idealizada, es decir, una instancia pulsional, anterior al ideal del
yo, en la que se condensa un imaginario exhibicionista encargado de
superar las heridas y las humillaciones infligidas en el pasado al
sí-mismo arcaico. Gracias al sí-mismo grandioso, al terror y la
angustia los suceden actividades creadoras compensatorias. De allí la
necesidad de establecer en la cura una "transferencia narcisista",
destinada a restituirle al paciente un narcisismo normal. El analista
debe entonces abstenerse de toda injerencia interpretativa, y dejar que
el paciente regrese hacia el estadio del "sí-mismo arcaico
fragmentado". Kohut distingue tres tipos de relaciones
transferenciales: en primer lugar, la transferencia idealizante, que
proviene de la movilización de la imago parental idealizada; luego, la
transferencia especular, derivada del sí-mismo grandioso, y finalmente
la contratransferencia del analista, que responde a la transferencia
idealizante. Según Kohut, el narcisismo es un equivalente de la pulsión
de muerte Freudiana. Es una enfermedad de la personalidad, una
patología, y conduce a una "furia" de destrucción del otro, la cual no
es más que la contrapartida del miedo que tiene el self a ser víctima de su propia aniquilación. A partir de 1970, Kohut extendió su análisis del narcisismo a los fenómenos colectivos (o self grupal),
interesándose sobre todo en el modo en que se construyen las relaciones
paranoides en los grupos constituidos por un jefe y sus adeptos.
Observemos que él mismo no logró evitar lo que denunciaba. Muy
narcisista, no toleraba las críticas, y se rodeó de una cohorte de
fieles apegados a su imagen y persona. Obsesionado por su teoría, la
aplicó a la literatura, la historia, la política, al punto de atribuir
todas las neurosis a una patología narcisista. En todos los casos el
esquema era el mismo: según Kohut, en el lugar de la deficiencia
arcaica del yo, el sujeto se construye un sí-mismo grandioso
estructurado por una ¡mago parental idealizada. Con este enfoque, Kohut
transforma al personaje de Hamlet en un héroe, no edípico, sino
narcisista, cuyo self debilitado no resiste las
tragedias de una sociedad que ha perdido sus valores. Del mismo modo,
convierte a Hitler en un enfermo narcisista invadido por la obsesión
del "microbio judío". En cuanto a Edipo, en la versión de Kohut pasa a
ser un hombre herido y humillado, aniquilado por el deseo de muerte de
sus progenitores. En 1972, afectado de leucemia desde un año antes, y
cuando su madre acababa de morir después de haber padecido trastornos
psicóticos, él tuvo que afrontar los ataques de la ortodoxia Freudiana,
en particular los de Anna Freud, quien primero había aceptado sus
innovaciones, pero más tarde declaró que eran "antipsicoanalíticas".
Para la IPA, Kohut era un "gurú": no sólo no respetaba las reglas
clásicas de la cura, sino que además hacía escuela, arrastrando detrás
de él a números alumnos en formación. Por otro lado, analizaba en
términos narcisistas la evolución del propio movimiento psicoanalítico.
En 1970 calificó la esclerosis institucional de "defensa narcisista"
contra la creatividad, y en 1971 señaló que los hijos de los
psicoanalistas padecían trastornos de identidad por lo menos tan graves
como los de los pacientes que atendían sus padres. En 1979, ya célebre
en los Estados Unidos, provocó un verdadero escándalo clínico al
publicar un historial extraordinario, "Los dos análisis de M. Z.",
algunos de cuyos elementos presentaban grandes semejanzas con su propia
historia. Se trataba de un hombre de 25 años, huérfano de padre, que
vivía con la madre. Entra en análisis por primera vez para atender a
sus angustias, sus fantasmas masturbatorios y sus accesos de rabia y
depresión. Durante la primera cura, Kohut interpreta en términos
edípicos la fijación regresiva de su paciente a una madre omnipotente.
Cuatro años después del final de ese tratamiento, el mismo paciente
reaparece cuando la madre ha caído en un delirio alucinatorio. Pero
entre tanto Kohut ha cambiado de teoría. En consecuencia, en lugar de
"edipizar" a M. Z. le permite la transferencia idealizante y la
movilización del sí mismo grandioso. Esta publicación, la primera de
ese tipo, valoraba sin reservas la problemática transferencial, en
detrimento de la potencia doctrinaria. Además sacaba a luz la
naturaleza de las disputas psicoanalíticas acerca de la interpretación
en sí. Por ello, el caso suscitó múltiples comentarios y numerosas
polémicas. La mayor parte de los colegas y amigos de Kohut, así como su
mujer y su hijo, pensaron que el "caso" tratado no era otro que el del
propio autor. En efecto, Ruth Eissler habría sido la analista de la
primera cura, mientras que el supuesto segundo intento habría
consistido en un autoanálisis, emprendido por Kohut cuando enfermó la
madre y se declaró su propia leucemia. Kohut murió en Chicago a los 68
años. Su hijo es historiador y publicó un libro sobre Guillermo II
inspirado en las teorías del padre.
Winnicott y Marie Langer, Heinz Kohut perteneció a la tercera
generación psicoanalítica mundial. Tuvo entonces que enfrentar como
ellos la esclerosis de las instituciones de la International
Psychoanalytical Association (IPA) y la necesidad de renovar el
Freudismo clásico. Con este enfoque, se convirtió en los Estados Unidos
en un verdadero jefe de escuela y en el principal iniciador de la
corriente de la Self Psychology, basada en una nueva
clínica de los trastornos narcisistas. Nacido en Viena y proveniente de
una familia judía melómana y cultivada, Kohut tuvo una infancia triste
y solitaria. Sus padres se ocupaban muy poco de él, que sufría por
ello. Después de recibirse de médico en 1938, y de analizarse con
August Aichhorn, quiso conocer a Sigmund Freud. El mismo día en que el
maestro partía a su exilio londinense, Kohut fue a la estación y lo
saludó mientras el tren se alejaba. Freud, se dice, le hizo una señal
amistosa cuyo recuerdo Kohut conservó durante toda su vida. Obligado a
huir del nazismo, se instaló en Chicago, donde realizó su segundo
análisis con Ruth Eissler-Selker (1906-1989), una vienesa originaria de
Odesa, a su vez analizada por Theodor Reik, antes de que emigrara a los
Estados Unidos en compañía de su esposo, Kurt Eissler. Neurólogo en
1944, psiquiatra tres años más tarde, Kohut se incorporó al prestigioso
Instituto de Chicago fundado por Franz Alexander siguiendo el modelo
del Berliner Psychoanalytisches Institut. Fue presidente de la American
Psychoanalytic Association (APsaA) en 1964, y vicepresidente de la IPA
entre 1965 y 1973. Entonces renunció a las tareas administrativas,
prefiriendo dedicarse a la clínica. Como todos los Freudianos de su
generación, Kobut tuvo que enfrentar en la década de 1960 una crisis
generalizada de la clínica psicoanalítica. En efecto, en esa época el
annaFreudismo, la Ego Psychology, incluso el
kleinismo en su versión dogmática, no permitían encontrar soluciones
clínicas a los trastornos de la personalidad que no eran de naturaleza
neurótica ni asimilables a una psicosis: se los llamaba borderline (estados
límite). Por otra parte, las reglas coaguladas de la cura clásica, con
sus rituales, sus silencios y su exploración quirúrgica del
inconsciente y la libido, daban una imagen desastrosa del
psicoanálisis. Resultaba urgente poner en marcha una verdadera
revolución cultural en el interior del establishment Freudiano,
para que la cura recobrara su inspiración humanista: "La preocupación
por la humanización y la deshumanización no es ajena -escribió Agnés
Oppenheimer (1948-1997)- a lo que Kohut vivió en el momento del
nazisrno". Formado en el redil de una diáspora ansiosa de adaptarse al
pragmatismo de la psiquiatría norteamericana, Kohut se reveló contra un
sistema clínico y teórico que, a su juicio, llevaba al psicoanálisis a
un atolladero normativo y adaptativo. Trató de volver a encontrar la
pasión que había animado a los primeros Freudianos de la Sociedad
Psicológica de los Miércoles. De allí el sobrenombre que se le puso:
Mister Psychoanalysis. Para la primera generación Freudiana, la
sexualidad era la clave de la elucidación de las neurosis. Después, los
kleinianos ubicaron el odio Y la destrucción en el corazón de toda
relación de objeto: según ellos, se trataba de crear un tratamiento
psicoanalítico apropiado a la psicosis. Heredero de ambas tendencias, y
marcado por los problemas propios de la sociedad norteamericana
(puritanismo, individualismo, liberalismo), Kohut propuso una tercera
vía, consistente en recentrar el psicoanálisis en los trastornos mixtos
vinculados con las representaciones y la identidad del sí-mismo. Desde
Freud hasta Kohut, se pasó entonces de la idea (Freudiana) del clivaje
del yo a la idea (kleiniana) de un objeto elivado que da forma al yo
mediante la incorporación o la introyección, y después a la idea
(kohutiana) de un sí-mismo (self) convertido en
objeto de todas las investiduras nareisistas. En Kohut, el mito de
Narciso reemplaza al de Edipo en un mundo dominado por el estallido
definitivo de la familia patriarcal y por la valorización de una figura
de la subjetividad hundida en la contemplanción infantil y desesperada
de sí misma: "El psicoanálisis clásico -escribió Kohut en 1978-
descubrió la desesperación del niño en la profundidad del adulto (la
realidad del pasado); la psicología del self ha
descubierto la desesperación del adulto en la profundidad del niño (la
realidad del futuro)". A diferencia de Lacan, que preconizó un retorno
a los textos de Freud y quiso ser el garante de una nueva ortodoxia,
Kohut propuso "superar" o ir más allá de la doctrina original. Y así
como Lacan creó una nueva teoría del sujeto a partir de la lingüística
y la filosofía, Kohut construyó una nueva teoría del yo sumando al Ich
Freudiano (traducido al inglés como ego) una idea del self no extraña a la del falso self introducida
por Winnicott en 1960. El propio Kohut había sufrido en su infancia una
falta de afecto materno, y a mediados de la década de 1950 observó que
numerosos trastornos psíquicos tenían por causa una deficiencia arcaica
del self. Ésta se producía en sujetos que no habían
tenido una madre que los amara suficientemente, y que por lo tanto, en
su vida social, eran incapaces de llegar a una verdadera relación con
su entorno. Estaban "vacíos", y para enmascarar el núcleo central de su
mutilación original se construían una armadura: un sí-mismo de
pacotilla, de carácter puramente defensivo. Estos sujetos se
caracterizaban por su malestar relacional, su constante vulnerabilidad,
su incapacidad para establecer relaciones duraderas con el prójimo. A
veces cedían a un exceso de arrogancia, y otras a un sentimiento de
inferioridad. Con tales pacientes, el análisis clásico no daba
resultado. En consecuencia, Kohut, lo mismo que Otto Rank y Sandor
Ferenczi, propugnó la introducción en la cura de la "empatía" del
analista, a fin de permitir que el analizante, por medio de una
transferencia "creativa", avanzara hacia una restauración de su self. Después
de haber definido en 1959 la empatía como un elemento central de la
técnica psicoanalítica, Kohut introdujo en 1964 la expresión "self (o
sí-mismo) grandioso". De tal modo designaba la ¡mago parental
idealizada, es decir, una instancia pulsional, anterior al ideal del
yo, en la que se condensa un imaginario exhibicionista encargado de
superar las heridas y las humillaciones infligidas en el pasado al
sí-mismo arcaico. Gracias al sí-mismo grandioso, al terror y la
angustia los suceden actividades creadoras compensatorias. De allí la
necesidad de establecer en la cura una "transferencia narcisista",
destinada a restituirle al paciente un narcisismo normal. El analista
debe entonces abstenerse de toda injerencia interpretativa, y dejar que
el paciente regrese hacia el estadio del "sí-mismo arcaico
fragmentado". Kohut distingue tres tipos de relaciones
transferenciales: en primer lugar, la transferencia idealizante, que
proviene de la movilización de la imago parental idealizada; luego, la
transferencia especular, derivada del sí-mismo grandioso, y finalmente
la contratransferencia del analista, que responde a la transferencia
idealizante. Según Kohut, el narcisismo es un equivalente de la pulsión
de muerte Freudiana. Es una enfermedad de la personalidad, una
patología, y conduce a una "furia" de destrucción del otro, la cual no
es más que la contrapartida del miedo que tiene el self a ser víctima de su propia aniquilación. A partir de 1970, Kohut extendió su análisis del narcisismo a los fenómenos colectivos (o self grupal),
interesándose sobre todo en el modo en que se construyen las relaciones
paranoides en los grupos constituidos por un jefe y sus adeptos.
Observemos que él mismo no logró evitar lo que denunciaba. Muy
narcisista, no toleraba las críticas, y se rodeó de una cohorte de
fieles apegados a su imagen y persona. Obsesionado por su teoría, la
aplicó a la literatura, la historia, la política, al punto de atribuir
todas las neurosis a una patología narcisista. En todos los casos el
esquema era el mismo: según Kohut, en el lugar de la deficiencia
arcaica del yo, el sujeto se construye un sí-mismo grandioso
estructurado por una ¡mago parental idealizada. Con este enfoque, Kohut
transforma al personaje de Hamlet en un héroe, no edípico, sino
narcisista, cuyo self debilitado no resiste las
tragedias de una sociedad que ha perdido sus valores. Del mismo modo,
convierte a Hitler en un enfermo narcisista invadido por la obsesión
del "microbio judío". En cuanto a Edipo, en la versión de Kohut pasa a
ser un hombre herido y humillado, aniquilado por el deseo de muerte de
sus progenitores. En 1972, afectado de leucemia desde un año antes, y
cuando su madre acababa de morir después de haber padecido trastornos
psicóticos, él tuvo que afrontar los ataques de la ortodoxia Freudiana,
en particular los de Anna Freud, quien primero había aceptado sus
innovaciones, pero más tarde declaró que eran "antipsicoanalíticas".
Para la IPA, Kohut era un "gurú": no sólo no respetaba las reglas
clásicas de la cura, sino que además hacía escuela, arrastrando detrás
de él a números alumnos en formación. Por otro lado, analizaba en
términos narcisistas la evolución del propio movimiento psicoanalítico.
En 1970 calificó la esclerosis institucional de "defensa narcisista"
contra la creatividad, y en 1971 señaló que los hijos de los
psicoanalistas padecían trastornos de identidad por lo menos tan graves
como los de los pacientes que atendían sus padres. En 1979, ya célebre
en los Estados Unidos, provocó un verdadero escándalo clínico al
publicar un historial extraordinario, "Los dos análisis de M. Z.",
algunos de cuyos elementos presentaban grandes semejanzas con su propia
historia. Se trataba de un hombre de 25 años, huérfano de padre, que
vivía con la madre. Entra en análisis por primera vez para atender a
sus angustias, sus fantasmas masturbatorios y sus accesos de rabia y
depresión. Durante la primera cura, Kohut interpreta en términos
edípicos la fijación regresiva de su paciente a una madre omnipotente.
Cuatro años después del final de ese tratamiento, el mismo paciente
reaparece cuando la madre ha caído en un delirio alucinatorio. Pero
entre tanto Kohut ha cambiado de teoría. En consecuencia, en lugar de
"edipizar" a M. Z. le permite la transferencia idealizante y la
movilización del sí mismo grandioso. Esta publicación, la primera de
ese tipo, valoraba sin reservas la problemática transferencial, en
detrimento de la potencia doctrinaria. Además sacaba a luz la
naturaleza de las disputas psicoanalíticas acerca de la interpretación
en sí. Por ello, el caso suscitó múltiples comentarios y numerosas
polémicas. La mayor parte de los colegas y amigos de Kohut, así como su
mujer y su hijo, pensaron que el "caso" tratado no era otro que el del
propio autor. En efecto, Ruth Eissler habría sido la analista de la
primera cura, mientras que el supuesto segundo intento habría
consistido en un autoanálisis, emprendido por Kohut cuando enfermó la
madre y se declaró su propia leucemia. Kohut murió en Chicago a los 68
años. Su hijo es historiador y publicó un libro sobre Guillermo II
inspirado en las teorías del padre.
Heinz Kohut (1913-1981) es otro de las mas
influyentes psicoanalistas norteamericanos del siglo XX. Nació en
Viena, donde se formo como médico y psicoanalista, y en 1940, como tantos
otros, abandonó Austria y emigró a Estados Unidos anticipándose a la
persecución Nazi.
En EEUU desarrolló una carrera notable y exitosa.
Fue presidente de la Asociación Americana de Psicoanálisis (1965-65) y
vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (1965-66). Su
legado incluye importantes contribuciones para el Psicoanálisis y, mas allá,
para la psiquiatría de orientación dinámica.
Como otros innovadores (Rogers, Winnicott), su
campo de investigación partió del estudio de personas con trastornos de
personalidad, que en su momento se consideraban en el limite de lo considerado
analizable. Sus aportaciones teóricas propusieron una modificación de la forma
de entender el narcisimo en psicoanálisis y de las formas de transferencia
posibles en personas con organizaciones narcisistas de la personalidad. También
propuso modificaciones técnicas de importancia, desde su manera de entender la
relación analítica.
Antes de describir sucintamente sus aportaciones,
es interesante describir su evolución personal y profesional en la relación con
las sociedades psicoanalíticas de su tiempo. Como se ha indicado,
Kohut fue un psicoanalista destacado, inscrito en las sociedades
psicoanalíticas mas ortodoxas de su tiempo. Sin embargo, como a otros, a medida
que progresaba en su experiencia profesional, su forma de percibir y
pensar la práctica y la técnica le apartaba del estilo dogmático y
autoritario del legado freudiano. También, como tantos otros, sentía la
responsabilidad de no debilitar ni de introducir polémicas dolorosas en el seno
de la comunidad psicoanalítica. Y, como otros ,lo que hizo fue tratar de situar
sus aportaciones de manera que no entraran en conflicto con las opiniones
ortodoxas. Al igual que otros (Melanie Klein, Winnicott) su investigación le
orientó al el terreno de lo pre-edípico, es decir, al terreno menos específicamente
teorizado por Freud. Allí podía hacer sus aportaciones sin la preocupación de
entrar en conflicto con al Maestro.
Su primer trabajo importante “Analisis del Self”
(de 1971) , fue un esfuerzo para desarrollar sus propios puntos de vista, a
partir de su práctica, tratando de ampliar el modelo pulsional freudiano,
especificando que sus hallazgos se referían a un grupo especifico de pacientes,
proponiendo ideas pensadas para “refinar la técnica”, sin entrar en conflicto
con la opinión dominante. Sin embargo, en su segundo gran trabajo, “La
restauración del self” (1977), como Mitchell destaca, Kohut declara
abiertamente que, en su opinión, el modelo pulsional no podia explicar las
observaciones generadas por el trabajo con pacientes con “trastornos narcisistas”.
Y ya no puede evitar la colisión con las ideas psicoanalíticas dominantes.
Las divergencias son muy amplias al final
de su vida, cuando Kohut publica en la International Journal of Psychoanalisis
el articulo “Los dos análisis del Sr. K.”. En él explica y muestra
con un caso clínico, las diferencias entre un análisis conducido mediante el
método freudiano ortodoxo y segundo análisis del mismo paciente basado en sus
ideas teóricas y técnicas. Algunos insinúan que el texto no seria otra cosa que
una revisión de su propio análisis contado como si fuera el de otra persona,
argucia que tiene precedentes en la historia del psicoanálisis. El autor
escribe detalladamente en “Los dos análisis del Sr. K.”, un primer análisis
basado en la técnica clásica basada en el análisis de las resistencias a los
contenidos inconscientes de naturaleza edípica (rivalidad,
hostilidad inconscientes con el padre), y de sus correlatos de
contenido sexual pulsional. El análisis, correctamente conducido, termina en
una especie de resignada aquiescencia del paciente, con cierta estabilidad
clínica pero sin afectar a los núcleos esenciales de la personalidad del
paciente y sin tocar de manera significativa el estilo relacional del mismo.
Tras algún tiempo el paciente pide análisis otra vez. Esta vez, el análisis es
conducido según las nuevas ideas de Kohut y del Analisis del Self. El nuevo
análisis permitió iluminar aspectos de la personalidad de la persona de manera
nueva y lo que es mas importante, operaron un cambio terapéutico de una
profundidad mucho mayor.
Trabajando con pacientes con trastornos de
personalidad como el anterior, Kohut encuentra que el psicoanálisis clásico
freudiano, no lograba en la practica la profundidad necesaria para poder ayudar
a esos pacientes. Tratare de exponer algunas de sus mas importantes y centrales
concepciones.
Para empezar, Kohut en su trabajo con pacientes
con trastornos narcisistas suspende su marco de referencia propio, que, como en
el 1º análisis del Sr. K. ofrecería el repertorio tradicional de
interpretaciones clásicas, y que interpretaría los desencuentros del ese
abordaje con el paciente (irritabilidad, rechazo, indiferencia, aceptación
pasiva), como otras tantas formas de resistencia. En su lugar adopta otro que
denomina de “inmersión empática” o de “introspección vicaria”, que en esencia
consiste en abandonar el esquema clásico de interpretación, no apresurarse a
interpretar, y en su lugar tratar de comprender las cosas desde el punto de
vista del paciente. Esta aproximación empática al paciente es lo que le
permitió “percibir el sentido” de ciertos elementos que antes no
eran considerados.
En segundo lugar, la mayoría de esos fenómenos
que no funcionaban bien al ser considerados en el escenario edípico (en el de
la sexualidad, la rivalidad, entrada a la cultura y la neurosis), pasaron a ser
considerados por Kohut en el terreno preedípico, es decir, el de las
condiciones de entrada a la posibilidad de entablar una relación con los demás.
Aquí Kohut se apartó de los conceptos metapsicológicos freudianos clásicos
(Inconsciente, Preconsciente, Consciente; Yo, Ello, SuperYo) y construyó los
suyos propios: el Self, los Objetos-Self. Y aquí, como subraya
Mitchell, su forma de contemplar las cosas comenzó a diverger
claramente de Freud.
En el Prologo de “Análisis del Self”, una obra
ambiciosa, llama poderosamente la atención la forma en que presenta
inicialmente el concepto de Self: como algo que se percibe de manera natural en
la práctica analítica. Pero también algo que produce un concepto de “bajo
nivel” en comparación con Ello, Yo, SuperYo, que serian conceptos de “alto
nivel”. Como si fuera ya un concepto sobradamente sabido, no se preocupa de
definirlo mas que lateralmente. Cita ideas de Hartman (el narcisismo sería “la
catexia del self”; el Self no es lo mismo que el Yo). Cita a Erikson (la
imortancia de adquirir y mantener una “identidad”, así como los peligros a que
esta expuesto ese contenido preconsciente). Cita a Mahler (el tema de la
cristalización de una existencia psicobiológica separada a partir de la matriz
de unión madre hijo). Kohut menciona una posible pero inadecuada confusión
entre la “catexia del self” y la “catexia de las fuciones yoicas”, y se
esfuerza por situar el Self en la segunda tópica freudiana, de una manera que
resulta mas bien confusa. Así , segun Kohut, podríamos encontrar representaciones
del Self “diversas y contradictorias, no solo en cada una de las
instancias psíquicas (Yo, Ello , Superyo) sino posiblemente mas de una en cada
instancia”. El Self de Kohut en 1971, ya es “a manera bastante análoga a las
representaciones de objetos, un contenido psíquico distinto de cualquiera de
las instancias”.
A renglón seguido, Kohut subraya otro de sus
descubrimientos clínicos: una falsa oposición entre la libido objetal y la
narcisitica. Anuncia su plan de demostrar como “algunas de las experiencias
narcisísticas mas intensas son relaciones con objetos: objetos que están la
servicio del Self y de la preservación de su investidura instintiva, o que son
vividos como formando parte del Self: los “Objetos-Self”.
Mitchell ubica la obra de Kohut entre los
teóricos de “modelo mixto”, es decir, que trata de preservar su adscripción al
campo psicoanalítico ortodoxo (al modelo pulsional) a la vez que hace
aportaciones epistemológicamente no congruentes con el modelo pulsional. Por
ejemplo, destaca que en la definición del Self de 1977 (“un centro de
iniciativa y receptor de impresiones”), el Self parece ya disponer de algunas
de las funciones usualmente adscritas a otras instancias del modelo
pulsional. El Self es ya un agente concebido con actividad propia, y que no se
limita a administrar de alguna manera la energía libidinal de las pulsiones.
Asi tenemos ya la versión mas acabada del Self, un agente activo que formaría
parte de la dotación original del infante, y que lo hace apto para las primeras
y borrosas interacciones. Como diría Goldberg, el Self es el “locus” de las
relaciones. Es mas que una representación, es un agente puramente funcional que
emerge en las relaciones y para las relaciones.
Para Kohut, el infante nace normalmente en un
entorno humano empático y reactivo, que necesita para su desarrollo. Habría una
convergencia entre el naciente Self del infante y las expectativas del entorno,
especialmente de los cuidadores. La repetida interacción con los otros, va poco
a poco construyendo el Self infantil y lo va dotando de sus propiedades de
continuidad, cohesión y resiliencia. Para Kohut, cuando el Self del infante
interacciona con objetos, no percibe una clara delimitación con éstos. Mas
bien, el Self se formaría en esquemas de relación con lo objetos que denomina
Self-Objetos. Es decir, se organizaría una multiplicidad de esquemas
Self / Self-Objetos. En esto vemos con Mitchell un contacto total con las
propuestas preacciónales.
Si no me equivoco, el Self-Objeto podría
describirse entonces como aquella parte del partener que se ajusta
(empáticamente) con el infante, tal y como es percibida y representada por el
infante. El Self-Objeto, pues, no es una creación del infante ya que depende de
los otros, y de la forma en que los otros comparecen y se ajustan a él, pero se
construye en el aparato psíquico del infante y forma parte de él. El desarrollo
psíquico y emocional del Infante se produce por una especie de sintonización
Self / Objeto-Self, y depende de la manera en que éste es capaz de responder o
no a sus necesidades y demandas. (Los seguidores de Kohut abrevian esta
descripción y hablan de relaciones de Objeto-Self para referirse a as relación
Self / Objeto-Self)
Kohut describe dos tipos de necesidades
narcisísticas que necesitan ajustarse en este proceso. Primero la de exhibir
las nacientes capacidades y de ser “admirado” por ello. Ello configuraría un
núcleo saludable de “grandiosidad y omnipotencia”. Segundo, necesita forma una
representación idealizada de uno de los progenitores, y experimentar una
especie de fusión con ese Self-Objeto idealizado. Existiría una evolución en
estas relaciones a medida los fracasos el ajuste empático con los otros
introduce una confrontación a la realidad que abre paso a graduales
decepciones.
Con el paso del tiempo y la interminable sucesión
de sintonizaciones y pequeñas decepciones, mediante el proceso que Kohut
denomina de “internalización trasnmutativa”, el aparato psíquico se organiza de
manera estable y permanente, alrededor de esas relaciones de Self-Objeto.
Si en un principio Kohut constuyó sus ideas de
manera que no entraran en conflicto con la casa común de la metapsicología
freudiana, en sus últimos años pareció liberarse de esa necesidad, y propuso
una verdadera reinterpretación de la teoría psicoanalítica.
La causa de la aparición de psicopatología, para
Kohut sería una falta crónica de empatía parental. Reinterpretó los rasgos
pulsionales que a veces se encuentra en la clínica (orales, anales),
o los rasgos perversos, no como modos de presentación de elementos pulsionales
elementales desintrincados, sino como el resultado de fracasos mas o menos
graves de la conexión empática con los referentes paternos, que emergen en la
relación como amenazas a la integridad del Self. Por ejemplo, ante anomalías de
constitución, ante la inexistencia de un Self adecuadamente cohesionado, las
zonas erógenas podrían operar como principios organizadores, como parte del
proceso de “desintegración” de la vida psíquica de la persona. Así se
integrarían también los rasgos psicopatológicos de los progenitores. La
inclusión en la crianza por los progenitores, fuera de los canales empáticos de
preocupaciones por la alimentación, la excreción, la disciplina etc. podría
inscribirse en el infante como síntomas o rasgos perversos disociados, sin
necesidad de proponer una disposición pulsional perverso polimorfa innata.
Kohut se mostró critico con la concepción
fatalista de hostilidad, rivalidad y culpa del Edipo Freudiano. Para Kohut, la
pretensión freudiana de ubicar el psicoanálisis en el campo de las ciencias
naturales, adoptando un punto de partida quasi-biológico, al hacer de la
pulsión el centro del sistema teórico, en lugar de construir un “Homo Natura”
en interacción con su entorno, construyo un “Hombre Culpable”, en lucha contra
sus fuerzas instintivas, nunca suficientemente domesticadas, hacia una madurez
caracterizada por hacer virtud del hábito de la renuncia instintiva. Kohut
opone a ello la concepción de un” Hombre Trágico”, que trata de poner en marcha
el programa de vida que alberga en su profundidad, nunca con bastante éxito.
Kohut también revisó la concepción Freudiana del
Complejo de Edipo. Para Kohut, la visión freudiana del Edipo como conflicto
inevitable y normativo es pesimista y en realidad solo describe bien las formas
disfuncionales de emergencia de la crianza. Kohut se pregunta por que no tomar
en cuenta las formas exitosas de atravesamiento de la infancia y emancipación.
Por qué no tomar en cuenta los fenómenos de legitimo orgullo y reconocimiento
paterno, de triunfo de la transmisión a la siguiente generación. (Y opone al
mito de Edipo el de Ulises y Telémaco).
Publicado por Ricardo Guinea en 1/22/2013
14 de Octubre de 2013
"HEINZ
KOHUT" Y SU TEORÍA DEL NARCISIMO LA TEORÍA DEL SELF.
Nació en 1913 en Viena dónde pasa su
infancia, luego estudia la carrera de médico, que acaba en 1938. Heinz Kohut se
hace psicoanalista, después de hacer formación con August Aichhorn. En 1940,
ante la persecución del nazismo, debe dejar Austria y llega a los Estados
Unidos ( Chicago), donde vivió hasta su muerte, en 1981.
Influenciado por la teoría Hartman y otros psicólogos del yo. Formalizó en una nueva teoría clínica: la psicología del self.
Principales corrientes analíticas estadounidense influenciadas por:
Biología
Etología
Kohut intuyó la existencia de una perturbación caracterológica, a la que llamo: Trastorno narcisista de la personalidad.
Freud propuso que el niño pasa en el comienzo de su vida por una fase de narcisismo primaria en el cual los objetos externos no son reconocidos como tales. La energia pulsional se vuelca en el propio yo.
Tiempo después el bebe es capaz de percibir a su madre como objeto satisfactor; su relación con ella se canaliza con el acto de mamar, esto produce como consecuencia que se catectice la zona oral.
El narcisismo primario es reemplazado por la libido objetal.
Kohut supuso que el narcisismo, lejos de ser superado en el curso del desarrollo, sufre una evolución paralela e independiente de la libido objetal.
El resultado del desarrollo pulsional es la estructura tripartita de la mente y el del desarrollo del narcisimo es el self.
Para su maduración, el narcisimo utiliza ciertos objetos del medio ambiente, a estos objetos Kohut los llamo objetos del self.
(Los planteos kohutianos se refieren a un tipo especifico de patología, los trastornos narcisistas).
Kohut plantea que el self es un contenido del aparato psíquico que forma parte tanto del yo como del ello y del superyó.
En la obra de Kohut los "objetos del self" (están al servicio del self y de la preservación de su investidura instintiva, o bien son vividos como parte del self) son los objetos externos: el padre, la madre, objetos externos significativos ene l desarrollo del individuo, en particular sus figuras parentales.
El self se forma a partir de la internalización de los objetos del self arcaicos.
Estos objetos pueden ser de dos tipos: : un objeto del self grandioso, que proporciona las ambiciones y las metas y otro la "imago parental idealizada", de cuya internalización surgen los ideales del self.
Kohut propone rescatar instrumentos fundamentales para la practica del psicoanálisis:
Empatía
Introspección
Ambos delimitan el campo de la observación, lo que no es susceptible de ser observado a través de estos dos fenómenos no es psicológico.
Todo lo que se conoce a través de estos elementos pertenece al mundo de los fenómenos psíquicos.
Esto da por resultado un sí-mismo con estructura bipolar: cabe la posibilidad que un sujeto tenga altamente catectizada la representación de sí-mismo grandiosa y contrariamente, el polo idealizado sea débil, endeble.
A estos dos polos ( grandioso e idealizado) se agregó un área intermedia, descripta como el espacio de "las aptitudes y los talentos" .
El "self" cobra importancia hasta constituirse en el "nucleo de nuestra personalidad".
Kohut distingue la libido de objeto de la libido narcisista. Ambas clases de energía se diferencian por el tipo de objeto en que se depositan o al que se dirigen.
La libido objetal catectiza objetos externos mientras que la narcisista se dirige a los objetos del self.
Los trastornos del área narcisista de la personalidad.
El Self deriva de las relaciones objetales tempranas, se construye en relación de un largo proceso de identificación e introyección de otros seres humanos se va estructurando el Self nuclear o maduro. Para que este proceso se produzca sin mayores sobresaltos, debe haber respuesta empática de esos seres humanos (llamados por Kohut Objetos-Self).
Unos padres empáticos funcionan como Objetos-Self primarios “buenos” en tanto tienen la capacidad de percibir las necesidades de reconocimiento y admiración de sus hijos, y de responder adecuadamente a ellas. De ello derivará una adecuada maduración del narcisismo en el niño, de su self, y una sólida autoestima. Por el contrario, padres no empáticos se hayan en la cadena causal de los trastornos narcisistas de la personalidad.
Kohut identifica tres tipos de transferencia narcisista.
Transferencia especular: el niño tiene fantasías omnipotentes mediante las que alimenta un self grandioso. Los demás sólo existen en la medida en que son un reflejo del exhibicionismo y grandiosidad de la criatura. El self grandioso concentra en si todo lo bueno, a la vez que le atribuye al medio externo todas las imperfecciones.
Transferencia idealizadora: La relación con un objeto del self al que el niño vivencia como la fuente de toda calma y seguridad. Puesto que toda la felicicdad reside en el objeto idealizado, el individuo se siente vacio e impotente cuando se separa de él. Por ello procura que su unión no sufra interrupción alguna.
Transferencia gemelar o alter ego: Vivencia un objeto del self como su gemelo, esto es, un se con el que comparte ideales, ambiciones y metas.
La falla primaria en los pacientes con este tipo de afecciones consiste en una falta de cohesión del self.
Hay una disociación entre ambos polos ( el grandioso y el exhibicionista) como consecuencia de fallas especificas en la relacion con los objetos del Self.
Los objetos del self grandioso y la imago parental idealizada sson internalizados. De ellos surgen los distintos polos del self.
La salud consiste en un cierto equilibrio entre ambos polos y la internalización del objeto del self gemelar, quien proporciona un área intermedia de talentos y habilidades.
UN PUNTO DE VISTA EVOLUTIVO.
El niño llega al mundo con un self rudimentario que inicia su desarrollo inmediatamente después del nacimiento.
La madre esta en contacto con él (a traves de canales tactile,olfatorios y propioceptivos mientras lo alimenta, lo tien en sus brazos y lo baña).
Aqui tiene su virtual comienzo un proceso que establece el "si-mismo" de una persona ( interacciones del niño y sus objetos del si-mismo) y que continua durante toda la niñez y, en grado menor, en la vida adulta.
Los objetos del si-mismo responden con "empatia" a ciertas potencialidades del niño (aspecto del si-mismo, aspectos de la imagen idealizada que admira, talentos innatos distintos que utiliza para realizar de manera creativa sus ambiciones e ideales).
Esto permita la cristalizacion del Self nuclear.
El siguiente paso consiste en suministrar a la criatura frustraciones tolerables; "esas deficiencias llevan al reemplazo gradual de los objetos del Self y sus funciones por un Self y sus propias funciones".
Es necesaria un desilusión gradual respecto a la disponibilidad de esa figuras.
El resultado final del proceso es un Self autónomo del sujeto.
Es esencial la cohesión del self de los progenitores. Kohut dice: " En otras palabras, lo que influye sobre el carácter del self del niño no es tanto lo que los padres hacen sino lo que son".
Influenciado por la teoría Hartman y otros psicólogos del yo. Formalizó en una nueva teoría clínica: la psicología del self.
Principales corrientes analíticas estadounidense influenciadas por:
Biología
Etología
Kohut intuyó la existencia de una perturbación caracterológica, a la que llamo: Trastorno narcisista de la personalidad.
Freud propuso que el niño pasa en el comienzo de su vida por una fase de narcisismo primaria en el cual los objetos externos no son reconocidos como tales. La energia pulsional se vuelca en el propio yo.
Tiempo después el bebe es capaz de percibir a su madre como objeto satisfactor; su relación con ella se canaliza con el acto de mamar, esto produce como consecuencia que se catectice la zona oral.
El narcisismo primario es reemplazado por la libido objetal.
Kohut supuso que el narcisismo, lejos de ser superado en el curso del desarrollo, sufre una evolución paralela e independiente de la libido objetal.
El resultado del desarrollo pulsional es la estructura tripartita de la mente y el del desarrollo del narcisimo es el self.
Para su maduración, el narcisimo utiliza ciertos objetos del medio ambiente, a estos objetos Kohut los llamo objetos del self.
(Los planteos kohutianos se refieren a un tipo especifico de patología, los trastornos narcisistas).
Kohut plantea que el self es un contenido del aparato psíquico que forma parte tanto del yo como del ello y del superyó.
En la obra de Kohut los "objetos del self" (están al servicio del self y de la preservación de su investidura instintiva, o bien son vividos como parte del self) son los objetos externos: el padre, la madre, objetos externos significativos ene l desarrollo del individuo, en particular sus figuras parentales.
El self se forma a partir de la internalización de los objetos del self arcaicos.
Estos objetos pueden ser de dos tipos: : un objeto del self grandioso, que proporciona las ambiciones y las metas y otro la "imago parental idealizada", de cuya internalización surgen los ideales del self.
Kohut propone rescatar instrumentos fundamentales para la practica del psicoanálisis:
Empatía
Introspección
Ambos delimitan el campo de la observación, lo que no es susceptible de ser observado a través de estos dos fenómenos no es psicológico.
Todo lo que se conoce a través de estos elementos pertenece al mundo de los fenómenos psíquicos.
Esto da por resultado un sí-mismo con estructura bipolar: cabe la posibilidad que un sujeto tenga altamente catectizada la representación de sí-mismo grandiosa y contrariamente, el polo idealizado sea débil, endeble.
A estos dos polos ( grandioso e idealizado) se agregó un área intermedia, descripta como el espacio de "las aptitudes y los talentos" .
El "self" cobra importancia hasta constituirse en el "nucleo de nuestra personalidad".
Kohut distingue la libido de objeto de la libido narcisista. Ambas clases de energía se diferencian por el tipo de objeto en que se depositan o al que se dirigen.
La libido objetal catectiza objetos externos mientras que la narcisista se dirige a los objetos del self.
Los trastornos del área narcisista de la personalidad.
El Self deriva de las relaciones objetales tempranas, se construye en relación de un largo proceso de identificación e introyección de otros seres humanos se va estructurando el Self nuclear o maduro. Para que este proceso se produzca sin mayores sobresaltos, debe haber respuesta empática de esos seres humanos (llamados por Kohut Objetos-Self).
Unos padres empáticos funcionan como Objetos-Self primarios “buenos” en tanto tienen la capacidad de percibir las necesidades de reconocimiento y admiración de sus hijos, y de responder adecuadamente a ellas. De ello derivará una adecuada maduración del narcisismo en el niño, de su self, y una sólida autoestima. Por el contrario, padres no empáticos se hayan en la cadena causal de los trastornos narcisistas de la personalidad.
Kohut identifica tres tipos de transferencia narcisista.
Transferencia especular: el niño tiene fantasías omnipotentes mediante las que alimenta un self grandioso. Los demás sólo existen en la medida en que son un reflejo del exhibicionismo y grandiosidad de la criatura. El self grandioso concentra en si todo lo bueno, a la vez que le atribuye al medio externo todas las imperfecciones.
Transferencia idealizadora: La relación con un objeto del self al que el niño vivencia como la fuente de toda calma y seguridad. Puesto que toda la felicicdad reside en el objeto idealizado, el individuo se siente vacio e impotente cuando se separa de él. Por ello procura que su unión no sufra interrupción alguna.
Transferencia gemelar o alter ego: Vivencia un objeto del self como su gemelo, esto es, un se con el que comparte ideales, ambiciones y metas.
La falla primaria en los pacientes con este tipo de afecciones consiste en una falta de cohesión del self.
Hay una disociación entre ambos polos ( el grandioso y el exhibicionista) como consecuencia de fallas especificas en la relacion con los objetos del Self.
Los objetos del self grandioso y la imago parental idealizada sson internalizados. De ellos surgen los distintos polos del self.
La salud consiste en un cierto equilibrio entre ambos polos y la internalización del objeto del self gemelar, quien proporciona un área intermedia de talentos y habilidades.
UN PUNTO DE VISTA EVOLUTIVO.
El niño llega al mundo con un self rudimentario que inicia su desarrollo inmediatamente después del nacimiento.
La madre esta en contacto con él (a traves de canales tactile,olfatorios y propioceptivos mientras lo alimenta, lo tien en sus brazos y lo baña).
Aqui tiene su virtual comienzo un proceso que establece el "si-mismo" de una persona ( interacciones del niño y sus objetos del si-mismo) y que continua durante toda la niñez y, en grado menor, en la vida adulta.
Los objetos del si-mismo responden con "empatia" a ciertas potencialidades del niño (aspecto del si-mismo, aspectos de la imagen idealizada que admira, talentos innatos distintos que utiliza para realizar de manera creativa sus ambiciones e ideales).
Esto permita la cristalizacion del Self nuclear.
El siguiente paso consiste en suministrar a la criatura frustraciones tolerables; "esas deficiencias llevan al reemplazo gradual de los objetos del Self y sus funciones por un Self y sus propias funciones".
Es necesaria un desilusión gradual respecto a la disponibilidad de esa figuras.
El resultado final del proceso es un Self autónomo del sujeto.
Es esencial la cohesión del self de los progenitores. Kohut dice: " En otras palabras, lo que influye sobre el carácter del self del niño no es tanto lo que los padres hacen sino lo que son".
¿Rivalidad edípica o cooperación intergeneracional?
Del Edipo de Freud al Ulises de Kohut
Publicado en la revista nº005
Autor: Juri, Luis y
Ferrari, Luis
1- Acerca de:
“Introspection, empathy and the semi-circle of mental health” de Heinz Kohut.
2- Ubicación del trabajo dentro de la obra de Kohut
3- El mito de Edipo (Freud) y el mito de Ulises (Kohut).
4- La empatía.
5- Articulación con otras teorizaciones: Heinz Kohut y John Bowlby.
2- Ubicación del trabajo dentro de la obra de Kohut
3- El mito de Edipo (Freud) y el mito de Ulises (Kohut).
4- La empatía.
5- Articulación con otras teorizaciones: Heinz Kohut y John Bowlby.
1- Acerca de: “Introspection, empathy and the semi-circle of mental
health” de Heinz Kohut.
Escrito poco antes de morir, el último trabajo de Heinz Kohut comienza con
una reseña del artículo “Introspección, empatía y psicoanálisis” escrito en
1959 y presentado en el XXV Encuentro del Instituto de Psicoanálisis de
Chicago. En su primer ensayo sobre el papel de la empatía en psicoanálisis, que
según Kohut contenía la base de muchas de sus subsiguientes investigaciones en
el campo de la psicología profunda, propuso la tesis de que la postura
introspectiva empática del observador define la ciencia del psicoanálisis. El
autor explica que lo que le movió a proponer esta definición operativa del
psicoanálisis hace 25 años fue el darse cuenta que la introducción del concepto
psicobiológico de los impulsos -así como varios conceptos socio-psicológicos-
no condujo a una verdadera integración del psicoanálisis con la biología o la
medicina sino a una visión psicológica y moral de “Hombre Culpable” que lo que
hizo fue deformar la percepción del analista en el campo clínico y aplicado.
Kohut afirma que al definirse operativamente el psicoanálisis se puede aceptar
a sí mismo como psicología, una psicología que estudia al hombre en términos de
un self que intenta realizar el programa trazado en su fuero interno a lo largo
de su vida.
En la sección final del trabajo, Kohut reexamina las relaciones
intergeneracionales del hombre a la luz del cambio que implica pasar desde una
concepción psicobiológica a una psicológica. Así, el complejo de Edipo no es el
producto final del conflicto ininfluenciable de instintos básicos opuestos sino
el resultado de interferencias que menoscaban el desarrollo del hombre. Dado el
poder mítico de la formulación de Freud del complejo de Edipo, el autor ofrece
una dosis de anti-magia mítica -a la que el título “El semicírculo de la salud
mental” hace referencia, y que se aclarará más adelante-, y una
reinterpretación de la historia del rey Edipo. Kohut cree que la esencia de la
experiencia humana no se encuentra en el conflicto biológicamente inevitable
entre generaciones sino en la continuidad intergeneracional a través de un
proceso de colaboración recíprocamente construida.
2- Ubicación del artículo dentro de la obra del autor
“Introspección, empatía y el semicírculo de la salud mental” es el punto
final de la producción científica personal de Heinz Kohut. Poco antes de
morir, el 8 de Octubre de 1981 a los 68 años de edad, le comentó a su esposa
Elizabeth que “...sentía que había podido cumplir con lo que se había propuesto
hacer por el psicoanálisis y tenía la esperanza de que sus colegas, sobre todo
los de las generaciones más jóvenes, continuaran investigando los múltiples
interrogantes que él había suscitado en el curso de su labor. También expresó
su confianza en que sus ideas estimularían a estos nuevos investigadores para
que formularan nuevas preguntas y desarrollaran ideas propias con vistas a
proseguir el avance de la ciencia psicoanalítica.” (Kohut, 1984). Casi veinte
años después no quedan dudas en cuanto a que generaciones de jóvenes psicoanalistas
en todo el mundo han hecho honor a este legado intergeneracional. El concepto
de empatía campea a lo largo de este póstumo escrito. Define nítidamente un
aspecto de su concepción de la empatía que fue elaborando y puliendo a través
de los casi 25 años que median entre este trabajo e “Introspección, empatía y
psicoanálisis” (1959). Luego de pasar revista a sus puntos de vista
epistemológicos avanza en su consideración de la empatía como un aspecto del
amor maduro en las relaciones familiares e intergeneracionales sanas. Desde
esta perspectiva el acento no está puesto en la empatía como método neutro de
recolección de datos esenciales para la acción terapéutica, sino que es
conceptualizada como la nutriente emocional básica sin la cual la idea misma de
vida humana sería impensable.
Utilizando consistentemente el modo de aproximación empático logra examinar
la naturaleza esencial del hombre, de las relaciones humanas en general y en
particular las relaciones intergeneracionales. Esto le permite postular que la
lucha intergeneracional y el drama de sexo y muerte propios del Complejo de
Edipo no están referidos a la esencia del hombre sino que son desviaciones de
lo normal.
Observó en diversas oportunidades, en los finales de análisis exitosos, la
aparición de una fase edípica terminal en la cual ... “No se activan
sistemas de recuerdos intensamente cargados con respecto a conflictos edípicos
en la infancia”... y sí (la aparición de una) ... "breve fase edípica...
acompañada por una cálida sensación de alegría, una alegría que tiene todos los
rasgos de la emotividad que acompaña un logro en la maduración o el desarrollo”I.
Kohut diferenció un “estadío edípico”, correspondiente a un estado normal,
donde los padres responden con orgullo y júbilo empático al self en expansión
del hijo, en contraposición al “complejo de Edipo”, la versión patológica,
donde la ausencia de identificación de los padres con el/la pequeño hijo/a da
lugar al cuadro de celos, cruda sexualidad y competitividad que pinta la
metáfora del dramaturgo griego. La falta de empatía paterna ante el desarrollo
del self del hijo/a es lo que crearía ese camino patológico del desarrollo, la
tragedia de Edipo que el paradigma freudiano considera una universalidad.
Para Kohut lo normal sería la colaboración intergeneracional y la
anormalidad la lucha intergeneracional. De acuerdo a Kohut la conducta normal
paterna/materna sería el orgullo ante el asertivo self del hijo/a mientras que
su desviación corresponde a una conducta competitiva o seductora. Cuando los
padres reaccionan de esta última forma es cuando emerge el drama descrito por
Sófocles, y los componentes sexuales y agresivos hacen su aparición.
Kohut recurre al mito de Ulises (Odiseo) como un modelo de su nuevo
paradigma. El mito de Ulises ilustra la figura de la salud mental; el de Edipo
la figura de la enfermedad. Lo que pretende transmitir Kohut es que la
dramática edípica no es una imposición fatalista de oscuro origen
psicobiológico. Edipo es el prototipo del hijo destruido por la patología de
los padres. Serán las respuestas patológicas y patógenas de los progenitores en
su incapacidad de responder empáticamente a las necesidades elementales del
vulnerable self infantil en desarrollo las que producirán su colapso y
desintegración, que se hará visible con la emergencia de pulsiones asesinas e
incestuosas. De los despojos de Ulises, cual un fantasma, surgirá la trágica y
patética figura de Edipo.
3- El mito de Edipo (Freud) y el mito de Ulises (Kohut).
¿Nos ha hechizado Freud con la metáfora de Edipo?. Algo parecido supone
Kohut en “Introspection, empathy and the semi-circle of mental health”,
refiriéndose a la “magia” de Freud, quien habría utilizado genialmente el
relato de Sófocles para ilustrar sus ideas sobre la sexualidad humana y los
vínculos intergeneracionales. Kohut alude a la gran habilidad de Freud de
mitologizar los conceptos claves de su sistema científico e implantarlo
firmemente en la mente de sus seguidores. En una aproximación original al tema,
Kohut destaca los rasgos de personalidad de Freud como transmisor de sus ideas.
La tragedia del dramaturgo griego, donde uno de los personajes mata, sin
saberlo, a su padre, y se casa con su madre, sirvió durante décadas como una
premisa exclusiva con la que se leían los sueños, síntomas y conductas de los
pacientes. Kohut se lamenta en “Introspection...” de las dificultades para que
la comunidad de psicoanalistas acepte una revisión del drama edípico. ¿Cómo
convencer a los colegas de que el estado normal es una gozosa experiencia de
desarrollo en el niño, incluyendo el paso por un estadío edípico -diferente del
complejo de Edipo- en el que los padres responden con empatía y orgullo al self
en expansión del hijo?. A fin de obtener atención hacia su revisión del
complejo de Edipo y de su metáfora -la tragedia de Sófocles- Kohut recurre en
su artículo a argumentos “débiles” y argumentos “fuertes”, según los denomina.
El argumento “débil” es la reinterpretación del mito edípico, para demostrar que
en realidad no sustenta la teoría clásica sobre las relaciones entre padres e
hijos (el "destino pulsional inevitable") sino otra perspectiva, que
tiene en cuenta el valor estructurante de las experiencias vividas en el
desarrollo.
El argumento “fuerte” consiste en oponer a la “magia” de Freud una
“antimagia”, recurriendo a un relato de Homero sobre Ulises (Odiseo). Este
argumento fuerte sería contraponer un mito a otro mito, una metáfora a otra
metáfora. La argumentación de Kohut presenta entonces dos variantes:
1- Una relectura del mito de Edipo.
2- Oponer el mito de Ulises al mito de Edipo.
1- Una relectura del mito de Edipo.
2- Oponer el mito de Ulises al mito de Edipo.
Examinemos la revisión del mito de Edipo. En su relectura del relato de
Sófocles, Kohut destaca algo que a su criterio no ha sido debidamente apreciado
por los psicoanalistas. Se refiere a que el rasgo más distintivo de la historia
es que Edipo fue un niño rechazado, un hijo mandado a morir por el Rey Layo,
temeroso de la profecía del adivino Tiresias, quien le auguraba al recién
nacido el futuro asesinato de su padreII. Edipo
fue un bebé rechazado, un hijo abandonado a morir en la intemperie, lo cual es
otro modo de puntuar la historia, y de significar sus acontecimientos.
Otro acontecimiento en la historia de Edipo que puede ser leído de distinta
manera -no incluido por Kohut en su artículo- es el “incidente de la
encrucijada”, donde tiene lugar el asesinato del Rey Layo. En la visión
tradicional, Edipo es un autómata que se ve conducido paso a paso por la
profecía de Tiresias, y que mata a su padre en una bifurcación de caminos. Lo
que impulsa a Edipo es una fuerza determinista, que inevitablemente lo conduce
hacia el desenlace trágico. Freud llamaba a este relato una “tragedia de
destino” para remarcar el determinismo de los impulsos incestuosos.
El “incidente de la encrucijada” puede ser examinado desde otra
perspectiva. Veamos el relato de Sófocles sobre lo que ocurrió en el encuentro
entre Edipo y su padre. Huía Edipo de la profecía de Febo de Pitón, que le
auguraba el unirse con su madre y matar a su padre cuando se cruza con Layo y
su comitiva en un cruce de caminos. “Y yo al oír esto, tras calcular por los
astros para el futuro la situación de la tierra corintia, huí donde nunca viera
cumplirse el oprobio de mis funestos oráculos. En mi marcha llego a esos
lugares en los que tú dices que pereció este soberano. Y a ti, mujer, te diré
la verdad. Cuando en mi viaje cerca estaba de esta encrucijada, en ese momento
un heraldo y un hombre montado en un carro tirado por potros como el que tú
dices, se toparon conmigo, y fuera del camino el guía y el anciano mismo me
arrojaron violentamente. Yo por mi parte al que trata de echarme fuera, al
auriga, lo golpeo con ira; y el anciano, cuando me ve, desde el carro, tras
esperar a que me acercase, en medio de la cabeza me alcanzó con una pica de
doble aguijón. No, por cierto, pagó lo mismo, sino que al punto, golpeado con
el bastón por esta mano, de espaldas cae rodando inmediatamente del centro del
carro, y mato a todos los que le acompañan.”III.
Al encontrarse con la comitiva real, Edipo sufre la prepotencia del Rey
Layo. Edipo reacciona ante la violencia del gobernante y su séquito, y comete
el asesinato. Esta puntuación ubica la violencia de Edipo como una respuesta a
la conducta abusiva del Rey, y no como un destino (pulsional) predeterminado.
La revisión de una metáfora, ¿prueba algo? Kohut se encarga de señalar en
“Introspection...” que las metáforas en sí mismas no prueban nada. Nada prueba
la versión de Freud del mito de Edipo y nada prueba la revisión efectuada por
Kohut en su artículo. Pero la metáfora transmite un ejemplo paradigmático a los
miembros y aprendices de una comunidad científica (Kuhn, 1962, 1987). Una vez
incorporadas, las metáforas son poderosas guías que limitan la percepción y
significación de los observables (Lakoff y Johnson, 1980). Uno u otro guión
conducirán al analista hacia distintas versiones de lo escuchado, y hacia
diferentes intervenciones. (Juri, 1999).
Cuando una metáfora como la tragedia de Edipo Rey se encuentra tan
hondamente arraigada en la comunidad profesional, puede resultar dificultoso
admitir otra lectura del mito. La revisión del drama de Sófocles puede
parecerle a Kohut un argumento “débil”, pero debemos reconocer que reflexionar
sobre metáforas que se aceptan incondicionalmente puede ser un ejercicio
epistemológico “fuerte”.
Hemos examinado el argumento “débil” de Kohut, y ahora nos ocuparemos
de su argumento “fuerte”. Este consiste en suministrar una dosis de “antimagia”
(sic) para contrarrestar la “magia” de Freud. Para este fin Kohut recurre a un
relato de Homero sobre Ulises (Odiseo) con el que intenta transmitir la
existencia de otra figura en las relaciones intergeneracionales.
En el mito de Homero, el héroe, Ulises, gobernador de Itaca, se había
casado recientemente y tenía un pequeño hijo llamado Telémaco. Grecia estaba
preparando una guerra contra Troya, y reunía a sus capitanes, pero Ulises no
deseaba participar en ella. Cuando llegaron a buscarlo los emisarios Agamenon,
Menelao y Palamedes, Ulises finge estar loco, a fin de evitar la imposición de
partir a la guerra. Pretende no reconocer a los delegados mientras con una
extraña yunta de asno y buey ara un terreno tirando sal en los surcos. Como los
emisarios sospechan el engaño, Palamedes coloca a Telémaco frente al arado que
avanzaba hacia él. Entonces Ulises, el padre protector, efectúa un semicírculo
con el arado para no lastimar a su hijo, lo que puso al descubierto el engaño,
y también su salud mental. Kohut lo llamó “El semicírculo de la salud mental”,
lo que explica el título de su trabajo.
Kohut acude al relato de Homero para trasmitir sus ideas sobre los vínculos
intergeneracionales. Lo contrastante del mito de Ulises en relación a la
temática de Edipo Rey es la constante e intensa presencia del amor mutuo, la
protección, el amparo y hasta el sacrificio personal -Ulises era muy consciente
que trazar el semicírculo significaba ir a la guerra- en cuanto a contribuir a
la supervivencia y el bienestar de la generación más joven. Una segunda parte
del mito, aludida brevemente por Kohut en su artículo, no hace más que
corroborar y afianzar aún más los puntos de vista que quiere ilustrar:
veinte años después de haber partido a la guerra de Troya Ulises regresa, viejo
y harapiento, y encuentra a su fiel esposa Penélope que durante todos esos años
había resistido con determinación y astucia el asedio de los pretendientes que
a través de un matrimonio de conveniencia buscaban apoderarse de las
posesiones; y a su hijo Telémaco a quien no veía desde que era un bebé, ahora
convertido en un joven fuerte y aguerrido, que codo a codo lucha con su padre
para reconquistar sus posesiones.
Los mitos de Edipo y de Ulises son metáforas que establecen relaciones
entre conceptos: vínculos entre padres e hijos, agresión, sexualidad, etc. Las
metáforas forman parte de los paradigmas, son ejemplos que se utilizan para la
transmisión de ideas. El examen de las metáforas empleadas, por la comunidad de
psicoanalistas ayuda en la delimitación de los distintos paradigmas en juego.
Coloquemos en columnas comparativas los rasgos distintivos de las metáforas
de Edipo y de Ulises.
En la columna “Ulises” se incluye bajo el ítem cooperación intergeneracional
la cooperación de Telémaco con Ulises, aludida brevemente por Kohut en
“Introspection...”. Como hemos señalado, cuando Ulises retorna a Itaca y se
reencuentra con Telémaco, éste coopera fielmente con su padre, en el plan que
el astuto Ulises despliega para reconquistar su palacio invadido por los
pretendientes de Penélope.
En la columna de Edipo se califica la metáfora empleada por Freud como una
psicobiología, siguiendo la denominación de Kohut en su artículo. En la columna
de Ulises se contrapone a la psicobiología, una psicología, de acuerdo al
pensamiento del autor. Obviamente, las columnas no pretenden ser exhaustivas, y
otros ítems podrían encontrar un lugar en ellas. La claridad corre el riesgo
del reduccionismo, y para evitarlo, el conflicto y la cooperación no deberían
ser mirados como extremos sin contacto. Atendiendo a la complejidad, es
preferible pensarlos en términos de primacía. La primacía de la cooperación no
excluye notas conflictivas, aunque no sean dominantes, y viceversa.
ULISES
|
|
Conflicto intergeneracional. (Layo abandona a Edipo.
Edipo mata a Layo)
|
Cooperación intergeneracional. (Ulises protege a
Telémaco. Telémaco coopera con Ulises).
|
Universalidad del conflicto.
(pulsiones) |
Estadío edípico normal. Complejo de Edipo como
desviación. (falla de empatía paterna)
|
Hostilidad y deseos incestuosos
predeterminados.
|
Hostilidad y deseos incestuosos
como reacción. |
Psicobiología.
|
Psicología.
|
4-La empatía
En “Instrospection, empathy and the semi-circle of mental health”, H. Kohut
emplea el término “empatía” en tres sentidos:
a) Como instrumento para obtener información sobre el psiquismo.
b) Como un poderoso lazo emocional entre las personas.
c) Como parte de su método terapéutico.
a) Como instrumento para obtener información sobre el psiquismo.
b) Como un poderoso lazo emocional entre las personas.
c) Como parte de su método terapéutico.
En lo que sigue, nos centraremos en la empatía como parte de la terapia analítica,
de acuerdo al punto de vista de Kohut. El punto b) encontrará un desarrollo más
adelante, en el ítem 5 correspondiente a la articulación con las ideas de John
Bowlby.
La aplicación terapéutica de la empatía desde la perspectiva de la
Psicología Psicoanalítica del Self implica una posición técnica y clínica que
debe respetarse rigurosamente. En la psicoterapia es sin lugar a dudas una
condición necesaria para la específica comprensión y explicación de la
subjetividad del paciente al posibilitar una ampliación y profundización del
abordaje de las experiencias subjetivas.
Dentro del estatus científico actual de la Psicología del Self , la noción
de empatía en sus distintas facetas está lo suficientemente elaborada
como para diferenciarla netamente de las frecuentes simplificaciones,
distorsiones, generalizaciones, tergiversaciones y uso inapropiado que ha
llevado a autores como Stefano Bolognini a decir, refiriéndose a la
proliferación de escritos sobre la empatía:
“...el tema sufrió un crecimiento geométrico, y la empatía se convirtió en la meta ideal del analista, una especie de piedra filosofal multiuso, potencialmente capaz de resolver cualquier dificultad clínica y de influir profundamente en el curso de una gran variedad de controversias teóricas de modo que, actualmente, a juzgar por los informes clínicos, si el analista “empatiza”, su trabajo parecería mitad hecho.” (Bolognini, 1997).
“...el tema sufrió un crecimiento geométrico, y la empatía se convirtió en la meta ideal del analista, una especie de piedra filosofal multiuso, potencialmente capaz de resolver cualquier dificultad clínica y de influir profundamente en el curso de una gran variedad de controversias teóricas de modo que, actualmente, a juzgar por los informes clínicos, si el analista “empatiza”, su trabajo parecería mitad hecho.” (Bolognini, 1997).
El concepto de empatía recorre el edificio teórico de la psicología del
self desde su memorable trabajo de 1959, “Introspección, empatía y
psicoanálisis”, donde Kohut plantea la diferenciación de los modos de
observación introspectivo y extrospectivo, hasta el artículo póstumo
“Introspección, empatía y el semicírculo de la salud mental” en que se destaca el
valor esencial de la empatía en toda relación humana.. El giro que postula
Kohut desde una postura observacional extrospectiva, adecuada para la
exploración del mundo exterior, hacia una postura empático-introspectiva,
idónea para la exploración del mundo interior, trajo como consecuencia una
redefinición del psicoanálisis como una “Psicología pura” al despojarla de todo
matiz sociológico o biológico ya que estas ciencias utilizan el método
observacional extrospectivo. Para Kohut la única forma de tomar contacto con
los estados mentales complejos -el objeto del psicoanálisis- es a través de la
aproximación empático-introspectiva (1959, 1971). En su forma clínica, es
decir, de manera sistemática y prolongada, resulta esencial tanto para la
comprensión como para la explicación de esos estados mentales complejos (1984).
Desde el inicio de sus trabajos sobre el tema, Kohut dejó claramente
establecido que él no postulaba una nueva clase de empatía sino que lo que
aportaba al psicoanálisis era una nueva teoría que posibilitaba una mejor
utilización de la misma. No obstante estas puntualizaciones, reiteradas en
diversas oportunidades, se la confunde con amor, compasión, simpatía,
complacencia, sentimentalismo o intuición. Otras veces se consideran como
conceptos equivalentes la empatía y el entonamiento o sintonía afectiva, pero
desde el punto de vista clínico conviene diferenciarlas.
En la sesión analítica la aproximación empática generalmente comienza con
un contacto de tipo extrospectivo con algún elemento discernible de la conducta
del analizado y, a partir de ese elemento, se trata de sintonizar con la
motivación subjetiva del mismo; pero en la medida en que no tenga una
característica sistemática y prolongada no se trata de una verdadera
“inmersión empático-introspectiva”. Al respecto Paul Ornstein utiliza una metáfora
sumamente esclarecedora. Dice que la sintonía afectiva es como una llave que
permite abrir la puerta del mundo interno del paciente, al que asimila a una
habitación que permanece a oscuras, pero aclara que la sintonía no es todavía
la luz que iluminará el contenido de esa habitación. La luz es la empatía
(Ornstein, 1990). La empatía, a diferencia de la sintonía que se alcanza en
forma preconsciente y rápida, se adquiere mediante un sistemático y prolongado
esfuerzo, mediante ensayo y error, lentamente, con altibajos y luchando contra
dificultades propias de la conformación psíquica del analista y de sus
contratransferencias. Pero las dificultades, por si fueran pocas, no terminan
con el escuchar; también las hay en el “decir”, o sea, la interpretación empática.
No siempre es posible determinar con algún grado de certeza si lo que se le
interpretó al paciente fue experimentado por éste como empático, o sea, si se
sintió comprendido. Únicamente sus respuestas, cualesquiera sea su naturaleza,
nos darán indicios al respecto.
Así como el modo de escucha empático, tal como lo conceptualiza la
Psicología del Self, es frecuentemente mal entendido, lo mismo sucede con el
otro elemento de la “Unidad Terapéutica Básica” es decir, el modo empático de
interpretación (Kohut, 1984). Goldberg aclara este punto de la siguiente
manera:
“El analista no consuela activamente, interpreta el anhelo del analizando de ser consolado, el analista no funciona activamente como espejo, interpreta la necesidad de respuestas confirmadoras. El analista no admira o aprueba activamente expectativas grandiosas, explica su papel en la economía psíquica. El analista no cae en silencio pasivo; explica por qué sus intervenciones son percibidas como intrusivas. Por supuesto la mera presencia del analista, o el hecho de hablar, o, especialmente, el hecho de comprender, todo ello posee efecto de consuelo y confirmación del self sobre el paciente y así son interpretados (destacado en el original). Por lo tanto, el clima analítico que hace posible el trabajo analítico, se toma en sí mismo objeto de interpretación analítica (Goldberg, 1978).
“El analista no consuela activamente, interpreta el anhelo del analizando de ser consolado, el analista no funciona activamente como espejo, interpreta la necesidad de respuestas confirmadoras. El analista no admira o aprueba activamente expectativas grandiosas, explica su papel en la economía psíquica. El analista no cae en silencio pasivo; explica por qué sus intervenciones son percibidas como intrusivas. Por supuesto la mera presencia del analista, o el hecho de hablar, o, especialmente, el hecho de comprender, todo ello posee efecto de consuelo y confirmación del self sobre el paciente y así son interpretados (destacado en el original). Por lo tanto, el clima analítico que hace posible el trabajo analítico, se toma en sí mismo objeto de interpretación analítica (Goldberg, 1978).
Las presentaciones de casos clínicos a través de los cuales Kohut ilustraba
sus intelecciones son numerosísimos y en todos ellos la empatía, siempre, juega
un papel esencial.
En el caso de la Señorita F. (1971, pág. 254/63) describió una etapa
característica del análisis consistente en una necesidad de especularización.
Ante las interpretaciones basadas en la teoría del impulso-defensa, la
resistencia y el Complejo de Edipo la paciente reaccionaba con ira, amargas
quejas y violentas acusaciones de que Kohut pretendía arruinar el tratamiento y
hundirla a ella cada vez más.
La puesta en práctica del abordaje empático-introspectivo puso de
manifiesto que las reacciones de la paciente estaban motivadas en la imperiosa
e impostergable necesidad de ser escuchada sin la más mínima interrupción y
luego, una vez terminada su exposición, el terapeuta debía resumir lo dicho sin
quitar ni agregar nada. La no observancia de esta condición provocaba sus
estallidos de furia. Lo que Kohut pudo entender fue que estas reacciones no
eran, por ejemplo, resistencias incoercibles sino auténticas necesidades de
confirmación y validación de un self profundamente inseguro respecto de sus
propios sentimientos y pensamientos. Que el analista tuviera que resonar como
un eco o reflejar como un espejo estaba determinado por severos traumas
sufridos en la infancia y la niñez. Esta configuración fue luego
conceptualizada como transferencia especular. Específicamente la transferencia
desplegada por la Srta. F. era una típica transferencia especular fusional. Un
elemento distintivo de esta transferencia es la anulación del analista en su
condición de persona autónoma e independiente al transformarlo en una mera
función impersonal de tipo reflejante, confirmatorio y validante. Sostener una
posición empático-introspectiva en tales circunstancias suele ser muy
dificultoso, porque pone en jaque al propio narcisismo del terapeuta.
El reanálisis del Sr. “Z” le permitió a Kohut poner a prueba sus nuevos
puntos de vista. Una parte esencial de esta nueva construcción teórica
consistía en la aplicación sistemática y prolongada del modo
empático-introspectivo de observación y explicación. Una diferencia importante,
respecto al primer tratamiento fue que en éste el abordaje interpretativo tenía
como objetivo el logro de insight por parte del paciente mientras que en el
segundo lo básico era el modo empático de comprensión y explicación.
Fue el empleo sistemático y consistente de esta nueva herramienta
conceptual la que permitió descubrir que lo que parecía ser una estructura
edípica patológica era un anhelo profundo y casi insondable de la presencia de
un padre fuerte que brindara amparo y al cual por lo tanto se lo pudiera
idealizar y utilizar para escapar del encierro opresor al que se veía sometido
por parte de una madre posesiva que aniquilaba cualquier intento del Sr. Z por
delimitarse e independizarse. En la reconstrucción del desarrollo patológico
del Sr. Z, Kohut destaca el impacto de la personalidad patógena de los padres,
donde la ausencia de empatía era uno de los rasgos distintivos, valorándolo
como un elemento determinante de la psicopatología del paciente. (Kohut, 1979).
5-Articulación con otras teorizaciones: Heinz Kohut y John Bowlby
De los tres sentidos con los que Kohut emplea en “Introspection...” el
término empatía: a) como instrumento para obtener información sobre el
psiquismo, b) como un poderoso sostén emocional entre las personas y c)
como parte de un método terapéutico, John Bowlby coincide con los dos últimos,
y no con el primeroIV. Veamos, en primer término el punto b), donde la empatía en las
relaciones padres- hijos se articula -tanto en Bowlby como en Kohut- con la
futura disposición del sujeto al conflicto o a la cooperación.
En una conferencia de 1980, titulada “El cuidado de los niños” (Bowlby, 1988), John Bowlby sostiene que una madre de sensibilidad corriente se adapta rápidamente a los ritmos naturales de su hijo y al prestar atención a los detalles de la conducta del bebé va descubriendo lo que a este lo satisface. Al hacerlo, dice Bowlby, no solo lo contenta, sino que también obtiene su cooperación. Esta descripción de Bowlby se refiere a períodos iniciales del bebé, preverbales. Para el autor, si bien en ese período es rudimentaria la capacidad de adaptación del bebé, si se le permite crecer a su propio ritmo pronto su conducta mostrará los resultados de la actitud de los cuidadores. Bowlby cita a M. Ainsworth y colegas, que han observado que aquellos niños cuyas madres respondieron sensiblemente a sus señales durante el primer año de vida, lloran menos que los bebés de madres menos sensibles, y se muestran más dispuestos a aceptar los deseos de los padres.
En una conferencia de 1980, titulada “El cuidado de los niños” (Bowlby, 1988), John Bowlby sostiene que una madre de sensibilidad corriente se adapta rápidamente a los ritmos naturales de su hijo y al prestar atención a los detalles de la conducta del bebé va descubriendo lo que a este lo satisface. Al hacerlo, dice Bowlby, no solo lo contenta, sino que también obtiene su cooperación. Esta descripción de Bowlby se refiere a períodos iniciales del bebé, preverbales. Para el autor, si bien en ese período es rudimentaria la capacidad de adaptación del bebé, si se le permite crecer a su propio ritmo pronto su conducta mostrará los resultados de la actitud de los cuidadores. Bowlby cita a M. Ainsworth y colegas, que han observado que aquellos niños cuyas madres respondieron sensiblemente a sus señales durante el primer año de vida, lloran menos que los bebés de madres menos sensibles, y se muestran más dispuestos a aceptar los deseos de los padres.
No es difícil reconocer la noción de empatía detrás de estos conceptos. Una
madre que “se adapta a los ritmos naturales del bebé” (Bowlby) y una madre que
“responde sensiblemente a las señales de su hijo” (Ainsworth) son madres
empáticas. La empatía materna influye en el desarrollo del niño, estimulando,
su cooperación. Como conclusión de estas ideas sobre el cuidado materno Bowlby
afirma: “...los bebés humanos, al igual que los de otras especies, están
preparados para desarrollarse de manera socialmente cooperativa; que lo hagan o
no, depende en gran medida de cómo son tratados” (Bowlby, 1988). Para el autor,
inicialmente existiría en el bebé una predisposición a desarrollarse
cooperativamente. Que esto sea así estará en función del trato paterno. Padres
empáticos favorecerán el desarrollo de hijos cooperativos. La ausencia crónica
de empatía estimulará la hostilidad y el conflicto.
Para Bowlby, existiría en los padres una “disposición a brindar cuidados”,
que los inclinaría hacia la atención del bebé. Para este psicoanalista, la
conducta de crianza -así como la de apego- se encuentra en cierto modo
preprogramada, o sea preparada para desarrollarse, en tanto las condiciones lo
permitan. Esto no significa hablar de un instinto parental. Existe una
preprogramación, una “tendencia a”, que requiere de las experiencias para
desarrollarse y organizarse. Si el curso de los acontecimientos es normal, el
progenitor experimenta deseos de cuidado: abrazar al niño, consolarlo,
protegerlo, alimentarloV. Esta
disposición puede verse interferida por las experiencias infantiles de los
padres. Los malos tratos o frustraciones sufridas cuando niño predisponen a
brindar un maltrato al hijo o a alterar la conducta de cuidados.
Coincidiendo con estas ideas de Bowlby, Heinz Kohut sostiene que “...el
bebé crece en un medio de objetoself que le brindan una respuesta empática...”.
Esta premisa es considerada por Kohut como criterio básico de la experiencia
psíquica normal (Kohut, 1984). El ambiente que reacciona con una respuesta
empática presenta similitudes con la propensión a cuidar al bebé que Bowlby
atribuye a los padres, aunque en el caso de Kohut no se sustenta en la teoría
darwiniana de la evolución.
Recapitulando, digamos que Bowlby contempla tanto una predisposición social
cooperativa del bebé como una complementaria tendencia de los padres a brindar
cuidados al hijo. En estos conceptos Bowlby coincidiría con la metáfora de
Homero, en la que Ulises dibuja un semicírculo con el arado para no dañar a su
hijo) mostrando su inclinación a los cuidados parentalesVI.
Un bebé con una madre “suficientemente empática” –si se permite la expresión-podrá
favorecer el crecimiento de su hijo en la dirección marcada por el mito de
Ulises. Inversamente, quien ha sufrido un ambiente sistemáticamente carente de
empatía será un Edipo en potencia, con disposición a una sexualidad y
hostilidad como es ilustrada en el drama de SófoclesVII.
Aunque Kohut y Bowlby muestran compatibilidad en su teorización sobre las
relaciones intergeneracionales, es necesario aclarar que Bowlby no las conceptualiza
en términos de estadío edípico o complejo de Edipo. El marco teórico del autor,
la teoría del apego (attachment theory) lo lleva a incluir la constelación que
clásicamente es atribuida a ese complejo –celos, rivalidad, hostilidad, etc.-
dentro de las vicisitudes del vínculo de apego. Según Bowlby, lo que
tradicionalmente ha interesado al psicoanálisis bajo la denominación de
complejo de Edipo, es teorizado por él en términos del lazo de apego y sus
perturbaciones (Bowlby, 1980, 1988).
Ambos psicoanalistas coinciden en la primacía de los lazos de afecto. Kohut afirma el estatus primario de la ternura y la autoafirmación del niño, tradicionalmente considerados secundarios (Kohut, 1984). Bowlby sostiene la presencia de un apego primario -lazo de afecto- no reductible al sexo o la nutrición (Bowlby, 1969).
Ambos psicoanalistas coinciden en la primacía de los lazos de afecto. Kohut afirma el estatus primario de la ternura y la autoafirmación del niño, tradicionalmente considerados secundarios (Kohut, 1984). Bowlby sostiene la presencia de un apego primario -lazo de afecto- no reductible al sexo o la nutrición (Bowlby, 1969).
Recordemos que Freud sostenía que el niño establece lazos de afecto con sus
cuidadores por razones de nutrición o sexo. En "Inhibición, síntoma y
angustia" (1926) Freud diría que el bebé va estableciendo una vinculación
afectiva con su madre a través de la experiencia de satisfacción de sus
necesidades alimenticias. Esta teoría ha sido llamada "Teoría del impulso
secundario", porque la vinculación afectiva es una consecuencia de que el
bebé sea aliviado por su madre de la tensión del estímulo (hambre). Bowlby
contrapone a la teoría del impulso secundario la teoría del "apego
primario". Sin intentar desplazar al sexo y a la nutrición como factores
motivacionales, Bowlby introduce el lazo de apego como motivación diferenciada
de la alimentación y la sexualidad, y no reductible a ellas (Bowlby, 1969). La
propuesta de Bowlby no es irrelevante. Introduce otro sistema de motivaciones
con su propia dinámica (el apego) que viene a modificar la visión de algunos
síntomas y producciones del inconsciente. Esto es lo que ocurre con la
reinterpretación que hace Bowlby de los sueños y síntomas fóbicos de Juanito
(Bowlby, 1972). Ante la pregunta ¿Qué mueve a Juanito hacia su madre?, la
respuesta de Freud fue que lo impulsaban los deseos sexuales (Edipo). Bowlby
responde a la pregunta diciendo que Juanito sentía temor al abandono, y
por eso se aferraba a su madre, intentando retenerla (Apego) (ver Juri,
Aperturas 4).
Tanto Bowlby como Kohut (junto a otros psicoanalistas) proponen una
alternativa a la imagen del niño motivado por impulsos edípicos incestuosos.
para estos autores, la necesidad más importante de un pequeño no sería la
satisfacción de deseos sexuales, sino el deseo de amor, de obtener la seguridad
del afecto paterno y de que su amor es aceptado por ellos. Desde esta
perspectiva la motivación principal del niño no sería la búsqueda de placer,
sino la búsqueda de relación.
No queremos olvidar que Freud tomó en cuenta el desvalimiento humano
(hilflosigkeit) así como la necesidad de amor del niño y la angustia ante la
separación de la figura necesitada (Freud, 1926). Pero Freud no dejó nunca de
lado la premisa de la motivación sexual de síntomas y sueños, que mantuvo a
través de toda su obra (Esquema del psicoanálisis, 1939) lo que puede
atribuirse a su firme adhesión al modelo pulsional.
Los autores que estamos comparando (Kohut, Bowlby) le otorgan un mayor peso
en la etiología de los síntomas a los sucesos de la infancia. Ambos
psicoanalistas participan de lo que podría denominarse "paradigma
ambiental", entendiendo por "ambiental" el valor que los autores
le otorgan a las experiencias infantiles con las figuras significativasVIII. Sucesos de la infancia, como la ausencia crónica de empatía
paterna, las separaciones y pérdidas sufridas por el niño, los abusos y los
maltratos, contienen un potencial psicopatológico, al alterar la base afectiva
que éste necesita sentir segura.
Pasando ahora al punto c), la empatía y los métodos de terapia, señalaremos
que tanto Kohut como Bowlby emplean la empatía como parte de sus procedimientos
terapéuticos. Si bien Kohut ha desarrollado el tema con mayor amplitud, existe
una coincidencia básica entre ambos autores, y es posible decir que los dos
“cantan la misma canción”IX.
Para John Bowlby la principal tarea de un terapeuta es proporcionar a su
paciente una “base segura” a partir de la cual pueda explorar su historia y sus
modelos representacionales. De manera contundente, Bowlby afirma: “...a menos
que el terapeuta pueda capacitar a su paciente para sentir algún grado de
seguridad, la terapia no puede empezar siquiera”. Entre las notas distintivas
de esa base segura incluye “...ver y sentir el mundo a través de la mirada de
su paciente, es decir que procura (el terapeuta) mostrar empatía”. (Bowlby,
1988). La base segura establecida en la relación con el paciente permite
explorar sus modelos presentacionales, las creencias conscientes e
inconscientes acerca del self y las figuras de apego. (Bowlby, 1988; Marrone,
1993; Steele y Cassidy, 1999).
A partir de lo que podría llamarse una “base segura empática”, que facilita
expresar las íntimas creencias y los afectos asociados, es posible avanzar en
la exploración de los modelos representacionales del paciente. La revisión de
estos modelos constituye para Bowlby una parte integral de toda terapia. Una de
las tareas del terapeuta es posibilitar la reflexión del paciente sobre sus
modelos representacionales. El terapeuta le proporciona al paciente una
"base segura" desde la cual éste puede explorar sus creencias y los
sucesos que puedan haberlas originado (lo "visto y oído" por él, y
"lo escuchado" de los relatos parentales). A través de esa
exploración el paciente puede llegar a "pensar lo que se supone que no
debe pensar y a sentir lo que se supone que no debe sentir" (Bowlby,
1988). Alentado por la actitud del terapeuta, el paciente paulatinamente va
incluyendo en la consciencia información anteriormente excluída. Los clásicos
mecanismos de defensa (representación, negación, etc.) fueron redefinidos por
Bowlby en términos informacionales. Se considera que un paciente ha excluído
defensivamente de su consciencia información que era muy dolorosa o
conflictiva. Puede ser muy hiriente para el sujeto reconocer un antiguo
sentimiento de soledad, o el recuerdo de maltratos por parte de sus padres. Los
casos de amnesia, o de personalidad múltiple, son notorios ejemplos de
exclusión de información (Bowlby, 1980,1985). La exclusión defensiva suele
actuar bajo la presión paterna de que los hijos olviden lo percibido, o lo
distorsionen, algo que es evidente en los casos de abuso infantil. El niño se
acomoda a los deseos de los padres borrando aquella información que pueda
chocar con la aceptación paterna. El hijo llega así a sacrificar sus sentidos
(lo percibido, la memoria) para salvar su figura de apego. La labor terapeutica
ayuda a que la información excluida sobre el self y sobre las figuras de apego
pueda ingresar nuevamente a la consciencia.
Al avanzar en la exploración de los modelos representacionales del self y
de sus figuras de apego, así como de las circunstancias en que pueden haberse
originado, el paciente puede evaluar en que medida estas representaciones
puedan ser anacrónicas o inadecuadas. De este modo, las reflexiones y
revisiones que tienen lugar dentro de la base segura terapeutica pueden
conducir a que el paciente se vea eventualmente librado del "hechizo de
antiguas creencias".
Notas de los autores
I Toda la elaboración teórica de H. Kohut deriva de una fuente exclusiva,
que es la sesión psicoanalítica. No obstante admitía la combinación de diversos
enfoques de investigación (1977).
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II Es oportuno recordar que el nombre “Edipo” significa “pies hinchados”,
un poco elegante significado que proviene de las heridas provocadas en sus pies
por las correas con que fue atado cuando su padre ordenó abandonarlo (Grimal,
P.: Diccionario de mitología griega y romana. Paidós. Buenos Aires).
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IV En tanto Kohut define la empatía como el camino por excelencia para
acceder a nuevo conocimiento sobre el psiquismo, Bowlby utiliza el método
observacional, y las comparaciones interdisciplinarias. Sobre el tema puede
consultarse a Bowlby (1988), Gioia (1996), Juri (1999).
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V Estas ideas de Bowlby deben leerse con ojos evolucionistas. La
predisposición al apego (del bebé) y la tendencia a brindar cuidados (de los
padres) se encuentran en cierta medida preprogramados, en la medida que han
contribuido a la supervivencia del individuo y de la especie. Son el resultado
de presiones selectivas en el curso de la evolución. (Darwin).
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VI El Rey Layo no exhibe tal disposición, ya que abandonó a Edipo a
morir en la intemperie. María Cristina Teijeira nos ha hecho notar que el mito
de Edipo se refiere a la realeza, donde el asesinato, en defensa o lucha por el
poder es una nota característica. Ulises por el contrario era un jefe militar,
terrateniente, antibélico, apegado a su familia. Kohut considera su mito como
el de un “hombre moderno”, rodeado aún por un escenario de héroes semi-dioses.
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VII No sólo psicoanalistas como Kohut y Bowlby, sino investigadores de
campos como la etología y la paleontología, proponen actualmente una visión más
cooperativa y gregarista del sujeto humano. Etologos como Eibl-Eibestfeldt
consideran que la agresión, aunque existente, raramente es motivo de
vinculación entre los miembros de una misma especie. Para la formación de las
comunidades de organismos superiores se requiere una fuerte inclinación a la
cooperación, y éste ha sido el caso del hombre. El autor sostiene que
"...en la evolución de los organismos superiores la ayuda mutua fue
conquistando un papel cada vez más importante" (Eibl-Eibestfeldt, 1970).
En acuerdo implícito con estos conceptos, y con el retrato del "bebé
cooperativo" de Bowlby, el paleontólogo Richard Leaky, sostiene que
"...la historia evolutiva ha dotado a nuestra especie de una tendencia a
la cooperación" (Leaky, 1992). Indudablemente, un bebé con disposición a
la cooperación podría llegar a transformarse con el tiempo en un feroz Gengis
Khan con gusto por aniquilar a sus vecinos, algo que Freud recuerda en "El
malestar en la cultura". Pero ese futuro destino del recién nacido puede
ser atribuido a factores familiares, culturales o históricos.
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VIII Otros psicoanalistas podrían unirse a este paradigma. Entre ellos R.
Fairbairn, D. Winnicott, M. Balint.
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IX Parafraseando a Bowlby, quien expresaba así sus coincidencias con las
ideas de D. Winnicott (Marrone, 1994).
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Bibliografía
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Tomo XIII.
Bowlby, J. (1969): El vínculo afectivo. Paidós. Buenos Aires.
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Bowlby J. (1988): Una base segura. Paidós. Buenos Aires.Eibl-Eibestfeldt
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Aires.Gioia, T. (1996): Psicoanálisis y etología. Typos. Buenos Aires.
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Kohut, H. (1979): “The two analysis of Mr. Z”. International Journal of
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Kohut, H. (1984): Como cura el análisis. Paidós. Buenos Aires.
Kuhn, T. (1962): La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de
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Lakoff, G. y Johnson, M. (1980): Metáforas de la vida cotidiana. Cátedra.
Madrid.
Leaky, R. (1992): Nuestros orígenes. Crítica. Barcelona.
Marrone, M. (1993): “Los modelos representacionales” En teoría del apego y
relaciones afectivas. Servicio Editorial del país Vasco. Bilbao.
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Psicológica, III.
Ornstein, P. (1990): Contributions of self Psychology to Psychotherapy.
Review of Psychiatry. Vol. 9.
Steele, H. y Cassidy, J. (Ed.) (1999): Internal working models revisited.
Attachment and Human Development. Vol. 1, Nº 3. Special issue. Routledge. U.K.
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NARCISISMO: TEORÍA Y CLÍNICA
Narcisismo en la obra de Heinz Kohut
Hugo Lerner
ALGUNOS DATOS BIOGRAFICOS
Heinz Kohut nació en Viena en al año 1913 murió en Chicago en 1981. Ya
egresado de la facultad de medicina y habiéndo tenido una experiencia analítica con
A. Eichorn, emigró a Chicago donde se especializó en neurología. Algunos biógrafos
recuerdan que en el servicio de neurología solían llamarlo “Mr. Ciencia”. Ya en su
nueva ciudad adoptiva continuó su análisis con Ruth Eissler, se va alejando de la
neurología y comienza a formarse en psiquiatría y psicoanálisis en el Instituto de
Psicoanálisis de Chicago en 1944. Luego de egresar dictó por muchos años el
seminario de teoría freudiana que muchos de sus alumnos recodaban sus
enseñanzas por sus conocimientos y la rigurosidad en la comprensión de los textos
freudianos. Institucionalmente ocupó el cargo de Presidente de la Asociación
Psicoanalítica Norteamericana (1964-65), y la vicepresidencia de la Asociación
Psicoanalítica Internacional (1965-73) también fué vicepresidente de los Archivos S.
Freud (1971-81).
El año 1966 podemos considerarlo como una bisagra en su pensamiento y en sus
inquietudes teóricas, que comienzan a orientarse claramente hacia la problemática
narcisista. En un congreso Panamericano de Psicoanálisis, presenta en Buenos
Aires un trabajo donde planteó por primera vez un concepto que llegaría a ocupar
un lugar central en su obra, si el narcisismo se transforma en formas maduras
darán como resultado: la empatía, la sabiduría, el humor y la aceptación de la
finitud de la vida. Aquel que quiera consultar este artículo lo encontrará publicado
en Psicoanálisis de las Américas (Paidós, 1968).
Durante esa época también publicó: “Formas y transformaciones del narcisismo” y
“Reflexiones sobre la furia narcisista”, clásicos trabajos para todos aquellos
interesados en el estudio de la Psicología Psicoanalítica del Self, teoría que siendo el
su primer investigador cuenta en la actualidad con muchos seguidores en todo el
mundo psicoanalítico.
GENERALIDADES
Fue Kohut quien nos alertó acerca del prejuicio existente en el mundo psicoanalítico
sobre el tinte peyorativo que suele teñir la noción de narcisismo en comparación con
el amor objetal, ya que el primero, para algunos psicoanalistas representaría:"...la
más primitiva y la menos adaptativa de esas dos formas de distribución de la
libido...", como afirmó en 1968 en “Formas y transformaciones del narcisismo”.
Según Kohut ésta posición empobrece la práctica clínica, ya que los analistas
intentan reemplazar el narcisismo por el amor objetal, cuando a decir de él"...se
descuida la meta más adecuada, esto es un narcisismo transformado, es decir, una
distribución de la libido narcisista y la integración de las estructuras psicológicas
2
primitivas en la personalidad madura...". (“Formas y transformaciones del
Narcisismo”)
A Kohut no sólo le interesa el estudio del narcicismo cuando está en equilibrio, sino
también, cuando hay perturbaciones del mismo, cuando se rompe el equilibrio.
Partiendo del concepto de narcisismo primario, considera dos caminos en los que se
diferenciará: el Self grandioso y la Imago parental idealizada. También, y como
transformaciones del narcicismo propone, como dijimos antes: la creatividad del
hombre, su capacidad de empatía, su capacidad para aceptar su propia finitud, su
sentido del humor y su sabiduría.
Sostiene que el narcisismo tiene su línea evolutiva independiente
evolucionando de las formas más primitivas hasta las más maduras. En éste
trayecto, si bien los factores innatos son importantes, él va a poner más atención en
la interacción específica del niño con su medio, interacción ésta que promoverá o
impedirá la cohesión del self y la formación de estructuras psíquicas idealizadas.
Es importante destacar que Kohut plantea dos línea evolutivas separadas : la
narcisista y la instintivo-objetal, y que ambas se relacionan con la actitud que los
padres tengan con el niño.
En relación a esto último, nos advierte que : "...Así como a veces los padres se
relacionan con el niño en una empática fusión narcisista y viven la organización
psíquica infantil como parte de la propia, en otras ocasiones lo tratan como si el niño
fuera un centro independiente con iniciativa propia, es decir, lo invisten con libido
objetal..." (Reflexiónes sobre el narcisismo y la furia narcisista).
La concepción de una línea evolutiva independiente para el narcisismo cuyo
desarrollo permite la adquisición de aspectos adaptativos, maduros y culturalmente
valiosos nos permite observar la actitud positiva que Kohut tiene para el narcisismo.
Entonces al narcisismo lo concibe como:"...una serie integral e independiente de
funciones psíquicas antes que un producto de la regresión..."( Reflexiónes sobre el
narcisismo y la furia narcisista).
El papel que Kohut a desempeñado para la conceptualización del narcisismo es de
fundamental importancia en el psicoanálisis actual:"...cuando Ornstein compara la
hipocresía victoriana ante la sexualidad con la actitud que se encuentra hoy ante el
narcisismo, nos hace pensar que tal vez Kohut ha hecho por éste lo que Freud hizo
por aquella.
Tal vez una de las contribuciones más revolucionarias de Kohut al estudio del
narcicismo es haberle quitado su carácter de "resistencia", atribuyéndole una fuerza
positiva rescatable. Esta interpretación del hecho narcisista permite favorecer su
manifestación en lugar de combatirla, favoreciendo de este modo el despliegue de
estructuras arcaicas tales como el self grandioso y la imago parental idealizada,
cuyo análisis es imprescindible para un funcionamiento cohesivo del self"
(Hoffmann, 1982,).
NARCISISMO Y ESTRUCTURACION DEL SELF
Anteriormente puntualizamos algunos de los conceptos sobre narcisismo con que
Kohut comienza a elaborar sus teorías. No obstante y en función de la claridad,
podemos afirmar que al narcisismo lo define, siguiendo a Hartmann como catexias
del self.
3
Para Kohut el self, a diferencia de estructuras como el yo, el ello y el superyo
que son abstracciones relativamente alejadas de la experiencia, es algo cercano
a la experiencia directa y de bajo nivel de abstracción. Si bien está en el
aparato mental, no es una instancia sino una estructura dentro del aparato,
porque está catectizada instintualmente y tiene continuidad temporal.
Puede haber representaciones del self en cada instancia, ya sea en el yo, el ello o el
superyó, y todas estas representaciones son el self. Todas estas consideraciones lo
llevan a Kohut a afirmar que: "Por lo tanto el self, análogamente a lo que sucede con
las representaciones de objeto, es un contenido del aparato mental sin ser por ello uno
de sus constituyentes, es decir no es una instancia del aparato mental" (Análisis del
Self).
Hasta aquí podemos observar una primera definición del self. Algunos años después
realiza algunas reconceptualizaciones, que lo llevan a afirmar que el self es el centro
del universo psicológico del individuo, definiendo a este último como "self en sentido
amplio".
Por lo tanto tenemos dos definiciones de self que se complementan, la primera es el
"self en sentido estricto" que se refiere a representaciones, estructuras, catexias,
etc.; y la segunda como ya vimos el "self en sentido amplio".
No obstante Kohut nos alerta acerca de la dificultad para definir al self, así como,
dicho concepto está cercano a la experiencia: "...Mis investigaciones contienen cientos
de páginas sobre la psicología del sí-mismo, a pesar de lo cual jamás asignan significado
inflexible al término sí-mismo, jamás explican cómo debe definirse su esencia.
Pero admito este hecho sin contrición ni verguenza. El sí-mismo, sea que se lo conciba
dentro del marco de la psicología del sí-mismo en el sentido estrecho, como una
estructura específica en el aparato mental o, dentro del marco de la psicología del símismo
en el sentido amplio del término, como el centro del universo psicológico del
individuo es, como toda realidad -realidad psíquica (los datos sobre el mundo que
percibimos a través de nuestros sentidos) o realidad psicológica (los datos sobre el
mundo percibido mediante la introspección y la empatía)- incognoscible en su esencia.
No podemos, mediante la introspección y la empatía, penetrar en el sí-mismo per se;
solo son accesibles sus manifestaciones psicológicas introspectiva o empáticamente
percibidas. La exigencia de una definición exacta de la naturaleza del sí-mismo no
tiene en cuenta el hecho de que "el sí-mismo" no es un concepto de una ciencia
abstracta, sino una generalización derivada de datos empíricos,..."; "...por último,
podemos distinguir diversos tipos de sí-mismos y explicar sus rasgos distintivos sobre
la base del predominio de uno u otro de sus elementos constitutivos. Podemos hacer
todo eso, pero aun así seguimos sin conocer la esencia del sí-mismo como algo distinto
de sus manifestaciones..." (La restauración del si-mismo).
Desarrollo del self
Descriptas ya algunas nociones acerca del self, debemos abordar como se constituye
y se desarrolla el mismo.
En principio cabe la pregunta acerca del momento en que se constituye el self.
Para Kohut y Wolf, como nos recuerdan en su artículo “Los trastornos del self y su
tratamiento”: "Resulta difícil determinar la edad en la que el bebé o el niño pequeño
adquieren un self. Para empezar, cabe suponer que, en términos estrictos, el recién
nacido todavía carece de un self.
4
Llega al mundo fisiológicamente preadaptado para un ambiente físico específico -la
presencia de oxigeno, de alimentos, de cierta gama de temperaturas- fuera del cual no
puede sobrevivir. Del mismo modo, la supervivencia psicológica requiere un medio
psicológico específico, esto es, la presencia de objetos del self capaces de dar
respuestas empáticas. Es en la matriz de un medio particular de objetos de self
donde, mediante un proceso específico de estructuración psicológica llamada
internalización transmutadora, cristaliza el self nuclear del niño" (Kohut y Wolff,
1978, pag. 339). En esta última cita se hace mención a algunos conceptos centrales
en la psicología psicoanalítica del self como son los objetos del self y la empatía.
Objetos del self
Como anteriormente habíamos señalado Kohut, siguiendo a Hartmann, definía al
narcisismo como cargas del self, pero también debemos considerar que amplió la
concepción de narcisismo cuando afirmó que no lo va a definir por el objetivo de la
carga instintiva ( o sea que cargue al sujeto o a objetos) sino por la cualidad de la
carga.
Así es como afirma que: "El niño pequeño, por ejemplo, inviste otras personas con
catexias narcisistas y por lo tanto las experimenta en forma narcisista, es decir como
objetos del self" (Análisis del Self).
Por lo tanto objeto del self es algo que es parte de sí mismo, algo que ha sido
cargado con catexias narcisistas.
Kohut describió dos tipos de objetos del self:
a) aquellos que dan respuesta al niño confirmando su sentido innato de vigor,
grandeza y perfección. Este objeto "reflejante" es el que Kohut ubicará más
adelante relacionado con las ambiciones;
b) aquellos objetos a los cuales el niño mira y con los que fusionándose le brindan
una imagen de calma, infalibilidad y omnipotencia. a este objeto lo llama Imago
parental idealizada y lo ubica relacionado con los ideales.
Constitución del self
Para Kohut la constitución del self se irá desarrollando paulatinamente a través de
un proceso que él denominó Internalización transmutadora. Este proceso muestra
las fases sucesivas de la relación del niño con sus objetos del self, cómo se va
separando de los mismos y qué destinos tendrán las cargas con que habían sido
catectizados esos objetos.
Básicamente la internalización transmutadora presenta tres etapas que se
suceden:
a) el niño tiene que haber hecho la experiencia de satisfacción de la necesidad
correspondiente a la fase del desarrollo: la especular con el objeto reflejante y la
idealizadora con el objeto parental idealizado.
b) necesariamente se tiene que producir una frustración tolerable con ese objeto,
entonces el niño considera la retracción de la carga.
c) esta frustración debe ocurrir en un momento apropiado a la fase del desarrollo
por la cual pasa el niño.
Como se pude entender este proceso?
5
Hoffmann, en la “Psicología psicoanalítica del self” lo describe de la siguiente
manera: "... si un chico necesita que su padre sea alguien infalible, omnipotente,
calmo, con quien se puede fusionar y experimentar su calma como un sostén para sus
ansiedades, y en cuya fuerza todopoderosa puede confiar para remediar su propia
impotencia, en un momento dado lo frustra (es decir no responde como el chico espera)
se produce el retiro de la carga. Si esto sucede a los 5 ó 6 años, es decir luego de
innumerables experiencias anteriores satisfactorias, dentro de la declinación del
Edipo y una frustración de un momento tolerable, se cumplen los tres requisitos
enunciados y el chico abandona ese aspecto parcial del objeto del self, lo internaliza y
construye con esas representaciones y esas mismas cargas un trozo de su estructura
interna, que será el residuo despersonalizado de un aspecto parcial de la relación
narcisista con un objeto del self".
Este proceso de internalización transmutativa por lo tanto lleva a la formación
de estructuras que producirán reconocimiento, protección, confort,
aprobación, estimulación, valoración, confianza, etc., todos estos aspectos que
antes los cumplían los objetos del self.
Como consecuencia de este proceso, Kohut afirma que en el segundo año de vida se
establece el núcleo del self (sí-mismo nuclear) que, como concluye en “La
restauración del si-mismo”: "constituye la base de nuestra sensación de ser un centro
independiente de iniciativa y percepción, integrado con nuestras ambiciones e ideales
más básicos y con nuestra experiencia de que el cuerpo y la mente constituyen una
unidad en el espacio y un continuo en el tiempo". Todo lo recién citado va a formar el
sector central de la personalidad.
La psicología psicoanalítica del self ante el fracaso del narcisismo del bebé
describe tres variantes, una son las elecciones de objeto; otra la formación del
self grandioso que se hace depositario de la omnipotencia primitiva y por
último la formación de la imago parental idealizada que también recibe los
residuos del narcisismo primitivo.
El self grandioso se interrelaciona con su objeto reflejante, y este último
conforma (de manera especular) el sentido innato de vigor, grandeza y perfección del
self, que lo busca a través de conductas exhibicionistas y de búsqueda de
aprobación. Para Kohut esta interrelación se da especialmente con la madre o mejor
dicho, con el objeto del self maternal.
El bebé también se interrelaciona con la Imago Parental idealizada que le dará
la imagen de calma, infalibilidad y omnipotencia con la cual fusionarse y calmar así
sus ansiedades.
La primera interrelación, o sea entre el self grandioso y su objeto reflejante,
constituye el Polo de las ambiciones y la segunda interrelación forma el Polo
de los ideales. A todo esto Kohut lo llama la Estructura Bipolar del Self Normal.
Entre estos polos se crean tensiones, denominadas "arco de tensiones". En este arco
de tensión se darán los distintos talentos y habilidades de un individuo, que estarán
constituidos por la tensión que se crea entre el polo de las ambiciones y el polo de
los ideales.
Kohut define el arco de tensión, en “La restauración del si-mismo”, como: "la
corriente constante de actividad psicológica concreta que se establece entre los dos
polos del sí-mismo, es decir, las actividades básicas de una persona a las que se ve
"impulsada" por sus ambiciones y "guiada" por sus ideales"
6
Cuando la estructuración del self se produce sin graves alteraciones, o sea cuando
no han habido graves fallas en las distintas etapas del proceso de internalización
transmutativa, las características del self normal serán su cohesión, vitalidad y
funcionamiento armónico.
La patología altera estas características, y por lo tanto de un self cohesivo
puede haber variaciones hasta llegar a su fragmentación; de ser vital, tener
distintos grados de debilitamiento y de un funcionar armónico padecer de
diferentes grados de desorganización hasta llegar al caos.
Las fallas en la constitución del self bipolar normal se pueden dar en cualquiera de
las etapas del proceso de internalización transmutadora.**
SEGUIR ACA
En principio se debe comprender que la relación del individuo con los objetos del
self no termina con la maduración. También los adultos necesitan verse reflejados y
tener objetos idealizados, pero todo esto forma parte de la relación objetal madura
con sus objetos. No obstante debemos tener en cuenta que las primeras experiencias
con los objetos del self son fundamentales en relación al modo en que se
experimentará al self en los diferentes períodos de la vida, al respecto Kohut nos
dice en “Reflexiones sobre el narcisismo y la furia narcisista”: "...así como las
experiencias instintivo-objetales del período edípico se convierten en el prototipo de
nuestras relaciones instintivo-objetales posteriores y constituyen la base de nuestras
debilidades y fortalezas específicas en esta área, del mismo modo, las experiencias
durante el período de formación del self se convierten en el prototipo de las formas
específicas de nuestra vulnerabilidad y seguridad posteriores en el campo narcisista,
de los altibajos de la autoestima, de nuestra mayor o menor necesidad de alabanzas,
de la fusión con figuras idealizadas y de otras formas de sustentación narcisista, así
como de la mayor o menor cohesión de nuestro self durante los períodos de transición,
sea en el que lleva a la latencia, en la temprana o tardía adolescencia, en la madurez
o en la vejez".
Kohut Y Wolff en “Los trastornos del self y su tratamiento” explican claramente la
dinámica del self con sus objetos: "La fortaleza de estos tres principales
constituyentes del self***, la elección de sus contenidos específicos, la naturaleza de su
relación -por ejemplo, cuál de ellos terminará por predominar- y su progreso hacia la
madurez y la realización potencial a través de acciones creativas, están menos
sometidos a la influencia de aquellas respuestas de los objetos del self nuclear de
**Fallas aisladas en cualquiera de las etapas del proceso de internalización
transmutadora no producen patología. Tiene que haber reiteración de fallas de parte de
los objetos del self, y esto sucederá, como afirma Kohut, cuando los padres padecen
fallas en la propia estructura de su self. Por lo tanto va a depender si los objetos
fallan en forma reiterada, que se den o no cuadros patológicos. También se debe
considerar cual de los objetos del self es el que ha fallado, la falla de cada uno de los
objetos del self que intervienen, a través de su interrelación con el niño, en la
constitución del self normal, producirá cuadros clínicos con características propias.
El cuadro clínico variará de acuerdo a la frecuencia y magnitud del fallo del objeto del self
y también al momento evolutivo en que se produzca.
***Los autores se refieren al Polo de las ambiciones, al Polo de los ideales y al
arco de tensión existente entre ambos Polos.
7
esos objetos. En otras palabras, lo que influye sobre el carácter del self del niño no es
tanto lo que los padres hacen sino lo que son. Si los padres no tienen conflictos con
sus propias necesidades de brillar y triunfar en la medida en que es posible
gratificarlas en términos realistas, si, en otras palabras, la autoconfianza de los
padres es firme, entonces el orgulloso exhibicionismo del self incipiente del niño
encontrará una respuesta de aceptación. Por duros que sean los golpes a los que la
grandiosidad del niño está expuesta frente a las realidades de la vida, la sonrisa
orgullosa de los padres mantiene vivo un resto de la omnipotencia original, que se
conservará como núcleo de la autoconfianza y la seguridad interna con respecto a la
propia valía que sustentan a la personalidad sana durante toda la vida. Y lo mismo
puede decirse con respecto a nuestros ideales. Por grande que sea nuestra desilusión
a medida que descubrimos las debilidades y limitaciones de los objetos del self
idealizados de nuestra vida temprana, su autoconfianza cuando nos sostenían, su
seguridad cuando nos permitían fusionar nuestro self ansioso con su tranquilidad, a
través de sus voces serenas o de nuestro estrecho contacto con sus cuerpos relajados
cuando nos tenían en sus brazos, permanecerá como el núcleo de la fortaleza de
nuestros principales ideales y la serenidad que experimentamos a medida que
vivimos nuestra existencia orientada por nuestras metas internas".
LA CLÍNICA EN LA PSICOLOGÍA PSICOANALÍTICA DEL SELF
Introducción
Cómo dijimos antes Kohut fue el primero en eliminar el prejuicio peyorativo que
existía en el mundo psicoanalítico en relación al concepto de narcisismo, al no
considerarlo sólo relacionado a la patología, a lo resistencial. Podemos considerar
que ha sido un precursor en señalar la existencia de un narcisismo trófico o
poiético (que alimenta), que forma estructura. Tampoco lo concibió como secundario
al amor objetal, secundario en el sentido que se debería tratar de combatir al
narcisismo para llegar al amor objetal. Según Kohut esto último empobrecía a la
clínica, de acuerdo a los observables clínicos que él iba recogiendo de la población
de pacientes que lo consultaban.
Entonces Kohut empezó a trabajar sobre el narcisismo y llegar a conclusiones
novedosas a partir de observables clínicos. Estos cuadros clínicos son los que él,
después de agruparlos de acuerdo a características determinadas, llamó Trastornos
Narcisistas de la Personalidad, que se convertirían en un conjunto de conceptos
nucleares en la obra de Kohut.
Kohut señalo que el sujeto actual está más asociado a lo que el llamo el “hombre
trágico” que al “hombre culpable”. Culpable, es el sujeto del Edipo, el que
estructura al Superyó con culpa, victima del conflicto. Trágico, es el sujeto de la
contemporaneidad, el que sufre de vacío, lo que van a encontrar en la literatura
psicoanalítica descrito como el sujeto victima del deficit.
En la próxima clase veremos que Green planteó que ya no estamos en la época de
Edipo sino en la época de Hamlet, que la problemática pasa por el ser y el no ser. A
esto se refiere Kohut cuando describe al sujeto trágico, el del vacío.
Hasta ahora lo que venimos desplegando, entonces, se refiere a la constitución y
desarrollo del self normal. En este punto debemos interiorizarnos en los procesos
que sobrevienen cuando no se dan las condiciones normales, vale decir, que nos
dedicaremos a estudiar la clínica y la psicopatología del self.
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Las fallas en la constitución del self bipolar normal se pueden dar en cualquiera
de las etapas que hemos señalado cuando hablamos del proceso de internalización
transmutadora.
Ahora bien, como ya dijimos antes, fallas aisladas en cualquiera de las etapas del
proceso de internalización transmutadora no producen patología. Tiene que haber
reiteración de fallas de parte de los objetos del self, y esto sucederá, como afirma
Kohut, cuando los padres padecen fallas en la propia estructura de su self. Por lo
tanto va a depender si los objetos fallan en forma reiterada, que se den o no cuadros
patológicos. También se debe considerar cual de los objetos del self es el que ha
fallado, la falla de cada uno de los objetos del self que intervienen, a través de su
interrelación con el niño, en la constitución del self, producirá cuadros clínicos con
características propias.
El cuadro clínico variará de acuerdo a la frecuencia y magnitud del fallo del objeto del
self y también al momento evolutivo en que se produzca.
Repitamos: las características del self normal son su cohesión, vitalidad y
funcionamiento armónico.
La patología altera estas características, y por lo tanto de un self cohesivo
puede haber variaciones hasta llegar a su fragmentación; de ser vital, tener
distintos grados de debilitamiento y de un funcionar armónico padecer de
diferentes grados de desorganización hasta llegar al caos.
Kohut describe dos mecanismos a los cuales el aparato psíquico recurre ante fallas
en el desarrollo del self, que son las estructuras defensivas y las estructuras
compensatorias. Ambas estructuras tienen por finalidad cubrir el defecto
estructural del self.
Las estructuras defensivas sólo cubren el defecto del self y las compensatorias, por
compensación, atenúan las consecuencias del defecto.
Con respecto a las estructuras compensatorias se puede pensar por ejemplo, que si
se ha producido un defecto en el polo de las Ambiciones- Exhibiciones, porque fallo
la función reflejante del objeto del self, se va a producir una compensación en el polo
de los ideales y en ese caso el sujeto intenta compensar las deficiencias de la
autoestima persiguiendo objetivos que se vinculan a ideales.
La psicología psicoanalítica del self ha hecho una clasificación de los cuadros
psicopatológicos que se relacionan con las ideas que ha desarrollado acerca del self,
y a esto nos vamos a dedicar en el punto siguiente.
Trastornos secundarios y primarios del self
Los trastornos secundarios del self son aquellas reacciones que algunos sujetos,
teniendo un self bien constituido, padecen en determinadas circunstancias vitales.
Un self bien estructurado tolera bien los cambios que en la autoestima producen
tanto los éxitos como los fracasos, con sus correspondientes emociones (alegrías o
desesperanzas).
Kohut también coloca dentro de estos trastornos secundarios las reacciones ante un
padecimiento físico y también las incapacidades que acompañan a una neurosis
estructural.
Los trastornos primarios del self abarcan varios cuadros clínicos que tienen
relación con la severidad y naturaleza del daño que ha sufrido el self. Por ejemplo, si
el self ha sufrido daños permanentes y prolongados, mostrará diversos grados de
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fragmentación, de debilitamiento y desorganización dando lugar a la emergencia de
todos los síntomas que corresponden a una psicosis. Estos son los cuadros en que
la interacción con los objetos del self ha sido crónicamente deficiente,
fundamentalmente en sus respuestas especulares.
También dentro de los trastornos primarios del self se ubican los estados
fronterizos, que del mismo modo padecen de fragmentación, debilitamiento y
desorganización del self en forma permanente y prolongada, pero a diferencia de las
psicosis, las manifestaciones clínicas que corresponden a los déficit de
estructuración del self se encubren con múltiples defensas.
Con respecto a los trastornos primarios del self que recién hemos descrito no nos
extenderemos más, para así poder centrarnos en el estudio de aquellos trastornos
primarios que de alguna manera han significado el nacimiento y el desarrollo de la
psicología psicoanalítica del self, los que se han llamado:
Trastornos narcisistas de la personalidad
Los pacientes que entran dentro de este grupo diagnóstico padecen de gran
vulnerabilidad narcisista, son personas que tienen dificultades para tolerar los
fracasos, las postergaciones y las dificultades corrientes. Son muy susceptibles y el
problema mayor reside en la dificultad que tienen para regular la autoestima.
Los trastornos psicopatológicos de estos pacientes se pueden agrupar en cuatro
esferas:
a) sexual: falta de interés; fantasías perversas; fantasías más que actividades;
actos perversos; actuaciones eróticas; etc.
b) social: inhibiciones laborales; incapacidad de formar o mantener vínculos
significativos; actividades delictivas; actuaciones; conductas llamativas; etc.
c) psicosomática: preocupaciones hipocondríacas acerca del cuerpo y la mente;
trastornos neurovegetativos; modificaciones circulatorias periféricas; etc.
d) aspectos personales: falta de humor, de empatía por otras personas; mentiras
patológicas; rabietas; etc.
Aunque todos estos elementos que hemos enumerado tienen valor, para Kohut el
diagnóstico de trastorno narcisista de la personalidad se hace fundamentalmente
por el tipo de transferencia que despliegan estos pacientes. Por lo tanto el
diagnóstico definitivo del trastorno del self y del tipo al que pertenece, se hará de
acuerdo al tipo de transferencia que se instale.
Este tema, el de los tipos de transferencia, lo desarrollaremos más adelante. Para
ir adelantando, Kohut describe básicamente dos tipos de transferencias: la
especular y la idealizadora que se relacionan con el polo del self nuclear que se
encuentra afectado. Describe un tercer tipo: la transferencia gemelar, en la cual
no nos detendremos.
Síndromes de la patología del self
Ahora vamos a abocarnos a la descripción de algunos cuadros que resultan
clínicamente útiles para la identificación de las distintas alteraciones en la
constitución y desarrollo del self que estamos tratando en esta clase.
Self subestimulado: Por la ausencia en la infancia de respuestas estimulantes de
parte de los objetos del self son personas que carecen de vitalidad, padecen de
tedio y apatía. Estas personalidades recurren a diferentes estímulos que les
provocan una pseudo-excitación que evita la sensación de vacío. Por ejemplo en la
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esfera sexual recurren a actividades promiscuas, perversiones; y en la esfera no
sexual a adicciones, juego por dinero y además tienen un estilo de vida que se
caracteriza por la hipersociabilidad. Ahora bien, debajo de estas estructuras
defensivas y compensatorias se encuentra una depresión vacía.****
Self fragmentado: Es un estado que surge por la ausencia de respuestas
integradoras por parte de los objetos del self en la infancia. Son pacientes que
reaccionan con síntomas de fragmentación frente a desilusiones poco importantes.
Por ejemplo: estas personas ante desaires triviales en su vida cotidiana responden
con una profunda pérdida del sentido de la continuidad de su self en el tiempo y
de su cohesión en el espacio. Todo esto produce una profunda ansiedad y
preocupaciones hipocondríacas.
Self sobreestimulado: Se relaciona con respuestas no empáticas excesivas e
inadecuadas, como dicen Kohut y Wolf: “con respecto a la fase por parte de los
objetos del self en la infancia, sea con respecto a las actividades del polo
exhibicionista grandioso del self incipiente del niño o a las actividades del polo que
tiene que ver con los ideales, o a ambos”. Estos son pacientes en los cuales la
producción y la creación les producen temor por sus intensas ambiciones que
“habían permanecido atadas a fantasías grandiosas no modificadas”. (Kohut y
Wolf)
Self sobrecargado: En este síndrome ha fallado el objeto del self omnipotente, no
brindándose para que el self pueda fusionarse con la serenidad del mismo. Esto
determina la ausencia de la capacidad de autotranquilizarse que tienen los sujetos
normalmente y que los protege de sentirse traumatizados por la difusión de las
emociones, especialmente la ansiedad. El mundo para estos pacientes es
peligroso, hostil y en algunas oportunidades nos hacen pensar en cuadros
paranoicos. Son suspicaces, hipersensibles a los estímulos externos que en ciertas
oportunidades los viven como ataques.
Aparte de los síndromes que recién hemos descrito, Kohut también describe una
tipología de personalidades narcisistas que se observan con frecuencia. De forma
resumida haremos una enumeración de algunos de estos:
Tipos de personalidades narcisistas:
Personalidades hambrientas de espejo: Son personas que buscan objetos que
los admiren y confirmen como dice Kohut, su “self famélico” . Buscan llamar la
atención para defenderse de la sensación que les produce la falta de autoestima.
Buscan continuamente objetos del self que los atiendan y los confirmen. Como se
puede observar, en la descripción de estas personalidades, la falla se ubica en la
interrelación del self con el objeto del self reflejante.
Personalidades hambrientas de ideal: Buscan intensamente objetos del self a los
cuales admirar ya sea por su prestigio, inteligencia, poder. etc. Aquí la falla se
debe ubicar en la interrelación del self con la Imago Parental Idealizada.
Personalidades hambrientas de fusión: Tienden a controlar a sus objetos del self
debido a la falta de estructura psíquica, relacionada esta falta a las alteraciones
**** Se suele llamar depresión vacía cuando no es resultado de una pérdida de objeto, como
se puede entender desde Freud con el modelo de Duelo y Melancolía. Depresión vacía alude
no a conflicto psíquico sino a déficit de estructuración psíquica o del self.
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producidas por la deficiente interrelación del self con el objeto especular o
idealizado. Son personas con un self muy debilitado que necesitan objetos del self
en lugar de una estructura del self. Viven a los otros como a su propio self y
justamente por esto último les cuesta tolerar la independencia de los objetos y
necesitan la presencia constante de los mismos.
El objetivo terapéutico en los trastornos narcisistas de la personalidad es la
rehabilitación funcional de la estructura del self deficiente. Estas deficiencias se
despliegan y se repiten a lo largo del proceso psicoanalítico a través de
transferencias particulares que se dan en estos cuadros.
Transferencias narcisistas (Transferencias tipo objetos del self)
Kohut describió básicamente dos tipos de transferencias que corresponden a la
reactivación de las estructuras defectuosas del self, algo así como que por
regresión se aborda el punto en el cual se detuvo el proceso normal constitutivo
del self. De esta manera se intenta reencauzar el proceso de desarrollo a través de
la transferencia.
Como ya citamos antes. Los tipos de transferencia son: la transferencia
idealizada y la especular, ambas llamadas por Kohut transferencias con objetos
del self.
La transferencia idealizada se despliega por reactivación de la Imago Parental
Idealizada. La regresión durante el proceso analítico reactiva aquel objeto y lo
transfiere en el analista, que es vivido como un objeto del self, y lo que se observa
en el tratamiento es la necesidad del paciente de compartir la fuerza y la calma de
un objeto del self admirado. Este tipo de transferencia permite, por reactivación de
objetos y por la elaboración de la misma, que se formen estructuras psíquicas a
través del proceso que ya estudiamos y que se conoce como internalización
transmutadota.
La transferencia especular es el resultado de la reactivación del self grandioso,
que como vimos antes, es aquel residuo del narcisismo primario que se
interrelaciona con el objeto reflejante. En el proceso analítico se despliegan
aquellas necesidades vinculadas al exhibicionismo del self que busca aceptación y
confirmación de la grandiosidad y perfección.
De estas formas de transferencia debemos agregar que Kohut distingue a su vez,
algunas variedades dentro de las mismas así como también conceptualiza la
contratransferencia que aparece en estos procesos psicoanalíticos.*****
BIBLIOGRAFIA USADA EN ÉSTA CLASE
HOFFMANN, J. M. (1979), "La psicología psicoanalítica del self", Psicoanálisis, Bs.
As., Vol. I, No. 2.
(1982), "En memoria de Heinz Kohut", Psicoanálisis, Bs. As., Vol. IV, No. 3.
KOHUT, H. (1968), "Formas y transformaciones del narcisismo", Revista de
Psicoanálisis, Bs. As.., 1969.
*****Quienes deseen profundizar acerca de los tipos de transferencias deberá consultar especialmente el primer libro de
Kohut; “Análisis del Self”.
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(1971), Análisis del self, Bs. As., Amorrortu, 1978.
(1978), "Reflexión sobre el narcisismo y la furia narcisista", Revista de Psicoanálisis,
Bs. As., XXXVII, 3, 1980.
(1977), La restauración del sí mismo, Bs. As., Paidós, 1980.
(1979), "The two analysis of Mr. Z, Inter. J. Psycho-Anal. 60, No. 1.
(1984), Como cura el análisis?, Bs. As., Paidós, 1986.
KOHUT, H. y WOLFF, E. (1978), "Los trastornos del self y su tratamiento",
Psicoanálisis, Bs. As., Vol. 1, No. 2.
LERNER, H.(1987)Clases publicadas por el Centro de estudiantes de Psicología de la
Universidad de Buenos Aires.
(1993) "Breve síntesis del concepto de contratransferencia en la obra de Heinz
Kohut". Tomo de Resúmenes del XV Simposio y Congreso Interno, Asociación
Psicoanalítica de Buenos Aires.
"Notas sobre el concepto de narcisismo y la estructuración del Self en la obra de
Kohut", presentado en el IX Congreso Mundial de Psiquiatría. Rio de Janeiro, Junio de
1993.
LANCELLE, G. (1984), "Desarrollo psíquico temprano y la psicología psicoanalítica
del self", Psicoanálisis,Bs.As.,Vol.VI,No.2/3
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