lunes, 11 de junio de 2018

A. Weigle. Pensando sobre las Emociones Básicas


PENSANDO SOBRE LAS EMOCIONES BÁSICAS



(Las notas al pie, que son muy importantes, figuran, todas juntas y numeradas, al final del trabajo)

Estas meditaciones sobre un tema tan extenso y sensible están restringidas a un análisis del lugar de las emociones en lo que podríamos llamar la estructura y el funcionamiento básicos de las personas.

Visto así, están descartadas las variadas definiciones y descripciones nosográficas  sobre ellas, que ya figuran detalladamente en los manuales de diagnóstico de uso sobre el tema.


Pero, desde el título se presentan problemas de fondo que merecen ser analizados. Por ejemplo: ¿A qué me refiero cuando digo emociones? ¿Y cuando digo básicas? 

Antes de abordar un planteo teórico sobre el tema, voy a exponer tres brevísimas viñetas clínicas que me serán útiles para la explicación posterior:

·         Juan Pablo de seis años ha tenido un encontronazo con su hermanito Miguel de tres años a propósito de una disputa por juguetes que terminó a los golpes donde Miguel llevó la peor parte. Claro que Miguel se había apropiado del juguete preferido de Juan Pablo.

·         Soy requerido por el servicio de emergencia para asistir a María Luisa, adolescente de 15 años internada por ingerir elevadas cantidades de benzodiazepinas en intento de autoeliminación. Cuando ha despertado y, aún algo confusa, logra relatarme su intenso dolor psíquico, consecuencia de pérdidas de todo tipo, que se acentúa con la última pérdida (su pareja) lo que la conduce a una desgarradora vivencia de abandono y soledad.

·         Berta y Luis están festejando con gran alegría, diríase más bien que con júbilo desbordante (y quizás hasta excesivo) el nacimiento de su primer nieto. Podríamos entender ese exceso por las negras preocupaciones que padecieron durante todo este primer embarazo de su única hija pues hubo muchas horas de zozobra a propósito de varios sangrados por placenta previa (con riesgo vital para madre e hijo) que culminaron en cesárea.

En cualquiera de estos ejemplos detectamos dos planos muy diferentes pero complementarios e interactuantes que nos ayudarán a profundizar en la comprensión del material presentado.

Por un lado, están las EMOCIONES presentes y nítidas en todos los casos:
·   Juan Pablo exhibe su agresividad por las vivencias de rivalidad y celos despertadas por el accionar de Miguel que, a su vez, agrede mediante la apropiación de un objeto envidiado.
·   María Luisa está, sin lugar a dudas, claramente deprimida, depresión teñida por sentimientos de abandono y soledad.
·    En el caso de Berta y Luis visualizamos dos secuencias de emociones: ansiedad y depresión durante el embarazo de su hija por los graves peligros de pérdida y luego, el desborde de humor expansivo. Este desborde se ve habitualmente como respuesta compensadora posterior al vivo sufrimiento que producen la intensa ansiedad, la honda depresión y sus habituales combinaciones.

Pero las cosas no son tan sencillas. Hay mucho más que emociones en estas viñetas mínimas. Previamente señalemos que, con los datos que contamos, no podemos decir que haya diagnósticos avalados por el DSM5 detrás de estos personajes. Incluso podríamos suponer que todos ellos (incluso María Luisa) son seres sensiblemente normales. Pero eso no quita que haya estructuras entretejidas con las emociones y que son, a nuestra opinión, las que realmente nos explican muchas cosas.
¿A qué estructuras nos referimos? Esencialmente a dos que, además, están inextricablemente unidas. Son estructuras que permanentemente debemos estar cuidando, cambiando, sosteniendo, renovando. Nos referimos a nuestra IDENTIDAD como personas humanas y a nuestros VÍNCULOS como especie parlante cuyos miembros están en permanente y compleja interacción.
En el caso de Juan Pablo y Miguel es patente la lucha de ambos por ocupar un lugar de destaque dentro de la estructura familiar. Eliminar al molesto rival que vino a desplazarlo en la red de afectos familiares es el objetivo de Juan Pablo y no otra cosa significa la defensa de la propiedad del juguete. Es a partir de esta situación que se desarrollarán su ira y sus celos. Por otra parte, Miguel está en el apogeo de la etapa de la omnipotencia infantil por lo que ocupar el lugar de su hermano mayor y apropiarse de sus simbólicos objetos preferidos viene a ser lo mismo que ocupar el lugar del padre y querer casarse con la madre (en una interpretación alterna de lo que observó Freud). Miguel desarrolla así una agresividad del tipo de un ejército invasor a la conquista de nuevos territorios.
A María Luisa se le iba la vida (literalmente) con el tema de ser querida. Pero esta imperiosa necesidad de sentirse aceptada por sus vínculos próximos repercute directamente en su autoestima porque si no es querida ¿cuánto vale ella como persona? Es esa visión desoladora de sí misma y de sus seres queridos que le produce un sufrimiento insoportable y la conduce a organizar su muerte como el único paliativo que encuentra.
En Berta y Luis es patente la dependencia de sus emociones de los avatares de sus vínculos familiares: el horror ante la pérdida de sus propiedades más valiosas - hija y nieto – y el enorme alivio cuando termina resolviéndose favorablemente esa circunstancia. Acá está bajo amenaza toda una estructura familiar donde se entrelazan vínculos e identidades. Esta trama es la que define la situación y la vida emocional aparece como consecuencia de ella.
Señalada la existencia de estos dos planos entrelazados, podemos intentar un análisis por separado del plano de las emociones dejando a un lado el de las identidades y los vínculos.

1.      EMOCIONES.

La etimología de emoción al igual que la de motivación nos remite a algo que nos mueve. En ese sentido viene a ser un estímulo (estímulo viene de aguijón, acicate que, por supuesto, mueve). Pero es un estímulo que no proviene del exterior sino del interior del propio individuo.
Las emociones abarcan numerosos conceptos usados para lo que se siente o se vivencia: miedo, tristeza, nostalgia, ira, alegría, sorpresa, asco, vergüenza, culpa, odio, amor, ternura, envidia, celos, gratitud, reparación, dignidad, venganza, irritación, maldad, retaliación, apetito, placer, ansia, deseo, avidez, dolor, soledad, entusiasmo, abandono… y me quedan muchas en el tintero.
Si agrupamos todas ellas en la misma bolsa podemos hablar del lado emocional de las personas oponiéndolo al lado racional, es decir, pensamiento, conocimiento, razonamiento, meditación, planteo, planificación, organización, formalización, etc.… (Sirva de ejemplo de lo racional, esta misma actividad que cumplo al escribir y que cumple el lector al leerme).
Planteadas así las cosas parecería querer decir que esta división en dos grupos se corresponde con la clásica división del sistema nervioso en una vertiente de sensibilidad (sensitiva, un input) y otra de acción (motora, un output). Y ¿por qué no?, la emoción siente y es a partir de ese estímulo, ese sentimiento, que se actúa, se ejecuta, sea con acción directa o con pensamiento, razón, etc...  
Los seres humanos, a diferencia de sus antecesores mamíferos en la filogenia, se comportan a menudo (no siempre, por supuesto) de una manera diferente frente a las emociones pues pueden interponer entre el SENTIMIENTO y la ACCIÓN a la RAZÓN.
Dirá el lector que es muy burda esta división entre razón y sentimiento, pero, sin embargo, es la que ha guiado al pensamiento humano en la literatura y la ciencia desde tiempos muy antiguos y parece que no podemos desprendernos fácilmente de ella.
No otra cosa hace la ciencia “psi” cuando nos habla de un desarrollo cognitivo diferente a un desarrollo emocional. El desarrollo cognitivo es más claro y ha sido extensamente estudiado por la escuela de Piaget y otros importantes autores (como Jerome Bruner y su escuela).
Pero el llamado desarrollo emocional, a decir verdad, verlo como “desarrollo” es oscuro. El razonamiento a seguir es muy simple: si se afirma que las emociones son “estímulos” provenientes del “interior” del individuo (y que lo motivan - “mueven”- de variadas maneras) no puede sostenerse que un estímulo (o un conjunto de ellos) se “desarrolle”. O APARECE (intenso o débil, puro o mezclado) o NO APARECE.
¿De dónde surge, entonces, la idea tan arraigada de que las emociones “se desarrollan”? Pensamos que quizás es debido al hecho de que el fenómeno emocional es muy complejo y sólo excepcionalmente se pueden observar emociones “puras”. En realidad, la “pureza” emocional es una abstracción imprescindible que usamos para poder avanzar en el análisis de un complicado fenómeno como éste. Y si ya es muy enmarañado en el análisis de las emociones básicas (que, como veremos más adelante, son sólo cuatro) imaginemos cuánto lo es si consideramos las emociones complejas como el amor, la ternura, el odio, la culpa, los celos, la envidia, etc., etc.
Al buscar desarrollo emocional en la bibliografía encontramos referencias extensas en muchos textos, pero, si los leemos atentamente, en todos ellos se mencionan las emociones (las básicas y, sobre todo, las complejas), pero no su desarrollo, sino el desarrollo en el transcurrir de la vida de los dos aspectos fundamentales e íntimamente conectados que ya hemos señalado: los vínculos interhumanos y la identidad personal. Por supuesto que este desarrollo vincular e identitario se acompaña de variadas emociones, pero éstas también acompañan al desarrollo intelectual y a toda actividad humana en general.
Insistimos, pues en la idea de dejar de hablar de desarrollo emocional y referirnos entonces al desarrollo identitario y vincular en el curso de la vida, ciertamente distinto del desarrollo cognitivo, pero con él fuertemente relacionado.

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Pero inmediatamente nos surge otra dificultad: cuando afirmamos que las emociones provienen del interior tenemos que precisar de cuál interior hablamos: ¿del interior del cuerpo? ¿de la mente? ¿del alma? ¿de la psique? Este problema oscuro nos obliga a meditar sobre la definición de conceptos que damos por sabidos, pero, si bien vemos con bastante claridad qué es el cuerpo o soma, la cosa se complica si queremos precisar qué es la mente o el alma o la psique.[1]
Parecería, pues, que debemos decidir entre dos posiciones:
                   - o las emociones se originan en la psiquis y se expresan luego en el cuerpo
                                   - o las emociones se originan en el cuerpo y se expresan luego en la psiquis
Este es un antiguo dilema que planteaba William James[2]: no lloramos porque estamos tristes sino estamos tristes porque lloramos en contraposición con la opinión general que adopta la formulación inversa.
Pues bien, no adoptaremos ninguna de las dos sino una tercera:
Las emociones se expresan SIMULTÁNEAMENTE[3] en el soma y en el campo de la conciencia. Este campo forma una unidad junto al sistema emocional neurológico (sistema límbico y amígdala) y al eje hipotalámico-hipofisario con su expresión neuroendócrina (bien visible a través de las manifestaciones del sistema neurovegetativo y menos visible a través de la hipófisis y su constelación glandular endócrina). Por supuesto, no voy a enumerar las manifestaciones somáticas de las emociones básicas pues están sobradamente expuestas en las monografías sobre ansiedad y depresión ya mencionadas.
Pero, el campo de la conciencia ¿pertenece al cuerpo o es parte de la mente?
Aquí apelo a la buena voluntad del lector para que se anime a romper con una división clásica MENTE/CUERPO y ensaye una división tripartita. Esta división no se refiere a compartimientos estancos y claramente definidos pues, si así fuera, estarían descriptos desde mucho tiempo atrás. Por lo contrario, su gran superposición y entrelazamiento ha llevado a que permanezcan ocultos hasta ahora. Esta es la razón por la que proponemos al lector que suspenda su juicio adverso a esta nueva división que vamos a plantearle. Esta nueva división puede chocar con todo lo que haya aprendido sobre el tema hasta el momento, pero le pedimos que analice la nueva propuesta y considere si le puede (o no) ser útil.
Ésta sería la nueva división tripartita:

SOMA + PSIQUIS (lato sensu) // PSIQUIS (stricto sensu)

Antes de pasar a la explicación de esta división es necesario aclarar que la palabra psiquis está equiparada aquí a la palabra mente, así como soma y cuerpo son sinónimos.[4]
Empecemos por definir a la PSIQUIS lato sensu, o sea, en sentido amplio: nos referimos a la sensibilidad y la motilidad (en su representación cortical), al pensamiento (como organizador del sensorio y de la motricidad) y al campo de la conciencia que es el escenario donde se desarrollan tanto los estímulos (sensoriales y emocionales) como el pensamiento y la planificación de acciones, como la memoria evocativa o procedural y la atención.
Todos estos elementos, a los que se les llama psíquicos, no son exclusivos de la especie humana, sino que pertenecen a muchísimas especies.
Teniendo en cuenta el enorme desarrollo actual de la etología nadie puede dudar de la existencia en dichas especies de, por ejemplo, estos dos elementos:
        - el pensamiento (no bajo la forma de lenguaje o razonamiento lógico, por supuesto), fácilmente observable en la complejidad de las acciones que planifican y ejecutan estos seres.
       -   las emociones (tanto las básicas como otras más complejas), también fácilmente observables en sus manifestaciones somáticas y conductuales.
Además, podemos conocer estas emociones por analogía con nuestros propios sentimientos. ¿Acaso no captamos fácilmente lo que siente nuestra mascota preferida? ¿si está triste o alegre? ¿o enojada o asustada? ¿si nos ama o si odia o cela a un extraño? Ya Freud nos enseñó eso: por analogía conocemos lo que sienten nuestros semejantes; es imposible conocer directamente lo que vivencia el cerebro del otro.[5]
Pues bien, si los humanos compartimos con innúmeras especies [6] estas características de la PSIQUIS lato sensu, o sea, en sentido amplio ¿a qué nos referimos al decir PSIQUIS stricto sensu, o sea, en sentido estricto?
 Aquí aparece el desafío de ruptura: nos referimos a características de la especie humana que, por ahora, NO comparte con otros seres vivos (sobre el planeta Tierra).
Estas características toman origen en la aparición, en la filogenia, de una nueva y notable función que produce un SALTO ESTRUCTURAL de tal tamaño que podemos asimilarlo al salto de lo mineral a lo orgánico, o sea, al origen de la vida. Nos referimos a la FUNCIÓN SEMIÓTICA (llamada habitualmente función simbólica) cuyo rasgo fundamental es la CAPACIDAD DE OPERAR EN AUSENCIA DE LA COSA REFERIDA, tanto para pensar como para comunicarse con otros[7].
Como decíamos, esta función dará origen a características propias humanas que enumeramos sin detallar porque desbordan nuestro tema:
ü   tener conciencia de sí y del otro
ü  adquirir una identidad reconocida por sí mismo y por los demás
ü  incluirse en una red de vínculos interhumanos con papeles definidos (como lo son: la red pronominal, las relaciones de parentesco, los grupos de pertenencia, etc.)
ü  ingresar en un mundo parlante que significa:
                        -   el acceso a la comunicación sincrónica de las lenguas y otros códigos semióticos
                        -   el acceso al mundo del pensamiento abstracto y de las relaciones lógicas
                        -  la entrada en la vertiente diacrónica de la cultura (representando ésta, la otra gran corriente hereditaria que el humano recibe, por fuera de su programación genética).
Por supuesto que esta psiquis stricto sensu está incluida dentro de la psiquis lato sensu, pero no distinguirla del conjunto da origen a interminables confusiones.  Por ejemplo y tomando el planteo de William James expuesto en la nota 2 : YO estoy triste porque lloro y no lloro porque estoy triste: la tristeza y el llanto, como dicen Canon y Bard (nota 3), son simultáneos y no sucesivos pero, atendiendo a la división tripartita que señalamos, ¿dónde están? ¿están en ese YO (o sus sinónimos)[8] o están en el SOMA y el campo de conciencia? En una aproximación clásica al tema por supuesto que la tristeza y el llanto son parte de ese YO porque el cuerpo y los sentimientos forman una sólida unidad con la persona. Pero lo que, justamente, proponemos es separar esa sólida unidad en sus partes para entender mejor el fenómeno.
Como a menudo sucede, los literatos se anticipan a la ciencia “psi” para dar cuenta de sutiles y profundos procesos psicológicos. Veamos dos ejemplos:
o   Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
Y a veces lloro sin querer… [9]
Aquí el poeta expresa claramente que no puede manejar el llanto ni la tristeza que lo acompaña. Siente que le pertenece y, al mismo tiempo, que no le pertenece.
Esa cualidad de nuestro cuerpo, tan nuestro y tan ajeno está magistralmente expresada en el fragmento que ahora transcribimos:
Qué difícil es siempre la relación con nuestro organismo. Somos nuestro cuerpo, pero no podemos evitar la sensación de ajenidad, de extrañeza, de rehenes de la carne. En algunos casos patológicos, como cuentan los neurólogos Oliver Sacks o Ramachandran en sus fascinantes libros, las personas no son capaces de reconocer sus brazos, sus piernas, su rostro. Y llegan a mutilarse. Pero no hace falta estar enfermo para sentir esa lejanía con lo físico: de ahí que el ser humano haya inventado el alma. La idea de que somos espíritus atrapados dentro de una envoltura carnal es tan poderosa, tan persuasiva, que tiendes a pensar así, aunque no seas creyente. Llevamos milenios de antagonismo entre lo que entendemos por alma y esa supuesta envoltura física. Milenios de autocastigos y disciplinas, de cilicios y flagelaciones, de ayunos y bulimias y anorexias, de intervenciones estéticas salvajes, desde los pies deformados de las chinas a las brutales cirugías de Michael Jackson.
Ese cuerpo tirano que nos humilla, un cuerpo que no hemos escogido y con el que tenemos que pechar toda la vida, el cuerpo que nos enferma y que acaba por matarnos, ese maldito cuerpo traidor que de repente se queda cojo, y se terminaron para siempre las montañas; o que hace crecer insidiosamente, en el laborioso silencio de las células, un tumor maligno que te va a torturar antes de asesinarte.[10]


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Si ahora pasamos a representar con cierto volumen la división tripartita mencionada, quizás podremos visualizar las emociones en el lugar que ocupan en el aparato psíquico.[11]
Para ello iremos exponiendo, paso a paso, el esquema de otra tópica (o mapa de la psiquis ) que es
una alternativa diferente a las tópicas psíquicas hasta ahora conocidas (por lo menos las conocidas por nosotros), lo que podría ser útil para aclarar en algo las confusiones e imprecisiones que la cultura arrastra desde siempre sobre la DEFINICIÓN de la PSIQUIS.





En este primer paso vemos al MUNDO EXTERNO; se refiere, en su conjunto, al medio en el que nos ha tocado vivir: desde el planeta a la familia, desde la ancestral herencia filogénica a la milenaria herencia cultural humana. Con ese mundo interactuamos de continuo, nos modifica y lo modificamos. Esa doble tensión de herencias que nos condiciona está colocada en el esquema en los óvalos de ambos extremos: NATURA y CULTURA.






En este segundo paso está graficada la forma que se usa habitualmente para referirse a la división soma/psiquis (alma/cuerpo o sinónimos, pero siempre bipartita). El campo de conciencia allí representado es la forma corriente de referirse a lo psíquico (psiquis lato sensu como ya la describimos) tanto para los humanos como para el resto de las especies. (cuando avancemos en la descripción de estos esquemas aclararemos mejor este tema de la conciencia). Siguiendo a los autores mencionados en la nota 6, si consideramos sólo esta división en nosotros los humanos prefiero llamarla nuestro lado etológico.
El esquema nos muestra, además, a las emociones representadas en tres lugares:
ü  en el campo de la conciencia,
ü   en el sistema nervioso central (sistema límbico, etc.)
ü  en el resto del cuerpo (manifestaciones ↗ neurovegetativas y ↘ endócrinas)





En este tercer paso se completa la división tripartita a la que nos referíamos antes con la aparición de la psiquis stricto sensu exclusiva humana.
Las emociones (como lo indica la flecha) → son registradas por ella, pero este doble destino del registro de dichas emociones (campo de la conciencia y psiquis estricta), traerá un  cambio fundamental.
En el caso de otras especies este segundo registro no existe porque no existe en ellas esa estructura.  Si una emoción se les presenta, desencadenará respuestas ya preestablecidas en una cadena inamovible de acciones o inhibiciones, aunque las respuestas varíen de un individuo a otro. Así son las leyes biológicas. Se cumplen sí o sí.
Bien sabemos que esto no ocurre en el nivel humano.
Veamos algún ejemplo estrictamente humano para destacar nuestras diferencias con otras especies:
Soy un ludópata empedernido. Ahora estoy jugando en una mesa de póker donde las apuestas están siendo enormes. Tengo dos ases. Pido tres cartas. ¡Me llegan los otros dos ases!! ¡Póker de ases! ¡Puedo doblar la apuesta! ¡Puedo ganar una fortuna!! ¡Enorme sorpresa! ¡Enorme alegría! ¡Enorme riesgo! Todo eso lo pienso en décimas de segundo, pero freno toda emoción para que no me traicionen ni los gestos, ni siquiera un leve relámpago de luz en mis ojos. Cara de póker…
Esta persona puede darse el lujo de esconder sus emociones para su conveniencia.
Por muchísimos motivos y en relación con los avatares de los vínculos, las personas pueden, no sólo dar curso libre a la expresión de sus emociones (con el desencadenamiento de las acciones conexas) al modo de las otras especies, sino suprimirlas, disimularlas, ocultarlas, exagerarlas, remedarlas, modificando así las acciones que podrían haber generado en sí mismas y/o en los otros.
Esta capacidad nos hace muy diferentes y nos permite convertirnos en seres maravillosos o terribles, abnegados o miserables, según los parámetros de las LEYES (normas, cánones, costumbres) que nos organizan como especie.
 Destacamos así que estas LEYES HUMANAS marcan ese SALTO ESTRUCTURAL señalado destacadamente en el esquema pues, a diferencia de las biológicas, no se cumplen sí o sí, sino que pueden cumplirse o incumplirse.
Pero esta capacidad diferente sólo puede ser ejercida a través de la función simbólica (mejor: semiótica) que es dominio exclusivo de la psiquis stricto sensu.  Es esta función la que nos permite, según el caso, PENSAR en ausencia de la cosa, en este caso de la emoción, y decidir qué hacemos con ella.
Emergen así dos cualidades estrictamente humanas:
Ø    el LIBRE ALBEDRÍO: podemos decidir, es decir que no estamos sometidos exclusivamente a leyes fijas biológicas del comportamiento (como en las demás especies) y una fracción importante de nuestras conductas puede escapar a la rigidez de esas leyes
Ø    la MORAL: que sólo puede llevarse a cabo si está presente el libre albedrío. Se generan así las LEYES que rigen nuestra condición humana, sean escritas o verbales, sean explícitas o implícitas, y siempre que son formuladas lo hacen en términos de la función semiótica. Además, como pueden incumplirse, deben ser sancionados los incumplidores, o sea que ellos son imputables (cuando lo son), tanto por la justicia humana como por la “divina”. ¡Cuánto nos aleja esto del resto del mundo mamífero!
Todo esto viene a dar origen nada menos que a la noción freudiana de SUPERYO que es una estructura exclusiva humana de control de la conducta que todo el mundo acepta, aunque con distintos nombres (conciencia moral, moralidad, vergüenza, integridad, ética, dignidad, deontología, etc.)[12]


*****


Además de las características mencionadas de la psiquis estricta (su exclusiva función semiótica, las leyes culturales diferentes de las biológicas y el consecuente salto estructural que se produce) aparecen más elementos en el esquema, que es necesario aclarar:

a)      la identidad

Como indicamos en la nota 8 decir identidad es decir lo mismo que psiquis stricto sensu o decir persona, o… etc., pero es importante señalar que esta nueva estructura, surgida de la evolución de las especies, no se desarrolla por programa genético ya establecido, (como lo hacen tantas funciones). Necesita imprescindiblemente de la presencia del semejante, de un medio parlante y del acervo cultural del medio ambiente. Esto es lo que quieren significar los óvalos de los otros y grupos de pertenencia que penetran en la psiquis estricta para darle forma.
Para abundar algo sobre el tema de la identidad, agregamos el siguiente esquema:
Como se aprecia con claridad en la lúnula central, la identidad, es decir la persona, emerge de la interacción entre lo que otorga el medio (los otros y los grupos de pertenencia) y lo que esa persona asume e integra. Claro que el soma (que incluye el S.N.C., el campo de conciencia y, por tanto, toda la psiquis lato sensu, emociones incluidas) se constituye en la propiedad más fuerte de la persona (o sea, de la psiquis stricto sensu). Si el soma se pierde, la persona se convierte en un alma errante (remito acá al texto de Rosa Montero de la página 6). Pero esta fuerte dependencia con su cuerpo no quita, en absoluto, la igualmente fuerte dependencia con el mundo de los vínculos humanos. Bien conocemos los tremendos sufrimientos y la numerosa patología cuando este factor vincular está fallante (incluye, por ejemplo, la decisión de autoeliminación cuando están presentes un intenso dolor anímico, la soledad y el abandono de los vínculos, como le ocurrió a la María Luisa de la viñeta).
Las características de esta identidad humana (distinta de una mera identidad biológica que se puede atribuir a cualquier ser vivo) están señaladas en el texto de este último esquema. Surge de una interacción entre la persona y el mundo humano (es esa misma interacción estructurada), trasciende a la persona (no emerge de ella sino la atraviesa) y es móvil y cambiante (tiene un núcleo más o menos estable pero una periferia en permanente cambio).


b)     las tópicas








Con el pequeño círculo dentro de la psiquis stricto sensu del esquema de la tópica tripartita, aludimos a los numerosos mapas (tópicas) del aparato psíquico que ha desarrollado la ciencia psi a lo largo de su historia. Nosotros conocemos especialmente las tópicas de la corriente psicoanalítica y de ellas podemos afirmar que están todas enteramente diseñadas para operar dentro de la psiquis stricto sensu. ¿Por qué afirmo esto? Pues por la sencilla razón que, para que esos aparatos psíquicos operen, necesitan de modo imprescindible de la función semiótica (que es una propiedad exclusiva de la psiquis estricta). Necesitan de la palabra o sus sucedáneos, o sea, de la operación en ausencia de la cosa.

Y, como ejemplo de estas tópicas, adjunto un diseño elaborado a partir de los textos de S. Freud, que sintetiza lo que él llamó primera tópica y que, en su parte más inferior, resume lo que más adelante llamará SUPERYO:

Como puede apreciarse, allí no figuran las emociones básicas. ¿Por qué? Pues bien, ya Freud, con su profunda visión de los modos de operar de la mente humana, entendió que las emociones, con toda su importancia, debían figurar de otro modo y no dentro de una tópica de la psiquis estricta. Él decía que las emociones no podían ser reprimidas porque el contenido de lo reprimido era una idea, un texto (que expresaba un deseo, como dice el esquema). Las emociones sólo podían, simplemente, ser suprimidas pues, en su carácter de estímulos de la acción, su destino no podía ser otro: estaban o no estaban.
Pero Freud no logró definir lo psíquico en dos campos (lato y stricto), como lo pretende la tópica que presentamos, así como tampoco llegó a escribir el trabajo que prometió sobre la conciencia, que no apareció ni en los escritos póstumos. Fue necesario que, con el aporte de investigadores posteriores, se sedimentara una versión más compleja del aparato psíquico. Este aparato pasará a tomar la forma que presentamos en el esquema inicial y esto nos permitirá explicitar los nuevos lugares que ocupará esa “función” que tipificamos como CONCIENCIA:

c)      pantallas de la conciencia

Ante todo, quiero señalar que, si me dedico a detallar el tema de la conciencia, es porque las emociones básicas se van a expresar en ese campo y simultáneamente en el soma, tal como lo establecimos anteriormente: lloro y estoy triste (al mismo tiempo).
Por otra parte, si nos ponemos a buscar, en la literatura existente en la red, las opiniones científicas sobre una definición de la conciencia, nos encontramos con un galimatías donde están confundidos y superpuestos diferentes conceptos como: autoconciencia, mente, conocimiento, libre albedrío, conciencia moral, identidad, etc. en una especie de ensopado indigerible para mí.
Sin embargo, entre tanto texto que considero infecundo, encuentro una perla: la Declaración de Cambridge sobre la conciencia, emitida por un conjunto de eminentes neurocientíficos del mundo, reunidos en 2012 y que transcribo:.
“De la ausencia de neocórtex no parece concluirse que un organismo no experimente estados afectivos. Las evidencias convergentes indican que los animales no humanos tienen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos, y neurofisiológicos de los estados de la conciencia junto con la capacidad de exhibir conductas intencionales. Consecuentemente, el grueso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la conciencia. Los animales no humanos, incluyendo  
a todos los mamíferos y pájaros, y otras muchas criaturas, incluyendo a los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos.»—Cambridge University,(julio de 2012)
(ver link: http://www.igualdadanimal.org/noticias/7342/el-dia-que-la-comunidad-cientifica-cambio-su-forma-de-ver-los-animales que incluye un video con la Declaración en su totalidad)
Estoy totalmente de acuerdo con dicha declaración y en ella destaco la referencia a estados afectivos (emociones) y a conductas intencionales (acciones planificadas) como parte de las propiedades que exhibe la conciencia, así como su presencia en muchísimas especies. Me alegró encontrar tales coincidencias con conceptos que defiendo y expongo desde hace muy largo tiempo.
Cortemos entonces por lo sano y digamos simplemente que llamamos conciencia a lo que se nos presenta como una pantalla (o un campo) donde se organizan en un todo los elementos ya señalados en la pág. 5 cuando describimos las características de lo que llamamos psiquis lato sensu y que compartimos con tantas especies.
Dicho de otro modo, es un escenario donde intervienen tantas partes del sistema nervioso central para su construcción, que los neurocientíficos no se ponen nunca de acuerdo en definir con claridad cómo opera el SNC para generar lo que llamamos conciencia ni dónde se ubica (les pasa lo mismo al querer definir y ubicar la psiquis, o la mente, o la identidad). Parecen cosas irreductibles a la biología…quizás son de otro orden del conocimiento, pero este tema desborda nuestro objetivo actual.[13]


v  pantalla I (lucidez, confusión, pérdida)




















Lo que sí podemos definir es la clínica de esa función y, en ese sentido, la medicina ha sido muy precisa y establece gradaciones partiendo de la conciencia lúcida normal, pasando luego a la patología de la confusión hasta llegar al estupor y, más allá, a la pérdida completa de conciencia en el ictus o en el coma en sus diversos grados.
Freud fue enfático al señalar que la definición de lo inconciente que él describía no se refería en absoluto a esta patología (también llamada subconciente o conciencia disminuida). Era cierto. Lo veremos luego en la tercera pantalla de la conciencia, pero antes veamos la segunda:


v  pantalla II (mundo alucinatorio) 





















Pasando ahora a la segunda pantalla de la conciencia, aclaremos: al decir mundo alucinatorio nos estamos refiriendo a un mundo paralelo al del campo de la conciencia recién descrito y que se distingue de él porque sus contenidos no provienen de estímulos del medio ambiente (procesados por el SNC), sino provienen de una actividad automática del SNC. Pero al individuo que los vivencia le parecen tan reales como el mundo externo registrado por su conciencia vigil. ¿A qué fenómenos me refiero?
Ø En primer lugar, al mundo onírico, los tan apreciados sueños que tanto motivaron a Freud pues los consideraba la vía regia para el acceso a lo inconciente (en la tercera pantalla volveré sobre este tema para evaluar a qué inconciente y a qué conciencia se refería Freud).
Los sueños son un producto automático de nuestro SNC. Se nos imponen más allá de nuestra voluntad. Se enciende la pantalla de los sueños cuando, al dormirnos, se apaga la pantalla de la conciencia vigil. Emitimos la muy probable hipótesis que, durante la vigilia, igual se están produciendo continuamente construcciones oníricas, ocultas por la conciencia vigil. Pueden apreciarse en la duermevela de los fenómenos hipnagógicos e hipnopómpicos. Demás está decir que todas estas manifestaciones oníricas están cargadas de emociones de diverso tipo, incluso muy intensas (pesadillas, terrores nocturnos, sonambulia).
Ø  Luego están las alucinaciones que, según la antigua y tan denostada definición, son una percepción sin objeto (a mí me parece una excelente definición que se aplica también a los sueños). Nos referimos no sólo a las voces de la esquizofrenia sino a las alucinaciones de todo tipo que se producen en los cuadros neurológicos, sean tóxicos, traumáticos, vasculares, etc.[14] Claro que se distinguen de los sueños porque se introducen en la conciencia vigil, parasitándola en diversos grados hasta llegar, a veces, a las vivencias extremas del delirium agudo
Ø  Por último, mencionamos un conjunto de manifestaciones automáticas del SNC que también parasitan la conciencia vigil, compartiendo, entonces, esta característica de las alucinaciones, pero sin poseer su riqueza perceptiva (visual, auditiva, etc.). Así tenemos a:

ü   las conversiones que podemos interpretarlas perfectamente como alucinaciones referidas al cuerpo. Bien sabemos que no son simulaciones y que comparten el carácter de realidad de todas las otras manifestaciones que estamos considerando.
ü   las obsesiones que se imponen al sujeto y no pueden ser eliminadas por la voluntad.
ü   las ideas delirantes que no son percepciones sino solamente ideas, pero impuestas al sujeto con su característica convicción delirante y totalmente irreductibles al juicio racional.

Importa destacar en este punto que dichas manifestaciones a menudo son impulsadas por un sustrato evidente de emociones básicas que es claramente señalado por los manuales de diagnóstico. Son los temores, las pérdidas, los arrebatos, los traumas psíquicos, etc., quienes están, muchas veces, motivando la aparición de esta fantasmagoría automática (no la llamemos inconciente) del SNC


v  Pantalla III (conciencia de sí/inconciente)
















Acá arribamos a un concepto totalmente diferente del vocablo “conciencia”. La conciencia de sí ya no es un “campo” donde se representa el mundo de las percepciones las ideas y los actos. Es algo más que eso; es la capacidad que, a través de la función semiótica, adquirieron los humanos de pensarse a sí mismos. Es una nueva “conciencia” que no poseen las demás especies y que, por eso, la llamamos conciencia de sí o autoconciencia y también la llamamos metaconciencia, es decir, una conciencia más allá de la vigil (opera de la misma manera que el metalenguaje que es la capacidad del lenguaje, en todas sus formas, de estudiarse a sí mismo).
Es, pues, con respecto a esta autoconciencia que se genera el inconciente que describe Freud. Por ejemplo:
Alguien dice: estos deseos, estos sentimientos o emociones, estos rasgos personales que se me atribuyen, NO me pertenecen.
Pero allí está Freud para decirnos que esa persona tiene reprimidos (y/o suprimidos) esos aspectos y, por lo tanto, los niega. Pero están allí, al alcance de cualquier observador interesado, todas las formaciones de lo inconciente para demostrar la existencia de lo negado (ver el esquema de la tópica freudiana). Si la persona se dispone a intentar conocer mejor sus aspectos negados (con ayuda de otro, pues la introspección no alcanza), se producirán más cambios en su identidad asumida (ver el esquema de la identidad).
Éste es el sentido más profundo y valioso de esa operación que consiste en transformar en inconciente aquello que no aceptamos como parte de nuestra identidad. Freud llama represión (desalojo) a esta operación, que es sólo una de las importantísimas operaciones reguladoras de la psiquis que él describió. A estas operaciones (que él denomina “mecanismos de defensa”) Freud les atribuye también el estatuto de inconcientes lo que genera confusión porque no lo son en el mismo sentido que los contenidos de las formaciones del inconciente.
 Prefiero llamarlas operaciones automáticas porque de esa forma actúan en nosotros sin apercibirnos de ello, del mismo modo que actúan la enorme mayoría de las operaciones y funciones, tanto en nuestro cuerpo como en nuestra psiquis 


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Repetimos ahora el esquema completo, pero de mayor tamaño para mejorar su lectura:


















2.       Emociones BÁSICAS

Volviendo a nuestro tema central intentaremos explicar por qué motivo necesitamos saber cuáles son los componentes más simples de todo el espectro emocional, es decir, las BASES sobre las que se apoya la arquitectura de las que llamamos emociones complejas.
Primeramente, podemos referirnos al hecho que, desde los albores de la cultura, ésta se ha interesado en conocer los componentes de cualquiera de los fenómenos que aborda.
Por ejemplo, para los presocráticos (tesis que luego adopta Aristóteles) la naturaleza estaba compuesta de cuatro elementos básicos: tierra, aire, agua y fuego, de cuya mezcla surgía todo el resto.
Los alquimistas (precientíficos y fundadores de la química moderna), se empeñaron arduamente en aislar los distintos elementos de las sustancias que analizaban y su trabajo pionero culmina, ya en época científica, con la confección por parte de Mendeléyev de la tabla periódica de los elementos que, actualizada, sigue en uso.
Una vez descubierto por los Curie, que el átomo, contra su nombre (a = in, tomo = divisible), era divisible, se desencadenó una enorme tarea científica, que continúa sin pausa, para identificar sus componentes básicos
El detectar y describir adecuadamente los componentes de lo observado, da lugar a desarrollos científicos que, en algunos casos, llegan a ser extraordinarios.


El estudio de las emociones no escapa a esta inquietud del conocimiento y, ya desde los griegos, se intenta clasificarlas. Hipócrates describe cuatro tipos de temperamento (flemático, sanguíneo, melancólico y colérico) y los relaciona estrechamente con estados de ánimo[15] y con líquidos del cuerpo (cuatro humores: flema, sangre, bilis amarilla, bilis negra)
    Colérico        melancólico      sanguíneo       flemático
 (bilis amarilla)  (bilis negra)      (sangre)           (flema)

Como se puede apreciar, ya Hipócrates capta el vínculo de las emociones básicas con el soma (humores) y la psiquis (temperamento, personalidad). Ese vínculo va a permanecer hasta hoy, pero veremos las profundas modificaciones que ha sufrido con el progreso del conocimiento.
Pero, si avanzamos hasta nuestros días, podemos hacer una síntesis de los últimos adelantos científicos para tratar de discriminar cuáles son las unidades más básicas que definen a las emociones:

Ø  Paul Ekman, antropólogo y psicólogo estadounidense (1934 -), es un investigador del tema y sus estudios concluyeron (1972) que pueden describirse seis emociones BÁSICAS, detectables por las expresiones faciales y que son reconocidas por los miembros de distintas culturas cuando se les muestra dichos rostros. Es decir, que estas expresiones forman parte del bagaje genético de la especie humana, más allá de las diferencias culturales. Si bien esta universalidad ha sido discutida por otros investigadores, la mayor parte del mundo científico ha aceptado esta clasificación:
o   alegría
o   tristeza
o   miedo
o   ira
o   asco
o   sorpresa

Ø  Irenäus Eibl-Eibesfeldt (austríaco, 1928 -), el fundador de la etología humana (en 1990), se pone de acuerdo con esta opinión de Ekman, basado en extensas observaciones en humanos de diversas culturas y en otros mamíferos.
Esto es reafirmado en 2012 en la Declaración de Cambridge que transcribimos en la página 11 , especialmente cuando se refiere a los estados afectivos presentes desde épocas muy tempranas en la evolución de las especies.
Coincide además con la ubicación del control de las emociones en el sistema límbico que pertenece al palio cerebro, o sea, a una parte más antigua -evolutivamente hablando- de este órgano que aparece con los mamíferos hace unos 200 o 300 millones de años.
Todo esto viene a confirmar la pertenencia de las emociones al dominio del cuerpo, representadas en el campo de conciencia (psiquis lato sensu) y, a su vez, registradas por la persona (psiquis stricto sensu). Así fueron ubicadas en el esquema inicial (como dijimos al presentarlo).

Ø  Y llegando ahora al 2014, encontramos las interesantísimas investigaciones de un grupo de científicos escoceses que transcribimos parcialmente del link siguiente: https://www.tendencias21.net/Las-emociones-basicas-son-cuatro-y-no-seis-como-se-pensaba-hasta-ahora_a30434.html
Científicos de la Universidad de Glasgow (Escocia) han demostrado que las emociones básicas no son seis sino cuatro. Aunque mantienen la tristeza y la alegría, consideran que el miedo y la sorpresa, por un lado, y la ira y la repugnancia, por otro, comparten movimientos faciales al principio de producirse, y por tanto pertenecen a la misma categoría. En el miedo y en la sorpresa el individuo abre mucho los ojos, mientras que en la ira y la repugnancia encoge la nariz.
Los seres humanos son criaturas emocionales cuyo estado de ánimo por lo general se puede observar a través de sus expresiones faciales.
Una creencia comúnmente sostenida, propuesta por primera vez por Paul Ekman, postula que hay seis emociones básicas que son universalmente reconocidas y fácilmente interpretadas a través de expresiones faciales específicas, independientemente del idioma o cultura. Estos son: la felicidad, la tristeza, el miedo, la ira, la sorpresa y la repugnancia.
Una nueva investigación publicada en la revista Current Biology por científicos de la Universidad de Glasgow (Escocia, Reino Unido) ha desafiado este punto de vista, y sugiere que sólo hay cuatro emociones básicas.
A esa conclusión llegaron mediante el estudio de los diferentes músculos de la cara (los investigadores se refieren a ellos como "Unidades de Acción") que participan en la señalización de diferentes emociones, así como el período durante el cual se activa cada músculo.
Este es el primer estudio para examinar objetivamente las "dinámicas temporales" de las expresiones faciales, y es posible mediante el uso de una plataforma desarrollada en la Universidad de Glasgow.
El equipo del Instituto de Neurociencia y Psicología afirma que, si bien las señales de expresión faciales de felicidad y tristeza son claramente distintas a lo largo del tiempo en el que se emiten, el miedo y la sorpresa comparten una señal común, los ojos abiertos, al principio de ser emitidas.
Del mismo modo, la ira y la repugnancia comparten la nariz arrugada en los primeros momentos. Estas señales tempranas podrían ser simplemente señales más básicas de peligro.
La investigadora principal, Rachael Jack, explica en la nota de prensa:
"Nuestros resultados son consistentes con las predicciones de la evolución, es decir, que las señales son diseñadas por las presiones evolutivas biológicas y sociales para optimizar su función.
-       En primer lugar, las señales de peligro tempranas otorgan ventaja permitiendo un escape más rápido.
-       En segundo lugar, las ventajas fisiológicas: la nariz arrugada impide la inspiración de partículas potencialmente dañinas, mientras que los ojos muy abiertos aumentan el consumo de información visual útil para la evacuación.
Con el tiempo, y a medida que los humanos emigraban por todo el mundo, la diversidad socioecológica probablemente especializó expresiones faciales antes comunes, alterando el número, la variedad y el tipo de señales a través de las culturas."

El software Generative Face Grammar (Gramática Facial Generativa) desarrollado por Philippe Schyns, Oliver Garrod y Hui Yu (del equipo de Rachael Jack), utiliza cámaras para capturar una imagen tridimensional de las caras de las personas especialmente entrenados para activar los 42 músculos faciales individuales de forma independiente.
A partir de esta información, un ordenador puede generar expresiones faciales específicas o aleatorias en un modelo en 3D basado en la activación de diferentes Unidades de Acción o grupos de unidades, para imitar todas las expresiones faciales.[16]













                                                                                                                                   
                                           miedo               alegría             ira           tristeza


En este gráfico de modelos 3D que transcribimos de:
(https://www.facebook.com/01.PSICOLOGIA/photos/a.1749860691966025.1073741829.1737878813164213/1953500701602022/?type=3&theater) se aprecian con claridad las expresiones faciales de las cuatro emociones básicas, generadas por la activación de determinados grupos musculares del rostro. Estas expresiones a través del rostro son sólo una manifestación somática más de todas las que poseen las emociones, pero, al ser específicas para cada emoción, permite diferenciarlas y clasificarlas.
Aclaremos, desde ya, la terminología de las emociones básicas exponiendo algunos de sus sinónimos:
o   MIEDO, temor, ansiedad, angustia, preocupación, pánico
o   IRA, agresividad, impulsividad, irritabilidad, maldad
o   ALEGRÍA, exaltación, expansión, manía
o   TRISTEZA, depresión, aflicción, melancolía
o   HUMOR, (remito al lector a la nota 15)
Si trasladamos estos conocimientos a la esfera de los trastornos emocionales (o sea, a sus excesos o sus falencias) allí se ve claro que la psiquiatría hará uso, para su diagnóstico, de una clasificación básica de los mismos dividiéndolos en:
o   trastornos de ansiedad (crisis de pánico, fobias, trastorno obsesivo compulsivo, etc. etc.)
o   trastornos del humor (de la depresión o de la exaltación del humor y sus combinaciones)
o   trastornos de la vertiente agresiva (disruptivos, del control de los impulsos, de la conducta)

La psicofarmacología, además, va a adaptarse a dichas clasificaciones y pasará a desarrollar medicamentos en esa línea: ansiolíticos, antidepresivos, reguladores del humor y neurolépticos (éstos últimos de múltiple uso).
Pero, como vemos, no hay cuatro grupos sino sólo tres.  Esto es debido a que están unificados bajo el rubro HUMOR, el humor en menos (depresión) y el humor en más (exaltación) por la sencilla razón que se excluyen entre ellos por ser contrarios (no es posible estar deprimido y exaltado a un tiempo). Esto no sucede en otras combinaciones de emociones básicas, combinaciones siempre posibles y, además, muy frecuentes.
Para graficar esto de modo simple, veamos el esquema mencionado en el anexo de la monografía Depresión infantil que acá repito:



Allí se ven los tres grupos de trastornos emocionales con la doble faz del humor (+) y (-) pero además están las flechas de ida y vuelta que indican: convertibilidad, superposición, variabilidad de transcurso, distintas intensidades, etc.
El análisis clínico de todas estas características de las emociones básicas pasa a ser harina de otro costal, pero desde ya debemos aclarar que, en el sistema límbico, estas emociones actúan en conjunto. Están allí todas presentes, expresándose unas u otras con distinta intensidad y mostrando sus distintos rostros en el sujeto. Somos nosotros, los que las analizamos, quienes las separamos para entender mejor un fenómeno central y complejo en la expresión de la vida.

Por último (aunque no lo último) y para demostrar lo complicado del tema de las emociones, vamos a sintetizar algunas ideas de un profundo investigador empírico a propósito de dicho tema.[17]    
A partir de la observación minuciosa del infante humano desde su nacimiento, Stern nos habla de las emociones a las que, en general, denomina “afectos” y distingue allí dos tipos:

Ø  por un lado, están los afectos de la vitalidad que vienen a ser algo así como precursores de los posteriores afectos o, más bien, como afectos más elementales que, al parecer, nunca desaparecen y pueden ser detectados en cualquier momento de la vida.  Por ejemplo: tener sueño, tener hambre, respirar, eliminar, etc.
Stern va a dar mucho destaque a estos afectos en sus últimos trabajos, pasa a llamarlos formas de la vitalidad, refiriéndose a las mil formas de expresarse, sutiles y automáticas, que tienen los seres vivos, distintas de los sentimientos, (por ejemplo y hablando sólo del movimiento: agitación, explosión, crescendo, desvanecimiento progresivo, etc.). Esto abre un amplio campo de investigación, pero se aleja notoriamente del objetivo de nuestras meditaciones.

Ø  por otro lado, están los afectos categoría que vienen a coincidir, punto por punto, con lo que hasta acá hemos llamado emociones básicas (sean cuatro, seis o más, eso no es lo importante para él). Pero estos afectos categoría pertenecen al adulto o al niño luego de cierto tiempo de desarrollo.
Pero en muchos casos pueden detectarse bastante tempranamente, como nos enseña René Spitz cuando describe:
·         la depresión anaclítica (en el primer año, como efecto de separación del cuidador)
·         los tres organizadores: 1) la sonrisa del tercer mes (alegría),
                                          2) el temor al extraño (angustia del octavo mes)
                               3) el “no” de los dos años (como expresión de agresividad).

Como puede verse, todo parece confirmar la procedencia innata y universal de las emociones básicas.


Alberto Weigle
Mayo de 2018



[1] Sobre este asunto de las definiciones diremos algo, pero quien tenga interés en abordarlo desde otra perspectiva puede leer mi trabajo psiqué-alma-persona en el link: http://borpsi00.blogspot.com.uy/2016/09/psique-alma-persona.html

[2] James, William; filósofo y psicólogo estadounidense (1842 – 1910)

[3] Para Walter Canon y su discípulo Philip Bard (finales de 1920), las emociones consisten en una activación fisiológica que prepara al organismo para la acción y sus mecanismos son exclusivamente fisiológicos. Para estos autores, la activación fisiológica y la expresión emocional son simultáneas y no se producen una detrás de otra.

[4] Veamos las definiciones de mente y psiquis extraídas del diccionario de la Real Academia Española:
Mente: conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes, especialmente de carácter cognitivo.
Psiquis: es aquello formado por los fenómenos y los procedimientos que ocurren en la mente
Como se ve, esto es lo que se llama una tautología: la mente se define como lo psíquico y la psiquis como lo mental

[5] Oliver Sacks, neurólogo inglés (1933 – 2015) nos relata magistralmente, en su trabajo Un antropólogo en Marte, la imposibilidad de su paciente Temple Grandin de comprender los sentimientos amorosos de los demás debido a falla genética en ella de la función del apego (attachment), por ser portadora de la afección conocida como síndrome de Asperger (hoy colocado dentro de los trastornos del espectro autista).

[6] Como lo han mostrado numerosos autores que han trabajado sobre etología humana: Konrad Lorenz, Desmond Morris, Irenäus Eibl-Eibesfeldt, Nikolaas Tinbergen, entre otros.

[7] ¿Qué hay entre ustedes leyéndome y yo escribiéndoles? Pues nada, sólo rasgos de tinta sobre un papel; sin embargo, están aludidas, aunque ausentes, una enormidad de cosas.

[8] Nos es casi imposible encontrar diferencias nítidas y significativas en una serie de conceptos, que aparecen como intercambiables sin mayor violencia:
-     psiquis stricto sensu (psique, psiqué, psiquismo)        -    alma, ánima, espíritu         
-   sí mismo (mí mismo, self)
-     yo (yo total, moi, ego)                                                       -    sujeto (subject, sujet)        
 -  ser (humano)
-     identidad                                                                              -    persona, etc.
Son todos sinónimos para referirse a la misma estructura, a nosotros, los humanos. Si las encontramos referidas a otras cosas que no seamos nosotros, será siempre como metáfora o como creencia.

[9] Estribillo del poema Canción de otoño en primavera (1910, aprox.), de Rubén Darío (poeta nicaragüense 1867 – 1916)

[10] Fragmento de libro La ridícula idea de no volver a verte (2013) de Rosa Montero (novelista y periodista española 1951 -) que es una biografía novelada de la famosa científica Mme. Curie (1867 – 1934)

[11] Agradezco especialmente a Eduardo Migliónico , Pilar Gurméndez Seigal y Diego Balliva, sus sustanciales participaciones en la confección de este esquema.

[12] Cuando hace unos 3.500 años Moisés (profeta de las religiones judeo-cristianas y musulmanas) expone ante sus seguidores las TABLAS DE LA LEY (que le dicta Dios), nos está hablando del mismo tipo de leyes humanas, pero pensamos que esas leyes escritas son el broche final de una larguísima evolución de las normas de convivencia humana desde los albores de la especie.

[13] Basta leer los trabajos sobre la conciencia de los neurocientíficos Francis Crick (1916 – 2004, británico, premio Nobel) y António Damásio (1944 – 74 años, portugués) para avalar estas afirmaciones.

[14]Invito a los lectores a leer el maravilloso libro de Oliver Sacks Alucinaciones que se puede bajar sin costo en la aplicación ebiblioteca.org

[15] Desde ya aclaramos que hay varios sinónimos para esta emoción básica: estados de ánimo, estados afectivos, humor y timia.
Como se ve, humor y timia toman su referencia del SOMA: humor, de los líquidos (sangre. flema, bilis) y timia, del timo (glándula que se suponía que regía esa emoción).
Los llamados estados (de ánimo o afectivos) refieren a la PSIQUE (alma = ánimo y afecto = emoción).
Para evitar confusiones (y como lo hacen, en general, los manuales de diagnóstico), usaremos siempre HUMOR para referirnos a dicha emoción.

[16] Rachel E. Jack, Oliver G.B. Garrod, Philippe G. Schyns. Dynamic Facial Expressions of Emotion Transmit an Evolving Hierarchy of Signals over Time. Current Biology (2014). DOI: 10.1016/j.cub.2013.11.06

[17] Stern, Daniel N.; psiquiatra y psicoanalista estadounidense (1934 – 2012) Las ideas suyas que mencionamos están sintetizadas de varias de sus obras

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