REFLEXIONES SOBRE
EL SÍMBOLO
(1977)
Introducción a la noción de símbolo:
_
"Urgente, en todo caso, nos parece la tarea de desbrozar, en nociones que
se amortiguan en un uso de rutina, el sentido que éstas recobran tanto por un
retorno a su historia como por una reflexión sobre sus fundamentos
subjetivos”. Lacan (5)
A
poco que comencemos a meditar sobre la noción de símbolo percibimos que no
constituye de ningún modo una noción fácilmente definible, sino más bien que
concita a numerosos otros conceptos, se derrama insensiblemente en diversas
direcciones según el contexto, atrapa a quien la usa en su característica indefinición.
Es
éste un desafío al que no supimos escapar al elegir este tema para nuestra reflexión,
sospechando -y confirmando luego- que el desafío continuaría en pie, pero, de
acuerdo al acápite, igual es cierto que no nos ha sido vano el esfuerzo.
Como
bien nos dice Laplanche (7, pág. 462) a propósito de la noción de simbolismo,
ésta es tomada de muy, diversos modos según su contexto, incluso dentro del
campo del psicoanálisis. Si bien nos vamos a restringir a buscar su sentido
casi exclusivamente en el texto de Freud, el solo hecho de poner límites
implica hablar de lo limitante además de lo limitado, por lo cual nos veremos
obligados a hacer incursiones en campos linderos.
A) A MODO DE DICCIONARIO.
Para
hablar de símbolo entonces, diremos algo sobre conceptos vecinos: signo, señal
y síntoma. (Sintetizamos estas 4 nociones, de 2, pág. l2l y siguientes).
SIGNO: Noción básica de toda ciencia del
lenguaje. Es una entidad -verbal o no- que:
1-
Puede hacerse sensible (el significante), y
2-
para un grupo definido de usuarios señala una ausencia en sí misma (el
significado).
La relación
que mantienen estas 2 partes se llama: SIGNIFICACION.
Esta
relación es inmotivada; ambos (significante y significado) son de naturaleza
diferente y es impensable que una serie gráfica o sonora se parezca a un
sentido. Al mismo tiempo es una relación necesaria en el sentido de que no
pueden existir el uno sin el otro.
SÍMBOLO: Un signo, además de su relación de significación,
puede establecer otra llamada de SlMBOLlZAClÓN, relación entre dos o más “cosas
reales" (referentes o denotaciones del signo) o sus “imágenes psíquicas"
(representaciones), constituyéndose entonces en un SÍMBOLO.
La relación
de simbolización se distingue de la de significación, en que es no necesaria (contingente) _porque sus
términos (que llamaremos SIMBOLIZANTE Y SIMBOLIZADO) existen independientemente
el uno del otro (por ejemplo: "llama" y "deseo"); precisamente
por esta razón la relación no puede ser sino motivada: nada obligaría a
establecerla. Estas motivaciones se clasifican en dos grandes grupos:
a)
parecido (semejanza o analogía), y
b) contigüidad
(conexión asociativa).
SEÑAL: Entidad percibida que provoca determinada
reacción, pero no implica ninguna relación de significación ni de simbolización
(la comunicación de los animales no humanos se reduce a señales).
SÍNTOMA: En su sentido más general es un signo
natural que es parte constituyente del referente (o de su representación). Por ejemplo:
la fiebre es un síntoma de una enfermedad. (Mucho más complejo es el concepto
de síntoma para Freud, pero a ello nos referiremos brevemente más adelante).
En torno
a la raíz "simbol" gira otra serie de derivados que podemos ordenar así:
SIMBOLIZAR:
(a)
Verbo transitivo. Servir una cosa como símbolo de otra, o sea establecerse una relación
de SIMBOLIZACIÓN entre ambas; 1
(b)
Verbo intransitivo. Acto, función o capacidad de establecer una relación de
SIMBOLIZACIÓN. _
SIMBÓLICO: Adjetivo:
”
Perteneciente o relativo al símbolo o expresado por medio de él" (1 -
T.IX, pág.. 757). Este adjetivo, según el contexto en que se lo ubique, permite
una enorme ampliación del uso de la raíz "simbol" que puede
extenderse a "todo lo que tiene sentido" y que, aplicado a la función
simbólica, "distingue al hombre de los animales, que sólo poseen sistemas
de recepción y de acción, y le vale el nombre de "animal symbolicum" (2 pág. 107).
Debería
establecerse una distinción terminológica, que en la práctica no ocurre, entre
el adjetivo que señala la existencia de una relación de simbolización (diríamos,
aquí sí, SIMBÓLICO) y el adjetivo que indica el carácter de función o capacidad
de simbolización (podría usarse SIMBOLIZANTE en lugar de simbólico como se hace
habitualmente). Estos adjetivos se corresponderían con los sentidos (a) y (b),
respectivamente, del verbo simbolizar.
LA SIMBÓLICA: Sustantivo. Teoría general
de los símbolos.
También:
ciencia tendiente al descubrimiento del significado oculto de los símbolos de
antiguas religiones (6 - pág. 1081) y que Freud aplica a los encontrados en
diversas formaciones del inconsciente (die
Symbolik).
LO SIMBÓLICO: Sustantivo. Para Lacan
"designa el orden de fenómenos de que se ocupa el psicoanálisis en cuanto están
estructurados como un lenguaje. Este término también alude a la idea de que la
eficacia de la cura se explica por el carácter fundamentador de la palabra".
(6 - pág. 424). Aunque Lacan no elige porque sí el vocablo simbólico para designar
lo que quiere decir y se podrían establecer los puentes que justifican el uso
de la raíz "simbol" en este caso (5), el sentido de este término se
aleja mucho del objetivo más limitado que perseguimos, y dejaremos de lado su
desarrollo.
SIMBOLISMO: Sustantivo:
(a)
"Sistema de símbolos con que se representan creencias, conceptos o sucesos".
(1 - T.IX, pág. 757).
(b)
Se usa también para indicar el sentido simbólico de algo.
Otros
términos como LA SIMBOLOGÍA (por la simbólica) o el adjetivo SIMBOLISTA (por simbólico)
son derivados que pueden encontrarse en algunos textos, pero que no figuran en
el Enciclopédico (1).
B) EL SIMBOLO EN PSICOANALISIS
Más o
menos delimitado el concepto de símbolo y sus afines de modo general y
puramente descriptivo, desarrolla remos algunos de sus aspectos relacionados
con el campo del psicoanálisis. Para facilitar la exposición trataremos de ser
fieles al pequeño vocabulario precedente.
Si
partimos del hecho que un símbolo consta de dos términos, el simbolizante y su
simbolizado, inmediatamente se nos impone el análisis de ambos términos, así
como de la relación entre ellos establecida.
1) La relación de simbolización
a) su conformación:
Freud
aborda de inmediato esta cuestión y nos dice que "la relación simbólica”
es "una comparación, pero de un género harto particular" y se
pregunta cuál sería, en cada caso, el "tercium comparationis" (3 -
T.II, pag. 134). Como lo hace Freud en otro contexto “sólo invocando en nuestra
ayuda a la Filologia comparada" (o Lingüística), (3d. T.lI, pag. 138), y
dentro de ella, al modelo de la Retórica, que es justamente la disciplina que
enfoca este aspecto, podremos continuar cierto trecho en esta dirección.
La comparación,
como figura retórica, exige la presencia de ambos términos unidos por la conjunción
"como" o similares, pero en el símbolo uno de los términos (el
simbolizado) está ausente. Por ello se asemejaría más bien a las figuras retóricas
en las que expresiones cambian de sentido, figuras que se agrupan bajo el
nombre de TROPOS (sinécdoque, silepsis y, las más usadas, a las cuales podrían quizás
las demás reducirse: metáfora y metonimia).
No
queremos decir con esto que un símbolo sea un tropo pues éstos se refieren
estrictamente a estructuras lingüísticas y los símbolos pertenecen a otra categoría
de la representación, pero hay una estructura similar como trasfondo que nos
permite el cotejo.
Así
vemos, que si las motivaciones de la relación de simbolización pertenecen a dos
grupos: parecido y contigüidad, éstos pueden analogarse respectivamente a la metáfora
("un objeto es designado por el nombre de un objeto semejante") y a la metonimia ("un objeto es designado por
el nombre de un objeto que está asociado
a él en la experiencia") (2, pág. 134 subrayado nuestro). `
Siguiendo
esta ruta no podemos menos que recordar las conceptualizaciones en donde Lacan
asimila la condensación a la metáfora y el desplazamiento a la metonimia.
Atendiendo
a estas dos series, parecido - metáfora - condensación, por un lado, y contigüidad
- metonimia - desplazamiento por otro, podremos pues, encontrarnos aquí con el símbolo
como un producto de la encrucijada de estos dos movimientos del proceso primario.
b) su naturaleza:
En
este punto Freud nos dice algo que nos hace meditar: "La relación simbólica
parece ser un resto de antigua identidad" y se apoya en H. Sperber que
“... es de la opinión que todas las palabras primitivas se refieren a cosas
sexuales y habiendo perdido posteriormente el significado sexual se ha aplicado
a cosas y actividades similares a las sexuales". (3c. pág. 434, T.I).
Buscando
en el origen griego de la palabra símbolo vemos que se trata de un "signo
de reconocimiento, formado por las dos mitades de un objeto quebrado que se
aproximan". (6 - pág. 1079). El hecho que simbolizante y simbolizado
tengan su existencia propia sin que sea necesario que entre ambos se establezca
una relación, hace que ésta, cuando se produce, adquiera las características de
un “reconocimiento", o también de una reunión, integración o conciliación,
en definitiva "un pacto". (5, pág. 92) nociones éstas que pueden dar
cuenta de la "antigua identidad" a la que Freud se refiere.
Esto
nos adentra en la circunstancia de que simbolizante y simbolizado participan de algo común, pero de tal
modo que cada uno imprime al otro una característica particular, enriqueciéndose
mutuamente a consecuencia de dicho pacto (no es lo mismo que el simbolizante
del pene sea un arma o un lápiz; o a la inversa, que el simbolizado de "sombrero"
sea un pene o una vagina). En este sentido, la mayor riqueza corresponde al
simbolizante debido al enorme número de ellos en relación a los escasos
simbolizados.
c)
la constancia:
Además,
estos "pactos", por ser tales, tiene otra característica que Freud señala:
la constancia. Ésta es no sólo individual sino transindividual (3d. T.lI, pág.
138). ¿qué importancia tiene este carácter?
Nada
más ni nada menos que:
—establecer
un fuerte lazo entre simbolizante y simbolizado y así instituir al símbolo como
una unidad.
-habilitar
su uso como mediatización para la ampliación de los intereses del individuo: “Diríase
que el hombre primitivo no se resignó al trabajo sino haciéndolo equivalente y
sustitutivo de la actividad sexual" (3d. T.II, pág. 134). Podríamos
agregar, en una dimensión ontogenética, que también al niño y su actividad lúdica
podría aplicársele el mismo juicio y de aquí extenderlo a los orígenes del
instinto epistemofílico que hace uso de los símbolos a través de una identificación
-"primitiva identidad"— de lo conocido con lo desconocido (4 y 8).
—habilitar
también su uso para la comunicación interhumana.
Si
no hay una constancia, como en el lenguaje verbal, nada podríamos comunicar. En
este punto es la universalidad, señalada
por Freud, la ventaja de la comunicación simbólica con respecto a la verbal (a
su vez tiene desventajas que no creemos del caso detallar). Esta universalidad
está justamente determinada por la "relación interna" existente entre
simbolizante y simbolizado, que no existe entre significante y significado:
podemos entender fácilmente el simbolismo de los sueños con que ejemplifica
Freud y no necesitamos la versión "alemana" como sucede cuando el interjuego
es entre significantes y significados. Esto nos conecta con el "idioma
fundamental" que volveremos a mencionar.
d)
la distancia:
Hay
también una distancia particular entre simbolizante y simbolizado. La relación
debe permanecer en los dominios del "como si" pero si realmente se
produce una "identidad” entre t ambos términos tenemos una "ecuación
simbólica", mecanismo primitivo y psicótico que, así sea conciente o
inconciente, impide j la utilización del símbolo como tal. (8) Simbolizante y
simbolizado son dos términos que se enriquecen el uno al otro permaneciendo en
sí distintos, sin llegar a ser uno el real "sustituto" del otro, como
en una ecuación.
2)
El simbolizante.
Haciendo
una recopilación de los simbolizantes que Freud menciona en sus trabajos
podemos dividirlos fácilmente en dos grupos:
a)
Aquéllos que representan objetos: cosas, animales o personas (casa, paraguas,
rey, etc.)
b)
Aquéllos que representan actos: volar, viajar, cabalgar, arrancar, etc.
Está
cubierta por lo tanto la exigencia para formar frases y textos mediante símbolos
(sujeto-verbo-complemento), estando además asegurada la función adjetivante y
adverbial por el gran abanico de simbolizantes con respecto a cada simbolizado.
Los elementos de enlace y relación (conjunciones y preposiciones) a los que
Freud llama "las relaciones lógicas", tienen su expresión en los
diversos "medios de representación" que Freud detalla para los sueños
en general y que remite en esencia a los diversos movimientos y posiciones que
pueden realizar los simbolizantes como en una puesta en escena.
De
este modo es posible, y Freud nos da varios ejemplos, interpretar íntegramente
un sueño traduciendo su simbolismo (9). El texto de estos sueños no es en
conjunto un símbolo, sino que está compuesto con símbolos a modo de relato, descripción,
discurso, escenificación, que por referir a otra cosa de lo que directamente
dice, entra en la categoría de la alegoría, la fábula, la parábola, el mito, la
leyenda, la saga.
A
medida que nos alejamos de estas representaciones concretas (objetos y actos)
para adjudicar el status de simbolizante a conceptos más extensos como los de
sustituto, representante y hasta alusión (T.II, pág. 134), se desliza
insensiblemente el sentido hasta coincidir con el de "toda representación
indirecta" y de allí, ¿por qué no? hasta "todo lo que posee un sentido".
En dirección
opuesta, el deslizamiento puede producirse hacia conceptos de otra índole como
los de vocablo o fonema donde puede atribuirse el carácter de simbólico al
parecido de los significantes (homonimia o paronimia como en el ejemplo de:
violet-violate en Freud, pág. 274) o a la similaridad de los significados (sinonimia,
como en el mismo ejemplo: birthday, cumpleaños, día de nacimiento).
Pensamos
que sería menos confuso, reservarle al simbolizante el carácter de
“representación indirecta fundamentalmente. plástica y concreta de objetos y
actos".
3) El
simbolizado:
Mientras
que lo dicho hasta aquí podría aplicarse a cualquier simbólica, hablar de lo
simbolizado nos va a introducir de inmediato en lo más esencial del tema para
el psicoanálisis que es la simbólica inconciente.
Cuando
Freud nos habla de los elementos "mudos" del sueño (Conferencias de Introducción
al Psicoanálisis, N°10) lo que está "mudo" es precisamente lo
simbolizado, pues permanece inconciente, reprimido.
Aventuramos
la opinión de que esa característica puede ser debida:
a) Por un lado, a que no existen cadenas
asociativas entre simbolizante y simbolizado que nos permitan acercarnos paso a
paso de uno hacia el otro, como sucede con otros elementos del sueño.
b) Por otro, a que lo simbolizado
pertenece en último término a lo más intensamente reprimido. Veamos, a propósito,
cuáles son sus temas: la desnudez, los genitales, el cuerpo humano en su
totalidad, los lazos más próximos de parentesco (padres, hijos, hermanos), la masturbación,
el coito, el nacimiento, la muerte. (3d, Tll, pág. 134). Todos temas vinculados
a las relaciones, los sentimientos y, en definitiva, los deseos más íntimos del
sujeto.
Pueden, igualmente, estar allí
representados todos los componentes de la pulsión: sus fuentes, sus metas y sus
objetos.
Y es justamente la
"presencia" del simbolizado reprimido la que imprime a los textos simbólicos
de las formaciones del inconciente sus caracteres de mensaje cifrado, enigma,
disfraz, acertijo, rebus, incitándonos a su "des-cubrimiento".
4) Símbolos y figurabilidad: l
Los símbolos
se prestan magníficamente para la representación plástica de los pensamientos. Podríamos
decir más: todo símbolo corresponde a una representación sensible, generalmente
visual, aunque no podemos incurrir en el error de aplicar esta afirmación a la
inversa pues no a toda representación plástica debemos tomarla como un símbolo.
Esta propiedad permite el uso de símbolos en diversas formaciones del
inconciente: los sueños, los sueños diurnos, los recuerdos encubridores, los
actos sintomáticos, las alucinaciones, la actividad lúdica, las producciones plásticas
e incluso fragmentos del discurso oral con claro sentido simbólico. Podríamos
citar, a fuerza de ser extensos, los fragmentos del texto de Freud en que
aparece indicada la existencia de símbolos en cada una de las formaciones
mencionadas.
Generalizando,
podríamos afirmar que los símbolos tienen lugar a existir en todas aquellas formaciones
que suponen una percepción o una representación sensible de actos o cosas. En
una palabra, donde quiera que haya una ESCENA.
Pero,
y éste es para mí un punto difícil de dilucidar, también en aquellas
formaciones que, de por sí, no tienen una representación plástica (como podrían
ser las manifestaciones del inconciente a nivel corporal) al ser mediatizadas
por el lenguaje, acceden a la posibilidad de la representación simbólica que
éste les concede.
No
otra cosa piensa Freud cuando en los "Estudios" nos dice: “...la
enferma había creado o intensificado, por simbolismo, su perturbación
funcional, que había hallado en la astasia-abasia una expresión somática de su
impotencia para modificar las circunstancias y que sus manifestaciones de
"no lograr avanzar un paso en sus propósitos" o "carecer de todo
apoyo" constituían el puente que conducía a este nuevo acto de la conversión..."
(3a. T.I. pág.101).
Pensamos
que, en los casos que es necesaria un traducción al lenguaje (o sea que no
aparecen plásticamente símbolos) mejor sería hablar de expresión metafórica
como, por otra parte, lo hace el propio Freud usando indistintamente los
términos metafórico y simbólico (3a. T.l. pág. 104). La expresión "simbólico"
es tomada aquí en su acepción más amplia como “aquello que posee un
sentido". El problema que Freud se plantea en ese texto es de otra índole:
la palabra fundamenta la expresión corporal (como lo prueba la desaparición del
síntoma con la re-traducción a palabras); pero, ¿por qué Freud, al amparo de
Darwin, elige para la génesis de este fenómeno la explicación que antes, en la filogenia,
la expresión corporal fundamentó a la palabra? Es para pensar.
5)
Origen y formación de los símbolos:
Freud
se muestra preocupado por dilucidar el origen del "conocimiento
inconciente" de los símbolos por quien los usa (3d.T.lI., pág. 141/2).
Pienso que el hecho de que la representación simbólica esté profusamente
presente en el mito, la religión, el folklore, la fábula, las costumbres, los
usos, los cantos, el lenguaje poético y el común, hace que el individuo se
halle inmerso en un mundo de símbolos de los cuales no conoce conscientemente
su sentido pero sí lo adquiere como ya dado, como herencia cultural, como
conocimiento "inconciente", como supuesto para su inserción en la
cultura y la comunicación.
Este
acervo común es lo que hace también posible la interpretación de los símbolos
por otro individuo. Podríamos adscribir a esta circunstancia el origen
"externo", cultural, de los símbolos en un sujeto.
Pero,
a nuestra opinión, debemos pensar también que "algo pone" el sujeto
para ser capaz de absorber, de “conocer" el idioma simbólico. Esa
capacidad, esa función simbolizante, debe estar presente en él, así como en sus
semejantes, premisa necesaria para la existencia de los símbolos. Justamente al
estudio sobre la formación de símbolos en el niño pequeño nos remite un artículo
de M. Klein (4).
Nos quedaría,
entonces, como esquema explicativo del origen del símbolo una "serie complementaria"
(3e. T.ll, pág. 239 y 246):
a) la "herencia” cultural, más
b) la función simbolizante.
Serie
complementaria ésta que ofrece una característica inversa peculiar: lo
"heredado" es externo, lo "adquirido" es interno. (O sea, está
basado en una función).
Pero
no podemos menos que resaltar la importancia concedida por Freud a la herencia
cultural del símbolo lo que nos conduce a subrayar la existencia de ese “idioma
fundamental", de esa urdimbre que va a imprimir su sello al sujeto,
inscribiendo en él una heráldica particular y marcando, a modo de oráculo, su
existir.
Por
estos derroteros podríamos intentar arribar a "lo simbólico" de Lacan
(7, pág. 425).
{
6) Uso del símbolo:
Si
hablando del símbolo en general, se puede decir que sirve para representar lo
irrepresentable (libertad, patria), lo mismo reza para el símbolo en psicoanálisis.
Pero lo irrepresentable aquí, no lo es por abstracto sino por concreto. Lo
irrepresentable del sexo, del parentesco, de la vida y de la muerte, en tanto
muy íntimo y concreto, cuerpo con cuerpo con el sujeto, es lo que necesita ser
mediatizado por símbolos.
Estos
surgen como un rico y variado desfile de representaciones del deseo y sus
metas; y de sustitutos del objeto ausente y como tales los usa el inconciente
bajo las leyes del proceso primario y de modo ”independiente de la
censura" (3d. T.II, pág. 143),
Ésta
tiene que ver con la prohibición, con la represión, con el preconciente, y el
proceso secundario;
La represión
cierra el paso hacia la conciencia al simbolizado y se lo permite, en tanto
disfraz, al simbolizante pero no rompe el lazo que los une y se cuela entonces,
inconciente, el simbolizado. Así, el símbolo es a la vez que un ocultamiento, un señalamiento de lo que oculta.
En
términos de deseo, la censura permite al sujeto realizar (simbólicamente) sus
deseos en tanto él no sepa (concientemente) de qué se trata. Y bajo esta luz
aparece usado el lenguaje simbólico como transacción entre el deseo y su prohibición.
Es decir, como expresión de un conflicto y cierta solución del mismo. Avanzando
en esta dirección algunos autores afirman categóricamente la importancia del
simbolismo como base para la sublimación “...llegué a la conclusión de que el
simbolismo es el fundamento de toda sublimación y todo talento..." (4, pág.
63). Y también: “...la formación de símbolos en la posición depresiva requiere
una cierta inhibición de los fines instintivos directos en relación con el objeto
original, quedando así estos símbolos disponibles para la sublimación" (8,
pág. 401). Tema polémico, nos parece.
7)
Símbolos e interpretación:
La conformación
bipolar del símbolo con uno de sus elementos reprimido, su representación plástica
y su condición de unidad apta para la formación de "textos", son
todos atributos que lo habilitan para su participación en numerosas formaciones
del inconciente quedando pues en posición inmejorable para su interpretación.
A esto
se agrega la posibilidad del intérprete de saltar el obstáculo de la
"mudez" del símbolo y de lograr su traducción inmediata a través de
la comunidad cultural con el soñante y de su conocimiento del simbolismo. Puede
así traducir un sueño, símbolo por símbolo, como lo hace Freud en varios
ejemplos, obteniendo un texto que le permite cierto reconocimiento de lo universal
del deseo allí expuesto. Pero, ¿no cabría aquí aplicar el viejo proverbio de “traduttore,
traditore"? Cuando quiera el intérprete dar cuenta de la singularidad del
deseo del soñante se encontrará con el obstáculo de su propio y singular deseo
que interviene para traicionar su traducción.
Y aquí
la prudencia y el rigor científico de Freud: "Un semejante virtuosismo es
muy apropiado para halagar al intérprete al impresionar al sujeto... Mas no
debéis dejaros seducir por esa facilidad. Nuestra misión no consiste en
ejecutar brillantes habilidades. La interpretación basada en el conocimiento de
los símbolos no constituye una técnica que pueda reemplazar a aquélla que se
funda en la asociación, ni siquiera compararse con ella, y no es sino un
complemento de la misma..." (3d. T.II, pag. 133).
Freud evita cuidadosamente
ponerse en la posición del que “sabe". ¿En qué se diferenciaría pues, de
los onirocríticos populares? (3x. T.I, pág. 308 y nota al pie). El saber está allí,
entre ambos, inconciente, y debe ser descubierto por ambos. Y no se refiere solamente
a la traducción de los simbolizados inconcientes del sujeto sino a la develación
del singular discurso que abarca toda su historia y se apoya en la indestructibilidad
de su deseo: "...
como las sombras de la
Odisea..." o "... los titanes de la leyenda..." (3c. T.I, pág.
556).
CONCLUSIÓN.
Debería
ir aquí algo que, a modo de síntesis, quisiera ser una definición del símbolo.
Luego
de varios frustrados intentos, textos donde campeaba la aridez, la oscuridad o
la amputación, concluimos que, para decir sintéticamente algo, necesitábamos de
un interlocutor que ya supiera a qué nos referíamos. Entonces, ¿para qué la definición?
Además, hemos visto en el propio curso de nuestro trabajo, que cada nuevo
conocimiento modificaba nuestras provisorias definiciones que permanecían
siempre “indefinidas".
BIBLIOGRAFÍA
1.
Diccionario Enciclopédico - UTEHA.
2.
DUCROT, O; TODOROV, T. - Enciclopedia de Lingüística.
3.
FREUD, S. — Obras Completas (Biblioteca Nueva):
a) “Estudios sobre la histeria".
(1895).
b) "Recuerdos infantiles y
encubridores". (1899).
c) "La interpretación de los sueños”.
(1900).
d) "Conferencias dc introducción
al psicoanálisis". (1916~l 7).
c) "Mi relación con Josep Popper-Linkeus”.
(1932).
4.
KLEIN, M. -” La importancia dc la formación dc símbolos en el desarrollo del
yo” (Contribuciones).
5.
LACAN, J. · "Lectura estructuralista de Freud". (Ed. S.XXI, 1971).
6.
LALANDE. - "Vocabulario técnico y critico dc la filosofía".
7.
LAPLANCHE y PONTALIS. -” Diccionario de psicoanálisis".
8.
SEGAL, H. · "Introducción a la obra dc M. Klein".