martes, 16 de octubre de 2018

A. Weigle, Reflexiones sobre el símbolo


REFLEXIONES SOBRE EL SÍMBOLO
 (1977)
Introducción a la noción de símbolo:
_ "Urgente, en todo caso, nos parece la tarea de desbrozar, en nociones que se amortiguan en un uso de rutina, el sentido que éstas recobran tanto por un retorno a su historia como por una reflexión sobre sus fundamentos subjetivos”.  Lacan (5)
A poco que comencemos a meditar sobre la noción de símbolo percibimos que no constituye de ningún modo una noción fácilmente definible, sino más bien que concita a numerosos otros conceptos, se derrama insensiblemente en diversas direcciones según el contexto, atrapa a quien la usa en su característica indefinición.
Es éste un desafío al que no supimos escapar al elegir este tema para nuestra reflexión, sospechando -y confirmando luego- que el desafío continuaría en pie, pero, de acuerdo al acápite, igual es cierto que no nos ha sido vano el esfuerzo.
Como bien nos dice Laplanche (7, pág. 462) a propósito de la noción de simbolismo, ésta es tomada de muy, diversos modos según su contexto, incluso dentro del campo del psicoanálisis. Si bien nos vamos a restringir a buscar su sentido casi exclusivamente en el texto de Freud, el solo hecho de poner límites implica hablar de lo limitante además de lo limitado, por lo cual nos veremos obligados a hacer incursiones en campos linderos.
A) A MODO DE DICCIONARIO.
Para hablar de símbolo entonces, diremos algo sobre conceptos vecinos: signo, señal y síntoma. (Sintetizamos estas 4 nociones, de 2, pág. l2l y siguientes).
SIGNO: Noción básica de toda ciencia del lenguaje. Es una entidad -verbal o no- que:
1- Puede hacerse sensible (el significante), y
2- para un grupo definido de usuarios señala una ausencia en sí misma (el significado).
La relación que mantienen estas 2 partes se llama: SIGNIFICACION.
Esta relación es inmotivada; ambos (significante y significado) son de naturaleza diferente y es impensable que una serie gráfica o sonora se parezca a un sentido. Al mismo tiempo es una relación necesaria en el sentido de que no pueden existir el uno sin el otro.
SÍMBOLO: Un signo, además de su relación de significación, puede establecer otra llamada de SlMBOLlZAClÓN, relación entre dos o más “cosas reales" (referentes o denotaciones del signo) o sus “imágenes psíquicas" (representaciones), constituyéndose entonces en un SÍMBOLO.
La relación de simbolización se distingue de la de significación, en que es no necesaria (contingente) _porque sus términos (que llamaremos SIMBOLIZANTE Y SIMBOLIZADO) existen independientemente el uno del otro (por ejemplo: "llama" y "deseo"); precisamente por esta razón la relación no puede ser sino motivada: nada obligaría a establecerla. Estas motivaciones se clasifican en dos grandes grupos:
a) parecido (semejanza o analogía), y
b) contigüidad (conexión asociativa).
SEÑAL: Entidad percibida que provoca determinada reacción, pero no implica ninguna relación de significación ni de simbolización (la comunicación de los animales no humanos se reduce a señales).
SÍNTOMA: En su sentido más general es un signo natural que es parte constituyente del referente (o de su representación). Por ejemplo: la fiebre es un síntoma de una enfermedad. (Mucho más complejo es el concepto de síntoma para Freud, pero a ello nos referiremos brevemente más adelante).
En torno a la raíz "simbol" gira otra serie de derivados que podemos ordenar así:
SIMBOLIZAR:
(a) Verbo transitivo. Servir una cosa como símbolo de otra, o sea establecerse una relación de SIMBOLIZACIÓN entre ambas; 1
(b) Verbo intransitivo. Acto, función o capacidad de establecer una relación de SIMBOLIZACIÓN. _
SIMBÓLICO: Adjetivo:
” Perteneciente o relativo al símbolo o expresado por medio de él" (1 - T.IX, pág.. 757). Este adjetivo, según el contexto en que se lo ubique, permite una enorme ampliación del uso de la raíz "simbol" que puede extenderse a "todo lo que tiene sentido" y que, aplicado a la función simbólica, "distingue al hombre de los animales, que sólo poseen sistemas de recepción y de acción, y le vale el nombre de "animal symbolicum" (2 pág. 107).
Debería establecerse una distinción terminológica, que en la práctica no ocurre, entre el adjetivo que señala la existencia de una relación de simbolización (diríamos, aquí sí, SIMBÓLICO) y el adjetivo que indica el carácter de función o capacidad de simbolización (podría usarse SIMBOLIZANTE en lugar de simbólico como se hace habitualmente). Estos adjetivos se corresponderían con los sentidos (a) y (b), respectivamente, del verbo simbolizar.
LA SIMBÓLICA: Sustantivo. Teoría general de los símbolos.
También: ciencia tendiente al descubrimiento del significado oculto de los símbolos de antiguas religiones (6 - pág. 1081) y que Freud aplica a los encontrados en diversas formaciones del inconsciente (die Symbolik).
LO SIMBÓLICO: Sustantivo. Para Lacan "designa el orden de fenómenos de que se ocupa el psicoanálisis en cuanto están estructurados como un lenguaje. Este término también alude a la idea de que la eficacia de la cura se explica por el carácter fundamentador de la palabra". (6 - pág. 424). Aunque Lacan no elige porque sí el vocablo simbólico para designar lo que quiere decir y se podrían establecer los puentes que justifican el uso de la raíz "simbol" en este caso (5), el sentido de este término se aleja mucho del objetivo más limitado que perseguimos, y dejaremos de lado su desarrollo.
SIMBOLISMO: Sustantivo:
(a) "Sistema de símbolos con que se representan creencias, conceptos o sucesos". (1 - T.IX, pág. 757).
(b) Se usa también para indicar el sentido simbólico de algo.  
Otros términos como LA SIMBOLOGÍA (por la simbólica) o el adjetivo SIMBOLISTA (por simbólico) son derivados que pueden encontrarse en algunos textos, pero que no figuran en el Enciclopédico (1).

B) EL SIMBOLO EN PSICOANALISIS
Más o menos delimitado el concepto de símbolo y sus afines de modo general y puramente descriptivo, desarrolla remos algunos de sus aspectos relacionados con el campo del psicoanálisis. Para facilitar la exposición trataremos de ser fieles al pequeño vocabulario precedente.
Si partimos del hecho que un símbolo consta de dos términos, el simbolizante y su simbolizado, inmediatamente se nos impone el análisis de ambos términos, así como de la relación entre ellos establecida.
         1) La relación de simbolización
                   a) su conformación:
Freud aborda de inmediato esta cuestión y nos dice que "la relación simbólica” es "una comparación, pero de un género harto particular" y se pregunta cuál sería, en cada caso, el "tercium comparationis" (3 - T.II, pag. 134). Como lo hace Freud en otro contexto “sólo invocando en nuestra ayuda a la Filologia comparada" (o Lingüística), (3d. T.lI, pag. 138), y dentro de ella, al modelo de la Retórica, que es justamente la disciplina que enfoca este aspecto, podremos continuar cierto trecho en esta dirección.
La comparación, como figura retórica, exige la presencia de ambos términos unidos por la conjunción "como" o similares, pero en el símbolo uno de los términos (el simbolizado) está ausente. Por ello se asemejaría más bien a las figuras retóricas en las que expresiones cambian de sentido, figuras que se agrupan bajo el nombre de TROPOS (sinécdoque, silepsis y, las más usadas, a las cuales podrían quizás las demás reducirse: metáfora y metonimia).
No queremos decir con esto que un símbolo sea un tropo pues éstos se refieren estrictamente a estructuras lingüísticas y los símbolos pertenecen a otra categoría de la representación, pero hay una estructura similar como trasfondo que nos permite el cotejo.
Así vemos, que si las motivaciones de la relación de simbolización pertenecen a dos grupos: parecido y contigüidad, éstos pueden analogarse respectivamente a la metáfora ("un objeto es designado por el nombre de un objeto semejante") y a la metonimia ("un objeto es designado por el nombre de un objeto que está asociado a él en la experiencia") (2, pág. 134 subrayado nuestro). `
Siguiendo esta ruta no podemos menos que recordar las conceptualizaciones en donde Lacan asimila la condensación a la metáfora y el desplazamiento a la metonimia.
Atendiendo a estas dos series, parecido - metáfora - condensación, por un lado, y contigüidad - metonimia - desplazamiento por otro, podremos pues, encontrarnos aquí con el símbolo como un producto de la encrucijada de estos dos movimientos del proceso primario.
                       b) su naturaleza:
En este punto Freud nos dice algo que nos hace meditar: "La relación simbólica parece ser un resto de antigua identidad" y se apoya en H. Sperber que “... es de la opinión que todas las palabras primitivas se refieren a cosas sexuales y habiendo perdido posteriormente el significado sexual se ha aplicado a cosas y actividades similares a las sexuales". (3c. pág. 434, T.I).
Buscando en el origen griego de la palabra símbolo vemos que se trata de un "signo de reconocimiento, formado por las dos mitades de un objeto quebrado que se aproximan". (6 - pág. 1079). El hecho que simbolizante y simbolizado tengan su existencia propia sin que sea necesario que entre ambos se establezca una relación, hace que ésta, cuando se produce, adquiera las características de un “reconocimiento", o también de una reunión, integración o conciliación, en definitiva "un pacto". (5, pág. 92) nociones éstas que pueden dar cuenta de la "antigua identidad" a la que Freud se refiere.
Esto nos adentra en la circunstancia de que simbolizante y simbolizado participan de algo común, pero de tal modo que cada uno imprime al otro una característica particular, enriqueciéndose mutuamente a consecuencia de dicho pacto (no es lo mismo que el simbolizante del pene sea un arma o un lápiz; o a la inversa, que el simbolizado de "sombrero" sea un pene o una vagina). En este sentido, la mayor riqueza corresponde al simbolizante debido al enorme número de ellos en relación a los escasos simbolizados.
c) la constancia:
Además, estos "pactos", por ser tales, tiene otra característica que Freud señala: la constancia. Ésta es no sólo individual sino transindividual (3d. T.lI, pág. 138). ¿qué importancia tiene este carácter?
Nada más ni nada menos que:
—establecer un fuerte lazo entre simbolizante y simbolizado y así instituir al símbolo como una unidad.
-habilitar su uso como mediatización para la ampliación de los intereses del individuo: “Diríase que el hombre primitivo no se resignó al trabajo sino haciéndolo equivalente y sustitutivo de la actividad sexual" (3d. T.II, pág. 134). Podríamos agregar, en una dimensión ontogenética, que también al niño y su actividad lúdica podría aplicársele el mismo juicio y de aquí extenderlo a los orígenes del instinto epistemofílico que hace uso de los símbolos a través de una identificación -"primitiva identidad"— de lo conocido con lo desconocido (4 y 8).
—habilitar también su uso para la comunicación interhumana. 
Si no hay una constancia, como en el lenguaje verbal, nada podríamos comunicar. En este punto es la universalidad, señalada por Freud, la ventaja de la comunicación simbólica con respecto a la verbal (a su vez tiene desventajas que no creemos del caso detallar). Esta universalidad está justamente determinada por la "relación interna" existente entre simbolizante y simbolizado, que no existe entre significante y significado: podemos entender fácilmente el simbolismo de los sueños con que ejemplifica Freud y no necesitamos la versión "alemana" como sucede cuando el interjuego es entre significantes y significados. Esto nos conecta con el "idioma fundamental" que volveremos a mencionar.
d) la distancia:
Hay también una distancia particular entre simbolizante y simbolizado. La relación debe permanecer en los dominios del "como si" pero si realmente se produce una "identidad” entre t ambos términos tenemos una "ecuación simbólica", mecanismo primitivo y psicótico que, así sea conciente o inconciente, impide j la utilización del símbolo como tal. (8) Simbolizante y simbolizado son dos términos que se enriquecen el uno al otro permaneciendo en sí distintos, sin llegar a ser uno el real "sustituto" del otro, como en una ecuación.
         2) El simbolizante.
Haciendo una recopilación de los simbolizantes que Freud menciona en sus trabajos podemos dividirlos fácilmente en dos grupos:
a) Aquéllos que representan objetos: cosas, animales o personas (casa, paraguas, rey, etc.)
b) Aquéllos que representan actos: volar, viajar, cabalgar, arrancar, etc.
Está cubierta por lo tanto la exigencia para formar frases y textos mediante símbolos (sujeto-verbo-complemento), estando además asegurada la función adjetivante y adverbial por el gran abanico de simbolizantes con respecto a cada simbolizado. Los elementos de enlace y relación (conjunciones y preposiciones) a los que Freud llama "las relaciones lógicas", tienen su expresión en los diversos "medios de representación" que Freud detalla para los sueños en general y que remite en esencia a los diversos movimientos y posiciones que pueden realizar los simbolizantes como en una puesta en escena.
De este modo es posible, y Freud nos da varios ejemplos, interpretar íntegramente un sueño traduciendo su simbolismo (9). El texto de estos sueños no es en conjunto un símbolo, sino que está compuesto con símbolos a modo de relato, descripción, discurso, escenificación, que por referir a otra cosa de lo que directamente dice, entra en la categoría de la alegoría, la fábula, la parábola, el mito, la leyenda, la saga.
A medida que nos alejamos de estas representaciones concretas (objetos y actos) para adjudicar el status de simbolizante a conceptos más extensos como los de sustituto, representante y hasta alusión (T.II, pág. 134), se desliza insensiblemente el sentido hasta coincidir con el de "toda representación indirecta" y de allí, ¿por qué no? hasta "todo lo que posee un sentido".
En dirección opuesta, el deslizamiento puede producirse hacia conceptos de otra índole como los de vocablo o fonema donde puede atribuirse el carácter de simbólico al parecido de los significantes (homonimia o paronimia como en el ejemplo de: violet-violate en Freud, pág. 274) o a la similaridad de los significados (sinonimia, como en el mismo ejemplo: birthday, cumpleaños, día de nacimiento).
Pensamos que sería menos confuso, reservarle al simbolizante el carácter de “representación indirecta fundamentalmente. plástica y concreta de objetos y actos".
            3) El simbolizado:
Mientras que lo dicho hasta aquí podría aplicarse a cualquier simbólica, hablar de lo simbolizado nos va a introducir de inmediato en lo más esencial del tema para el psicoanálisis que es la simbólica inconciente.
Cuando Freud nos habla de los elementos "mudos" del sueño (Conferencias de Introducción al Psicoanálisis, N°10) lo que está "mudo" es precisamente lo simbolizado, pues permanece inconciente, reprimido.
Aventuramos la opinión de que esa característica puede ser debida:
           a) Por un lado, a que no existen cadenas asociativas entre simbolizante y simbolizado que nos permitan acercarnos paso a paso de uno hacia el otro, como sucede con otros elementos del sueño.
           b) Por otro, a que lo simbolizado pertenece en último término a lo más intensamente reprimido. Veamos, a propósito, cuáles son sus temas: la desnudez, los genitales, el cuerpo humano en su totalidad, los lazos más próximos de parentesco (padres, hijos, hermanos), la masturbación, el coito, el nacimiento, la muerte. (3d, Tll, pág. 134). Todos temas vinculados a las relaciones, los sentimientos y, en definitiva, los deseos más íntimos del sujeto.
Pueden, igualmente, estar allí representados todos los componentes de la pulsión: sus fuentes, sus metas y sus objetos.
            Y es justamente la "presencia" del simbolizado reprimido la que imprime a los textos simbólicos de las formaciones del inconciente sus caracteres de mensaje cifrado, enigma, disfraz, acertijo, rebus, incitándonos a su "des-cubrimiento".

              4) Símbolos y figurabilidad: l
Los símbolos se prestan magníficamente para la representación plástica de los pensamientos. Podríamos decir más: todo símbolo corresponde a una representación sensible, generalmente visual, aunque no podemos incurrir en el error de aplicar esta afirmación a la inversa pues no a toda representación plástica debemos tomarla como un símbolo. Esta propiedad permite el uso de símbolos en diversas formaciones del inconciente: los sueños, los sueños diurnos, los recuerdos encubridores, los actos sintomáticos, las alucinaciones, la actividad lúdica, las producciones plásticas e incluso fragmentos del discurso oral con claro sentido simbólico. Podríamos citar, a fuerza de ser extensos, los fragmentos del texto de Freud en que aparece indicada la existencia de símbolos en cada una de las formaciones mencionadas.
Generalizando, podríamos afirmar que los símbolos tienen lugar a existir en todas aquellas formaciones que suponen una percepción o una representación sensible de actos o cosas. En una palabra, donde quiera que haya una ESCENA.
Pero, y éste es para mí un punto difícil de dilucidar, también en aquellas formaciones que, de por sí, no tienen una representación plástica (como podrían ser las manifestaciones del inconciente a nivel corporal) al ser mediatizadas por el lenguaje, acceden a la posibilidad de la representación simbólica que éste les concede.
No otra cosa piensa Freud cuando en los "Estudios" nos dice: “...la enferma había creado o intensificado, por simbolismo, su perturbación funcional, que había hallado en la astasia-abasia una expresión somática de su impotencia para modificar las circunstancias y que sus manifestaciones de "no lograr avanzar un paso en sus propósitos" o "carecer de todo apoyo" constituían el puente que conducía a este nuevo acto de la conversión..." (3a. T.I. pág.101).
Pensamos que, en los casos que es necesaria un traducción al lenguaje (o sea que no aparecen plásticamente símbolos) mejor sería hablar de expresión metafórica como, por otra parte, lo hace el propio Freud usando indistintamente los términos metafórico y simbólico (3a. T.l. pág. 104). La expresión "simbólico" es tomada aquí en su acepción más amplia como “aquello que posee un sentido". El problema que Freud se plantea en ese texto es de otra índole: la palabra fundamenta la expresión corporal (como lo prueba la desaparición del síntoma con la re-traducción a palabras); pero, ¿por qué Freud, al amparo de Darwin, elige para la génesis de este fenómeno la explicación que antes, en la filogenia, la expresión corporal fundamentó a la palabra? Es para pensar.

                5) Origen y formación de los símbolos:
Freud se muestra preocupado por dilucidar el origen del "conocimiento inconciente" de los símbolos por quien los usa (3d.T.lI., pág. 141/2). Pienso que el hecho de que la representación simbólica esté profusamente presente en el mito, la religión, el folklore, la fábula, las costumbres, los usos, los cantos, el lenguaje poético y el común, hace que el individuo se halle inmerso en un mundo de símbolos de los cuales no conoce conscientemente su sentido pero sí lo adquiere como ya dado, como herencia cultural, como conocimiento "inconciente", como supuesto para su inserción en la cultura y la comunicación.
Este acervo común es lo que hace también posible la interpretación de los símbolos por otro individuo. Podríamos adscribir a esta circunstancia el origen "externo", cultural, de los símbolos en un sujeto.
Pero, a nuestra opinión, debemos pensar también que "algo pone" el sujeto para ser capaz de absorber, de “conocer" el idioma simbólico. Esa capacidad, esa función simbolizante, debe estar presente en él, así como en sus semejantes, premisa necesaria para la existencia de los símbolos. Justamente al estudio sobre la formación de símbolos en el niño pequeño nos remite un artículo de M. Klein (4).
Nos quedaría, entonces, como esquema explicativo del origen del símbolo una "serie complementaria" (3e. T.ll, pág. 239 y 246):
            a) la "herencia” cultural, más
            b) la función simbolizante.
Serie complementaria ésta que ofrece una característica inversa peculiar: lo "heredado" es externo, lo "adquirido" es interno. (O sea, está basado en una función).
Pero no podemos menos que resaltar la importancia concedida por Freud a la herencia cultural del símbolo lo que nos conduce a subrayar la existencia de ese “idioma fundamental", de esa urdimbre que va a imprimir su sello al sujeto, inscribiendo en él una heráldica particular y marcando, a modo de oráculo, su existir.
Por estos derroteros podríamos intentar arribar a "lo simbólico" de Lacan (7, pág. 425).
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             6) Uso del símbolo:
Si hablando del símbolo en general, se puede decir que sirve para representar lo irrepresentable (libertad, patria), lo mismo reza para el símbolo en psicoanálisis. Pero lo irrepresentable aquí, no lo es por abstracto sino por concreto. Lo irrepresentable del sexo, del parentesco, de la vida y de la muerte, en tanto muy íntimo y concreto, cuerpo con cuerpo con el sujeto, es lo que necesita ser mediatizado por símbolos.
Estos surgen como un rico y variado desfile de representaciones del deseo y sus metas; y de sustitutos del objeto ausente y como tales los usa el inconciente bajo las leyes del proceso primario y de modo ”independiente de la censura" (3d. T.II, pág. 143),
Ésta tiene que ver con la prohibición, con la represión, con el preconciente, y el proceso secundario;
La represión cierra el paso hacia la conciencia al simbolizado y se lo permite, en tanto disfraz, al simbolizante pero no rompe el lazo que los une y se cuela entonces, inconciente, el simbolizado. Así, el símbolo es a la vez que un ocultamiento, un señalamiento de lo que oculta.
En términos de deseo, la censura permite al sujeto realizar (simbólicamente) sus deseos en tanto él no sepa (concientemente) de qué se trata. Y bajo esta luz aparece usado el lenguaje simbólico como transacción entre el deseo y su prohibición. Es decir, como expresión de un conflicto y cierta solución del mismo. Avanzando en esta dirección algunos autores afirman categóricamente la importancia del simbolismo como base para la sublimación “...llegué a la conclusión de que el simbolismo es el fundamento de toda sublimación y todo talento..." (4, pág. 63). Y también: “...la formación de símbolos en la posición depresiva requiere una cierta inhibición de los fines instintivos directos en relación con el objeto original, quedando así estos símbolos disponibles para la sublimación" (8, pág. 401). Tema polémico, nos parece.
          7) Símbolos e interpretación:
La conformación bipolar del símbolo con uno de sus elementos reprimido, su representación plástica y su condición de unidad apta para la formación de "textos", son todos atributos que lo habilitan para su participación en numerosas formaciones del inconciente quedando pues en posición inmejorable para su interpretación.
A esto se agrega la posibilidad del intérprete de saltar el obstáculo de la "mudez" del símbolo y de lograr su traducción inmediata a través de la comunidad cultural con el soñante y de su conocimiento del simbolismo. Puede así traducir un sueño, símbolo por símbolo, como lo hace Freud en varios ejemplos, obteniendo un texto que le permite cierto reconocimiento de lo universal del deseo allí expuesto. Pero, ¿no cabría aquí aplicar el viejo proverbio de “traduttore, traditore"? Cuando quiera el intérprete dar cuenta de la singularidad del deseo del soñante se encontrará con el obstáculo de su propio y singular deseo que interviene para traicionar su traducción.
Y aquí la prudencia y el rigor científico de Freud: "Un semejante virtuosismo es muy apropiado para halagar al intérprete al impresionar al sujeto... Mas no debéis dejaros seducir por esa facilidad. Nuestra misión no consiste en ejecutar brillantes habilidades. La interpretación basada en el conocimiento de los símbolos no constituye una técnica que pueda reemplazar a aquélla que se funda en la asociación, ni siquiera compararse con ella, y no es sino un complemento de la misma..." (3d. T.II, pag. 133).
Freud evita cuidadosamente ponerse en la posición del que “sabe". ¿En qué se diferenciaría pues, de los onirocríticos populares? (3x. T.I, pág. 308 y nota al pie). El saber está allí, entre ambos, inconciente, y debe ser descubierto por ambos. Y no se refiere solamente a la traducción de los simbolizados inconcientes del sujeto sino a la develación del singular discurso que abarca toda su historia y se apoya en la indestructibilidad de su deseo: "...
como las sombras de la Odisea..." o "... los titanes de la leyenda..." (3c. T.I, pág. 556).

CONCLUSIÓN.
Debería ir aquí algo que, a modo de síntesis, quisiera ser una definición del símbolo.
Luego de varios frustrados intentos, textos donde campeaba la aridez, la oscuridad o la amputación, concluimos que, para decir sintéticamente algo, necesitábamos de un interlocutor que ya supiera a qué nos referíamos. Entonces, ¿para qué la definición? Además, hemos visto en el propio curso de nuestro trabajo, que cada nuevo conocimiento modificaba nuestras provisorias definiciones que permanecían siempre “indefinidas".





BIBLIOGRAFÍA
1. Diccionario Enciclopédico - UTEHA.
2. DUCROT, O; TODOROV, T. - Enciclopedia de Lingüística.
3. FREUD, S. — Obras Completas (Biblioteca Nueva):
        a) “Estudios sobre la histeria". (1895).
        b) "Recuerdos infantiles y encubridores". (1899).
        c) "La interpretación de los sueños”. (1900).
        d) "Conferencias dc introducción al psicoanálisis". (1916~l 7).
        c) "Mi relación con Josep Popper-Linkeus”. (1932). 
4. KLEIN, M. -” La importancia dc la formación dc símbolos en el desarrollo del yo” (Contribuciones).
5. LACAN, J. · "Lectura estructuralista de Freud". (Ed. S.XXI, 1971).
6. LALANDE. - "Vocabulario técnico y critico dc la filosofía".
7. LAPLANCHE y PONTALIS. -” Diccionario de psicoanálisis".
8. SEGAL, H. · "Introducción a la obra dc M. Klein".




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