martes, 16 de octubre de 2018

A. Weigle, Identificación proyectiva


IDENTIFICACION PROYECTIVA
(1980)

Grinberg, León, (Rev. de Psic., Bs. As., 1965, T. XXII, Nº4) nos describe cincuenta y siete modalidades de la identificación proyectiva, pero eso nos indica más bien modos de aplicación del concepto así como también la posición central que se le adjudica en la teoría y de allí su posibilidad de articulación en variados contextos.
No nos agrega mucho, sin embargo, sobre la definición misma y las definiciones habituales que hemos encontrado no dan cuenta, creemos, de toda la versatilidad y complejidad que encierra el concepto y que intentaremos recuperar, en parte, por el re-examen de sus implicancias a partir de un brevísimo material clínico.
A su vez, la identificación proyectiva nos reenvía, por un lado, al problema mucho más amplio de la identificación, y por otro, a la consideración del par proyección - introyección: “Es usual que la identificación proyectiva e introyectiva ocurran simultáneamente" (H.A. Rosenfeld, Estados psicóticos, Ed. Hormé 1974, p.201).
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“Estoy en un callejón sin salida... ¿y Ud. que hace?... ¡Ud. es un voyerista!", me dijo con llanto de rabia y angustia una paciente, luego de varias sesiones en que se empeñaba - acuciada por su frustración - en descubrir, en el detalle de su conducta sexual, los motivos de su frigidez.
Creo que su exclamación estaba justo en el centro de una problemática compleja. En un sentido directo, me acusa. Acusación que hace blanco en mi voyerismo; ¿Cómo escapar a ello desde mi posición de analista?; ¿Acaso esa posición no implica cierto voyerismo, cierto placer en mirar-escuchar que, proveniente de mis estratos más antiguos, se ha “sublimado", diría, en mi función?
Puedo tranquilizarme entonces y decirme: "es una acusación injusta; es cierto mi voyerismo pero mi fin no es poseerla sexualmente sino analizarla”.*
Se comporta ella aquí como el joven con una paranoia de celos del que Freud relata: (Algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad -1922- A.E. T. XVIII, p.2l9 y sig.).
”...extraía su material de la observación de mínimos indicios, por los cuales se le había traslucido la coquetería de la mujer, por complete inconsciente e imperceptible para otro..." Y algo más adelante: “Ahora sospechamos que describimos de un modo harto insatisfactorio la conducta del paranoico, tanto del celoso como del perseguido, cuando decimos que proyectan hacia afuera, sobre los otros, lo que no quieren percibir en su propia interioridad. Sin duda, que lo hacen, pero no proyectan en el aire, por así decir, ni allí donde no hay nada semejante, sino que se dejan guiar por su conocimiento de lo inconsciente y desplazan sobre lo inconsciente del otro la atención que sustraen de su inconsciente propio" (subrayados nuestros).
La paciente proyecta entonces su voyerismo en el área donde puede encontrarse con el mío. Ese es su punto de apoyo. "Sabe" de mí porque "sabe" de ella. Allí está lo “semejante" que menciona Freud. De otro modo, podemos decir que se identifica conmigo o me identifica con ella; Esta igualación tendrá consecuencias insospechadas como lo sugiere Freud aquí y como luego lo conceptualizará Klein a propósito de la identificación "... para identificarse fuertemente con otra persona es esencial sentir * que hay dentro del yo suficiente base en común con ese objeto"- y que esto "... es concomitante con la proyección de sí mismo en esa persona (y Io mismo se aplica a la introyección)" (“Sobre Ia identificación" en ‘”Nuevas direcciones..." Paid, 1977, pp.33O y 332).
Hagamos ahora un paréntesis de teorización.
Una identificación implica dos términos. Supone además su “conocimiento", su comparación y luego la constatación de su "semejanza" (o identidad) en todo o en parte. (Esto es, quizás, desmenuzar un proceso que puede darse como un todo simultáneo).
La proyección (como la introyección) en cambio, es otro proceso. Nos habla del movimiento de un término de un campo a otro: lo que está contenido en un lugar pasa a estarlo - real o virtualmente - en otro.
La identificación está tomada de un modelo lógico - matemático (juicio, ecuación). La proyección se sirve de un modelo físico (mecánico, óptico).
La identificación se vincula con el “conocer" (relación) la proyección con el actuar (proviene del latin “iacere": arrojar, arrojar fuera). La paciente entonces utiliza ese doble procedimiento: “conocerse-conocerme" y a un tiempo "arrojar" sobre mí su voyerismo.
Como vemos, esto implica la escisión: algo que le pertenecía, se ha clivado y separado; y aparece, en su exclamación, como mi voyerismo. Esta escisión se extiende además de ella hacia mí, pues paso a ser un "objeto malo", alguien que la ataca, la viola en su intimidad.
Pero todo este procedimiento sólo es posible en base a un desconocimiento del mismo. Ella no sólo no reconoce su voyerismo sino tampoco el procedimiento que ha usado para su expulsión y en sus palabras sólo aparece mi voyerismo con todo el refuerzo que ha recibido de prestado.
En la escisión puede verse claro, este desconocimiento pues ¿quién podría considerarse escindido y a la vez tener conocimiento de sus partes? El sólo conocimiento es un proceso unificador que desvanece la escisión. El fenómeno sólo puede ser descrito del lado del observador. Podríamos decir más: la condición de su existencia es ese des - conocimiento.*
Llegamos entonces a un punto contradictorio: la identificación proyectiva supone un conocimiento de sí y del otro, pero a su vez su existencia depende de un desconocimiento de todo el proceso. Freud lo resuelve apelando al “conocimiento inconsciente” lo que, por un lado, es una sonora bofetada al narcisismo de nuestro yo que ni siquiera sabe que sabe y, por otro lado, funda una nueva dimensión del inconsciente atribuyéndole una “desconocida" capacidad de conocer.
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Abordando desde otro lado el tema de la identificación, Laplanche y Pontalis (Diccionario de Psicoanálisis) distinguen tres tipos:
            -identificación centrípeta
            -                       centrífuga
           -                        recíproca

que se corresponden. con las formas verbales: identificar – se con... (el objeto), identificar - lo con... (el sujeto) e identificar - nos, (mutua).
Para aclaramos en algo todo esto, podríamos recurrir a la premisa teórica de la existencia en el ser humano de un primer movimiento simultáneo de reconocimiento de sí y del otro que sea fundante, a un tiempo, de la aparición del sujeto y su contrapuesto, el objeto.
Pensamos que es en esta simultaneidad de conocimiento de sí y del otro en que se apoya la noción de identificación.*
Quizás debamos señalar aquí que lo semejante constituye el cuerpo básico del reconocimiento entre humanos, tan básico y obvio que por eso mismo arriesgamos a pasarlo por alto, pero que reúne en sí todos aquellos datos que nos permiten establecer sin dudas la distinción con lo no humano, así como la captación directa en el otro, por analogía, de nuestras experiencias intrapsíquicas (deseos, emociones, etc.).
Las identificaciones que, sobre ese cuerpo identificatorio básico se agreguen, son como un ropaje que tomamos del otro, (identificar - se) o ponemos en el otro nuestras propias vestiduras (identificar - lo) o nos uniformamos (identificar - nos).
Este juego de atribuciones corresponde al carácter proyectivo o introyectivo de la identificación según Klein y todo ello - como vimos·- funciona en un nivel inconsciente (descriptivo).
Este planteo puede ser, pensamos, una salida teórica al problema que surge de los distintos tipos de identificacién y otros conceptos como incorporación, interiorización, internalización y la propia introyección, que serán entonces sólo diversas formas del ingreso de algo a la psique y otras tantas estaciones del camino por el cual lo ajeno pasa a ser propio.*
También nos es posible establecer así una distinción más neta entre identificación proyectiva e introyectiva: mientras que la primera implica necesariamente una escisión y pérdida para el yo, en la segunda - por el contrario - algo se agrega al yo. Ello no supone que las consecuencias de una u otra sean favorables o desfavorables; esto último no depende de los procesos en sí sino de otros caracteres como su cualidad, su intensidad, la mutua integración, la interacción con el objeto, etc.
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Volviendo a la paciente, podemos también decir que me acusa de aquello que desea para sí: ella quisiera estar en mi lugar (sin perder el suyo) usar de mi voyerismo (como "pene terapéutico") y obturar así, en un solo movimiento, su envidia al pene y su angustia de castración.*
Pero, ¿qué ha sucedido? Sólo logra escindirse y redoblar así su pérdida (su llanto de rabia y de angustia) porque al proponerse eliminar el conflicto que su deseo genera, sólo lo logra amputándose, perdiendo una parte (¿efecto de castración?), ataque duplicado en su acusación a mi (su) voyerismo.
Destruir en el otro lo que se desea para sí, es la envidia y Klein nos muestra el estrecho vínculo entre ésta y la identificación proyectiva: “la envidia.; la he definido como el aspecto-destructivo de la identificación proyectiva que actúa desde el principio de la vida" (Envidia y Gratitud, Ed. Hormé, p.26).
Podemos afirmar entonces que la emoción básica que sustenta la exclamación de la paciente es la envidia, lo que subraya el nivel dual de la relación conmigo en ese momento. Y aunque el trasfondo triangular edípico sea evidente (la frigidez como expresión del bloqueo del deseo incestuoso hacia el padre en un sentido, y de la envidia al pene en otro) el acento se desliza, regresivamente y a través de la ecuación pene-pecho, hacia la remoción de los sentimientos primarios en relación al pecho: "Mi trabajo me enseñó que
el primer objeto envidiado es el pecho" (M. Klein, op. cit., p.3l).
No puedo dejar de mencionar aquí la cita que Klein hace de la etimología de la palabra envidia: "...proviene del verbo latino `invideo': mirar con recelo a, mirar maliciosa o rencorosamente dentro de, dirigir una mirada maligna SOBRE..." (op. cit., p.26) y relacionarla con el voyerismo de nuestro caso. En un nuevo giro de la identificación proyectiva, mi voyerismo (yo contemplando la escena primaria) le resulta a ella también envidioso pues pervierte el sentido del análisis y la destruye en su papel de paciente...
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Este tema de la envidia nos conduce, en un nivel mayor de abstracción, al juego de pulsiones que sustenta al material y que podríamos distribuir así:
- la pulsión de muerte está bien representada, en su faz hetero-destructiva, por la envidia y, en la autodestructiva, por la propia escisión.
- la libido objetal se ve en el deseo incestuoso (yo, padre "voyeur") como situación edípica directa, y en el deseo de ocupar mi lugar (ella, analista “voyeur") como situación edípica invertida. l
- la libido del yo está tanto en su deseo de completud narcisista que ya mencionamos (p. 16, Nota 2), como en su visión idealizada de mí como “su" analista en propiedad ("Y Ud. ¿qué hace?", refiere entre otras cosas, a mi omnipotencia y al uso discrecional que de ella hago).
Se hace así evidente la mezcla pulsional que encuentra también otra expresión en el componente sádico del deseo "voyeur" proyectado.
Pero frente a esta compleja interacción pulsional, la identificación proyectiva, ubicada en su lugar de "mecanismo" y usando cierto modelo tópico, se asemeja a un guardagujas que marca las vías a seguir a las poderosas fuerzas en juego. En ese particular lugar de encuentro con las pulsiones, muestra sus vínculos con el enfoque económico y dinámico de las mismas.
Más que teorizar de dónde la identificación proyectiva toma su energía, lo importante radica en el análisis de sus funciones.
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“EI carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas", es decir, "relevadas por una identificación”, nos dice Freud en El Yo y el EIIo (A.E. T. XIX, p.30-3l).
Podemos entonces decir que el yo, al menos el que interesa al psicoanálisis, se construye en base a identificaciones, no existe fuera de ellas y se apoya en el cuerpo biológico, frágil unidad bioquímica en equilibrio inestable que sólo puede tener alguna pretensión de supervivencia a través de la reproducción.*
Pero estas identificaciones son "constructivas", diríamos, y se basan en una introyección. Y, por oposición, ¿acaso sería la identificación por proyección, "destructiva"?
En nuestro ejemplo parece, en primera instancia, tener esa consecuencia: la escisión y la pérdida por proyección parecen evidentes.
Sin embargo, no todo termina allí. La paciente espera algo de mí. Pues, ¿por qué señalarme que está en un “callejón sin salida"? Busca que yo le ofrezca una salida.
En Elementos de Psicoanálisis (Ed. Hormé, 1966, p.54), Bion nos propone un modelo que podría aplicarse a nuestro caso:
"Enunciaré la teoría primero en términos de un modelo a seguir: el niño que sufre hambre y temor a estar muriendo, deshecho por la culpa y la ansiedad, e impelido por la avidez, se ensucia y llora. La madre lo levanta,lo alimenta y tranquiliza y eventualmente, el niño se duerme.
Reformando el modelo para representar los sentimientos del niño, tenemos la siguiente versión: el niño, lleno de dolorosos pedazos de heces, culpa, temores de muerte acechante, trozos de avidez, ruindad y orina, evacúa estos objetos malos dentro del pecho que no está ahí. Mientras Io está haciendo, el objeto bueno transforma al no-pecho (boca) en un pecho, las heces y orina en leche, los temores de una muerte acechando y la ansiedad en vitalidad y confianza, la avidez y ruindad en sentimientos de amor y generosidad y el niño succiona de vuelta sus cosas malas, ahora traducidas en bondad.
El mecanismo está implícito en la teoría de la identificación proyectiva (M. Klein: Notes on some schizoid mechanisms)".
En términos bionianos mi paciente necesita un continente para sus contenidos proyectados.
Necesita que yo esté ahí. Es sabido que ese estar ahí, no es fácil, pero parece ser parte de mi tarea. Otra parte de la misma sería la transformación de lo proyectado para su posterior re-introyección (“las heces y la orina en leche").
Todo esto parece significar algo más complejo que hacer conciente lo inconsciente.
Para aclararnos un poco, ensayemos con distintas interpretaciones del material.
Si le dijera, por ejemplo: "Ud. desea ocupar mi lugar y ser Ud. la que mira" representaría sin duda, si puede aceptarlo, una ampliación importante del campo de su conciencia, un "conocimiento" que el yo adquiere, sea en el orden de los mecanismos como en el de los deseos inconscientes.
Pero esas palabras que yo le diría, vendrían, al fin y al cabo, a definir justamente lo proyectado y entonces, ¿qué esperanzas puedo tener que sea introyectado tal cual?
El destino de esa interpretación (que puede ser vivida como una contra - proyección) será quizás, la re - proyección, o la desestimación, o la negación o la aparente aceptación “racional" o cualquier otro procedimiento que, acompañando la fuerza de la identificación proyectiva primera, contribuya a mantenerla.
Ensayemos otra interpretación "de laboratorio":
"Ud. me acusa; sin embargo, quizás en mi voyerismo está la salida que Ud. busca. Ud. quisiera poder usar de su voyerismo como yo uso del mío como analista".
En este caso la interpretación emerge desde otro lugar. No empuja para volver a su sitio lo proyectado tal cual fue emitido, sino que practica una abertura en mí como analista para dejar penetrar la proyección; la identificación conmigo es tácitamente aceptada ("nuestro" voyerismo); la idealización y la envidia son señaladas (mi poder, su acusación) y, en la implícita no adhesión mía a su autocensura, quizás ella acepte que su "capacidad" de voyerista puede ser ejercida en otros planos.
No pretendemos con esto encontrar una interpretación sin fisuras o de efecto mágico, sino sólo despejar cierta posición del analista frente al material, atendiendo al juego de identificación, proyección e introyección.
Veámoslo por pasos:
a) la interpretación así formulada no reintroyecta la proyección tal cual, sino que muestra cómo el analista puede “introyectar" la proyección de su paciente ofreciéndose, en términos de Bion, como continente de ese contenido
b) esta introyección se hace en base a la aceptación de la identificación propuesta por el paciente: los dos términos de la identificación pasan a ser conscientes para el analista y, por ende, puede mostrarlos a su paciente.
c) lo proyectado vuelve al paciente transformado: lo que surgió como un voyerismo sádico, puede ser reintroyectado como un voyerismo sublimado en otra función posible, abriéndole paso así al deseo identificatorio con el analista.*
De este modo se patentiza la intrincación de los fenómenos proyectivos e introyectivos que sólo puede darse sobre un campo de identificación.
Y si el proceso es así en la dirección de la cura, ¿qué podremos decir cuando, en la dirección opuesta, una exacerbación de la identificación proyectiva conduce a un estado psicótico?
Volviendo al ejemplo de Freud citado al comienzo, allí el delirio surge, no para obturar el efecto de la desestimación (verwerfung) de una realidad externa frustrante, sino como efecto mismo de la acción de los mecanismos usados frente a una realidad interna intolerable.
No es una "realización" sino una expulsión "alucinatoria" de deseos intolerables (hostiles o libidinales).





*Dejé tal cual esta sintaxis del manuscrito inicial, aunque advertí -·pequeño, gran desliz - que en el “la” de analizarla se deslizaba algo de poseerla, y que esto señalaba algo del "incesto" analista-paciente que, inconsciente a inconsciente, podía estar como telón de fondo en la escena del análisis. Debería haber puesto "analizar junto con ella” o simplemente "analizar”.
* Aparece la palabra "sentir" en esta cita. Menudo problema... Tan usada y tan indefinida. ¿Tiene que ver con “conocer"? ¿O con "tener conciencia de"? ¿Qué relación tiene con lo "no verbalizable", lo indefinido de las sensaciones, sentimientos, emociones, intuiciones, afectos? Hay quien diría que debería ser excluida del vocabulario psicoanalítico. Otros se apoyan marcadamente en ella. Yo preferiría acotarla en cada uso. Acá se refiere a cierto “conocimiento” intuitivo en un sentido similar al "conocimiento” del paciente de Freud recién citado.

*Se podría objetar que cuando Freud describe la escisión del yo justamente se refiere a dos corrientes paralelas y contradictorias que conviven una junto a otra: el paciente desmiente por un lado la falta de pene en la mujer y, por otro, la reconoce. Pero, ¿sabe realmente lo que en él sucede? Las dos corrientes estén allí pero su existencia simultánea está justamente basada en un no reconocimiento radical. La diferencia con nuestro caso es que nuestra paciente "desmiente" algo intolerable de su realidad interna (el deseo voyeur) mientras que el fetichista o el obsesivo de Freud desmienten algo intolerable de la realidad externa (la falta de pene en la madre, la muerte del padre).
*Parentesco con esto tienen las conceptualizaciones de “un nuevo acto psíquico" (Freud), "estadio del espejo" (Lacan), "angustia del 8º mes" (Spitz), pues todas ellas nos hablan justamente del surgimiento de esa nueva "GestaIt" que, como articulación estructurante, viene a establecer la diferencia de lo humano en la escala animal.

*Los “objetos internos" - en realidad internalizados - serían una estación intermedia de ese camino pues, como su nombre lo dice, ni son externos ni llegan a formar parte de la identidad del sujeto.

*Castración en su sentido más amplio, de ella mujer como ser castrado, pero también del varón como ser castrado, incompleto, estando simbolizado en el pene - que ella no posee y el varón sí, pero como adherido y siempre en riesgo de perder - el lazo que une (el "und" de Tristan und lsolde), la conjunción que fusiona ambos sexos en la completud narcisista que cada cual quiere para sí.
* Es por una participación identificatoria con los demás yos y con los productos más o menos permanentes de la cultura, que ese yo llega a creerse inmortal, repudia la muerte remitiéndola sólo a su cuerpo material y se refugia en el "delirio compartido" de las religiones u otras organizaciones de pertenencia y poderío. Recordemos el lema de la familia Zorrilla de San Martin: “Velar se debe la vida de tal suerte, que viva quede en la muerte".
* Podría objetarse que en esto el analista “se exhibe" como “modelo” a seguir por su paciente. No sabemos cómo se puede sortear este escollo (y ni siquiera si hay que hacerlo) máxime teniendo en cuenta que siempre es así en el juego identificatorio paciente - analista (juego que también funciona - por qué no - a la inversa).

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